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El Editorial VICE

¡Vayan ya a ver la película de Víctor Gaviria!

OPINIÓN // ‘La mujer del animal’, en los cines desde el pasado 9 de marzo, retrata de manera poderosa nuestra violencia. Pero fracasa en las salas. ¿Por qué optamos los colombianos por perdernos una obra magistral?

—¿Vos hasta dónde me querés a mí?
—Hasta ninguna parte. 

Al director Víctor Gaviria ( Rodrigo D: No futuro, La vendedora de rosas, Sumas y restas) debemos agradecerle su abnegada persistencia en hacernos sentir incómodos. La violencia hiperrealista y sangrienta de sus películas, representada en el rostro de un actor natural, nos devuelve el sentimiento de asco, la empatía perdida con el tiempo.

Su nueva película, La mujer del animal, es una historia que casi todos hemos visto en un noticiero o leído en un informe de prensa: el relato de un hombre que le va arrancando el espíritu a su mujer a punta de maltratos. Los golpes en la cara magullada de una muchacha en la marginalidad de Medellín a finales de los años setenta se reproducen hoy en cualquier ciudad y en cualquier estrato. Recordemos que hay mujeres en Colombia a las que les echan ácido en la cara o a las que marcan con un pedazo de hierro al rojo vivo o a las que sencillamente matan junto a sus hijos.

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La película de Gaviria narra un fenómeno cotidiano, pero pinta de forma magistral un cuadro repleto de detalles elocuentes. Como, por ejemplo, los que caracterizan a Libardo, El Animal, un hombre que en ocasiones parece obrar por puro instinto, con la elegancia propia de una bestia enfurecida, su naturalidad bruñida con el paso del tiempo. El Animal porta una esencia salvaje que le permite destazar una cabra y maltratar una mujer con la misma gracia. Y todo (todo: eso Gaviria lo deja claro en la película y en las entrevistas que ha concedido acerca de ella) construido con el aval de la sociedad que le cupo en suerte.

"Gaviria, el genio de Gaviria, no censura moralmente la violencia de género: nos la muestra como es"

Aunque Libardo sea un perturbado que viola niñas por deporte (eso hacían también los paramilitares; el cuerpo de la mujer ha sido un arma de guerra en Colombia), su figura, sobre todo al principio de la película, tiene signos que pueden leerse en la mayoría de hombres colombianos:  la mirada hambrienta de El Animal clavada en el culo de Amparo; la forma de persuadirla y luego obligarla a embutirse un trago; los reproches que le hace ante cualquier muestra de autonomía.

Doy más detalles, esenciales para pintar un cuadro de la violencia de género.

Salvo en una sola toma, la película mantiene las puertas abiertas: Amparo está secuestrada a pesar de que puede salir caminando de su casa. Otro: hay una escena en que la hija de los dos, Dorita, le pide a su papá que deje de pegarle a Amparo, y él le hace caso porque no es capaz de confrontar a una criatura. Pero cuando Dorita crece, cuando empieza a adquirir el rostro de una mujer (aunque siga siendo una niña), él intenta violarla. Otro más: Amparo, desesperada, enmudecido su accionar golpe tras golpe, decide cortarse el pelo, mutilarse a ella misma, usar su cuerpo al servicio de una causa, para que "ese malparido" no la pueda mechonear nunca más.

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Gaviria, el genio de Gaviria, no censura moralmente la violencia de género: nos la muestra como es. Pinta un país real, nos incomoda mediante un espejo. Tal vez por eso La mujer del animal afecta a quien la ve: estamos acostumbrados a mantener oculta esa violencia bajo el velo de un pudor hipócrita, no soportamos ver a dos actores soberbios representándola en pantalla.

Hay que verla. Es triste que esta obra maestra esté relegada a tener menos funciones, a ocupar menos salas, a proyectarse frente a sillas vacías a altas horas de la noche. Un artículo de Las2Orillas dice que la película, en siete días, atrajo apenas 9.000 personas. Por eso —sigue la nota— "solo quedó en dos funciones en el teatro de la Av. Chile en Bogotá y en cinemas independientes a Cine Colombia".

Esto es muy poco frente a lo que simboliza. Ínfimo frente a lo que cuenta de nosotros.

La escritora Carolina Sanín salió en un video diciendo que está "agradecida, y ( que) debemos estar agradecidos todos con Víctor Gaviria, porque alguien tenía que hacer una película así, y la hizo él. Al verla, sentí que era la reflexión más importante que se había hecho sobre la violencia en Colombia y sobre quiénes somos y cuál es nuestro deseo de violencia. Creo que hay que someterse a lo que esa película le hace a uno".

Tiene razón: hay que someterse a lo que esa película le hace a uno.

Aprovechen el festivo.

Acá les dejo el trailer.

* Esta es una columna de opinión. Por tanto, no representa la postura de VICE Media Inc.