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Música

Hasta los dioses necesitan descansar

Tras todos los problemas de salud que han aquejado a Lemmy Kilmister en los últimos años, ¿no será justo que se tome un descanso de tocar en Motörhead?

«No puedo hacerlo».

Esas fueron las tres palabras que atravesaron a la multitud como un pequeño temblor, hace dos noches en el concierto de Motörhead en Emo's en Austin, Texas. En vez de gruñir, como en sus shows habituales, como un tractor desgastado y bien engrasado, los representantes del heavy metal sólo lograron estar en el escenario por unos cuantos minutos antes de detenerse. Lemmy se alejó del escenario a la mitad de la canción, un fan filmó un video en donde se ve diciendo — «no puedo hacerlo» — para después bajar de manera lenta y dolorosa, con la ayuda de un bastón que recientemente ha empezado a usar. La multitud recuperó rápido su compostura y empezaron a aplaudir —no abuchear, aplaudir— por él. Un canto recorrió el lugar — «¡te amamos! ¡te amamos!»— como un signo de solidaridad y soporte comunal que puede hacer llorar hasta al más duro veterano del metal. Después de unos minutos, el líder de la banda de 69 años reapareció, tomó el micrófono y dijo «me encantaría tocar para ustedes, pero no puedo. Por favor acepten mis disculpas. La próxima vez, ¿va?»

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Y obviamente aceptaron. Un amigo que estuvo ahí dijo que la gente estaba triste —incluso mencionó que había fans llorando después de lo ocurrido— pero «todos eran muy comprensivos» y no estoy sorprendido. Ningún fan de Mötorhead — y ningún fan del metal en general— hubiera podido pararse ahí para ver cómo un gran hombre se desvanecía de esa manera y no actuar de otra forma. Esto no fue un berrinche al estilo Axl Rose, una borrachera loca como las de Scott Weiland, o un colapso mental tipo Billie Joe. Este fue un hombre que se presentó al trabajo y se dio cuenta que no era capaz de terminar con él. Fuera del escenario, el bastón es sólo una de las múltiples cosas que su salud ha demandado que cambie en su vida. Dejó el cigarro, de manera pública cambió su acostumbrado Jack Daniels por vino y ahora vodka, y aunque él no discutirá sus otras actividades extracurriculares, es seguro asumir que él ha renunciado a su amada velocidad también. Todas son sensatas y necesarias decisiones, pero te hace cuestionarte qué tan feliz es con todas ellas. Una vez que toda la felicidad se ha ido de tu vida, ¿cuál es el punto de vivir?

Yo he amado Motörhead por años y años; su música ha sido una constante desde que comencé a escuchar punk y metal hace como 15 años y cada vez que los veo en vivo ha estado del putas. Conseguí boletos para su fecha en Nueva York de este nuevo tour y estoy ansiosamente esperanzada de que pueda utilizarlos. Casi con la mayoría de mis bandas favoritas se puede rastrear directamente el linaje con clásicos como Overkill,Bombers y Ace Spades. Entrevistar a Lemmy incluso es una de mis metas profesionales, estoy genuinamente impresionada con Bad Mago, su último álbum. Habiendo dicho esto, sinceramente espero que no haya una próxima vez — no porque no ame a Motörhead, sino porque los amo demasiado como para verlos sufrir—.

Mientras que sus compañeros de banda Phil Campbell y Mikkey Dee parece que han resistido bastante bien (a pesar de la larga y dura vida del rock and roll), los problemas de salud de Lemmy han provocado preocupación desde hace años. Este show de Austin no es el primer concierto que cancelan este año debido a una enfermedad. Simplemente la semana pasada, él bajó del escenario en Salt Lake City y canceló su show de la próxima noche en Denver debido a problemas de altitud (anoche su fecha en San Antonio fue cancelada, también, debido a problemas de altitud), y en abril, Motörhead se retiró del festival Monsters of Rock en Brasil, pocas horas antes de presentarse, en donde Lemmy después pidió disculpas, «Siento mucho haberme perdido del show. Tuve un problema estomacal y estuve vomitando. Lo que no es divertido. No pude hacerlo». Escuchar a esta figura legendaria admitir debilidad— incluso, derrota—ha hecho irritar a los fans por décadas los cuales han respondido con alegría a la cuestión de quién iba a ganar el combate proverbial, Lemmy o Dios, con «¡pregunta capciosa, Lemmy es Dios!»