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Música

El primer asalto de La Tromba Bacalao

Cocinada en salsa sabrosa y subterránea durante años, esta nueva banda bogotana promete hacer una maraca con tus premolares. Estrenamos su primer sencillo "Maicao".

“Hay un licuado musical que me viene pesando en la cabeza, me remueve el estómago y me saca del reposo en el que ni sabía que estaba”, me dijo cuando le pregunté qué le pasaba.

Juan Choneto Velásquez salía de las desinstalaciones de la Radio Choneta Nacional en busca de un jugo de Borojó para calmar sus repetidas afecciones bronquiales. Este autodenominado "comentarista musical", pues “esa vaina de la crítica le sabe a poco”, no estaba dando lata como de costumbre: no mezclaba apuntes sobre estructuras de canciones con estrategias de fútbol. Tampoco hacía analogías entre complejidades musical y enredos de faldas. Ni hablaba de los solos como derrames de materia gris.

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Él traía algo nuevo consigo. Algo lo había perturbado: sus ojos, salidos de sí, eufóricos y desorbitados, no paraban de decir “si supieras”. Estaba que se cantaba algún secreto. Como novela monológica, aunque es un tipo que siempre ha sido el protagonista de las historias de los otros, empezó a preguntarme y a responderse:

“Ven… acércate: ¿has oído a La Tromba Bacalao?”

No tuve tiempo de decir nada.

“Mira, es un tropel nuevo. Unos manes que andan licuando cumbia colombiana/villera/peruana/ecuatoriana. A eso le meten chandé con ese aire muy fiestero y carnavalero de la costa. También merecumbé, porro, la puya vallenata que te pica el espíritu y hasta música tropical para órgano. Todo acelerado con un tono rockero, psicodélico, con riffs medio punketos y a ratos hasta con su toque metalero…".

Se frotaba la cabeza con sus manos. La fricción era tan fuerte que podía ver cómo caían pelos con cada uno de sus movimientos.

“Los vi con mis ojos. Son seis tipejos. El guitarrista parece nórdico, con un candado prominente y una colita a lo David Beckham. Es un metalero tocando tropical. Los dedos van por esa guitarra a toda mierda, te lo digo. Cierra lo ojos y adiós. En los teclados está el Camarón, que no es de ninguna isla: un profesional del pogo tropical y del bailoteo que se manda una descarga en ese teclado y te abanica con un aire que te huele a Ray Manzarek, a Charlie Palmeri, a Polibio Mayorga. Un viaje absoluto…".

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“Hay un licuado musical que me viene pesando en la cabeza, me remueve el estómago y me saca del reposo en el que ni sabía que estaba”, me dijo cuando le pregunté qué le pasaba.



Juan Choneto Velásquez salía de las desinstalaciones de la Radio Choneta Nacional en busca de un jugo de Borojó para calmar sus repetidas afecciones bronquiales. Este autodenominado "comentarista musical", pues “esa vaina de la crítica le sabe a poco”, no estaba dando lata como de costumbre: no mezclaba apuntes sobre estructuras de canciones con estrategias de fútbol. Tampoco hacía analogías entre complejidades musical y enredos de faldas. Ni hablaba de los solos como derrames de materia gris.



Él traía algo nuevo consigo. Algo lo había perturbado: sus ojos, salidos de sí, eufóricos y desorbitados, no paraban de decir “si supieras”. Estaba que se cantaba algún secreto. Como novela monológica, aunque es un tipo que siempre ha sido el protagonista de las historias de los otros, empezó a preguntarme y a responderse:



“Ven... acércate: ¿has oído a La Tromba Bacalao?”



No tuve tiempo de decir nada.



“Mira, es un tropel nuevo. Unos manes que andan licuando cumbia colombiana/villera/peruana/ecuatoriana. A eso le meten chandé con ese aire muy fiestero y carnavalero de la costa. También merecumbé, porro, la puya vallenata que te pica el espíritu y hasta música tropical para órgano. Todo acelerado con un tono rockero, psicodélico, con riffs medio punketos y a ratos hasta con su toque metalero...".



Se frotaba la cabeza con sus manos. La fricción era tan fuerte que podía ver cómo caían pelos con cada uno de sus movimientos.





“Los vi con mis ojos. Son seis tipejos. El guitarrista parece nórdico, con un candado prominente y una colita a lo David Beckham. Es un metalero tocando tropical. Los dedos van por esa guitarra a toda mierda, te lo digo. Cierra lo ojos y adiós. En los teclados está el Camarón, que no es de ninguna isla: un profesional del pogo tropical y del bailoteo que se manda una descarga en ese teclado y te abanica con un aire que te huele a Ray Manzarek, a Charlie Palmeri, a Polibio Mayorga. Un viaje absoluto...".





Antes de seguir, se remangó su camisa azul oscuro con puntos naranjas, decorada en algunas partes con manchas de tinto y con marcados pliegues en lugares incorrectos debido al mal planchado.





“El bajista es un busca forcha que le mete a su instrumento un beat más pesado, rockero, le da esa base potente y más agreste al ritmo. Su toque no cumple las reglas de un bajo tropical, y así es que engancha, porque se pasea libre. Y el batero… ese man agarra esos tarros y vuelve el sonido un cholado completo: un raspado con toque fiestero que, mezclado con varios sabores agrios de golpes rápidos, genera una total disociación cerebral al verlo...”.



Parecía que mientras hablaba iba a estallar, o a bailar, o desmayarse en cualquier momento. Empezó a remangarse los pantalones hasta la pantorrilla, mientras daba pequeños saltos rítmicos, primero con el pie derecho y luego con el izquierdo.





“Y un tipo que con los timbales monta todo el andamiaje de un régimen del sabor. Un rockero que se fue a la cuna de ese género para terminar obsesionándose con la cumbia. Se agarra de todo lo que lo rodea y tiene como referente tanto a Nicky Marrero, leyenda de la Fania, como a Alexis Durán, maestro colombiano a cargo de la banda municipal de Zapatoca, Santander. Y que no se me olvide el cachaco más costeño: el

frontman

de la banda. Un conocedor de la lírica de los juglares. Con guacharaca en mano recuerda la importancia del pecado y de la mentira para contar la verdad. O para contar la mentira. Un blasfemo víctima de su propio invento, creador de un personaje que lo domina. El pobre ya no está seguro de quién es él...”.



Dejó los saltos y buscó dónde sentarse. Sobre un bolardo, intentando retomar la calma, se prendió un cigarrillo y con tono de quien acaba de tener un orgasmo prosiguió:



“Toda esta vaina para decirte que algo nuevo acaba de ser parido y se llama así: La Tromba Bacalao. Un licuado que bautizo como la chonetera, el pogo tropical perfecto para sacudir a tu media naranja, que ya está listo y empacado para que el público lo disfrute”.



Y en fin. La Tromba Bacalao estará lanzando su EP debut, homónimo, en Matik-Matik este 23 de octubre. El costo de entrada será de 12 barras incluyendo el CD. Y para que vayan calentando, aquí les va el primer disparo de esta tromba. Un menjurje hasta bravo que te va a poner la nalga a palpitar como camarón.



Con ustedes “Maicao”, el primer asalto de La Tromba Bacalao:


***

Si quieren seguir a la Tromba hagan click aquí. Más información sobre el evento por acá.

Antes de seguir, se remangó su camisa azul oscuro con puntos naranjas, decorada en algunas partes con manchas de tinto y con marcados pliegues en lugares incorrectos debido al mal planchado.



“Hay un licuado musical que me viene pesando en la cabeza, me remueve el estómago y me saca del reposo en el que ni sabía que estaba”, me dijo cuando le pregunté qué le pasaba.



Juan Choneto Velásquez salía de las desinstalaciones de la Radio Choneta Nacional en busca de un jugo de Borojó para calmar sus repetidas afecciones bronquiales. Este autodenominado "comentarista musical", pues “esa vaina de la crítica le sabe a poco”, no estaba dando lata como de costumbre: no mezclaba apuntes sobre estructuras de canciones con estrategias de fútbol. Tampoco hacía analogías entre complejidades musical y enredos de faldas. Ni hablaba de los solos como derrames de materia gris.



Él traía algo nuevo consigo. Algo lo había perturbado: sus ojos, salidos de sí, eufóricos y desorbitados, no paraban de decir “si supieras”. Estaba que se cantaba algún secreto. Como novela monológica, aunque es un tipo que siempre ha sido el protagonista de las historias de los otros, empezó a preguntarme y a responderse:



“Ven... acércate: ¿has oído a La Tromba Bacalao?”



No tuve tiempo de decir nada.



“Mira, es un tropel nuevo. Unos manes que andan licuando cumbia colombiana/villera/peruana/ecuatoriana. A eso le meten chandé con ese aire muy fiestero y carnavalero de la costa. También merecumbé, porro, la puya vallenata que te pica el espíritu y hasta música tropical para órgano. Todo acelerado con un tono rockero, psicodélico, con riffs medio punketos y a ratos hasta con su toque metalero...".



Se frotaba la cabeza con sus manos. La fricción era tan fuerte que podía ver cómo caían pelos con cada uno de sus movimientos.





“Los vi con mis ojos. Son seis tipejos. El guitarrista parece nórdico, con un candado prominente y una colita a lo David Beckham. Es un metalero tocando tropical. Los dedos van por esa guitarra a toda mierda, te lo digo. Cierra lo ojos y adiós. En los teclados está el Camarón, que no es de ninguna isla: un profesional del pogo tropical y del bailoteo que se manda una descarga en ese teclado y te abanica con un aire que te huele a Ray Manzarek, a Charlie Palmeri, a Polibio Mayorga. Un viaje absoluto...".





Antes de seguir, se remangó su camisa azul oscuro con puntos naranjas, decorada en algunas partes con manchas de tinto y con marcados pliegues en lugares incorrectos debido al mal planchado.





“El bajista es un busca forcha que le mete a su instrumento un beat más pesado, rockero, le da esa base potente y más agreste al ritmo. Su toque no cumple las reglas de un bajo tropical, y así es que engancha, porque se pasea libre. Y el batero… ese man agarra esos tarros y vuelve el sonido un cholado completo: un raspado con toque fiestero que, mezclado con varios sabores agrios de golpes rápidos, genera una total disociación cerebral al verlo...”.



Parecía que mientras hablaba iba a estallar, o a bailar, o desmayarse en cualquier momento. Empezó a remangarse los pantalones hasta la pantorrilla, mientras daba pequeños saltos rítmicos, primero con el pie derecho y luego con el izquierdo.





“Y un tipo que con los timbales monta todo el andamiaje de un régimen del sabor. Un rockero que se fue a la cuna de ese género para terminar obsesionándose con la cumbia. Se agarra de todo lo que lo rodea y tiene como referente tanto a Nicky Marrero, leyenda de la Fania, como a Alexis Durán, maestro colombiano a cargo de la banda municipal de Zapatoca, Santander. Y que no se me olvide el cachaco más costeño: el

frontman

de la banda. Un conocedor de la lírica de los juglares. Con guacharaca en mano recuerda la importancia del pecado y de la mentira para contar la verdad. O para contar la mentira. Un blasfemo víctima de su propio invento, creador de un personaje que lo domina. El pobre ya no está seguro de quién es él...”.



Dejó los saltos y buscó dónde sentarse. Sobre un bolardo, intentando retomar la calma, se prendió un cigarrillo y con tono de quien acaba de tener un orgasmo prosiguió:



“Toda esta vaina para decirte que algo nuevo acaba de ser parido y se llama así: La Tromba Bacalao. Un licuado que bautizo como la chonetera, el pogo tropical perfecto para sacudir a tu media naranja, que ya está listo y empacado para que el público lo disfrute”.



Y en fin. La Tromba Bacalao estará lanzando su EP debut, homónimo, en Matik-Matik este 23 de octubre. El costo de entrada será de 12 barras incluyendo el CD. Y para que vayan calentando, aquí les va el primer disparo de esta tromba. Un menjurje hasta bravo que te va a poner la nalga a palpitar como camarón.



Con ustedes “Maicao”, el primer asalto de La Tromba Bacalao:


***

Si quieren seguir a la Tromba hagan click aquí. Más información sobre el evento por acá.

“El bajista es un busca forcha que le mete a su instrumento un beat más pesado, rockero, le da esa base potente y más agreste al ritmo. Su toque no cumple las reglas de un bajo tropical, y así es que engancha, porque se pasea libre. Y el batero… ese man agarra esos tarros y vuelve el sonido un cholado completo: un raspado con toque fiestero que, mezclado con varios sabores agrios de golpes rápidos, genera una total disociación cerebral al verlo…”.



“Hay un licuado musical que me viene pesando en la cabeza, me remueve el estómago y me saca del reposo en el que ni sabía que estaba”, me dijo cuando le pregunté qué le pasaba.



Juan Choneto Velásquez salía de las desinstalaciones de la Radio Choneta Nacional en busca de un jugo de Borojó para calmar sus repetidas afecciones bronquiales. Este autodenominado "comentarista musical", pues “esa vaina de la crítica le sabe a poco”, no estaba dando lata como de costumbre: no mezclaba apuntes sobre estructuras de canciones con estrategias de fútbol. Tampoco hacía analogías entre complejidades musical y enredos de faldas. Ni hablaba de los solos como derrames de materia gris.



Él traía algo nuevo consigo. Algo lo había perturbado: sus ojos, salidos de sí, eufóricos y desorbitados, no paraban de decir “si supieras”. Estaba que se cantaba algún secreto. Como novela monológica, aunque es un tipo que siempre ha sido el protagonista de las historias de los otros, empezó a preguntarme y a responderse:



“Ven... acércate: ¿has oído a La Tromba Bacalao?”



No tuve tiempo de decir nada.



“Mira, es un tropel nuevo. Unos manes que andan licuando cumbia colombiana/villera/peruana/ecuatoriana. A eso le meten chandé con ese aire muy fiestero y carnavalero de la costa. También merecumbé, porro, la puya vallenata que te pica el espíritu y hasta música tropical para órgano. Todo acelerado con un tono rockero, psicodélico, con riffs medio punketos y a ratos hasta con su toque metalero...".



Se frotaba la cabeza con sus manos. La fricción era tan fuerte que podía ver cómo caían pelos con cada uno de sus movimientos.





“Los vi con mis ojos. Son seis tipejos. El guitarrista parece nórdico, con un candado prominente y una colita a lo David Beckham. Es un metalero tocando tropical. Los dedos van por esa guitarra a toda mierda, te lo digo. Cierra lo ojos y adiós. En los teclados está el Camarón, que no es de ninguna isla: un profesional del pogo tropical y del bailoteo que se manda una descarga en ese teclado y te abanica con un aire que te huele a Ray Manzarek, a Charlie Palmeri, a Polibio Mayorga. Un viaje absoluto...".





Antes de seguir, se remangó su camisa azul oscuro con puntos naranjas, decorada en algunas partes con manchas de tinto y con marcados pliegues en lugares incorrectos debido al mal planchado.





“El bajista es un busca forcha que le mete a su instrumento un beat más pesado, rockero, le da esa base potente y más agreste al ritmo. Su toque no cumple las reglas de un bajo tropical, y así es que engancha, porque se pasea libre. Y el batero… ese man agarra esos tarros y vuelve el sonido un cholado completo: un raspado con toque fiestero que, mezclado con varios sabores agrios de golpes rápidos, genera una total disociación cerebral al verlo...”.



Parecía que mientras hablaba iba a estallar, o a bailar, o desmayarse en cualquier momento. Empezó a remangarse los pantalones hasta la pantorrilla, mientras daba pequeños saltos rítmicos, primero con el pie derecho y luego con el izquierdo.





“Y un tipo que con los timbales monta todo el andamiaje de un régimen del sabor. Un rockero que se fue a la cuna de ese género para terminar obsesionándose con la cumbia. Se agarra de todo lo que lo rodea y tiene como referente tanto a Nicky Marrero, leyenda de la Fania, como a Alexis Durán, maestro colombiano a cargo de la banda municipal de Zapatoca, Santander. Y que no se me olvide el cachaco más costeño: el

frontman

de la banda. Un conocedor de la lírica de los juglares. Con guacharaca en mano recuerda la importancia del pecado y de la mentira para contar la verdad. O para contar la mentira. Un blasfemo víctima de su propio invento, creador de un personaje que lo domina. El pobre ya no está seguro de quién es él...”.



Dejó los saltos y buscó dónde sentarse. Sobre un bolardo, intentando retomar la calma, se prendió un cigarrillo y con tono de quien acaba de tener un orgasmo prosiguió:



“Toda esta vaina para decirte que algo nuevo acaba de ser parido y se llama así: La Tromba Bacalao. Un licuado que bautizo como la chonetera, el pogo tropical perfecto para sacudir a tu media naranja, que ya está listo y empacado para que el público lo disfrute”.



Y en fin. La Tromba Bacalao estará lanzando su EP debut, homónimo, en Matik-Matik este 23 de octubre. El costo de entrada será de 12 barras incluyendo el CD. Y para que vayan calentando, aquí les va el primer disparo de esta tromba. Un menjurje hasta bravo que te va a poner la nalga a palpitar como camarón.



Con ustedes “Maicao”, el primer asalto de La Tromba Bacalao:


***

Si quieren seguir a la Tromba hagan click aquí. Más información sobre el evento por acá.

Parecía que mientras hablaba iba a estallar, o a bailar, o desmayarse en cualquier momento. Empezó a remangarse los pantalones hasta la pantorrilla, mientras daba pequeños saltos rítmicos, primero con el pie derecho y luego con el izquierdo.

“Y un tipo que con los timbales monta todo el andamiaje de un régimen del sabor. Un rockero que se fue a la cuna de ese género para terminar obsesionándose con la cumbia. Se agarra de todo lo que lo rodea y tiene como referente tanto a Nicky Marrero, leyenda de la Fania, como a Alexis Durán, maestro colombiano a cargo de la banda municipal de Zapatoca, Santander. Y que no se me olvide el cachaco más costeño: el

frontman

de la banda. Un conocedor de la lírica de los juglares. Con guacharaca en mano recuerda la importancia del pecado y de la mentira para contar la verdad. O para contar la mentira. Un blasfemo víctima de su propio invento, creador de un personaje que lo domina. El pobre ya no está seguro de quién es él…”.

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“Hay un licuado musical que me viene pesando en la cabeza, me remueve el estómago y me saca del reposo en el que ni sabía que estaba”, me dijo cuando le pregunté qué le pasaba.



Juan Choneto Velásquez salía de las desinstalaciones de la Radio Choneta Nacional en busca de un jugo de Borojó para calmar sus repetidas afecciones bronquiales. Este autodenominado "comentarista musical", pues “esa vaina de la crítica le sabe a poco”, no estaba dando lata como de costumbre: no mezclaba apuntes sobre estructuras de canciones con estrategias de fútbol. Tampoco hacía analogías entre complejidades musical y enredos de faldas. Ni hablaba de los solos como derrames de materia gris.



Él traía algo nuevo consigo. Algo lo había perturbado: sus ojos, salidos de sí, eufóricos y desorbitados, no paraban de decir “si supieras”. Estaba que se cantaba algún secreto. Como novela monológica, aunque es un tipo que siempre ha sido el protagonista de las historias de los otros, empezó a preguntarme y a responderse:



“Ven... acércate: ¿has oído a La Tromba Bacalao?”



No tuve tiempo de decir nada.



“Mira, es un tropel nuevo. Unos manes que andan licuando cumbia colombiana/villera/peruana/ecuatoriana. A eso le meten chandé con ese aire muy fiestero y carnavalero de la costa. También merecumbé, porro, la puya vallenata que te pica el espíritu y hasta música tropical para órgano. Todo acelerado con un tono rockero, psicodélico, con riffs medio punketos y a ratos hasta con su toque metalero...".



Se frotaba la cabeza con sus manos. La fricción era tan fuerte que podía ver cómo caían pelos con cada uno de sus movimientos.





“Los vi con mis ojos. Son seis tipejos. El guitarrista parece nórdico, con un candado prominente y una colita a lo David Beckham. Es un metalero tocando tropical. Los dedos van por esa guitarra a toda mierda, te lo digo. Cierra lo ojos y adiós. En los teclados está el Camarón, que no es de ninguna isla: un profesional del pogo tropical y del bailoteo que se manda una descarga en ese teclado y te abanica con un aire que te huele a Ray Manzarek, a Charlie Palmeri, a Polibio Mayorga. Un viaje absoluto...".





Antes de seguir, se remangó su camisa azul oscuro con puntos naranjas, decorada en algunas partes con manchas de tinto y con marcados pliegues en lugares incorrectos debido al mal planchado.





“El bajista es un busca forcha que le mete a su instrumento un beat más pesado, rockero, le da esa base potente y más agreste al ritmo. Su toque no cumple las reglas de un bajo tropical, y así es que engancha, porque se pasea libre. Y el batero… ese man agarra esos tarros y vuelve el sonido un cholado completo: un raspado con toque fiestero que, mezclado con varios sabores agrios de golpes rápidos, genera una total disociación cerebral al verlo...”.



Parecía que mientras hablaba iba a estallar, o a bailar, o desmayarse en cualquier momento. Empezó a remangarse los pantalones hasta la pantorrilla, mientras daba pequeños saltos rítmicos, primero con el pie derecho y luego con el izquierdo.





“Y un tipo que con los timbales monta todo el andamiaje de un régimen del sabor. Un rockero que se fue a la cuna de ese género para terminar obsesionándose con la cumbia. Se agarra de todo lo que lo rodea y tiene como referente tanto a Nicky Marrero, leyenda de la Fania, como a Alexis Durán, maestro colombiano a cargo de la banda municipal de Zapatoca, Santander. Y que no se me olvide el cachaco más costeño: el

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de la banda. Un conocedor de la lírica de los juglares. Con guacharaca en mano recuerda la importancia del pecado y de la mentira para contar la verdad. O para contar la mentira. Un blasfemo víctima de su propio invento, creador de un personaje que lo domina. El pobre ya no está seguro de quién es él...”.



Dejó los saltos y buscó dónde sentarse. Sobre un bolardo, intentando retomar la calma, se prendió un cigarrillo y con tono de quien acaba de tener un orgasmo prosiguió:



“Toda esta vaina para decirte que algo nuevo acaba de ser parido y se llama así: La Tromba Bacalao. Un licuado que bautizo como la chonetera, el pogo tropical perfecto para sacudir a tu media naranja, que ya está listo y empacado para que el público lo disfrute”.



Y en fin. La Tromba Bacalao estará lanzando su EP debut, homónimo, en Matik-Matik este 23 de octubre. El costo de entrada será de 12 barras incluyendo el CD. Y para que vayan calentando, aquí les va el primer disparo de esta tromba. Un menjurje hasta bravo que te va a poner la nalga a palpitar como camarón.



Con ustedes “Maicao”, el primer asalto de La Tromba Bacalao:


***

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Dejó los saltos y buscó dónde sentarse. Sobre un bolardo, intentando retomar la calma, se prendió un cigarrillo y con tono de quien acaba de tener un orgasmo prosiguió:

“Toda esta vaina para decirte que algo nuevo acaba de ser parido y se llama así: La Tromba Bacalao. Un licuado que bautizo como la chonetera, el pogo tropical perfecto para sacudir a tu media naranja, que ya está listo y empacado para que el público lo disfrute”.

Y en fin. La Tromba Bacalao estará lanzando su EP debut, homónimo, en Matik-Matik este 23 de octubre. El costo de entrada será de 12 barras incluyendo el CD. Y para que vayan calentando, aquí les va el primer disparo de esta tromba. Un menjurje hasta bravo que te va a poner la nalga a palpitar como camarón.

Con ustedes “Maicao”, el primer asalto de La Tromba Bacalao:

***

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