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Música

Guacharaca Calling

La élite del punk londinense se enfiestaba con casetes piratas de cumbia colombiana.

Strummer y Landero. Dos maestros, una sola cumbia. Ilustración por Mateo Rivano.

Es 1998 y Joe Strummer estrena su primer London Calling, programa radial emitido por el servicio internacional de la BBC radio. Entre una selección de punk, soul, rockabilly y reggae, suena el acordeón cumbiambero de Andrés Landero y su tema "Martha Cecilia". Strummer remata: "If that was no toe tapper or no body shaker, boy you need to see the undertaker!". Algo así como "Agúzate, que si esto no te mueve es porque estás muerto".

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En un contexto como el latinoamericano, en el cual la cultura del rock no se ha interesado particularmente por revisar las músicas populares del continente, es una cachetada de llamado de atención que uno de los rockeros más icónicos y visionarios de la historia haya dicho sin pelos en la lengua "I'm a fucking cumbia expert".

Hoy en día hablar de la cumbia como un género reconocido por el mundo anglo no es nada nuevo. Hay grupos de cumbia digital en Dinamarca, productores sampleando discos colombianos de los 60 en Francia y combos de vientos cumbiamberos en Canadá. Toda una legión de melómanos, alejados de la nostalgia sonora del inmigrante latino y sin raíces familiares en Latinoamérica, han abrazado el género, poniendo a girar en tocadiscos del mundo esa inconfundible guacharaca, clave rítmica minimalista del continente. Sin embargo, antes de la llegada de internet (que hizo posible este resurgimiento de la cumbia), hubo un parche pionero en descubrir los goces de ese golpe.

Y no cualquiera, sino justamente uno surgido de la élite del rock londinense.

CUMBIA KID

El encargado de introducir estos sonidos en el Londres de los 90, protagonista de este movimiento y quien no se ha quitado el sombrero vueltiao (literalmente) en 25 años, se llama Jason Mayall. Hijo de la legendaria figura del blues británico John Mayall, desde los 80 Jason se ha desempeñado como periodista, realizador audiovisual y DJ, y en la actualidad es programador musical del Fuji Rock Fest, el festival más grande de Japón. El encuentro en el 85 con un primer tema sabanero, "India Matea" de Miguel Durán, lo llevó a viajar a Colombia, comprar cientos de LP, hacer fiestas de cumbia para sus amigos, pasarlas de mano a mano a través de casetes piratas, armar cumbiones con Strummer en el festival de Glastonbury y llevar bandas de vallenato punk al Fuji Rock.

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En un principio, buscando sin mucho éxito discos de cumbia en Nueva York o Miami, en 1990 Jason fue invitado a cubrir como periodista el Festival de Música del Caribe en Cartagena, uno de los más importantes festivales de música pan-Caribe y al cual venían bandas de Haití, Jamaica, Martinica, Panamá y Congo, entre otros países, a celebrar la conciencia musical del entorno costeño. Jason empezó entonces su búsqueda de discos con los vendedores cartageneros, entre ellos Jimmy Melodía, bajo la fórmula un dólar = un disco. Los disqueros le mostraban al Binomio de Oro como gran novedad, pero no era para nada lo que él buscaba, él quería el sonido sabanero de Landero, Calixto, Aníbal, Corraleros, Nafer, Enrique Díaz… Esos sonidos que para entonces ya se invisibilizaban detrás de la "cortina de humo" que el vallenato comercial impuso sobre la tradición sabanera de acordeón.

Si bien esto estaba "pasado de moda", Mayall encontró cientos de discos de los 50 y 60 en sellos como Curro, Fuentes, Tropical y Ondina, con lo más selecto de la música costeña de mediados de siglo (tesoro del mundo), que terminaron desembarcando en Londres para alegría de sus amigos cercanos, quienes se apresuraron a su casa cuando se enteraron de que Jason había regresado. Eran Joe Strummer de The Clash y Bez de Happy Mondays.

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Con estos casetos piratas, los punkies británicos aprendieron a pronunciar "uepa".

A mejores manos no pudieron haber llegado.

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El ambiente pospunk se encuentra entre los más eclécticos, incluyentes y curiosos del rock, con un especial interés en las músicas del Caribe a través de la influencia jamaiquina. Para un conocedor del ska, pasar a una gaita al estilo de Pedro Laza es de lo más normal, o del rocksteady a una canción de amor de Calixto Ochoa. El skank del reggae, el llamador de la cumbia y los bajos a tierra de ambos hacen que los lazos entre Jamaica y Colombia se aten en la cabeza de quien conoce sus músicas. Estos veteranos punks querían seguir bailando y gozando, y la cumbia se lo trajo en un momento en el que la escena del rave mostraba su cara más punk también.

En afán de seguir difundiendo ese sonido, Jason editó de forma DIY seis compilados piratas en casete de Landero, Corraleros de Majagual, cumbias y porros, etcétera, que eran distribuidos en el mercado de Kensington en el puesto de su hermano Gaz Mayall (figura del ska con su grupo The Trojans). Esos bajos poderosos también tronaban en el carnaval de Notting Hill a través del sound system Gaz's Rockin' Blues, en donde a la par del ska, blues y dub se ponían discos colombianos, y donde Jason fue dándole forma a su identidad de selector pinchadiscos, quedando bautizado por sus amigos como "Cumbia Kid".

STRUMMERVILLE

Otro de los sitios donde se armaba el cumbión era en el famoso campamento y fogata de Joe Strummer en el festival de Glastonbury, hoy en día ya institucionalizado dentro de la programación del festival con el nombre de Strummerville. Es ahí donde se filmaron las escenas del documental The Future is Unwritten, con aquella imagen icónica en la que Strummer le da un beso en señal de agradecimiento a su casete de Landero. Ese casete se tornó inseparable de Strummer durante sus últimos años, al punto que Rick Rubin, productor de sus últimas canciones grabadas, comentaba en una entrevista que para esas sesiones Strummer se encerraba en un carro a oírlo de arriba abajo para meterse en onda antes de grabar sus tomas vocales.

Joe Strummer murió a finales de 2002 y no alcanzó a ver la forma tan inusitada en la que el "resto del mundo" empezó a conectarse con el poder de la guacharaca. Hubiera sido gran vocero de sus virtudes, unas que a veces se empañan en la aproximación superficial o de moda que en ocasiones se escucha en las producciones actuales. Sin embargo, numerosos músicos, DJ, melómanos, bailadores y parranderos del mundo ya gozan con su sonido, en parte, gracias a los oídos bien abiertos de estos macheteros que le gritaron al mundo: "¡Guacharaca calling!".

Guacharaquero trotamundos, Mario Galeano es el comandante nacional del frente tropicalista más guerrillo de la región. Temerario guaquero de vinilos, dispara radicales balas sónicas con sus proyectos Frente Cumbiero, Los Pirañas y Ondatrópica. Sigalo por Twitter y Facebook.