FYI.

This story is over 5 years old.

Música

Ni siquiera tengo 30 años y ya estoy mamada de los festivales

"Esta es la historia de mi primer y último intento de acampar en un festival de música".
Mi pesadilla. Ilustración por Adam Waito.

Este artículo se publicó originalmente en Vice MX

Sigue a THUMP Colombia en su nuevo perfil de Facebook

Esta es la historia de mi primer y último intento de acampar en un festival de música.

Ya he ido a festivales de música, pero o eran eventos que duraban un solo día, o me iba a un hotel cercano en lugar de quedarme a acampar con la chusma.

Aun así, a pesar de que odio acampar, sentía que me estaba perdiendo de la experiencia. La mayoría de mis amigos ha acampado en festivales al menos una vez en su vida y tienen historias increíbles sobre fiestas llenas de éxtasis y sexo asqueroso en tiendas de campaña. Estoy a un año de cumplir 30 así que pensé que era ahora o nunca.

Publicidad

Entonces decidí ir con unos amigos del trabajo a WayHome, un festival de tres días que queda a unas horas de Toronto. Estaba emocionada por el line up, en especial por LCD Soundsystem, que eran los headliners de la primera noche. Pero desde que llegué estuve alerta. Anunciaron que iba a ser el fin de semana más caluroso del verano, y la temperatura sobrepasó los 30º C, entonces la idea de compartir una carpa con mi amigo, que mide más o menos lo mismo que una jirafa bebé, ya me tenía alarmada.

En cuanto llegamos a la zona de acampar, recordé que prácticamente todos los que trabajan en festivales musicales son adolescentes que están ahí solo porque pueden entran gratis, o sea, son totalmente inútiles. Armamos la tienda y le pedimos a uno de estos adolescentes que nos indicara dónde estaban los escenarios. Su respuesta fue una mirada vacía. "¿Dónde está la música?", insistimos. Sacudió la cabeza y dijo: "no les voy a mentir, no tengo idea". Me reí impaciente y empecé sentir que debía prepararme para un fin de semana de frustraciones.

Después de dar vueltas durante un rato llegamos al lugar correcto y como hacía un calor del demonio, hice fila para comprar algo de tomar. A mi lado pasaban chicas que trataban de grabarse mientras daban botes y hacían piruetas para postearlo en Snapchat y un tipo llegó gritando "¡DAME ESOS CINCO!" y se formó atrás de mí. Los odio a todos, pensé y después me pregunté ¿O tal vez solo soy una amargada? Nada que hacer, las dos eran ciertas.

Publicidad

Cuando llegué al inicio de la fila pedí un agua Perrier, pero cuando estiré mi mano para pagar, la chica que atendía sacudió la cabeza. "No aceptamos efectivo", dijo. "Tienes que bajar la app y cargar crédito a tu pulsera". Genial. Estoy en medio de la nada, la señal de teléfono es pésima y mi única esperanza para no desmayarme por el calor y la insolación es bajar una puta app. Cuarenta minutos después, la app ya se había descargado pero no procesaba mi pago. En ese momento me encontré a mi amigo y me dijo que era más fácil ir a una estación de recarga —que estaba cerca— para meter mi tarjeta de crédito y cargar dinero a mi pulsera, algo que la chica del puesto debió haber mencionado. En total, me tomó más de una hora comprar una lata de Perrier de 250ml que costó ocho dólares.

Por desgracia, mi vejiga es pequeña y los baños portátiles me dan pavor. Mi papá estaba obsesionado con la limpieza. Nos obligaba a lavarnos el culo cada que hacíamos del dos y a bañarnos dos veces al día. Mi mamá tuvo que prohibirle bañar al perro porque le restregaba muy fuerte la cara y le irritaba los ojos. En fin, en poco tiempo ya necesitaba entrar baño con urgencia y caminé hacia una de las cajas azules del infierno. Como el sol le pegaba directo, el interior de la cabina estaba caliente y olía terrible, igual que un horno de microondas después de calentar un plato de mierda. Hice lo que tenía que hacer lo más rápido que pude. Llevaba un Shenis —un tubito de plástico en forma de pene para que las mujeres orinen paradas— pero era más grande de lo que esperaba y me costó mucho trabajo atinarle a la taza. Lo tiré porque casi me meo la pierna.

Publicidad

El primer show que vimos fue el de Metric. En la última canción hubo un momento mágico en el que todo el público estaba cantando "Breathing Underwater", pero no pude disfrutarlo. Junto a mí había un tipo que estaba demasiado borracho (eran apenas las siete de la noche) y gritaba "¡OTRA! ¡OTRA!", y cada que se movía me pegaba en las tetas.

Era hora de emborracharse. Fui al carro a sacar un poco del trago que había comprado. Tenía prisa porque quería coger un buen lugar para ver a LCD Soundsystem, así que abrí mi vodka y lo tomé a toda velocidad. Mala idea. Llevaban horas bajo el sol y estaban a la misma temperatura que un café, el peor café que te puedas imaginar. Tuve que escupirlo. Pero aun así, vacié un poco en una botella de agua para llevármelo al concierto. A grandes males, grandes remedios.

LCD Soundsystem estuvo increíble. Fue lo mejor de ese fin de semana. Como estaba borracha me quedé dormida en cuestión de minutos y ahí se acabó mi suerte.

A la mañana siguiente me desperté a las nueve porque no soportaba el calor. Además recibí una sorpresa: mi periodo. Se me olvidó llevar tampones y tuve que usar uno viejo que había en mi maleta, sin empaque y con manchas de tinta. Esperé una hora a que se cargara mi celular para poder encontrarme con mis amigos. Pero resulta que no era necesario porque tenía tanto calor que todo se fue al carajo. Sin importar cuánta agua tomara, no podía mantenerme hidratada. Me dije a mí misma que este día iba a ser diferente, que iba a aprovechar para ver a todas las bandas que quería. Pero en vez de eso, los guardias de seguridad me encontraron desmayada en una plataforma durante el set de Third Eye Blind y tuvieron que sacudirme hasta que desperté.

Publicidad

Para cuando Arcade Fire salió al escenario ya me sentía un poco mejor, aunque apenas podía mantenerme en pie. En cuanto terminó, corrí a mi carpa a morir. A diferencia del calor infernal que hacía en el día, en la noche hacía mucho frío, el perfecto remate para la gripa que ya me quería dar desde días antes. Nada de lo que hacía funcionaba para mantenerme caliente y tampoco ayudaba el hecho de que estaba usando una toalla arrugada como almohada, y papel de baño como toalla higiénica. Mi amigo entró tambaleándose a la tienda y cayó rendido. Recuerdo que sentí mucha envidia de él porque no tenía idea de lo mal que me sentía: enferma, con frío, deshidratada y con los calzones llenos de sangre.

Esta es la noche más horrible de toda mi vida, pensé y luego me regañé a mí misma por ser tan dramática. Recordé lo mucho que había sufrido cuando me fui de mochilera por el Sureste de Asia, sobre todo en los viajes de 24 horas sentada en el pasillo del autobús, y llegué a la conclusión de que el festival era peor.

A la mañana siguiente hice un recorrido larguísimo para usar el baño "lujoso" en la zona de medios y poder refrescarme un poco. Ojerosos, mis amigos y yo condujimos en silencio de regreso a casa. Cuando la jirafa bebé trató de que cantáramos juntos "All My Friends" de LCD Soundsystem, me di la vuelta y le grité que se callara.

Ya en casa, tuve que botar mi sudadera favorita a la basura. Y con ella se fue la estúpida idea de volver a asistir a un festival.

***

Manisha Krishnan está en Twitter.