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Música

A mí sí me gustó 'Que Viva la Música' (Perdone usted)

Shazameamos la banda sonora de la película y que Dios nos libre de que un día la literatura encuentre un sustituto que la supere.

En las últimas semanas uno de los temas favoritos de la sobremesa y la comidilla en Facebook ha sido menoscabar la versión cinematográfica del clásico de la literatura colombiana Que viva la música, de Andrés Caicedo. Hay que reconocerlo, las expectativas eran muy altas y las apuestas corrían básicamente en contra. Pareciera que, por hacer referencia a una de las obras más relevantes para la construccion del imaginario intelectual juvenil colombiano, la película nació para perder y esto nos dejó varias preguntas fundamentales: ¿Cómo podría haber ganado? ¿Será que alguna posible versión hubiera sido del gusto de la opinión pública? ¿Cómo hubieran querido que fuera? ¿En verdad, aquellos que la critican estaban esperando que fuera tal cual se la imaginaron la novela?

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Frente al incuestionable descontento general con respecto a la película, fuimos a verla y, bajo todo riesgo de una excomulgación, lo confesamos, lo diremos con todas sus letras: Nos gustó. Nos gustó al grado de repetirla dos veces, escribirle una apología pública y shazamear su banda sonora, que si bien no encuentra relación exacta con la lista original caicediana, no es el hueso despreciable que muchos nos advirtieron.

Que viva la música NO es la mejor película que se ha hecho en Colombia, de hecho tampoco debe ser la mejor película nacional del año, pero es una muy buena experiencia cinematográfica. ¿Será injusto juzgarla como libro y no como lo que es? Para empezar el lenguaje cinematográfico nunca ha podido ser una calca de la literatura y ojalá nunca lo sea. Es otro arte, otro lenguaje, es otra aproximación al mundo desde unos códigos particulares. En la historia de la relación entre el cine y la literatura, pocos son los casos de éxito y, en general, hay fracasos rotundos cuando se pretende adaptar exactamente una obra literaria, se da de todo. Dios nos libre de que un día la literatura encuentre un sustituto que la supere y que la Virgen nos ampare si el cine se convierte en ese enemigo que nos la arrebate. Pero es muy chévere cuando el cine aporta interpretaciones de una obra literaria, es muy chévere cuando un guión se adapta o se inspira en una novela y ya era hora que alguien se atreviera a sacar una cinta inspirada en Que Viva la Música. A lo largo de la historia ha habido interpretaciones cinematográficas muy exitosas sobre textos fundacionales y, perdonará usted la comparación, pero, guardando proporciones, ¿acaso Jesucristo Superestrella pierde su valor por no hacer una lectura literal del Evangelio?

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Carlos Moreno hace bien en advertirlo desde el comienzo: Se trata de una interpretación. No es una adaptación. Como historia, está enmarcada por una narrativa cinematográfica global que continuamente refiere a este tipo de personajes, tramas y estéticas. Sinceramente nos preguntamos, ¿qué hubiera pensado Harmony Korine de esta cinta? ¿Qué dirán los alemanes? ¿Quién dirá que su fotografía es muy buena? Y lejos de todo esto, ¿quién le reconocerá que cumple su cometido como experiencia cultural? Pues nos ha mantenido hablando de esto desde que se estrenó en Sundance, hace más de seis meses.

Algunos cines en el extranjero, tienen la posibilidad de ofrecer muchos tratamientos a obras literarias o personajes del pasado; vamos, si hasta existe una película con un Drácula que pelea contra orcos y un Lincoln que caza vampiros. Pero el cine colombiano ha sido tan modesto que asumimos que toda adaptación literaria o histórica será la única que se pueda hacer. Lo cual parece haber sido determinante en el juicio severo de los espectadores y familiares de Caicedo. En cambio, la ejecución de esta película podría invitar a que en el futuro aparezcan otras versiones de la novela.

Mientras tanto, esta aproximación para nada es indigna. De hecho, su tema central sigue siendo el mismo que el de la novela; la protagonista sigue siendo la misma musa seductora y fatale; ahí están los excesos y la vitalidad mórbida o anormal de María del Carmen, que en todo momento antoja a la transgresión, tanto en la novela como en la película, desde los setenta y hasta el 2015. En la versión literaria, María del Carmen es una niña frívola de clase alta que responde a la vida desde la esencia de la contracultura de su tiempo. Esa fuerza que hace que tanto la historia y el personaje de Caicedo sean entrañables, se respeta en la película, aunque desde una probable actualización.

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En ese sentido la María del Carmen de la película es una versión atemporal construida desde una lectura contemporánea de la novela de Caicedo. El contexto que plantea la película, la protagonista y algunos de sus personajes, proponen una hipérbole de la sociedad colombiana. Bárbaro, el ladrón de turistas de la novela, se convierte en una especie de vengador del orgullo latinoamericano: “Pelaitas, marihuana, perico barato”, le reclama al gringo al que le propina una paliza por haber ido al paraíso perdido de psicotrópicos que ofrecen sus tierras. Por otro lado está la evolución, o la posibilidad, de que el director proponga una Cali distinta a la que le conocimos en Perro come Perro, su ópera prima. En 2008 resultó exagerada la banalización tarantinesca de la violencia, sin espacios para presentar alguna otra cara de la ciudad. En Que Viva La Música, Moreno trabaja mejor ese tema y ahora encontramos un retrato más complejo de la Sultana del Valle, de su diversidad cultural, sin caer en la postal turística. Es decir, afortunadamente, está lejos de la idealización colonialista que vimos el año pasado en Ciudad Delirio de la directora Chus Gutiérrez, que tristemente fue celebrada por muchos espectadores caleños.

En Que Viva la Música, habría que ponderar las representaciones de la élite vallecaucana, verdaderamente anclada en el pasado, tal y como aparece en las históricas películas que nos dejaron Carlos Mayolo y Luis Ospina. En el caso de la película de Moreno, sobresale el cuadro en el que dos empleadas negras enmarcan el almuerzo de una familia rica, amorfa y disfuncional. En contraste vemos el desclasamiento explícito de María del Carmen cuando se muestra deseosa, y nunca temerosa, de tirarse a tres negros, en una escena que presume una violación hasta el momento en que ella se baja los cucos. En la otra orilla, también vemos la vida cultural exaltada por la música que promueve momentos memorables por su contenido simbólico, como esa secuencia en la que unos corteros de caña se apropian de “Lo Atara La Arache”, de Richie Ray, una canción cubana en lengua ñáñiga, que les sería ajena si no apelara al pasado esclavo común.

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Hay una cosa que le concedemos a la crítica rampante que se la he hecho. Y es que sí, todos hubiéramos querido que el extenso y nutritivo playlist que hizo Caicedo en su novela, apareciera íntegro en la película. Habría que preguntarle a Moreno si a él también le hubiera gustado y cuánto se habría gastado en derechos de autor, porque este impuesto se exenta en la literatura pero en el cine resulta un negocio primordial. Imaginamos que una lista idéntica a la de Caicedo, que incluya todas esas canciones de The Animals, Cream, Los Rolling Stones y el catálogo de Fania, hubiera elevado los costos de producción a cifras inmisericordes.

Por su parte, la selección de canciones de la cinta refuerza su carácter atemporal. La música dibuja cuatro momentos a lo largo de la trama: una porción de actualidad, con la inclusión de dos remixes del compilado Armada Fania, uno de Toy Selectah y el otro de Joe Claussel. Sorpresivamente incluye una canción de Superlitio, como referente actual de Cali, y una salsa choke, de Integración Casanova, género que deriva de la apropiación de la salsa por parte de las comunidades afro. Hay una porción punk y proto punk que incluye temas de Joy Division, Death, Los Saicos y The Remaining Few, además de un reducido —pero contundente— aporte psicodélico con Procol Harum. Hay otro momento más, que efectivamente incorpora algunas de las canciones mencionadas en el extenso catálogo de Que Viva la Música —la novela— a través de las apariciones de las grabaciones de Fania Records, coproductor de la película. Sólo hay un tema que resulta inconexo: “Meth Lab Zoso Stiker” de la banda indie-punk psicodélica 7 horse, que fue lanzado en 2011 y formó parte de la BSO de El lobo de Wall Street. No logramos respondernos por qué está ahí. En general, y de todos modos, la selección de canciones soluciona satisfactoriamente las necesidades de una película donde la música es esencial. Finalmente, sabemos que es imposible que se conceda que la película es buena, pero tampoco es un desastre, para eso Mi gente linda (La del sueco que se emparenta con una familia colombiana llena de clichés, la peor película que se haya podido hacer en cien años de cine nacional). Nuestra crítica está respondiendo a las mínimas características de una experiencia cómoda y placentera. En ningun momento sentimos la necesidad de salirnos del cine, como en el Lobo de Wall Street, que tras de que DiCaprio no hace más que tirar, dura como tres horas (dormimos, despertamos y nos volvimos a dormir). Esta está parchada. Nos invitó a recordar el libro, pero también a olvidarnos de él. Lo pasamos bien al verla.

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Por cierto, es verdad que shazameamos las canciones. No sólo eso, también hicimos un playlist, en orden de aparición, que puede revisar acá abajo:

Héctor Lavoe - Aguanile (Toy Selectah Cósmico Remix) - 2013
Death - Where Do We Go From Here - 1974
Superlitio - Puro goce - 2014
Joy Division - She’s Lost Control - 1979
Los Saicos - Demolición - 1964
7 horse - Meth Lab Zoso Sticker - 2011
Procol Harum - A Whiter Shade of Pale - 1967
Richie Ray y Bobby Cruz - Amparo Arrebato - 1968
Ray Perez - Pa’l 23 - 1972
Richie Ray y Bobby Cruz - Gentle Rain - 1967
Ray Barreto - Que viva la música - 1972
Pete Rodríguez - Micaela - 1966
Alfredo Linares - Tiahuanaco - 1974
Richie Ray y Bobby Cruz - El mulato - 1964
Pastor López - Las caleñas - 1978
Integración Casanova - La Tusa - 2011
Héctor Lavoe - Aléjate (Joaquín Joe Claussell Sacred Rythm Remix) - 2013
Latin Brothers - Buscándote - 1975
Richie Ray - Lo Atara La Arache - 1967
The Ramaining Few - Painted Air - 1967
Mon Rivera - Lluvia con nieve - 1976
Sonora Ponceña - Fuego en el 23 - 1969