Massive Attack
Intervención: Julián Guzmán.

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Música

'Mezzanine XXI': el eterno bucle de una crisis

Celebramos los 21 años de la obra maestra de Massive Attack y sufrimos un hackeo mental del que no es fácil recuperarse.

Llevamos una hora de espera al ritmo de una playlist de los 90. “My loneliness is killing me and I…”, “I get knocked down but I get up again…”, “I'm loving angels instead…”, una tras otra. Los silbidos ansiosos se barajan con la música que no esperábamos. Son más de las nueve de la noche del domingo 17 de febrero de 2019 y no tenemos rastro de Massive Attack. En el escenario cinco pantallas gigantes y sus instrumentos a la intemperie. El Palacio Vistalegre de Madrid teme que sea un flashback del Mad Cool 2018, cuando la banda canceló a última hora. Pero pocos se enteran de que, sin ellos, el show ya ha comenzado.

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“Tell me baby ‘cause I need to know now, oh because…”, la música se calla tajante. Silencio. Las luces se funden.

Un rojo impetuoso, que nace de la nada, se rompe en flashes epilépticos. Ciegos escuchamos la violencia con la que las guitarras resucitan el Bristol post punk del que se alimentó el monstruo Mezzanine hace 21 años. Del Naja, Grant Marshall y su banda totalmente pixelados por las luces. La síntesis de lo que veríamos durante toda la noche. Un viaje por la capacidad de transformación que la bidimensionalidad de la imagen puede ejercer sobre nuestra realidad. Un efecto sombrío y, sobre todo, disfuncional.

En una hipnosis inducida por un espasmo nostálgico de lo que fue los 90, entramos en el show de ‘Mezzanine XXI’; una de las giras más ambiciosas en materia audiovisual de Robert Del Naja y compañía. Junto al documentalista insigne de la BBC, Adam Curtis, padre de genialidades como ‘HyperNormalisation’ , se propusieron deconstruir la historia de las dos últimas décadas. “Cómo hemos llegado a un mundo retrógrado, perseguido por fantasmas del pasado y rodeado de máquinas que roban nuestros datos para predecir nuestros movimientos”, explica Curtis en un comunicado de prensa. Esta no es la primera vez que se unen para engendrar un gig intelectual, eminente. Ya en 2013, Massive Attack V Adam Curtis alarmaba sobre un sistema averiado que evadía el futuro.

En el escenario un silencio lineal, mientras el público estalla: “¡Robert!”, “¡3D!”, “¡Dios!”. Acostumbrados al hermetismo de la banda, ni un saludo ni un intento de español mal pronunciado, nos acomodamos al preludio irónico de este viaje en el tiempo.

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“(…) and the reason, dear, is YOU”

El optimismo desgarrador acapara el escenario. Mientras se despliega la imagen de una ciudad futurista, de excesiva naturaleza y rascacielos uniformes (tal vez una postal computarizada del río Avon en Bristol), escuchamos una voz: “I found a reason to keep living…”. La tranquilidad desoladora de las cuerdas del tema de The Velvet Underground, sampleado en el álbum como la mayoría de los covers del show, parece ser el último rayo de luz que veremos antes de sumergirnos en la paranoia del bajo y el exótico downtempo del Mezzanine.

Los visuales vienen directamente de finales de los 90, en formato VHS y computarizados. Mientras vemos a Lady Di perdida en el Buckingham con un sombrero de ala ancha, a un Tony Blair recién electo sonriendo y a un Sadam mesiánico que desfila entre niños, el mensaje se hace más claro.

“…and the reason, dear, is YOU”, replica la voz que viene del escenario.

1998 y el tercer álbum de Massive Attack veía la luz. 1998 y el Gobierno de Blair era un nuevo aire después de años de ‘thatcherismo’. Una ruptura con lo familiar que traía una nueva razón para vivir. Mezzanine supuso para muchos el fin de la banda después de separarlos por egos creativos; a tal punto de que cada uno, 3D (Del Naja), Daddy G (Marshall) y Mushroom (Vowles), quien los dejaría tras el lanzamiento, tuvo sus proyectos personales en el disco. Massive Attack mutó de un Blue Lines y un Protection que contaban una historia colectiva, “una gran jam session”, como lo ha descrito Del Naja muchas veces, a un Mezzanine disruptivo y políglota. Una obra maestra.

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La oda a la nostalgia termina con el vídeo viral de Britney Spears perturbada en busca de su auto en Beverly Hills, a unos pocos meses de su famosa recaída. “I'm a person just like YOU”, dice la princesa del pop. Fin del mensaje.

“There was a time Data would make you free”

No hay vuelta atrás. “I see you go down to a cold mirror”, Del Naja entra con los primeros versos de “Risingson”. Las pantallas gigantescas advierten: “YOU ARE THE CENTRE OF EVERYTHING”. La atmósfera turbia que desprende el tema, con unos efectos dub que parecen retumbar en una alcantarilla, nos transporta a un mundo distópico. Un mundo que alguna vez nos prometió ser libres pero que nos ha convertido en adeptos de un Gran Hermano. Mensajes directos, fríos, en los visuales:

“In the past politicians want to change things. Including YOU”

Más que orwellianas, palabras sobre el componente anestésico de la tecnología. Un recuento de la nueva dictadura de la información. El contenido político crudo y duro incrementa con imágenes de la guerra del Medio Oriente. Dos hombres lloran a un muerto envuelto en una sábana blanca manchada de sangre, una mujer debajo de una burka parece desconsolada. Un cover de “10:15 Saturday Night” de The Cure explota en el escenario. “And I wonder where she’s been. And I’m crying for yesterday”, apenas se escucha. ¿Le cantan a la libertad?

La voz del jamaiquino Horace Andy, fichaje especial del tour, regala, entre aplausos, la controvertida “Man Next Door”. Una vez utilizada, sin ningún permiso, por el Partido Conservador del Reino Unido para acompañar la entrada del líder político William Hague, una figura muy cercana al Brexit. El reggae va al ritmo de la pantalla: “IF YOU LIKE THAT THEN YOU’LL LOVE THIS”. Las luces se funden y la tan esperada voz de Liz Fraser, de Cocteau Twins, susurra a su forma: “I’m not your fool”. Le ha llegado la hora a “Black Milk”.

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Los visuales de Curtis ahora apuntan a los primeros años de internet y el despertar de las realidades virtuales con los videojuegos. Un recuerdo de que hace 20 años Mezzanine fue el primer álbum en ser compartido en streaming de forma gratuita; un aniversario que ha llevado a la banda a otro debut mundial: la reedición de Mezzanine , el primer álbum en ser codificado con hebras de ADN sintético. Cada copia se traduce en 920,000 fragmentos de ADN que se almacenan en pequeñas cuentas de vidrio; un proceso que lleva más de dos meses. Data encapsulada en un vinilo naranja intenso.

“Oxycodone”

“Mezzanine” y el cover de “Bela Lugosi’s Dead” de Bauhaus, un aporte casi sentimental de 3D al show, nos confrontan con los fantasmas del pasado. Ya en la Matrix, los mensajes parecen cifrados en códigos y algoritmos. El caos visual, intensificado por luces de neón, nos advierten que estamos en un bucle donde no pasa nada. Al fondo perdidos entre las luces fluorescentes, explosiones constantes y un ojo asiático que no parpadea. El excesivo consumo de imágenes y la respuesta paralizada. La mirada en barbitúricos.

“See a Man’s Face”, “Exchange” y “Dissolved Girl” siguen con los mensajes insurgentes; incluso con guiños a la actualidad de la política española. En la misma semana que comenzó el juicio de los presos políticos catalanes, proyectan: “Som una nació, nosaltres decidim” (somos una nación, nosotros decidimos). Como si nos aplicaran el método Ludóvico y, al estilo de Alex de Large, aparentáramos escoger el camino del bien. Imagen tras imagen, violencia, inmediatez y manipulación. Tenemos todo lo que no funciona ante nuestros ojos.

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“Where Have All the Flowers gone”, otro cover esta vez de Pete Seeger, corta la conexión, por poco lasciva, con el público; se antepone a los temas mejor ilustrados de la noche. “Inertia Creeps”, con una batería adictiva, que hace que un hombre de unos 60 años se lleve el puño frenéticamente al pecho, nos parte en dos. Una tableta de sedantes se apodera de las pantallas. OXYCODONE. OXYCODONE. OXYCODONE. El opiáceo palpita en los visuales. Somos ese mundo feliz de Huxley.

“Rockwrock” de Ultravox, el último tema prestado del concierto, le pone cara a nuestros malestares. De repente imágenes de los rostros de Putin y Bolsonaro se convierten en el de Trump; el resultado en cierto modo se asemeja a la amorfa portada de ‘…I Care Because You Do’ de Aphex Twin. Sí, sonríen pero al estilo del eje del mal. El final de la canción llega con un avión de Flight Simulator que se estrella contra las Torres Gemelas. Adam Curtis encuentra el tono del show muy tarde. Por fin abandona la mirada de documentalista y permite que su material sea intervenido.

Epílogo: El futuro

A la hora de revivir los fantasmas del Mezzanine, los visuales son redundantes. “Angel”, en la voz de Andy, y “Teardrop”, con la tímida Fraser, solo necesitan un par de focos. Con una acústica de 12 cuerdas punteada y un piano limpio, Liz se roba los flashes de todos los móviles. De ella se desprenden rayos de luz que se bifurcan en el aire. Ella, al fondo, es un fotón en el vacío. Nuestros ojos ahora la ven a blanco y negro. Nos acercamos a un final casi mítico. Después de un purgatorio de imágenes, la sencillez.

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Con “Group Four” el epílogo está resuelto. Por un momento pensamos que la carga política ha terminado, pero aún hay más preguntas incómodas. La calma se quiebra cuando se detona EDM en el escenario. El “Levels” de Avicii corta con el riff de las eléctricas y en las pantallas saltan los mensajes por última vez. Adidas, Medio Oriente, Internet. Todo es una amalgama de la hora y media que ha durado el concierto. Los textos invitan a construir el futuro e, insisten, en dejar los fantasmas atrás. Las luces se apagan y el escenario vacío.

Como si todos hubiésemos entrado en un trance, despertamos en desconcierto. Tanta información por procesar. Al final del show solo hay un sentimiento de incomodidad. La tragedia de los comunes, la trampa social, la democratización de la información, los datos. 20 años después y todavía estamos en medio de un sombrío mapa sociopolítico: crisis humanitarias, regímenes de borregos, ciberataques…Nada pinta bien.

Voy a un bar con mis amigos y me tomo la última caña de la noche. La gente habla sin parar del show y la belleza defectuosa del Mezzanine; “es trascender de lo que fuimos”, un hombre le dice a otro. Por lo menos nos queda la música y este concierto que vino a traer un poco de sosiego al mundo.

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