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Desde la cima de esta montaña se ven las luces de Melilla, una ciudad autónoma española en el norte de África, pero los muros llenos de púas y los guardias armados con garrotes y gas pimienta las hacen inalcanzables. Y con todo, al ser una de las pocas fronteras terrestres con la Unión Europea, el enclave es un punto de entrada seductor para muchos refugiados africanos.Siebert y Wagner tuvieron una corazonada. Al darle una cámara a un refugiado y dejar que la vida de los migrantes fuera documentada por un migrante, lograrían obtener una nueva perspectiva de la vida en el Monte Gurugú. El resultado fue el extraordinario documental Les Sauteurs (Those Who Jump), que se estrenó en el Festival de Cine de Berlín el pasado febrero.Durante tres meses Sidibé grabó lo que ocurría a su alrededor en el Monte Gurugú, con ayuda ocasional de sus amigos. Se grabó a sí mismo recolectando lluvia para lavar, filmó a los hombres de Costa de Marfil derrotando a los hombres de Malí en un partido de fútbol, filmó lo que le pasa a los hombres que rompen reglas no escritas como informarle a la policía local sobre las actividades de los refugiados. (Hay una ausencia notable de mujeres en las imágenes).
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Sidibé, que tiene 30 años, está ahora en Alemania intentando sacar papeles. Sin embargo, Europa no es lo que esperaba. "Europa no es la misma que vemos en televisión y en los medios", me dijo en el lanzamiento del documental. "Cuando uno llega ve la verdadera Europa y se da cuenta de que en realidad no es tan buena como lo dan a entender".Para saber más sobre el documental hablé con Siebert y Wagner acerca del proyecto y cómo es editar el material personal de otra persona.VICE: ¿Por qué quisieron hacer este documental y dejar la cámara en manos de Sidibé?
Estephan Wagner: Desde hace mucho estábamos interesados en este proyecto. En mi caso, es en parte por mi historia personal. Yo soy de Chile, pero mi papá es alemán. Nos abandonó cuando yo era niño y nos quedó el pasaporte alemán. Eso me posibilitó llegar aquí. Siempre he creído, y es en cierta medida injusto, que algunas personas son afortunadas y obtienen este pedazo de papel, mientras otras no lo son.
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Moritz Siebert: Conocimos a un periodista que vive y trabaja en Melilla. Por años, ha cubierto la situación de los refugiados. Lo contactamos y le dijimos: "Tenemos un proyecto. Queremos darle una cámara a un protagonista, ¿nos puede ayudar?". El hombre conocía a la gente de la comunidad de Malí que vivía en el Monte Gurugú, incluyendo a Sidibé, quien ya llevaba ahí catorce meses.
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Voy a hacer de abogado del diablo. ¿Creen que importa que hayan tenido un plan definido desde el principio? Más que ser objetivo, e ste es un documental hecho para probar algo.
Siebert: De alguna forma sí teníamos una agenda. Esta agenda tenía que ver con un punto de vista. Pero nosotros no vivimos en Melilla, no vivimos en el Monte Gurugú, y no contratamos propiamente a un camarógrafo para que capturara las imágenes que nosotros queríamos. Nosotros estábamos bastante lejos, en Copenhague y en Berlín. Sidibé podía hacer lo que quisiera. Claramente en la edición nosotros volvimos a tomar el control. Sin embargo, durante la filmación, no le dijimos "filma esto o aquello".
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Siebert: Al comienzo lo intentamos. Después de hacer la investigación escribimos una lista de escenas que pensamos serían ideales para la película. Sidibé filmó algunas, pero no se molestó en grabar todas y terminó filmando muchas otras cosas. Para nosotros eso fue parte del proceso: caer en cuenta de que lo que él filmaba era lo que le parecía interesante. Fue mucho mejor de lo que pensábamos y de lo que estaba en nuestra agenda. Pero sí, en un nivel conceptual, tuvimos un plan. Pienso que eso está bien.Wagner: Era parte de la idea, del concepto. No sólo estábamos dándole la cámara por una razón estética o para que la gente se identificara con más facilidad. Tomamos la decisión de darle la responsabilidad, otorgarle el poder para que él tuviera la oportunidad de hablarnos.
Siebert: Hicimos numerosas entrevistas con él. Algunas las hicimos unos días después de que hubiera saltado [el muro], otras cuando estaba ya en Madrid y varias aquí en Alemania. Las combinamos con sus diarios. Él había escrito su historia; el acercamiento no fue el de un periodista o un cineasta. No le pedimos una aclaración explícita de lo que estaba pasando para que la audiencia entendiera. Queríamos algo más intimo, una narración más esclarecedora. Obviamente Sidibé conocía su historia mejor que nadie, usamos sus fraseos en la voz en off para que pudiera moldear la historia como quisiera.Creo que al permitir esa distancia se abre un espacio para la reflexión y, por lo mismo, la posibilidad de crear una imagen distinta del migrante. Cuando se habla de refugiados, nos bombardean con esa imagen miserable del hombre pobre que necesita nuestra protección y ayuda, pero queríamos enfocarnos en la fuerza de la gente que está en esta situación. No queríamos contar [esta historia] desde la perspectiva del pesar.¿Le tuvieron que pagar a Sidibé por la película, cierto? En la narración él dice que si no le hubieran ofrecido dinero, habría vendido la cámara.
Siebert: Por ejemplo, para nosotros era importante dejar eso en la última edición. Demuestra que desconfiamos del protagonista en ese momento. No sabíamos si iba a vender la cámara. No sabíamos si de verdad iba a filmar. Ni lo conocíamos. La relación se fue construyendo en el proceso, así que fue importante demostrar que hubo una relación económica al comienzo.Tradicionalmente los documentales buscaban una verdad objetiva. Pero en años recientes, con el auge de personajes como Michael Moore y Morgan Spurlock, los documentales se han vuelto más subjetivos y se hacen para entretener. ¿Dónde ubicarían Those Who Jump en ese contexto?
Wagner: No creemos que tengamos la verdad ni que el documental la tenga. Tampoco queremos ver este largometraje de 80 minutos como puro entretenimiento. Es una oportunidad de abrir un diálogo sobre algo de lo que normalmente hablamos pero no escuchamos. Tenemos la oportunidad de escuchar a alguien que no nos habla en un tono activista sino en uno mucho más humano.