Foto promo 3 (1) (1) (1)
Música

Nathy Peluso es la fucking jefa

Hablamos con la artista argentina sobre su nuevo lanzamiento, Business Women, y su rol feminista en la música emergente.

Nathy Peluso se ha convertido, en poco tiempo, en una de las representantes de la música emergente en Latinoamérica y España. A los dieciséis años comenzó a interpretar temas clásicos de Frank Sinatra, Etta James y Nina Simone en distintos hoteles y restaurantes españoles. Nació en provincia de Buenos Aires en 1995, pero emigró a España a los nueve, y dice que ya se acostumbró a estar arriba de un avión. Con veinticuatro años se convirtió en la jefa de su firma: tiene millones de reproducciones en YouTube y Spotify.

Publicidad

Nathy enamoró a los jóvenes con su seguridad desbordante y un estilo único. Su acento es una mezcla de argentino con español, y cuando habla defiende la música negra. Dice que su estilo no se limita al blues, al jazz o al soul, sino que tiene un dejo de músicas tradicionales con ritmos africanos. Con su último sencillo, Business Woman, reivindica la fuerza y el empoderamiento femenino:

“Me llaman porque soy una Business Women / tengo negocios que dirigir yo sola / hago guita desde que nací / bien piola’.

Así dice su último single, que deja claras sus intenciones feministas de hacerse con el poder.

Hablamos con ella sobre su proceso creativo y su lucha feminista dentro la escena musical alternativa hispana.

VICE: ¿Por qué decidiste hablar sobre el rol de la mujer dentro del negocio de la música?

Nathy Peluso: La mujer en el negocio prácticamente no existe. Yo buscaba la palabra bussines en los gifs de Instagram y me salían todos tipos con traje. ¡Hagamos un gif de business women!, pensé. Tengo la oportunidad de conocer mujeres poderosas gracias a mi carrera, intento rodearme de ellas y que estén presentes en mi equipo. Siento que el poder en el mundo de los negocios es muy pesado y me gusta mostrarlo. Tenía que reflejar mi trabajo desde otro lugar, desde mi posición a la hora de tomar decisiones con sellos y marcas. Soy una mujer de negocios en un mundo de hombres.

Hay una especie de tensión entre el mundo de los negocios y la vida artística. ¿Cómo resolvés esta dualidad y encontrás un equilibrio entre ambos discursos?

Publicidad

Esa tensión existe porque la gente cree que los artistas no trabajamos. Yo tengo cada vez más trabajo, que por supuesto aumenta con la exposición: mientras más apareces en las pantallas y en los soportes sonoros más te van a llamar las marcas. Personalmente, si quiero mejorar como artista tengo que trabajar mucho. Jamás me acosté en mi cama a esperar a que la inspiración viniera. Me parece importante mostrar que los artistas somos gente que nos gusta laburar, que podemos desarrollarnos en varias áreas, que podemos explotar nuestro talento, inteligencia y que por eso podemos ser líderes de nuestro negocio.

Está bueno que no nos de miedo mostrar que trabajamos de lo que nos gusta y que le dedicamos tiempo.

En este último lanzamiento hacés más explícita una lucha feminista. ¿Cómo te ubicas dentro del movimiento?

Al principio nunca es intencional. Me doy cuenta durante el proceso, como cuando compuse Alabame, Corashe o La Sandunguera. Empiezo a componer letras que hablan de mi raíz, se trata de canciones que hablan de mis valores. Mi manera de darle fuerza al feminismo no es pretenciosa, es natural. Creo que todas las mujeres podemos aprender a ser nuestra mejor versión. Personalmente la descubro haciendo música. Tengo la ventaja de mostrar algo de mi contexto y con eso provocar aunque sea un poquito e inocentemente.

Las mujeres te siguen, te admiran y reconocen tu talento. ¿Pensás que siempre pasó esto con las mujeres en el ámbito musical?

Publicidad

No creo que sea tan normal. Me parece un triunfo entre nosotras. Siento que puede haber un montón de reinas, de divas, todas en su campo pueden brillar. No hace falta que haya una sola. El hecho de reconocernos entre nosotras es un paso superior, darnos cuenta que está bueno aprender de la mujer que está a tu lado y te respeta. Las mujeres vivimos en una sociedad que nos enseñó a tener envidia entre nosotras y eso es una porquería. Quizás no soy yo sino el contexto, quizás si me hubiese presentado en un escenario diez años atrás el comentario hubiese sido "esta quién se cree, qué se piensa…", y no está bueno eso.

El hecho de que hoy nos apoyemos es un gran avance. Entre los tipos que te minimizan y la tradición de la envidia no vamos a sobrevivir en nuestros ámbitos de poder; porque los varones también hacen comentarios, muchas veces juzgan a las mujeres que llegaron a un puesto con poder “porque hicieron cualquier cosa menos trabajar” y eso ya no vale, no pienso dar ese lugar de prejuicio.

Sos Argentina, vivís en España. ¿Ves diferencias de cómo te tratan siendo una mujer de negocios en culturas distintas?

Actualmente no tengo impedimentos, eso me pone contenta. En este caso creo que ambos países tienen cosas positivas y tienen que, al mismo tiempo, aprender entre ellos. Argentina tiene un poder muy grande de convicción, eso me gusta. En España hay más libertad de autogestión. Yo me valgo de mis propios parámetros y principios para hacer mi negocio y no necesito a nadie más que a mí misma para hacer esto. Si veo diferencias, no les presto demasiada atención.

En Argentina se avanzó mucho desde el feminismo y las disidencias, donde peleamos para conseguir derechos sexuales e identitarios; sin embargo, todavía no se discute la brecha salarial, las diferencias de acceso laborales entre un varón blanco heterosexual y una mujer trans. ¿Qué sentiste vos cuando te diste cuenta que estabas señalando algo que no está tan hablado?

No lo percibo rápidamente. Lo hago desde un lugar más orgánico. Mi manera de aportar a la comunidad es desde mi naturalidad. No sé hasta qué punto mi música puede aportar a la comunidad y las discusiones sociales, pero si lo hace me sentiría orgullosa de contribuir.

Siento que pertenezco a una actualidad y a un movimiento que me influye. Y como mujer de negocios lo experimento. Todavía faltan cosas básicas que veo, viajo en un avión y veo a las azafatas con las faldas ajustadas y tacones y creo que todavía hay que hablar de eso. Me hago cargo de mi visión de las cosas; es decir, no creo que tenga la razón, quizás haya mujeres que les guste trabajar así, pero lo veo incómodo. Y si no les gusta trabajar así, pero su contexto las obliga a estar incómodas lo mejor es alentarlas a tener el poder y transformar su realidad.