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Música

Fuimos al Tianguis del Músico en Taxqueña

Este lugar al sur de la Ciudad de México lleva más de dos décadas con los instrumentos musicales como protagonistas.

Aquí todo suena. Cada paso es una nueva posibilidad de escucha. Incluso desde que uno sale del metro Taxqueña y se enfila a este sitio ––que se ubica paralelo a esta estación al sur de la CDMX–– los sonidos abruman: el metro llegando al andén, los miles de pasos de la gente que va a todos lados, el rugido de los motores de camiones que parten del paradero y la apertura de puertas del Tren Ligero.

Aquí todo suena. Es fácil reconocer a los peregrinos del sonido: salen del metro con grandes estuches colgados en la espalda. Algunos con el fin de lograr cambiar ese paquete por unas monedas y otros pretenden conseguir que lo que ahí guarecen vuelva a funcionar.

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Aquí todo suena. Y por eso se saca tajada. ¿La forma? Una hilera con decenas de puestos de lonas coloridas que aglutinan a los responsables de esos sonidos: instrumentos musicales.

Aquí todo suena. Pero también da hambre y por eso un puesto de tacos ––El Sinditaco–– da la bienvenida.

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Aquí todo suena. Solo los martes desde antes de las once de la mañana hasta las 6 de la tarde. De esto ya van más de dos décadas.

Nace un tianguis

El Bazar Músico-Cultural de Taxqueña (o Tianguis del Músico, como se conoce coloquialmente) empezó hace más de 20 años ––algunos locatarios datan su origen en 1997 aunque otros afirman que está muy cerca de los 30 años–– dentro del Sindicato Único de Trabajadores de la Música (SUTM).

El SUTM es una organización cuyo objetivo es mejorar las condiciones de los músicos de la Ciudad de México. Se constituyó en mayo de 1938 y desde 1975 tiene como sede en el número 22 de la calle Guatemala, en la colonia Campestre Churubusco, Coyoacán.

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Los martes eran días de paga para los músicos afiliados al Sindicato, entonces alguien empezó a llevar instrumentos esos días con el fin de venderlos o cambiarlos con sus colegas. La idea hizo eco en otros músicos que replicaron el accionar de aquel primer vendedor-cambalachero.

El crecimiento del comercio dentro de las instalaciones del Sindicato orilló a que se tomara una calle circundante ––actualmente Puerto Rico, una vía que va de Calzada de Tlalpan hasta el paradero de Taxqueña–– para colocar a los interesados en mantener la compra, venta e intercambio. Así nació el Tianguis del Músico como ahora se conoce: con un accionar individual que se volvió colectivo.

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Los primeros pasos

Una edificación en ruinas ––que previo al sismo del 19 septiembre de 2017 fue un centro comercial Soriana–– funge como paisaje de fondo durante el primer trecho del mercado musical.

El primer “local” está ubicado en las faldas de esta obra destartalada que se mantiene clausurada a través de tablas blancas: local entrecomillado porque en lugar de lonas y metales se protege-limita con cartones y tablas. Lo que ahí ofrecen son cables, guitarras, micrófonos y consolas, varias de estas cosas con aspecto no muy funcional. Pero así, con una facha raquítica, se mantiene: proscrito al orden del resto del tianguis y atrayendo los primeros pasos de los peregrinos del sonido.

Luego, tras un par de stands bien establecidos de venta de playeras-negras-con-logos-de-bandas y elementos para batería, llaman la atención los tacos de $16 y las quesadillas de $13: El Sinditaco, carpa garnachera que presume años de tradición. La rapidez y buena sazón que manejan permite entender por qué siempre hay comensales en sus bancos de plástico.

Para este punto ––los primeros 150 pasos dentro un tianguis que se recorre en 500––, los sonidos no dan tregua: a todo lo que sale de los amplificadores hay que sumarle el constante tronido de motores proveniente de los camiones verdes que tienen su base frente al tianguis: Villa Coapa es el destino de estos bólidos que vendedores y compradores tienen que sortear durante su recorrido.

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Otro obstáculo son las decenas de mercaderes sin puesto fijo que recorren el tianguis con sus productos en la mano o sobre diablitos. Hay algunos que ya son usuales cada martes, como el don que carga con docenas de audífonos en una rejilla de lámina; algunos de sus aparatos tienen los cables rotos pero él dice que “todo funciona”.

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También es usual ver a Juanito, viejecillo que lleva un carrito de supermercado atestado de “cosas chiquitas (flautas, correas para guitarra o bajo y plumillas) porque cargar algo más grande está canijo”. Él se toma su tiempo para ir de lado a lado del tianguis, aun cuando un tipo de complexión regordeta, lentes y sombrero ––integrante del Grupo Taxqueña A.C., coordinadores del tianguis–– pasa con un megáfono con el que pide a todos los ambulantes que “sigan caminando, no se detengan”.

Vendedores fijos

I

Vendo baterías, tarolas y baterías. Yo las fabrico. Lo que más vendo son tarolas de $1200, $1300.

Al principio éramos como cincuenta y tantos. ¿Ahorita? Somos más de cien. Yo aquí nada más vengo los martes. Llego como ocho y media, nueve de la mañana. Vengo de por Tláhuac. Aquí he estado ininterrumpidamente.

Aquí hay gente para todo. Hay muchos instrumentos y es parejo. Algo en específico… no. La gente también puede vender siempre y cuando camine. Para tener un puesto ya estamos los que estamos; la delegación ya no acepta más gente. Hay quién ha vendido el puesto pero tiene problemas porque no se puede vender. Tampoco se puede transferir: si un día me muero, mi hijo no puede seguirle. No sé si el gobierno lo haga para que quede un espacio… ya sabes.

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[Un probable cliente se acerca].

––¿Aquí hacen tamboras… tamboras grandes?
––Sí, yo se la hago.
––Ahorita vuelvo.

Yo trabajé en muchos grupos pero actualmente ya no. Esto es lo que hago para subsistir; fui músico 36 años pero ya me retiré.

––Raúl, vendedor de baterías

I I

Tengo varios años vendiendo aquí. Antes se ponía adentro pero fueron llegando más. Para tener un puesto es difícil porque los que estamos aquí somos los que estábamos adentro. Al principio éramos poquitos: fue chacharear o cambalache entre ocho o diez canijos. Así empezó. Cuando estuvimos afuera ya llegaba el que quisiera porque adentro la entrada era restringida con credencial.

La mayoría de los que estamos aquí, tocamos. Todos estuvimos dentro del Sindicato. Todos tenemos credencial aunque muchos ya la perdimos. Aquí es venir a convivir con toda la banda, toda la pandilla.

Vienen chavos a ofrecer sus cosas o algún músico que trae lo que ya no le sirve y lo trae a ofrecer. Se lo compran o lo compramos nosotros. Yo compro lo que convenga, a lo que le pueda ganar dos, tres pesitos; agarró un aparatito en mil pesitos y yo lo doy en $1200. A lo mejor no se vende luego luego pero es una inversión.

Me han traído cosas falsas, descompuestas. Tienes que estar trucha: si vas a comprar algo, probarlo, que funcione bien. Si es para componer, es otro precio porque calculas la reparada.

No solo vivo del puesto: traigo un taxi y también toco. No me voy a otros tianguis, no hay tiempo.

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Los chavos que están empezando vienen a buscar guitarras, bajos. Y es que en el Centro está carísimo: un bajo que doy en $1600 en el Centro te sale arriba de $3000. Sí te ahorras algo. Para los chavos que están empezando les ayuda bastante.

El temblor nos afectó porque antes había más gente. Ahorita, si ves, es muy poca gente la que viene.

––Gabriel, vendedor de consolas, guitarras y bajos

Un derrumbe que merma

El sismo del 19 de septiembre de 2017 afectó a cientos de inmuebles en la Ciudad de México: algunos tuvieron daños menores y otros fueron diagnosticados como irreparables.

En esta última categoría se encuentran las ahora ruinas de lo que alguna vez fue la tienda Soriana de Taxqueña, ubicada a unos metros del SUTM, o sea, a lado del tianguis musical.

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Al momento, el otrora centro comercial sigue abandonado. Y desde su caída en aquella fecha fatídica (un martes, por cierto), los tianguistas de instrumentos afirman que se produjo un gran cambio: antes la gente iba a la tienda y de paso recorría el tianguis. Ahora, sin ese foco comercial, el tránsito de curiosos se redujo.

Pero la situación actual de la obra colapsada produce menos incertidumbre que los planes a futuro: Grupo Gigante, dueño del predio donde se ubica el ex Soriana, se involucró en el reordenamiento del Centro de Transferencia Modal (CETRAM) Taxqueña.

Un CETRAM es un espacio donde se conectan varios medios de transporte público y concesionado, y, según datos de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda (SEDUVI), el de Taxqueña, que empezó a funcionar en los años setenta, actualmente es el punto de intermodalidad más importante de transporte público en la zona sur de la ciudad, con una una afluencia diaria de 164 mil usuarios.

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Este ir y venir de gente ha provocado, según la SEDUVI, falta de mantenimiento en todas las áreas operativas del CETRAM y malas condiciones ocasionadas por los vehículos del servicio público. Por eso la renovación era inminente.

Aunque en el sitio aún no se vislumbran muchos cambios o movimientos en pos de esta renovación, el proyecto ya está pactado con una duración de 52 meses en los que primero entregarán la obra pública y posteriormente la privada.

En el aspecto privado es donde se inserta el futuro del predio donde se avecinan los tianguistas. Ángel Losada, presidente de Grupo Gigante, declaró en octubre de 2017 para el periódico El Economista que “la tienda se va a demoler y la vamos a convertir yo creo que en un centro comercial”. En septiembre de 2018, en una nota de la revista Expansión, Losada reafirmó su postura de integrar su predio a la renovación del CETRAM.

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Entonces, cuando la obra privada comience; cuando las ruinas vecinas de los sonidos se vuelvan salas de cine, bancos, restaurantes, área de comida y tiendas departamentales; cuando eso pase, es probable que el tianguis se reubique. Porque desaparecer no es opción.

Compradores

I

Empecé a ir (al tianguis) por la curiosidad y recomendación de amigos. Imaginaba que probablemente podía conseguir cosas raras a un precio considerable y tal vez poder intercambiar cosas que quería vender por algo que fuera de mi interés.

El tianguis es raro. Pero también sé que, dependiendo la hora en la que vaya, será una interacción distinta. Lo negativo es que la mayoría de la gente quiere sacar provecho de lo que lleva y no todos negocian precios justos. Y la ventaja es la oportunidad de encontrar instrumentos o equipo raro.

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––Oscar Julián, parte del equipo de La Bestia, salas de ensayo

I I

La primera vez que lo visité fue en 2014 y fue interesante: infinidad de instrumentos que probablemente nunca había visto en tiendas más normales como Veerkamp. Muchos instrumentos son más viejos que las personas que los venden. Hay un señor que pasa en un diablito cargando tarolas vintage; tiene varios catálogos de marcas antañas como Slingerland, Ludwig y Rogers.

Una de las particularidades del Sindicato es el sentido de comunidad y contacto que se genera entre los asistentes; comprar a través de Amazon, eBay o redes sociales es algo muy común entre músicos hoy en día y creo que es algo extremadamente útil, pero este tipo de plataformas siempre excluirán un factor importante dentro de la vida y esencia de un instrumento de segunda mano: las historias que se generan al comprarlo y que el mismo instrumento tiene detrás. Por eso la esencia que está impregnada en todos los instrumentos es de los detalles más padres del Sindicato.

Aunque al ser compra-venta obviamente hay personas que buscan beneficiarse de una manera chueca. Muchas guitarras no son “genuinas” o elevan el precio durísimo. Es cosa de investigar antes de comprar.

Para un músico, el Sindicato representa un lugar particular donde puedes encontrar una rareza, oferta o instrumento con características especiales de vez en cuando. Es una gran manera de hacerse de equipo diferente y experimentar con más frecuencia.

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––Erick Román, integrante de la banda Sadfields

I I I

Al principio se me hacía un lugar bien chido y los señores que vendían tocaban chido, me apantallaba mucho. Ahorita pienso todo lo contrario: que son una bola de coyotes mal pedo. Nunca me han estafado pero cada que pisas ahí lo intentan hacer

Es un mercado de chácharas: es decir, si quiero una cápsula para un micrófono quizá la encuentre madreada ahí, pero te la van a querer vender bien cara; te ponen el precio que a veces depende de cómo te veas o cómo preguntes. Está bien culero eso. Lo que más me molesta es que todo el tiempo te quieren vender gato por liebre; debes ser conocedor para pisar ahí y llevarte algo que realmente necesites y que sea la mejor opción. La verdad, de un tiempo para acá, muchas cosas de segunda mano las prefiero comprar a gente cercana o en Facebook.

Creo que a lo único que podrías ponerle de punto positivo es que si tienes un tiradero de amplis, cables o chatarra (que yo tenía), lo puedes ir a vender ahí como si fuera fierro viejo y te lo compran. Si ibas a tirar cosas, pues mejor que te den un varito.

Para chacharear, y solo para chacharear, está bien, pero por lo mismo te arriesgas a que ni eso sirva.

––Raúl Torres, integrante de la banda Molinette Cinema.

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Últimos pasos

––¿Y esa camita la vendes?
––No, es para proteger mi teclado.

Los discursos breves son frecuentes durante el recorrido por el tianguis. Todos buscan algo y todos ofrecen algo hasta que, de vez en cuando, se concretan transacciones.

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Para algunos encontrar el teclado ideal puede llevar un par de martes. Otros ven a alguien pasar con una guitarra, le preguntan el precio y de inmediato sacan lo que se pide por ella.

Tampoco un rango de precios: una guitarra Epiphone negra, $1500; un órgano Magnum, $500; un amplificador para bajo Kustom, $4000; una base de teclado, $250; un violín blanco, $1200; y una plumilla, $10.

A veces tantos sonidos se organizan para configurar una armonía: de vez en mes se realiza un toquin en medio del tianguis; los coordinadores ponen escenario, sonido y algún talento para amenizar la tarde.

También los iconos suelen aparecer: hay quienes dicen que Alex Lora, el vocalista del Tri, se surte ocasionalmente por acá. Otros afirman que Jaime López, el sexagenario compositor rebelde, es cliente frecuente. Y algunos presumen su trato con integrantes de bandas extranjeras. Lo que sí es que Charlie Hauptvogel, baterista fundador del Three Souls In My Mind, y Horacio Reni, vocalista de Los Sinners, grupo pionero del rock mexicano, se aventaron un palomazo hace poco para animar a los peregrinos del sonido.

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Los últimos metros del tianguis mantienen la efusividad entre marchantes y vende-ruidos. El regreso ––obligado por la misma ruta ya que la calle que saca a Calzada de Tlalpan no luce muy amigable–– nunca es igual: ya los sonidos cambiaron y hay otros ambulantes con nuevos artefactos.

Son 500 pasos (mil, contando el regreso) que en solitario se recorrerían en menos de diez minutos. Pero como uno va acompañado de los puestos y las transacciones y los peregrinos del sonido y los vendedores errantes y la curiosidad y la sorpresa y una rola de John Coltrane y luego una de la Sonora Santanera; al final el tiempo es lo de menos: el sonido y de dónde proviene es lo que importa.

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