Fotos: Julián GalloMeterse al pogo, mandar traques a lo loco, caerse después de una patada en las canillas o un puño certero en las costillas y que te levante un total desconocido para que siga la fiesta. Ese es un mensaje de resistencia dedicado a esos que dicen que el pogo es solo violencia en vez de ser uno de los bailes más viscerales y a la vez fraternales que existen. Un ritual en el que lo único que manda es esa adrenalina inflamable que produce la música y en el que, aunque termines con la cara contra el asfalto, siempre habrán brazos dispuestos a levantarte para seguir la celebración. Este es un homenaje a esos caídos que probaron lo que es irse contra el suelo en medio de un pogo en el que lo estaban dejando todo para luego levantarse y continuar dando vueltas con los brazos en alto y una sonrisa en la cara.Sin miedo.
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