Realmente no estoy tan solo: Una charla con Ram y los Mixes
Fotografía tomada en Leclic Estudio

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Música

Realmente no estoy tan solo: Una charla con Ram y los Mixes

Una inusual orquesta de rock y soul formada por catorce músicos nada contra la corriente en la escena chilena. Y, de paso, firma uno de los mejores discos del 2017.

En los últimos quince años, Álvaro Ramírez ha estado en varios frentes. Participó del florecer dosmilero del garage santiaguino con Ramires! y luego reformuló su carrera tocando clásicos del soul con Ramixes. Hoy encabeza un proyecto excepcional en el más puro sentido de la palabra, Ram y los Mixes. Único en su especie, el actual grupo de Ramírez es el fruto de circunstancias muy especiales: "Partimos en las fiestas Soul o Muerte del Bar Loreto haciendo covers, temas de Otis Redding y The Supremes, y por insistencia de los otros integrantes, empezamos a trabajar en canciones originales. Yo me enamoré heavy de una de las coristas, nos casamos y tuvimos dos hijos, así que en realidad no me costó inspirarme".

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Moldear Ram y los Mixes fue un proceso largo, pero natural. Aunque Ramires! partió como una banda guitarrera de rocanrol barato y sonido rebelde, hacia el final de sus días ya probaba suerte con bronces y teclados. De todos modos, Ramírez se apura en aclarar que "no somos una orquesta de soul propiamente tal, no tenemos tanto que ver con esa escuela estadounidense". Para enfatizar la diferencia, fuerza un falsete de aspiración negra, nada que ver con su verdadera forma de cantar. Eso sí, admite que adentrarse en el cancionero dorado del género le dejó una moraleja: "La enseñanza que saqué es que no hay que tenerle tanta vergüenza a los sentimientos, a ponerse romántico".

Las influencias que reconoce Ram y los Mixes no son gringas, sino de países de la región. En "La certeza", una de las canciones con las que debutaron en 2014 con el disco Presentando…, hay una cita al impagable solista brasileño Tim Maia. Dentro de su nuevo álbum, el superlativo Tarde, noche y día estrenado en enero del 2017, homenajean a Charly García y a Luis Alberto Spinetta parafraseando "Rezo por vos" en el coro de "Ave rapaz". También tributan a Los Jaivas interpolando "La conquistada" en "Ha salido el sol". Son homenajes a la música latina que delimitan su identidad. "El soul americano lo dejamos fuera y buscamos nuestras fuentes en lugares más cercanos", explica el vocalista.

Tampoco miran al Caribe: "Eso ya es meterse en el sonido tropical chileno, y nosotros no tenemos que ver con la gran historia de las orquestas bailables". Hasta ahora, sigue pendiente el hallazgo de un nicho: "Traté de tocar soul en bodas con Ramixes, pero siempre aparecía el tío del novio a pedir 'La peineta'. No se puede pelear contra eso. Siento que el camino que tomamos nunca va a tener un valor en la sociedad chilena. Lo que nosotros hacemos tiene un nivel de expresividad distinto al reggaetón o la cumbia, es más contenido y menos dionisiaco. Es más frío, y quizás por lo mismo debería encajar mejor con nuestro clima, pero no ha sido así. Estamos súper solos en este viaje de hacer música rock soul orquestada acá en Chile. No siento que hayan pares".

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Por lo visto, existe una considerable distancia entre sus inclinaciones y la realidad: "Siempre voy a contrapelo de lo que se está haciendo acá, quizás porque las cosas que escucho vienen de internet, entonces jamás he podido leer el espíritu de la escena musical chilena". Ramírez sabe que algunas de sus fantasías artísticas son irrealizables: "Me encantaría descubrir a un negro de sesenta años y producirle un disco, sería el tipo más feliz del mundo haciéndolo, pero eso no existe acá, nosotros no tenemos esa historia".

Tener una orquesta también parecía imposible y aun así terminó sucediendo. Trece músicos lo acompañan. "Era una ilusión, nunca lo planeamos, sólo se fue dando. No hubo audiciones, las personas fueron entrando de forma natural, una a una. Yo quería saber cuántos podíamos llegar a ser, y cuando caché que éramos muchos, seguí invitando gente, era como una humorada", cuenta riéndose. Por las filas de Ram y los Mixes, transitan libremente personajes salidos de muchos ámbitos de la vida: "Nuestro tecladista a veces viaja por semanas a Calama a ver a su familia, y en septiembre no vemos nunca al saxofonista porque se va de gira con una banda de circo".

El empuje colectivo es una de sus características centrales. Son vigorosos hasta decir basta. Y no es una exageración: de verdad tuvieron que calmarse. El enérgico "Presentando…" sonaba como si la banda entera se viniese encima de uno, salvo por un tema, 'El tesoro', producido por Felipe Cadenasso y Antonio Del Favero, ambos del grupo Matorral. La dupla está de vuelta en "Tarde, noche y día" haciéndose cargo de todo el disco, en un esfuerzo consciente de Ram y los Mixes por calmar su ansiedad, evidenciada en que "siempre estamos tocando todos los instrumentos al mismo tiempo". Últimamente, incluso se han presentado en un sosegado formato acústico.

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Cadenasso y Del Favero depuraron y editaron montañas de material. "No hemos podido aprendernos el disco tal como lo devolvieron ellos, yo creo que recién en un año vamos a poder llegar a ese nivel de detallismo en vivo", confiesa Ramírez. El vocalista se deshace en elogios para la pareja de productores: "Son unos genios, poca gente logra imaginarse tan bien la música y limpiarla. El trabajo que hicieron fue titánico. Pasaron ocho meses entre que grabamos y el disco estuvo listo, pero no los llamé nunca. No quería apurar un proceso que justamente buscaba ser menos ansioso. Los dejamos trabajar a su ritmo y después no lo podíamos creer cuando nos mandaron las canciones".

Pese a todo el trabajo detrás de "Tarde, noche y día", la visibilidad del disco ha sido poca, y no por negligencia, sino porque así fue diseñado. Los planes de Ram y los Mixes son tan únicos como su conformación: "No me interesa hacer trabajo promocional porque me preocupa la fragilidad del proyecto. Si al grupo le empezara a ir bien, siento que las cosas no funcionarían. Si tuviéramos que tocar todas las semanas, no sería tan interesante artísticamente o tal vez no nos llevaríamos tan bien entre nosotros, hay un montón de riesgos. Lo que termina cagando a las bandas es meterse al mercado musical, y yo creo que sólo voy a perder si pongo la orquesta en ese mercado".

Ramírez vive de hacer muebles y sus compañeros de banda también tienen trabajos paralelos: "Hay gente dedicada a la docencia, al diseño, a la arquitectura, a la ingeniería. Todos tenemos otra vida que nos permite dedicarnos a la música sin pretensiones de rentabilidad". Parte de su liderazgo consiste en preservar esa pureza: "Me dedico a sacar los componentes comerciales y llevar las cosas al lado más espiritual para que cada uno haga lo suyo. Llevamos ocho años y seguimos girando con gente que entra y sale. No sé qué pasará más adelante. Yo no imagino Ram y los Mixes en una instancia distinta a la que está ahora. No tenemos eso que el negocio de la música llama proyección".

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El foco de Ramírez está puesto en otro lado: "Lo que más preocupa y lo que más me gusta es el ensayo. Siento que es lo que necesito, es el momento en el que la música me da lo que le pido, que es tener un hábito, una cotidianeidad, una disciplina artística". Las reuniones ocurren todos los martes de 20 a 22 horas y de forma religiosa: "Funciona como las iglesias, vas todas las semanas a la misma hora, está el mismo grupo de gente, cantamos las mismas canciones y siempre dura lo mismo. Pero no me gusta la comparación con la misa, podría ser cualquier instancia, en realidad, Alcohólicos Anónimos, lo que sea".

Se dan distintas combinaciones de integrantes en los ensayos. La asistencia más baja fue de cinco miembros, que aun así es un número considerable de personas. "A veces llegan todos y todo queda chico y es un cumpleaños de mono, pero es súper entretenido y realmente se da una sensación de camaradería que te hace querer ir todas las semanas", comenta con entusiasmo el cantante. La dimensión social del proyecto es su favorita: "Siento que somos una comunidad, una célula. Tocar en vivo no es lo que más me importa porque, al ser tantos, es como si fuésemos el público de nosotros mismos".

En su calidad de líder, Ramírez asume la voz del conjunto al escribir sus letras: "Mis palabras tienen que valer para toda la banda. Entonces trato de hablar de sentimientos simples y cosas universales como la naturaleza, porque quiero que todos se sientan representados. Y siempre hablo desde la fuerza, desde el coraje del gospel". Aun así, rechaza la comparación con la figura del predicador soul: "Esa figura no se ajusta a la realidad chilena, yo no me siento un guía por encima del resto. Me parezco más al conductor designado de la fiesta, el que maneja el auto mientras el resto se emborracha".

Desde el lugar que ocupa, todavía se maravilla de estar al frente de un colectivo tan grande y peculiar: "Los Mixes se llaman así porque son una mezcla de gente, y eso es lo más bonito del proyecto: la cantidad de personas que se cruzan ahí y que nunca se hubiesen conocido de no ser por miles de casualidades y, que además de eso, quieren seguir encontrándose semanalmente". Su deleite con el presente no deja espacio para preocuparse pensando en el futuro: "Esto va a durar mientras cada uno tenga salud, tiempo y cinco lucas para pagar la sala de ensayo. Si sacamos un disco, bacán. Si salen tocatas, bacán. Pero si no, igual vamos a estar ahí, ensayando, juntándonos. El núcleo es lo que importa".

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