Foto de un cocalera en el Chapare, Bolivia
Farmen Natividad Quispe se toma un descanso de su trabajo en una plantación de coca en Yungas, Bolivia, el 24 de octubre de 2020 (Foto: RONALDO SCHEMIDT, AFP vía Getty Images)
Drogas

Cultivadores de coca de Bolivia ya pueden trabajar en paz

Durante el año pasado fueron "satanizados" por un gobierno interino conservador.

Artículo publicado originalmente por VICE en inglés.

SHINAHOTA, Bolivia — Subiendo por la ladera boscosa detrás del granero de Tomás Inturias en la región tropical del Chapare, un camino estrecho y sinuoso salpicado de rocas cubiertas de musgo conduce a un descampado, donde hileras de arbustos de coca —el ingrediente base de la cocaína— absorben los rayos del sol.

“Pueden tocarlas si quieren”, dijo, examinando las plantas jóvenes con cariño. “En otro mes y medio serán cosechadas”.

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Durante el año pasado, los cultivadores de coca como Inturias habían temido que el plan pionero de cultivo legal de coca en Bolivia —y sus medios de subsistencia— pudieran desaparecer de un tajo si el candidato centrista Carlos Mesa se hubiera convertido en presidente después de las elecciones del 18 de octubre.

La hoja de coca es sagrada en la cultura indígena y se usa en todo, desde ceremonias tradicionales hasta tés para el mal de altura. Pero su uso en la producción de cocaína es lo que ha llevado al gobierno a tomar medidas enérgicas contra los cultivadores en el pasado.

A nivel internacional, las hojas de coca se tratan como una sustancia controlada de la misma forma que la cocaína. Pero no puedes drogarte con ellas. Los efectos son más parecidos a una taza de café que a una línea de cocaína. Masticar hojas de coca y beber té de coca te mantienen despierto, amortiguan el hambre y alivian el mal de altura.

Inturias enfatizó que no solo cultiva coca, deteniéndose con frecuencia para señalar sus otros cultivos, como mandarinas, plátanos, aguacates y jengibre. No apoya el tráfico de cocaína. Pero, como la mayoría de los cultivadores, necesita la coca para subsistir.

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Tomas Inturias mostró a VICE World News su cultivo de coca legal en Chapare, Bolivia. “Pueden tocarlas si quieren”, dijo, examinando las plantas jóvenes con cariño. "En otro mes y medio, serán cosechadas". Foto de Amy Booth para VICE World News

“Si ese diera buenos frutos, nos dedicaríamos a cosecharlo”, dijo, señalando un árbol de cacao cuyas vainas se procesan en chocolate. “Pero tiene algún tipo de enfermedad, algo lo está atacando y no puedo controlarlo. Solía ​​producir mucha fruta en el pasado. Pero yo he envejecido y [los árboles] también lo han hecho”.

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Parte de la coca producida en estos cultivos legales termina en el comercio internacional de cocaína, y observadores internacionales críticos han etiquetado a Bolivia como un narcoestado en el pasado debido a sus parcelas legales de cultivo de coca. Pero de manera crucial, la violencia relacionada con el tráfico de drogas se redujo después de que la producción legal de coca en el Chapare se permitiera por primera vez en 2004. El conflicto había sido el resultado de políticas de erradicación forzada y duras leyes de drogas impuestas a instancias de Estados Unidos.

Inturias, que ahora tiene 67 años, lo vivió de primera mano. En aquel entonces estaba haciéndose cargo de su familia. Los soldados llegaron a su tierra y arrancaron sus plantas de coca del suelo. “Quitaron todo, sin dejar nada. Tuve que buscar plántulas y comenzar mi campo de nuevo”, dijo.

No fue el más afectado: la erradicación forzada provocó graves abusos contra los derechos humanos. “Masacraron personas”, dijo, una declaración que está respaldada por observadores de derechos humanos.

Entre 1997 y 2001, 33 cultivadores de coca y 27 miembros de las fuerzas de seguridad fueron asesinados y 570 cultivadores resultaron heridos. El gobierno de Carlos Mesa introdujo por primera vez el cultivo legal de coca en el Chapare como una solución provisional para detener los abusos de derechos humanos y las crecientes protestas. El gobierno de Evo Morales, expresidente de izquierda de Bolivia y excultivador de coca del Chapare, fue mucho más allá y expandió el acuerdo de cultivo legal en una política progresista de control social. Morales expulsó a la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos en 2008.

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Bolivia, a diferencia de otros países productores de drogas como México y Colombia, ha tenido una de las tasas de homicidio más bajas de Latinoamérica en años recientes, probablemente debido a su política progresista hacia la coca.

En noviembre de 2019, Morales se vio obligado a renunciar después de que las controvertidas acusaciones de fraude electoral desencadenaran una oleada de protestas que resultaron en la muerte de varias personas. Fue reemplazado por un gobierno interino de extrema derecha que de inmediato tomó como chivo expiatorio a los cultivadores de coca en el Chapare —abrumadoramente leales a Morales— reprimiéndolos con violencia y llamándolos narcotraficantes y terroristas.

Los cultivadores de coca, también conocidos como cocaleros, temían la erradicación del plan de producción legal si el partido izquierdista Movimiento al Socialismo (MAS) no regresaba al poder en las elecciones, ya que les hubiera quitado sus medios de subsistencia mientras el país sigue lidiando con una recesión inducida por el COVID-19.

“Hubo mucha represión contra los cultivadores de coca durante [el gobierno interino de Jeanine] Áñez, y el temor era que Estados Unidos tuviera una mayor influencia [en un gobierno de Mesa]”, explicó Linda Farthing, una académica y periodista independiente que ha estudiado el fenómeno de los cultivos de coca en Bolivia.

Pero una victoria electoral sorpresa para el MAS de Morales los hace respirar tranquilos de nuevo.

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Al igual que Inturias, Raquel Mamani de la Federación Centrales Unidas, una asociación de cultivadores de coca y pequeños agricultores, recuerda muy bien la brutalidad de la erradicación forzada.

“Los hombres no podían dormir en sus casas porque los militares podían llegar en cualquier momento”, dijo. “Golpearon a los hombres y también a las mujeres. Muchas mujeres jóvenes fueron violadas”.

Mamani habló con VICE World News durante un congreso para mujeres líderes de sindicatos de cultivadores de coca, a una hora en auto de la propiedad de Inturias. Al interior, el dulce aroma herbal de la coca flotaba con intensidad en el aire húmedo. Las mujeres se sentaron en un extremo de una mesa larga, enfrascadas en una discusión, cambiando fluidamente entre el español y la lengua indígena quechua.

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Hoja de coca seca lista para su venta afuera del congreso sobre coca en el Chapare, Bolivia. Foto de Amy Booth para VICE World News

Puede verse a simple vista que el Chapare es el bastión de Morales: desde las tradicionales faldas y blusas de encaje que usan las mujeres hasta las paredes del edificio, todo era del color azul pavo real de su partido, el MAS. Afuera, un concurrido mercado callejero estaba repleto de puestos donde las mujeres vendían camisetas del MAS, gorras de béisbol y banderas con los rostros del nuevo presidente Luis Arce y su vicepresidente, David Choquehuanca.

Cerca de 46.000 cocaleros del Chapare son productores bajo el plan de cultivo, bajo el cual la comunidad local controla los niveles de producción. Esto contrasta fuertemente con Perú y Colombia, los mayores productores de cocaína del continente, donde las fuerzas de seguridad siguen destruyendo las plantaciones de coca.

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Los productores de Bolivia deben unirse a un registro biométrico a través de sus sindicatos. A cada uno se le permite una parcela de coca de 1.600 m2, llamada cato. “Respetar el cato, ese era el mensaje constante de Evo Morales”, dijo Jaime Fuentes López, quien trabajó en el desarrollo del plan de cultivo. “No debería haber cultivo libre, pero tampoco debería haber una política de cero coca”.

Si los sindicatos descubren que los cocaleros han excedido los límites, pueden suspenderlos. En casos extremos pueden retirar sus plantas y confiscarles el terreno. El cultivo de coca no está permitido en los parques nacionales, por ejemplo. “Ahí se lleva a cabo la erradicación directa”, dijo Fuentes López.

Los expertos reconocen que los cultivos de coca plantados en Bolivia exceden la cantidad requerida para el uso legal, y es casi seguro que parte de la coca cultivada legalmente abastece el comercio de cocaína. En 2018, la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito señaló que solo alrededor del seis por ciento de la coca producida en el Chapare pasaba por el mercado legal de Sacaba, donde se supone que debe venderse.

Sin embargo, no significa que el resto se esté convirtiendo en cocaína. Farthing dijo que es probable que muchos vendedores simplemente se salten el mercado legal porque es más conveniente vender la hoja donde se consume, en lugar de tener que molestarse en emprender un viaje de horas de duración a los mercados legales oficiales.

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Con el gobierno interino fuera, la sensación de júbilo y alivio en el congreso de la coca fue tan palpable como el calor del mediodía. “Nos satanizaron, nos atormentaron, hubo mucha persecución”, dijo Mamani. “No somos terroristas, somos productores de coca”. Pero también había una profunda sensación de dolor.

El 15 de noviembre de 2019, apenas tres días después de la llegada al poder de Áñez, policías y militares abrieron fuego contra los cultivadores de coca que marchaban hacia Cochabamba, asesinando a diez manifestantes —incluidos dos de la federación de Mamani— e hiriendo a más de 100. La legislatura saliente recomendó que Áñez, junto con varios miembros de su gabinete y las fuerzas de seguridad, sean juzgados por abusos a los derechos humanos, pero esto lo decidirá el gobierno de Arce.

La parcela rocosa de Inturias desciende hacia las montañas, donde las estribaciones se adentran en una jungla densa e impenetrable. El límite de un único cato significa que los productores con parcelas grandes y fértiles no inundan el mercado, lo que mantiene los precios elevados para los pequeños agricultores como él. Inturias también espera que el control social limite la producción de cocaína, a la que se refiere diplomáticamente como “valor agregado”.

“[El tráfico de drogas] es como un pulpo gigante en el mundo”, dijo. “Tiene algunos grandes políticos en sus tentáculos, y también jueces y fiscales. Luego están los empresarios”.

Tanto Mamani como Inturias dicen que les gustaría ver un aumento en la asignación legal de parcelas de coca bajo Arce. Una forma de hacerlo sin alimentar a la industria de la cocaína ni bajar los precios es diversificar la coca en otros productos legales. Varios licores de coca ya se venden de manera internacional. Los dulces de coca están a la venta en La Paz y Mamani dice que se están preparando otros productos, como cremas para la piel y bebidas en polvo. Pero el volumen que pueden absorber de manera realista es limitado porque la hoja de coca sigue siendo ampliamente ilegal a nivel internacional.

Pero al menos por ahora hay alivio aquí en el trópico, mientras Bolivia avanza con su gobierno de izquierda recientemente instalado.

“La gente está feliz”, dijo Mamani, sonriendo. “Ese miedo que nos atormentaba se ha ido”.