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Música

Rock al Parque: Sepultura tu papá

¡Sepultura no ha muerto carajo!

Fotos por Julian Gallo

Cuando se anunció que Sepultura iba a cerrar el primer día de Rock al Parque mucha gente no lo tomó tan bien. Desde el 96 la banda ha sufrido una serie de cambios y complicaciones que muchas veces la han dejado al borde de la muerte. Pero ahí siguen: dándole a lo que saben, dándole al metal y rompiendo escenarios como los malditos dioses que son. Ayer sobre el Escenario Plaza y ante miles de mechudos eufóricos, el grupo nacido en Belo Horizonte demostró por qué, después de 30 años, sigue siendo el más importante de la historia del metal latino.

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Para empezar sonaron de forma impecable. Y eso que durante las primeras canciones no se escuchó la voz. Pero valió verga. La guitarra de Andreas Kisser y el bajo Paulo Jr., los miembros más antiguos de la banda, eran suficientes para que la gente se diera en los más diez pogos simultáneos que se formaron alrededor de todo el Simoncho. Además de todo, Eloy Casagrande, baterista que se unió a la banda en 2011, simplemente la rompió de forma impresionante con sus remates imposibles y la furia con la que le daba a los tambores.

Pero aun así había una serie de sentimientos encontrados en el público. Por un lado, cada que tocaban clásicos como “Troops Of Doom” o “Slave New World”, la euforia era demencial. Pero cuando tocaban algo de sus últimas producciones pocos eran los que cabeceaban y muchos se quedaban escuchando a la banda sin moverse, sin hablar, pero a la vez sin insultar y quejarse. Tal vez enojados porque, como todos saben, el actual Sepultura no es igual al clásico, pero al mismo tiempo asombrados de la potencia y la energía tan fuerte que botaba la banda desde el escenario. Para entender la grandeza de Sepultura y los sentimientos agridulces alrededor de ella hay que tener muy, pero muy clara su historia. En 1984 los hermanos Max (guitarra, voz) e Igor Cavalera (batería) decidieron descargar la furia y la frustración de vivir en una sociedad reprimida por una agresiva dictadura militar a punta de metal. Inspirados por Black Sabbath y Venom comenzaron a tocar un thrash metal infernal caracterizado por su velocidad y crudeza plasmado en un EP mal grabado llamado Bestial Devastation. Poco a poco el poderoso sonido de Sepultura comenzó a infectar el mundo y el grupo empezó a ganar reconocimiento gracias a sus siguientes dos trabajos Schizophrenia y Beneath The Remains. Pero no fue hasta 1990 que reventaron en todo el mundo cuando publicaron Arise, una de las joyas más brillantes de todo el metal, con la que está banda sudamericana ganó adeptos en todo el planeta.

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Pero venir de esta tierra hermosa, agrietada y llena contradicciones llamada Latinoamérica involucra una responsabilidad especial que no tenían las banda gringas y europeas. Porque aquí la gente crece con una serie de sonidos únicos y una historia de lucha, opresión y lágrimas. Sepultura entendió muy bien esto y también entendió que sus raíces no estaban en los sonidos extranjeros sino en la selvas y las calles de Brasil. Con ese nuevo compromiso político y cultural sacaron en 1993 Chaos A.D. un disco en el que el thrash se juntó con la batucada del carnaval, la sabrosura de la música tradicional brasileña y el fuerte sentimiento anti-colonialista, que puso a Sepultura en lo más alto del panteón metalero. A este genial trabajo le siguió Roots, con el que la banda empezó a experimentar más con el hardcore y el new metal, y se metió más a fondo con los sonidos tradicionales de Brasil, incluso parte del álbum fue grabado en una reserva indígena.

Pero de ahí vinieron los problemas.

En 1996 Max Cavalera se abrió de la banda dejando un vacío enorme. Los demás miembros dijeron: “¡A la verga! No nos vamos a dejar joder” y contrataron a Derrick Green para que cantará, quien con muchos huevos se ganó su puesto. Sepultura no murió pero dejó de ser lo mismo. Se puede decir que la banda tuvo dos etapas, la del metal puro y duro, lleno de velocidad y solos virtuosos, con la que conquistaron el mundo. Y una de experimentación marcada por ritmos pesados y más melódicos que te invitan a cabecear duro y a saltar más que correr en círculos, en donde juegan con la música tradicional brasileña. Pero esta segunda etapa no fue bien recibida, los trabajos posteriores a la era de Max fueron un fracaso y la crisis empeoró cuando en 2006 Igor Cavalera dejó la banda.

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Aun así su legado fue más fuerte y el grupo siguió ganando adeptos en todos lados. Eso se demostró anoche en el Simón Bolívar. Muchos se juntaron en esa plaza para escuchar por primera vez al grupo en vivo y la emoción por ver a la banda más grande que salió este continente era mayor que cualquier prejuicio. Además el grupo supo muy bien cómo manejar a su público. Por un lado sí, sonó mucho de lo nuevo, como “Sepultura Under My Skin”, un tema que dejó mucho que desear, pero tampoco faltó ni uno de sus himnos. De forma genial el grupo tocó uno tras de otro “Territory”, “Arise” y “Refuse/Resist” lo que hizo vibrar todo el barrio. Además mandaron “Biotech Is Godzilla”, “Policia” y “Ratamahatta”, clásicos llenos de furia y velocidad, y cerraron con "Roots Bloody Roots" que fue fue coreada por todo el mundo. En el medio de todas estas canciones sonaron temas que para muchos eran desconocidos pero que venían cargados de una fuerza amazónica que te poseía. Canciones marcadas con unas percusiones poderosas y llenas de fuego, de las que brotaban demonios del ritmo que simplemente te obligaba a cabecear. No había nada que hacer, era como estar en un carnaval del Infierno, en una batucada del inframundo que dejó a todo el mundo con la boca abierta y con ganas de escuchar la segunda etapa de Sepultura con más atención.

Sin duda, esta fue una de las mejores presentaciones de la historia del festival, porque esta es una de las bandas más grandes que se han parado sobre esa tarima. El legado de Sepultura no lo tiene nadie, sin importar cuántos discos “malos” tenga. Este es y siempre será el grupo más importante del metal latino y ayer quedó más que demostrado.

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Sepultura es nuestro papá.