Este artículo fue publicado por VICE México.Sin importar la gravedad de su acción, o las enfermedades y las heridas con las que llegan, algunos pacientes optan por seducir, enamorar y conquistar al personal de enfermería a través de cantos, cumplidos, regalos y lindos detalles, tanto de forma respetuosa como inapropiada.Le pedimos a un grupo de enfermeras y enfermeros que nos contaran sobre el fetichismo sexual que despierta su uniforme y los sentimientos de amor hacia ellos que experimentan las personas a quienes curan con esmero y paciencia.
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Esmeralda
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Georgina
César
Priscila
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La última vez que expuso su pene y lo aluzó frente a mí fue hace dos meses. Mejor lo ignoré y comencé a textear en mi celular. "¿No te grada lo que hago?, ¿eres homosexual?", me preguntó. "No veo datos clínicos que indiquen que deba prestar atención; y no es de mi agrado lo que hace, tengo pareja y lo respeto", le respondí. "Trabajas para mí y debes obedecerme, así funciona esto. ¡Cógeme!" fue su orden. Solamente pude gritar en mi interior y explicarle que era una profesional no una sexo-servidora. "Vaya, me enorgullece tener este tipo de personal en mi casa", me dijo y luego se disculpó.Para protegerme de futuros problemas comenté el caso con el personal del hospital y para mi sorpresa no era la única que había pasado por algo similar, aunque ninguna se atrevía a enfrentar a los acosadores por miedo a perder el trabajo. Actualmente todo se ha superado. Los sábados, en la mañana, lo llevo a misa en su silla de ruedas.
Algunos pacientes han tratado de conquistarme. Recuerdo un caso. Era un joven de 35 años, había sido intervenido quirúrgicamente por apendicitis, pero tuvo una complicación y quedó hospitalizado un mes. Lo atendí y me tocó ver su evolución. A partir de la segunda semana él siempre estaba atento de mi hora de entrada para saludarme de mano y contarme su día. Se refería a mí como: "Julio, el mejor enfermero del mundo". Un día me dijo que necesitaba hablar conmigo. Me confesó que sentía cosas por mí. Le comenté que me halagaba pero que mi ética no me permitía ese tipo de tratos. Quedó cabizbajo. A los días fui a su cuarto a saludarlo y me tenía un regalo, unos chocolates y una carta en donde expresaba claramente sus sentimientos. Para rematar se atrevió a invitarme a salir y respondí que en otras circunstancias probablemente aceptaría.Cuando lo dieron de alta no se fue hasta que pudo despedirse de mí. Me dio un abrazo fuerte y un beso en la mejilla. Me sorprendí mucho y le deseé lo mejor. Honestamente he estado del otro lado, he sido paciente en algún hospital y sí me ha pasado por la cabeza decirle a algún enfermero que es guapo, aunque solamente lo pienso. Ha sido más mi dolor físico que mis ganas de andar enamorando a alguien.
Julio
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Nadia
Elvira
Leticia
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