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Música

Los 15 mejores discos colombianos del 2000 al 2015

Orgullosos del baile de nuestra generación, presentamos nuestros discos favoritos en lo que va corrido del nuevo siglo. De Colombia para el mundo, quince clásicos modernos.

Ya han pasado quince años desde aquellos días en los que se iba a acabar el mundo. Y bueno… quince años es mucho tiempo. El Apocalipsis finalmente no pasó, el nuevo siglo en efecto sucedió y en el caso de Colombia, ha estado cargado de una energía creativa sin precedentes. Con la crisis de las disqueras, motivada por el auge de Internet y la piratería, emergió una nueva clase musical, la de los independientes, que por un lado fortaleció la creatividad y por el otro hizo de este oficio uno de los menos rentables del mundo. Aún a pesar de estas y otras dificultades (como la guerra), o incluso precisamente por las mismas, nuestra escena desarrolló poderosos instintos de supervivencia a partir de la pura autogestión, de una agenda artística libre del interés del hermano mayor, y también de su evolución como especie endémica, con rasgos propios, únicos, y atributos fuertes.

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Aprovechando esa bonita y a veces cruel ortografía que pone el tiempo, y para celebrar estos quince años de sonidos rebeldes de esta casa grande y fértil y diversa, hicimos la tarea de pensar en los quince discos más significativos de nuestros tiempos, un título que suena rimbombante, sí, pero hay que ver la discografía que tenemos para saber a qué nivel ha llegado nuestra nueva escuela, damas y caballeros. Orgullosos del baile de nuestra generación, uno que ha puesto a nuestros cuerpos y a los del mundo entero a menearse al ritmo de nuestros logros y nuestros duelos, les presentamos nuestros quince clásicos modernos.

Música, maestros…

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15. Superlitio - Trippin Tropicana (Cielo Music Group, 2004)

Hace algún tiempo, el mito era que todo lo que tocaba Tweety González se convertía en hit, y sin embargo, el álbum que el llamado cuarto Soda hizo con Superlitio hace once años fue la excepción. Grabado en Los Ángeles con pocas restricciones experimentales (y presupuestales), el Trippin prometía bastante para una banda joven que para entonces era de las contadas juniors locales con verdadera proyección internacional (fue incluso nominado a un Grammy Latino con “Qué vo hacer”). Y sin embargo, en varios lugares del mundo, incluyendo Colombia, el disco jamás vio la luz debido al dudoso proceder de la (más dudosa) disquera que estaba detrás. En términos sonoros y conceptuales, el álbum, que le costó casi seis años de batalla legal a la banda y que por poco acaba con su vida, era lo más próximo a la avanzada alterlatina que por aquellos días se comenzaba a configurar. Siguiendo el espíritu venenoso y juguetón de su predecesor, El sonido mostaza, los caleños, que para entonces contaban con dos miembros más, incluyendo otro cantante, mezclaron el feeling de la salsa, el son y la energía tropical que ambienta su Sultana del Valle, con el funk, el trip hop y el rock, en canciones como "Perdóname", "Mulata" o "Mala Hierba", con una estética espontánea que para inicios de siglo marcó tendencia en el continente con bandas como Plastilina Mosh, Los Amigos Invisibles e Illya Kuryaki, y que definitivamente se convirtió en el camino a seguir para varios en el proceso de encontrar un sonido propio de su momento y de su lugar. El Trippin Tropicana aparece en esta lista porque no solo es un gran disco, sino sin duda la gran joya perdida de la música colombiana de nueva generación.

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14. La 33 - La 33 (La 33, 2004)

Durante la década de los setenta y los ochenta, la salsa en Bogotá vivió un apogeo vigoroso. En los noventa la calentura se enfrío y los capitalinos pensaron que ese asunto de la salsa dura era cosa del pasado, de nostálgicos rumberos. Sin que nadie los hubiese llamado, más bien tímidos, cercanos al jazz y al rock, los hermanos Santiago y Sergio Mejía armaron un combo que en 2003 tocó casi todas las noches en la tarima del ya mítico Quiebracanto. Lo que no sabían los comensales era que esa banda –llamada en honor a la nomenclatura de la vieja casa de los músicos en Teusaquillo– estaba ahorrando cada peso de sus incipientes honorarios para grabar un disco. En septiembre de 2004 entraron a los estudios Audiovisión y, como si estuvieran en el tablado, descargaron un disco que les devolvió la fe a los bailarines trasnochadores. Si tenemos en cuenta que en sus inicios se trató de una banda de culto, todavía nos parece extraño que “La pantera mambo” y “Anny's boogaloo” se hayan convertido en clásicos de la salsa colombiana y en comodines utilizados por pinchadiscos en matrimonios y verbenas populares. Sin ayuda de ninguna disquera multinacional, sin ínfulas de estrellas y sin aspavientos mediáticos, La 33 es un disco que se ha vendido más de 35 mil veces. Y aún hoy ni siquiera tiene código de barras.

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13. Ondatrópica - Ondatrópica (Soundway, 2012)

Lo que inició como un encargo del British Council para representar a Colombia en los juegos Olímpicos de Londres, terminó como el ensamble más ambicioso de la música tropical colombiana después de Wganda Kenya. Encabezado por el comandante del Frente Cumbiero Mario Galeano y el productor inglés William "Quantic" Holland, este proyecto fue la excusa perfecta para reunir a 35 artistas de la nueva y vieja guardia local (como Nidia Góngora y Chongo, Fruko y Pedro Ramayá) y algunos invitados especiales extranjeros en los míticos estudios de Discos Fuentes, en Medellín, para grabar un disco 100% análogo y pancaribe, y lograr un feel de “clásico moderno” que inclusive contó con la asesoría del ingeniero/productor en jefe de los años dorados de la tropicalia nacional: don Mario Rincón. Bautizado de manera homónima y firmado por Soundway, el trabajo detonó en un compilado de descargas, más que en un cancionero, que desdibuja todo tipo de fronteras, con episodios clásicos a la Richie Ray hasta gaitas experimentales, skas cumbieros y un hip hop con tumbao hecho manifiesto latinoamericano por la rapera chilena Anita Tijoux. La joya de la corona es, por supuesto, "Iron Man" de Black Sabbath convertido en "I Ron Man" por Michi Sarmiento. Un trabajo que junta escuelas y tradiciones para celebrar un solo trópico con expresiones vitales en la pista de baile contemporánea, y que se presentó con todos los honores en escenarios desde Londres 2012 hasta Glastonbury.

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*** 12. Pornomotora - Pornomotora (Independiente, 2005)

El disco homónimo de Pornomotora puede contener algunas de las piezas con más aguante del rock nacional. Si bien este no vio la luz sino hasta el 2005, el punk industrial de esta hija de La Candelaria, clásica de Rock Al Parque, ya desenfrenaba a su público desde 1999. Con esta publicación, el proyecto de Cristian de La Espriella prendió pólvora y aceleró la velocidad de nuestra sangre con clásicos como “Prefiero”, “Invitación”, “Perro Gozque” e “Izquierdo” (canción que, por cierto, lo llevó a MTV y a Rolling Stone cuando eso aún era meritorio en el peladero que era la escena de aquellos años). Con una lírica maldita y un sonido sucio, rápido y peligroso, como el latido de una Bogotá cocainómana, este trabajo significó un revolcón tanto por su propuesta como por la forma de difusión: fue regalado por internet, estrategia a la que prácticamente ninguna banda nacional había acudido. El resultado fue un producto de larga duración contundente que fue lanzado y relanzado varias veces en distintas presentaciones y que aún mantiene a la Porno viviendo de lo que fue y con la promesa de lo que será. Y cómo no: si registra a la perfección aquel momento en el que la ciudad serpiente echaba fuego y nosotros, en medio de ese incendio, en la jugada, esquivando trampas, entregados al baile criollo.

*** 11. Los Pirañas - Toma tu jabón kapax (Festina Lente, 2013)

De entre toda la jungla de fusiones que hemos vivido en Colombia, 2011 marca el nacimiento del sonido más improbable de todos. Ese año, Los Pirañas, trío compuesto por Mario Galeano, Pedro Ojeda y Eblis Álvarez, lanzó un desafío, la posibilidad de subvertir el buen gusto en un país colonizado y de recuperar de entre los escombros a los héroes olvidados de su patria. Fruto de una investigación desarrollada en conjunto a través de los proyectos y preguntas de estos tres disidentes, salió un engendro atemporal mestizo, amorfo y estridente; un lugar imaginado en donde la cumbia, el rock, la psicodelia, el garaje, el punk y hasta la electrónica conviven en romance y avanzan hacia una nueva tropicalia. Toma tu jabón Kapax, su primer álbum, hace eco tanto del pasado como del presente de la música colombiana y sus vanguardias, y sin embargo rompe con todo en mil pedazos de manera justa y necesaria, sembrando una semilla que, además de sintetizar un momento particular, fija una dirección por demás propositiva para la escena que los vio nacer. Publicado por el sello Festina Lente, el Kapax es el registro de una improvisación en vivo de estos tres amigos de colegio durante un toque en Matik-Matik, actual epicentro de la experimental bogotana.

*** 10. Ultrágeno - Código fuente (MTM, 2000)

Mientras Código Fuente (o 72584) prometía ser el disco con el que Ultrágeno se posicionaría como una de las bandas más influyentes del rock radical de la región, internamente se sabía que sería el último. Y en su momento, fue una lástima. El segundo disco de la mitológica bogotana, producido por Dilson Díaz y Andrés Erazo de La Peste, pre-producido en el viejo sótano de quien fuera mamá y manager de la banda, Hector Mora, fue grabado y mezclado en los recordados 59 Estudios, epicentro de esa escena incierta de principios de los dos mil en Colombia. Con Código Fuente, la banda de Amós, Andrés Barragán, Santiago Paredes y Juan Camilo Osorio experimentó con sonidos, texturas y atmosferas que jamás una banda bogotana (a esas alturas) había utilizado. Aún con su sonido crudo, el último disco de Ultrágeno subsiste entre el hardcore y el llamado nu metal, pero a su vez cobra significado e importancia dentro del industrial bogotano como expresión de la rabia sagrada de los hijos de Monserrate, generación 2000. Temas como “La juega”, “No lo sé” y “Código fuente” terminaron convirtiéndose en himnos perpetuos para la llamada Raza Furia, un ejército de aficionados que ante el grito de guerra de su general radical y carismático se fundía como una sola llama, en nombre de una patria renovada. Y es que, más que de un disco, Código Fuente es la vocación de un pueblo en camino hacia su revolución espiritual. Y por demás, una hermosa postal de la última gran banda de furioso rock nacional.

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*** 9. Monsieur Periné - Hecho a mano (Independiente, 2012)

De ser un ensamble de matrimonios y cocteles a convertirse en protagonista de la escena en tan solo un año. En 2012, Monsieur Periné tuvo uno de los ascensos más rotundos en la historia reciente de la música colombiana. Aquel experimento que comenzó como un acercamiento al jazz manouche de Django Reinhardt desde Colombia, llamado oportunamente 'suin a la colombiana', resultó en un laboratorio experimental de música popular latinoamericana apoyado por un performance encantador, una dirección de arte de ensueño y fantasía, y un ángulo pop inevitable. Ese año, el ascenso de la banda de Catalina García, Santiago Prieto, Nicolás Junca y Camilo Parra fue coronado por el lanzamiento de su esperadísimo disco debut, Hecho a Mano, producido junto a Felipe Álvarez, en el que se concretaron en el estudio canciones que ya eran hits en la calle como "La muerte", “La tienda de sombreros”, “Suin romanticón” y “Cou Cou” (original de Reinhardt). Con esta pieza desnuda, publicada de manera independiente como homenaje a la magia de lo acústico y al trabajo artesanal, el llamado Mesié se convirtió en un microfenómeno de masas que hoy sigue viviendo de los frutos de aquel cancionero mágico y transversal, coreado por niños y sus padres, jazzeros exigentes y fieles de emisoras comerciales.

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8. Meridian Brothers - Desesperanza (Soundway, 2012)

Es difícil escoger un sólo disco cuando un grupo tiene la puntería que ha tenido Meridian Brothers; sin embargo, Desesperanza de 2012 es el elegido porque marcó el futuro de la banda. Y esta banda, el de la vertiente musical más absurda del trópico. Responsable por la composición, la producción, la interpretación de todos los instrumentos y la grabación, este es el disco que puso a Eblis Álvarez en el mapa como uno de los músicos más innovadores del planeta. Y sí, puede que a los salseros de pura cepa este album les resulte un ultraje contra su tradición, pero en esta pieza, grabada en los Estudios Isaac Newton de Teusaquillo, en Bogotá, el experimento del científico se oye redondo: aquí, Álvarez toma la salsa, la descompone, entiende a fondo la mecánica de su sabor, los elementos de su lamento y de su pregón, para reconfigurarla en clave de caricatura. En este cancionero esquizofrénico y derretido, desde "Salsa caliente" hasta "La salsa del zombie", el pueblo es una mueca tragicómica. La risa de un loco. Un retrato, por demás acertado, de una patria grande y carente, desde hace años, de referentes que la describan como lo que es. En este caso, como el baile chueco de unos patriotas borrachos hasta la madre.

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7. Pernett - Música para pick up (Sony Music, 2004)

Empezando la década del 2000, apareció en la escena bogotana un barranquillero de afro que proponía una fusión entre la música folclórica caribe y la electrónica. En 2004, el dueño de ese afro presentaba un primer EP de cinco canciones que juntaba el Carnaval de Barranquilla, la verbena y el picó, con la cultura del soundsystem y el rave. Y era de esperarse, teniendo en cuenta que este hombre creció entre los cantos de cumbia y merecumbé de su tía abuela Carmencita Pernett, Cipote Garabato, la comparsa carnavalera liderada por su papá, los discos de The KLF, "Pump Up The Jam" y las músicas de videojuegos. Música para pick up trajo consigo la sabrosura de un cumbión sabanero-electrónico bien suavecito con “Dos para Elizabeth”, un himno para alegrar la vida con “Hoy es mañana”, un tema dedicado para festejar el carnaval de nombre homónimo, “Carnaval”, y dos cañonazos indiscutibles: el dub coletero de “The Caribbean Raver”, más conocido como "Óptimo Positivo", y la más coleta aún “Huele a maricachafa”. Un EP que concentra su groove en los tambores y que marcó la historia de la música de la región para siempre. ¡Bacanería total por parte de un mago cuyo mejor truco fue el de anticiparse al futuro y trazar el camino para lo que vino después.

*** 6. Aterciopelados - Gozo poderoso (Ariola, 2000)

Publicado en pleno cambio de siglo, el Gozo Poderoso es, como resulta habitual en los Atercios, un trabajo visionario. Uno de los primeros discos del yagé (“gozo poderoso” se refiere al ritual medicinal indígena), se trata de un testimonio sonoro cosmonáutico que aborda temáticas como el anticolonialismo, los misterios del Universo y el poder del amor como energía de vida, con una producción electrónica de ruptura que, en pleno Y2K (mismo año del Kid A de Radiohead y el Bocanada de Cerati, plena transición del rock al beat), ya pisaba terrenos champeteros (“Esmeralda”), cumbiamberos (“La misma tijera”) y desde todo punto de vista alucinados, sonando contemporáneo y vigente aún hoy, quince años después de haber sido concebido. Con este trabajo, que fue grabado por ellos mismos en casa de Héctor, ganó un Grammy Latino y les mereció el rimbombante título de tercera mejor agrupación del mundo por parte de la revista Time, Héctor y Andrea abrieron el telón de los dosmiles en el país, anticipándose a un tiempo de profunda psicodelia, intensos intercambios entre lo ancestral y lo moderno, y una voz claramente militante frente a los problemas evidentes de un país en guerra y un mundo en crisis. ¡Poderosísimo!

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*** 5. Systema Solar - Systema Solar (Independiente, 2009)

En la ya clásica Sin oficio, Systema Solar canta acerca desempleo, arrojando hacia el final, en su clásico tono budista-champetúo, su célebre sentencia “¡La cuestión es ser feliz!”. Y sí. Frente a una sociedad hostil, autoritaria y destructiva que parece conspirar para joder al hombre común, esta constelación, nacida de la unión accidental entre siete planetas de orígenes y escuelas culturales distintas, desde el hip hop y la champeta hasta la música electrónica y el activismo, encarna el puro clímax de la ciencia ficción del caribe: un carnaval trópico futurista en el que la máxima expresión de resistencia, es la sonrisa. Lanzado en 2009, su debut homónimo Systema Solar (2009) los llevó a alturas insospechadas, desde Rock al Parque hasta Glastonbury, gracias a himnos instantáneos como "Bienvenidos", "Mi Kolombia" o "¿Quién es el patrón?", con un sonido que está a medio camino entre el rave y la verbena, el hip hop y la champeta, y un approach único en producción con samples de cumbia vieja escuela mezclados con feroces beats y scratches tornamesistas que rasguñan flautas de millo: una trama musical poderosa coronada por voces que protestan con ingenio y vacile acerca de situaciones cotidianas como no tener un peso, viajar con pasaporte colombiano o contaminar el planeta. Con su primer trabajo discográfico, Vanessa, Juan Carlos, Dani, John Pri, Andrews, Corpas y Walter aparecieron en escena, cual superhéroes, para traernos la fuerza transformadora de su místico picó y recordarnos que nuestra arma más poderosa es y siempre será la alegría.

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4. Chocquibtown - Somos Pacífico (Polen Records, 2006)

Antes de “Cuando te veo” e incluso de “De dónde vengo yo”, estuvo este álbum, un tesoro de la costa olvidada de Colombia que arremetía contra el desdén con el que el resto del país la trataba… y aún la trata. ¿Exageramos en calificar así a un trabajo discográfico? La respuesta la tienen sus propios autores, Goyo, su hermano Slow y Tostao, quienes asumieron la tarea no de escribir hits, sino auténticos himnos, canciones que hoy corean de memoria (en estricto orden de reivindicación) una etnia, una región, una generación y un país. Y es sorprendente cómo se logró esa hazaña: el álbum debut de Chocquibtown, una receta parcialmente repetida por sus siguientes producciones, es una curaduría de expresiones culturales del Pacífico contemporáneo, donde uno a uno se suceden currulaos, bundes, alabaos y chirimías, mientras como oyentes creemos escuchar un disco de hip hop; una dosis de sabrosura mientras por debajo de cuerda, al fondo de un entramado de beat y marimba, recibimos una lección solemne sobre la herencia folclórica afrocolombiana. Detrás de la producción del disco estuvo Iván Benavides.

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3. Velandia y la Tigra - Oh porno! (Cinechichera, 2010)

Luego de dos álbumes que captaron la atención del circuito crítico local, Once Rasqas (2007) y Superzencillo (2009), los tripulantes que habían acompañado hasta el momento a Edson Velandia decidieron exiliarse de su Tigra, que para entonces ya estaba adquiriendo estatus de culto en la nacional alternativa. Entonces Velandia se levantó de sus cenizas y reclutó a unos muchachitos con potencial de peligro, los embrujó en su rasqa y los montó en su clímax. Sería el único disco que grabarían los cuatro juntos, Edson acompañado por Henry Rincón en la batería, Daniel Bayona en el bajo y "El León" Pardo en la trompeta, aquella Tigra de segunda generación que vivió y murió rápido y cuyo rugido es hoy motivo de leyenda. De verbo malhablado, erótica pueblerina y atmósfera apocalíptica, el álbum es una comedia negra y surrealista sobre el puro porno entre hombres que son burros. Un comentario lapidario sobre lo bestias que somos, básicamente. En él, guitarras furiosas se chocan con redobles y trompetas de feria municipal, entre alientos fúnebres, orgasmos decadentes y verborreas procedentes de todo tipo de visiones y pesadillas. Suena como al ruido de un pueblo medio Macondo llamado Piedecuesta, hogar de alucinados como El Negro Navas, una suerte de Basquiat santandereano a quien su amigo Edson saluda en dos ocasiones desde el disco, y cuentachistes como su padre, un excampeón nacional de Sábados Felices quien a propósito participa en el álbum con varios números de perifoneo, haciendo de una especie de profeta bipolar del final de los días. Irrefutable y lascivo, el disco trae canciones como "El profesor Miguernica", la caricatura de un docente que abusa de sus alumnos de las maneras más pasadas (y graciosas) posibles; el "Tons qué", que deforma hasta el irrespeto el "So What" de Miles Davis; y por supuesto, "Naranjas", una nocturna voluptuosa que narra la historia de un coito dentro de un coito. Transmitido en directo desde Piedecuesta a través de La Jodencia, "la emisora de la independización", el Oh. Porno! fue lanzado por esta pandilla en una gira legendaria que los llevó desde Santander hasta La Patagonia en un viaje legendario hacia el fondo de la rasqa durante cuatro meses.

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2. Sidestepper - In Beats We Trust (Palm Pictures, 2003)

Las exploraciones del trío Blair-Ocampo-Benavides ya habían probado ser exitosas. Se trataba, finalmente, del mismo equipo técnico detrás de la única ola de pop colombiano vigente hasta el momento, al ser el triángulo arquitecto de la obra que partió el juego en dos, La Tierra del Olvido, de quien Carlos Vives se suele llevar el crédito. Tiempo después de esto, e incluso mucho tiempo después de los días de El Bloque de Búsqueda y de Real World, los tres amigos se juntan en un apartamento de la 32 con 17, en Teusaquillo (el mismo en el que se dañó el baño, para los entendidos), "para jugar", según ellos. En el camino crean un soundsystem espontáneo que se convierte también en la universidad para una nueva generación de música colombiana: de allí vienen Pernett, Goyo y Kike Egurrola. Y al que también invitaron a Janio Coronado de Alquimia, a Eka Muñoz y de vez en cuando Andrea Echeverri. En este disco, pues, después de algunos cañonazos previos como More Grip (2000), se resuelve de la manera más efectiva la primera ecuación de electrónica made in Colombia en forma de cancionero para cantar y bailar en el mundo entero y en colectivo. La clave del tambor de cuero se junta finalmente el beat, el pregón con el coro, el experimento con la pista. Con temas como "Más papaya", "Deja" y "Aunque me duela la vida", este es el disco definitivo de la nave madre. Certerísimo.

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1. Bomba Estéreo - Estalla (Polen Records, 2009)

Era algo que eventualmente iba a pasar. La pregunta, era cuándo. En el Estalla, Simón Mejía, un discípulo ferviente de la escena, obseso de las vanguardias musicales colombianas desde el rock hasta la tropicalia, se junta con Felipe Álvarez de Polen Records, quien ya había trabajado con nombres como Shakira, Calle 13 y Pernett, y el socio de este último, el precoz Julián Salázar –quien más adelante se convertiría en parte de la tripulación–, para concretar una fórmula ganadora: llevar al pop ciertas estéticas marginales colombianas, como la cumbia electrónica y la champeta digital, a las que les había llegado su momento como fuerza alternativa. Un proyecto transversal, además, frenteado por una samaria magnética llamada Li Saumet, única por su capacidad de encarnar desde su cuerpo este concepto, al entender tanto el picó, el carnaval y la tradición de las cantaoras como el underground de las capitales. Entonces se encerraron en el estudio e hicieron un album gigantesco al que bautizaron de manera premonitoria. El mismo que detonó en la cara del mundo entero durante los años siguientes. El mayor logro de este disco, entonces, es justo ese: ser una perfecta síntesis cultural de un momento y un lugar. Pero más allá de concepto o de la necesidad generacional, sobre todo, está el poder de sus canciones. La magia de temas como "La boquilla", "Feelin'", "La niña rica" o "Agua sala", que ya se habían desarrollado en vivo antes de grabarse y tenían asegurada su efectividad a la hora del baile. Complementado en vivo en los tambores por Kike Egurrola, ex Pernett, ex Sidestepper y ex alumno del maestro palenquero Batata, el "Fuego" no tardó en propagarse y desde entonces ha sido la fundación de la banda más caliente del continente. Este fue el disco que hizo las veces de portal al dilatar el oído de muchos hacia los sonidos de esta esquina, para algunos incluso la suya propia. Después del Estalla, vino una fiebre para la que aún no hay medicina. ***