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Música

Dejemos de odiar a la gente que va a Hip Hop al Parque

OPINIÓN | A sus asistentes los estigmatizamos y los criticamos alevosamente. ¿Y qué si más bien los entendemos?
Foto: Carlos Basto 'Spoon' | NOISEY

No nos digamos mentiras. Cada año, muchos bogotanos ven a Hip Hop al Parque como el festival de los ñeros. Las críticas, los chistes y los comentarios en redes sociales son casi siempre los mismos. "Solo con ver esas fotos ya me robaron la billetera", dicen unos. "Ñero al parque", dicen otros. Y también hay vergonzosas perlas del insulto como estas: "Ojalá le tiren una bomba a esos malparidos ñeros algun dia, Idartes es puta basura, se presta para este tipo de mierda", " Qué riesgo tanto animal junto", "Deberían aprovechar el evento para hacer limpieza social", "Esa foto me dio miedo. Por un momento pensé que iban a salir de la pantalla a robarme" y "¿Por qué no salió alguien con un misil y acabó con esa ñeramenta?".

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Todos los años, lo mismo.

Pero quiero plantear una pregunta que creo justificada: ¿Ha ido al festival alguno de esos jueces morales y sociales de Hip Hop al Parque? ¿Han sentido vibrar el Parque Simón Bolívar bajo la energía de 90.000 personas apasionadas por una cultura que representa más realidades de Colombia que tantas otras ocupaciones que tiene la gente en este país?


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Me atrevo a responder. No, no creo que hayan ido. Cuando uno asiste a Hip Hop al Parque, se vuelve testigo de la diversidad. Hay público de todos los rincones y estratos de la ciudad, y no aquellos a los que los espontáneos comentaristas injusta y peyorativamente se refieren como "los brayans y las yurleidys".

Como saben, el fin de semana pasado tuvo lugar la edición 21 del festival. Lo que me llamó la atención en esta oportunidad es que, independientemente de lo que se dijo en los medios, nació y se difundió un mensaje en redes sociales que no solo reforzó ese imaginario común (y, repito, injusto) sobre los asistentes al evento, sino también concentró una tremenda dosis de odio y resentimiento y un nivel de discriminación clasista que nunca antes había visto. Les confieso: escribo esto con una mueca de asco en la cara.

Por supuesto, cada quién es libre de pensar y opinar lo que quiera. Pero ese esfuerzo, esa energía, por hacer notar y poner a circular por el mundo el odio a otro ser humano no tiene sentido, y mucho menos, cuando es reiterada. Y violenta.

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Generalizar y asociar con el delito a cientos de miles de jóvenes que peregrinan para reunirse cada año a corear los temas de su artista favorito, a hacer breakdance, a graffitear o a improvisar con su parche, solo por la manera en que se visten o por su apariencia, es sacar de todo contexto a comunidades que buscan expresarse: que ven a Hip Hop al Parque cada año como su única ruta de escape anual.

Puede que esa violencia virtual de las redes sociales sea el producto de cosas reales: de los problemas de seguridad, de los heridos y los muertos que han sido primera plana en los medios . Pero hay algo que los gestores de esta hostilidad a lo mejor no saben: al estigmatizar y generalizar solo generan más violencia, solo alimentan un círculo vicioso que borra matices, hiere susceptibilidades, acaba con dignidades y elimina algo fundamental de la convivencia: la posibilidad de deliberar, analizar y debatir.


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¿Será que exagero? No creo.

Lo que describo aquí, aunque manifiesto, no es exclusivo de Hip Hop al Parque. El odio en Colombia se recicla, se replantea y se multiplica en el día a día. La probabilidad de que a uno lo intercepte en la calle la Policía, por ejemplo, se duplica si uno tiene tatuajes, cicatrices en la cara, pinta de metalero, rapero o punkero o pertenece a otra tribu urbana. Al menos así lo muestra este estudio de Sebastián Lalinde, de Dejusticia. Quienes alimentan la hoguera en las redes sociales alimentan también ese círculo de odio y discriminación. Y, en últimas, nos convierten a todos en víctimas. También a ellos mismos.

Ese esfuerzo, esa energía, por hacer notar y poner a circular por el mundo el odio a otro ser humano no tiene sentido, y mucho menos, cuando es reiterada. Y violenta

No juzguemos a quienes asisten a Hip Hop al Parque. Más bien entendamos y toleremos.

¿Saben los que critican que es muy cómodo hacerlo cuando uno no conoce la realidad de estos chicos? Algunos de quienes van al festival no han tenido la suerte de crecer en un ambiente con oportunidades. Otros tienen como proyecto de vida su arte como músicos, DJs, bailarines y grafiteros, y gracias a esto han podido viajar, ganar dinero honestamente y hasta emprender proyectos sociales para alejar de la calle a jóvenes en situaciones sociales desfavorables.

Pensemos en la ciudad como un lugar que abraza la diversidad. No nos convirtamos en censores, no tachemos de plano. Una sociedad incluyente no surge de la nada. Surge de nuestras manos, de nosotros mismos. Solo así vamos a sobrevivir.