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Música

Que cancelen a un artista porque Rock al Parque es “apolítico” es pura mierda

OPINIÓN// "¿Pero en serio? ¿Podría haber salido tan mal como para pensar que era un factor de orden público que terminaría en gases lacrimógenos?"

Durante 2009, en el éxtasis de Mariposa Tecnicolor, en pleno cierre de Rock al Parque, Fito Páez gritaba a todo pulmón (con ayuda del micrófono): "¡Y a Honduras la queremos libre, carajo!". El cantante argentino se refería al reciente golpe de Estado en el país centroamericano en donde se depuso al presidente de turno, Manuel Zelaya. El público en el Parque Simóm Bolívar, lo recuerdo, estalló en júbilo democrático y la canción terminó y con ella la edición 15 del Festival gratuito más grande del continente. Ocho años después, los organizadores y fundadores del festival, aseguran sin sonrojo ni pudor, que Rock al Parque siempre ha sido un festival apolítico.

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Y la razón se debe a la reciente controversia de Idartes, organizadores del Festival, por haber cancelado la participación del metalero venezolano (y declarado chavista) Paul Gillman. Una vez anunciada su participación en la edición de este año hubo algunos (en especial el fundador del festival, Julio Correal) que protestaron por la presencia de Gillman en Rock al Parque.

No les parecía adecuado que alguien que apoya abiertamente el régimen de Maduro se subiera al escenario de rock dada la situación actual de Venezuela.

La presión por redes sociales en contra de la participación de Gillman en el Festival cumplió su cometido y el viernes 12 de mayo la directora de Idartes Juliana Restrepo grabó un video/ comunicado de prensa en el que decía que, en vista de la campaña de desprestigio de los últimos días (que ponían en riesgo la logística y la seguridad del Festival y por lo tanto a los diferentes públicos multitudinarios que asisten a él), y teniendo en cuenta que se trata de un factor de orden público, concluyó Restrepo, tomaron la decisión de aplazar la partición de Gillam en el Festival.

Es cierto que unas 40 personas se reunieron en un grupo en Facebook para convocar un boicot el día de la presentación de Gillman. Y era posible, de todas formas, que su protesta se les saliera un poco de las manos. ¿Pero en serio? ¿Podría haber salido tan mal como para pensar que era un factor de orden público que terminaría en gases lacrimógenos?

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¿A qué se refiere la directora con eso?¿A qué se refiere Restrepo? ¿Lo policías iban a ser incapaces de contener las rechiflas contra el artista venezolano? ¿Cuándo en la historia del Festival la posición política de una banda había provocado "factores de órden público"? ¿Cuándo había sido esa una razón para no invitar al artista al festival, como Manu Chau, por ejemplo?

La directora de Idartes está en todo su derecho de invitar o aplazar o cancelar la participación de un artista en el Festival. Pero no puede decir –porque queda feo, porque supone tratarnos al resto de los mortales como idiotas– decir que el artista ha sido cancelado del cartel del Festival por razones de orden público cuando no es el caso, cuando la cancelación de Gillman se debe a razones políticas.

1996, La Pestilencia, Rock al Parque. "Un saludo, Bogotá. Vamos a decirles a los que están cuidando este sitio, que no los vemos cerca pero por ahí están: ¡Cerdos! Y, como siempre, mesurados. [Y el público responde al unísono: hijuputas, hijuputas, hijuputas, hijuputas. Y Así.]

Julio Correal, fundador del Festival, tiene derecho a que no le guste Maduro. Tiene derecho a decir que la suya es una dictadura. Incluso (suponiendo que esas sean las funciones del fundador del evento) tiene derecho a vetar la participación de un artista por su simpatía con el régimen de Venezuela. Lo que no puede decir —porque queda feo, porque supone tratarnos al resto de los mortales como ilusos, como idiotas— es cubrir esa decisión (y esa posición) bajo el manto de lo apolítico. "El festival nunca ha tenido una tendencia política. Ni siquiera se ha subido ningún alcalde (a la tarima), ni de derecha ni de izquierda, ni nada", dijo Correal en declaraciones para El Tiempo.

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2003, Manu Chao, Rock al Parque: "Vamos a dedicar esta canción, desgraciadamente, como cada noche, al hombre más peligroso del planeta, al hombre más peligroso del futuro de todos nuestros hijos: el presidente de Estados Unidos, George Bush. No se puede combatir la violencia con violencia. La violencia se combate con educación, cultura, mejor repartición del dinero. ¡Ahí te va!".

Que un alcalde de izquierda o derecha se suba a una tarima no hace más o menos político un festival de música, eso se llama proselitismo. Un festival (de música, de arte, de cine) se hace político cuando pone a circular discursos, posiciones, perspectivas del mundo entre los artistas y los asistentes. Es político cuando en el festival un cantante habla sobre los toros y sobre el aborto y no todos los asistentes lo aplauden. Cuando critica al gobierno. O cuando aplaude a un partido: como… Dr. Krápula, por ejemplo, que ha estado en el Festival.

Es político cuando no todos comparten la posición del que tiene el micrófono en mano. Cuando se pone en conflicto (y de manifiesto) la inevitable tensión entre dos puntos de vista antagónicos y aparentemente irreconciliables de una sociedad. En ese sentido, y con todo el respeto de los caudillos liberales de antaño, este festival —gratuito, a mucho honor, desde sus inicios— es definitivamente más político que una concentración en plaza pública del candidato a gobernador de turno. A nadie le regalan lechona en Rock al Parque. Lo que es gratis es la música.

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Señalar al otro con el dedo y acusarlo de promover un discurso político o ideológico es un acto tan (o más) político que aquel discurso que intenta denunciar. Y más peligroso. Porque se cubre con el manto de la neutralidad y se refugia bajo la sacro santa idea de lo apolítico. Denunciar a alguien por ser político es la nueva forma de la ideología. Es como si un alcalde gana unas elecciones democráticas (procedimiento político) acusando a sus contrincantes de ser demasiado políticos y muy poco gerentes. Una ciudad, diría el hipotético Alcalde, hay que saberla administrar.

Esto es lo que ha probado el escándalo del músico chavista que fue des invitado al Festival. Probó que el cartel de Rock al Parque se arma según criterios de presupuesto, de calidad artística, sí, pero también según la visión de ciertos organizadores sobre lo que es una dictadura, lo que es una democracia y lo que es la política. Quien no cumpla este parámetro quedará por fuera de tarima.

2016, Gustavo Cordera, Rock al Parque: "Yo quiero decirles algo al respecto [del proceso de paz]: mientras haya militares en las calles, mientras haya gente muriéndose de hambre, mientras haya corporaciones que traen veneno para nuestra selva y se apoderan de las selva, y se apoderan de nuestros ríos, mientas haya un gobierno neoliberal, en Latinoamérica no va a ser posible la paz. Eso es lo que creo".

Se parece mucho, y creo que por eso es importante esta controversia, a lo que pasó en este país hará unos 60 años, cuando unos tipos, encerrados en un salón, dijeron quiénes eran sujetos políticos legítimos (y quiénes no).

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Rock al Parque siempre fue un festival político. No porque lo apoyara en su momento Mockus o Petro o Moreno o Garzón. Ni porque los organizadores (y fundadores) estuvieran a favor o en contra de los regímenes políticos de la región, eso es nuevo. Nació como un festival político porque desde el comienzo reunía la rabia distinta de esos jóvenes noventeros y la articulaba en distintos discursos, en música y en gritos. En distintas canciones, en distintos bailes con los que no todos los asistentes estaban de acuerdo. Y, aun así, seguían yendo. Como decía una de las asistentes a la primera edición del festival, 1995: "es una forma de expresar lo que sentimos, la rabia hacia el sistema".

2014, Molotov, Rock al Parque: "Este es un tema que nos concierne a todos, habla de nuestros gobiernos que son una mierda embarrados en un pinche palo".

Pero no se trata de una simple queja, de un simple grito de rabia: de manera desapercibida y por agache, Rock al Parque, acuñó uno de los términos más significativos para este país que se desliza por la cuerda floja hacia las tierras desconocidas del posconflicto. Durante años, los afiches y la voz que anunciaba el festival iban acompañados del eslogan "Rock al Parque: Convivencia extrema". Donde en un mismo espacio con-vivían (con-viven) punkeros, raperos, metachos, rastas, skinheads, antitaurinos, vegetarianos, feministas, fachos, gomelos, mamertos, taurinos, hippies, cuchos, jóvenes, góticos, rudos, cristianos, uribistas, no tan rudos.

El festival es una política pública del distrito y fue declarado patrimonio cultural por el Consejo de la ciudad. Oiga se bien: po-lí-ti-ca pú-bli-ca. (Y por si se ha perdido el sentido de esa palabra y ya no entendemos el significado de política –porque lo que enseñan en las facultades de ciencia política se parece más a la gerencia y la administración y el rendimiento; porque cada vez más nos quieren hacer creer que la política es gestión y MBAs-, el término alude a lo común, a lo que nos pertenece a todos por derecho y por deber).

El señor Correal y la señora Restrepo están en su derecho de no simpatizar con la postura de un metalero abiertamente chavista, incluso pueden vetar su participación en el festival: el uno con campaña por redes sociales, la otra como directora de Idartes. Pero hacen mal en decir que esa decisión –la de cancelar la presentación de un músico por sus inclinaciones políticas- es una decisión que responde a la tradición apolítica del festival, cuando se trata precisamente de lo contrario. Lo grave no es que tomen la decisión, sino que la camuflen.

2000, Ultrágeno, Rock al Parque. "Señoras y señores, el año 2000 se nos acaba, ¿qué vamos a hacer con este siglo? ¿Qué vamos a hacer pa crecer y no quedarse? No sé si han dado cuenta, pero aquí (dice señalando el público, la tarima, el festival mismo) no sucede una guerra y nosotros sí somos un ejército. Así que si quisiéramos cambiar algo, podríamos. ¡Oe, un grito por la tribu unida!"