Petronio Álvarez 2017: una oda a la resistencia y alegría de la raza negra
Todas las fotos por Carlos A. Mazorra Ortíz |Noisey Colombia

FYI.

This story is over 5 years old.

Música

Petronio Álvarez 2017: una oda a la resistencia y alegría de la raza negra

Hablemos de lo que pasó este fin de semana en Cali y de la celebración más importante del Pacífico negro colombiano.

"¡Este es el mejor festival del año!" me dijo eufórico Jaime, nuestro camarógrafo de VICE.

"Esta es la celebración que une dos pueblos hermanos en una misma ciudad", aseguró el maestro de la música del Pacífico Hugo Candelario.

"El Petronio es una invitación, una ventana a que la gente conozca el Pacífico Colombiano y su vida diaria, cultura, tradiciones y principalmente su música", comentó la cantaora timbiquireña Nidia Góngora.

Publicidad

"Esta es la celebración de la historia alegre de un pueblo del que siempre se ha contado su historia triste", dijo en pleno remate Natalia, una amiga y colega de la vida.

El Petronio es eso y más. Un festival único, una celebración que a través de los años ha crecido en tamaño, al punto que ha cambiado su sede al menos tres veces en la última década para albergar no solo a los hijos de Timbiquí, Guapi, Nariño, Chocó, Buenaventura, sino también a cientos de hijos adoptivos venidos de Bogotá, Medellín, Francia, Holanda, Australia o Argentina. Esta migración continua al festival por extranjeros y que aumenta con los años, puede verse para muchos como un "atentado contra la tradición", refiriéndose a la pérdida de identidad de unas fiestas que originalmente se crearon para celebrar la historia del pueblo negro, sus tradiciones, su comida y su música, pero que a la vez son mejor recibidas por extranjeros que por los mismos colombianos que incluso ignoran o rechazan su existencia.

Foto por Carlos A. Mazorra Ortíz |Noisey Colombia

Otros, sin embargo, ven en este éxodo ascendente la posibilidad de crear una ventana necesaria al litoral Pacífico dando pequeñas, pero suculentas muestras de su magia, valiéndose en su gastronomía, música y hasta moda para contar la historia de este pueblo, sus riquezas y necesidades, al mismo tiempo que extiende la invitación a adentrarse en este surreal destino turístico. Es aquí donde bandas como Herencia de Timbiquí o el Grupo Bahía se han logrado dar a conocer a un público más amplio. Es también aquí donde visitantes de todo el mundo llegan a enamorarse de lugares que que van más allá del típico Medellín, Cartagena, Bogotá, San Andrés y Providencia o Barranquilla.

Publicidad

Por otro lado, no podemos desconocer la preocupación latente que existe con una posible privatización, idea que ha rondado en los últimos años, pues se perdería el sentido original del Petronio: la celebración del pueblo del Pacífico y el reconocimiento a su potente herencia cultural, por lo cual es necesario plantear este escenario como algo libre y separado de intereses económicos o políticos, sino como lo que debería ser, un patrimonio invaluable para la cultura afro que promueve el conocimiento de sus raíces en este espacio.


Lee también:


Durante cinco días un pequeño lugar al sur de Cali se convirtió en el epicentro del Pacífico, un escenario de celebración que no solo se trató del concierto de Herencia de Timbiquí o el de Choquibtown, que llenaron la Unidad Deportiva Alberto Galindo por completo. Tampoco se trató de las miles de botellas de Viche, Arrechón, Tumbacatre o Tomaseca que inundaron el evento en todas sus presentaciones y sabores. El Petronio Álvarez, nombrado así en honor a un músico y poeta clave para la escena musical del Pacífico, es un manifiesto, una celebración de la resistencia negra, de los gritos libertarios y las cotidianidades hechas canciones. Es la oportunidad de conocer el Pacífico y sus problemas, sus violencias, sus alegrías, su historia de lucha que hoy en día sigue viva.

Una celebración a la que diariamente se sumaron 70.000 personas, según datos de la Alcaldía de Cali.

Publicidad

Foto por Carlos A. Mazorra Ortíz |Noisey Colombia

Aquí se trata de entender que en cada puesto de comida hay una familia que viajó desde las profundidades del litoral para enseñarle a un gringo, un rolo, un caleño, un europeo, o un chocoano, la infinita magia con la que se hacen sus manjares. Se trata de entender que las bandas en tarima viajaron en chalupa durante horas para gritar: "no más funerales, no más guerras, no más violencia". Que dejemos de matarnos, que dejemos de matar el medio ambiente, que dejemos de odiarnos, que "el pueblo no se rinde carajo", como cantamos al unísono durante varias noches seguidas, recordando, algunos más que otros, el paro cívico que vivió Buenaventura a principio de este año para rechazar el olvido en el que los tiene el Gobierno Nacional.

Por lo tanto, esta también se vuelve la celebración que no olvida, un pueblo unido también por el dolor y el recuerdo, que, a través de bailes, arrullos y gritos le imprime un poco de ese pasado al gringo extasiado parado a su lado bailando, o a la rola que se puso por primera vez un turbante de flores en su cabeza. El cuerpo se convierte entonces en un territorio de resistencia, donde además lo importante, más allá del desorden, es también verse y reconocerse en el otro, identificarse con esa raza alegre pero olvidada, intercambiar, por un momento, saberes y experiencias y sobre todo respetar su tradición, no viéndola o suponiéndola como un algo exótico digno de una foto para el recuerdo y nada más.

Publicidad

Foto por Carlos A. Mazorra Ortíz |Noisey Colombia

Más allá del parrandón de cinco días para embriagarse en exceso de Viche y sus derivados y rematar en la decena de fiestas que activan la noche caleña, esta celebración trae consigo un poder de identidad, empoderamiento y transformación, donde incluso un Distrito como el de Aguablanca, uno de los más violentos del país, recibe en una cuadra de Ciudad Córdoba, uno de los barrios que hace parte de la zona, a un batallón de gente en medio de un pasillo de no más de un metro y medio de ancho. Allí, aquellos que llegan a rematar la fiesta en el Arrullo, se encuentran con una celebración donde la violencia es callada con bombos, marimbas y guasás, y al son de un trago de Viche cura'o se limpian demonios, se cantan 'Kileles', se repiten himnos del folclor ancestral y todo pasa a ser un gran ritual. Uno de dimensiones impresionantes. Uno donde esa población que siempre se nos muestra como relegada, olvidada, demacrada y rechazada, nos contagia su poder de resistencia además de hacernos partícipes de ese lado de su historia alegre, su goce y capacidad de lucha.

A los que estuvimos ahí, sintámonos orgullosos de lo que vivimos; a los que nunca han ido, háganlo y a los que se mueven para hacer esto posible, nunca dejen de hacerlo, porque de una u otra manera este festival nos recuerda el poder y potencial de nuestra gente del Pacífico.

*Los dejamos con esta galería de la pasada edición a cargo de Carlos A. Mazorra Ortíz.

Publicidad

Foto por Carlos A. Mazorra Ortíz |Noisey Colombia

Foto por Carlos A. Mazorra Ortíz |Noisey Colombia

Foto por Carlos A. Mazorra Ortíz |Noisey Colombia

Foto por Carlos A. Mazorra Ortíz |Noisey Colombia

Foto por Carlos A. Mazorra Ortíz |Noisey Colombia

Foto por Carlos A. Mazorra Ortíz |Noisey Colombia

Foto por Carlos A. Mazorra Ortíz |Noisey Colombia

Foto por Carlos A. Mazorra Ortíz |Noisey Colombia

Foto por Carlos A. Mazorra Ortíz |Noisey Colombia

Foto por Carlos A. Mazorra Ortíz |Noisey Colombia

Foto por Carlos A. Mazorra Ortíz |Noisey Colombia

Foto por Carlos A. Mazorra Ortíz |Noisey Colombia

Foto por Carlos A. Mazorra Ortíz |Noisey Colombia

Foto por Carlos A. Mazorra Ortíz |Noisey Colombia

Foto por Carlos A. Mazorra Ortíz |Noisey Colombia

***
Nuestro cubrimiento en el Petronio Álvarez fue posible gracias a la Alcaldía de Cali, la Secretaría de Cultura y el Hotel Spiwak.

Sigue a Noisey en Facebook.