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Música

Jugamos Superputa: el nuevo juego de cartas de los Compadres Recerdos

Los reggaetoneros más patanes del Universo se inventaron el juego de cartas más burdo de la galaxia. 10/10.

No sabía qué esperar cuando subí al segundo piso del Pabellón 3 de Corferias en busca de los Compadres Recerdos. Desde que entré al mundo freaky del Salón del Ocio y de la Fantasía (SOFA), el encuentro de comics, manga, videojuegos y cultura geek más importante de Colombia, me topé con varias cosas fuera de lo común. Demonios con alas de plástico, personajes de Naruto que usaban pelucas compradas en Galerías, un Gandalf raquítico, muchos adolescentes escuálidos peleando con espadas de espuma al estilo de una batalla medieval y uno que otro Pokemón. Qué mejor lugar para el pre-lanzamiento de Superputa, el segundo disco de los reggaetoneros más metaleros del mundo.

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Hace unos diez o quince años, cuando el perreo intenso se tomó el planeta, Kipitos (Juan Camilo La Rotta), Betamax (Ricardo Suárez) y Chamburcy (Darío Bernal), un trío de amigos punkis de humor callejerito y fino, decidieron medírsele al reggaetón. Influenciados por grandes maestros del “hasta abajo” como El General y Tego Calderón, enalteciendo el estilo cómico del punk más cartoon y las maneras crudas y pesadas del metal y el hardcore, dieron vida a los Compadres Recerdos, una banda de reggaetón extremo que utiliza la exaltación de la violencia y el sexismo radical para evidenciar, burlar y caricaturizar la perspectiva machista, la estética hiper arrecha y la lírica agresiva que caracteriza al género. Te puse en cuatro, te di por ano

Te hice el tamal y el canal de Panamá

Te hice la hamburguesa, me la pusiste tiesa,

Me vine en tu boca y quedaste loca

Burundanga burundanga para quitarte la tanga

Burundanga burundanga te la manda hasta Bucaramanga

(“Brundanga“- Superputa)

Puteadero Gore, su primer disco de 2012, es un batido slasher con mucho dembow, como una especie de Cannibal Corpse boricua, la banda sonora de un Daddy Yonqui venéreo, medio zombie y ante todo: pachanguero.

Para ese primer álbum, los Compadres invitaron a doce artistas igual de perversos a ellos para ilustrar un calendario con imágenes tan retorcidas como sus líricas explícitas. Con canciones como "Yadira" y "Orgullo Nacional", y monstruos purulentos de droga y prostitución haciendo de modelos ilustradas en el calendario, El Putiadero Gore se convirtió en un clásico instantáneo del coleccionismo subterráneo, y en un Santo Grial para los amantes de un género humorístico largamente cultivado en este trópico: el humor burdo.

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Hoy, casi tres años después de aquello y luego de una larga hibernación, los Compadres regresan con Superputa, su segundo trabajo, un álbum de 22 canciones bastardas, como unas versiones zandungueras de “Rain in Blood” de Slayer y de “Territory”, de Sepultura, un aberrante cover de “Culo” de Pitbull e, inclusive, temas como “Burundanga”, que, de no ser por la letra, fácilmente podrían sonar en cualquier discoteca de Cuadra Picha. Una gran obra de arte, la verdad sea dicha. Y más, puesto que en tiempos de música fugaz, y para mantener viva su tradición de ir más allá del sonido, los cerdos estos crearon un nuevo objeto colorido, interactivo, perturbador y coleccionable: un refinado juego de cartas protagonizado por varias damas de la noche que se enfrentan en franca lid por la corona más honorable de todas: ser la Superputa. Es decir, la más puta de todas.

“Disco y juego de cartas para adultos sofisticados y traviesos”. Así es descrito el producto en un letrerito que corona el espacio diminuto que los Compadres ocuparon del 29 de noviembre al 2 de octubre para mover su merca en el centro de convenciones Corferias: La Tiendita Recerda. Un espacio pequeño con una vitrina, una mesita y muchas camisetas. Nada de neones. Nada de pus. Nada de chamberlain. Nada de tetas. Tan solo tres manes en jeans y camiseta.

Al primero que me encontré fue al Compadre Betamax, un tipo alto con barba, cachucha y melena hasta los hombros. Cuando me presenté me saludó con un fuerte apretón de manos y una sonrisa. Contento, me mostró el objeto, un disco que viene en una elegante cajita de cartón acompañado del cancionero y el juego de cartas, un naipe con los poderes sumados de 29 prostitutas imposibles. Después me presentó al Compadre Kipitos, que, junto con el Compadre Chamburcy, quien apareció hacia el final de mi visita, toca en la recorrida banda de punk Chite. Con su barba estilo vikingo y como buen caballero, el Kipitos me explicó las reglas.

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Superputa, el juego, es muy parecido al clásico Super Triumph, esa baraja ochentera de carros y aviones y demás máquinas asombrosas con la que un jugador conpite contra otro(s), cada quien con su respectiva carta repartida al azar, para enfrentarlas una por una y comparar cuál trae la máquina más potente o la más rápida y así… hasta que alguien se quede con todas las cartas y sea declarado ganador. En este caso, en lugar de Porsches versus Lamborghinis, se enfrentan las putas más surreales que puedan imaginarse, todas dibujadas por Kipitos e inventadas por los Compadres: desde Brittany “La Cerati”, que está en coma, seguro de tanto bazuco; Burzulma, “La concubina de Belcebú”, una diosa black metalera; Álvara “Paraca-Chupa-Vergas”, una versión trans de Uribe Vélez; y Termiputa, “Vicky la Robot”, literalmente una máquina de placer.

Las características en competencia de cada puta son:

  • Kms de PP x Hora (léase PP en inglés)
  • Tarifa: es decir, cuánto cobra cada una, entiéndase: “un paquete de ostias consagradas”, “56 inyecciones de Anadrol” o “un pocillo de materia oscura”
  • Clientes Máximos x Hora (o cuántos tipos atiende en 60 minutos)
  • Arrecholitios x CM²: nivel de arrechera al que llegan
  • Enfermedades venéreas
  • Porcentaje de cara de puta: cuánta excitación producen con una sola mirada
  • Embarazos interrumpidos
  • Y kilogramos de perico/bazuco consumidos

Se juega a la menor (es decir, que para vencerme, las cartas de mis competidores deben mostrar un poder inferior al de la mía) o a la mayor (al revés). Hay dos cartas Superputa, que son las inmortales que les ganan a todas y están representadas por una imagen muy distorsionada de Ganesha, deidad hindú elegida porque los Compadres querían un dios que representara el nivel máximo de puterismo.

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Como pueden notar, cada carta trae la imagen de un genital en la esquina superior derecha, una versión burdelesca de la afamada batalla gestual "piedra, papel o tijera". En este caso uno juega al verga, cuca y culo, y según las reglas: cuca mata verga, verga mata culo y culo mata cuca. Muy bien.

Cada una de las cartas incluye el pueblo de origen de la respectiva, como Cocorná, Bojacá o Titiribí, lugares reales de la geografía colombiana (a veces, el nombre del origen también arroja puntajes dependiendo de cuál suene más chistoso). Para rematar, todas las cartas enuncian un poder como “Cagar cuadrados”, “Hacer patacones con el culo” o tener una “Cuca explosiva”, con los que se puede apostar para ver cuál es el poder más ofensivo, el más asqueroso o el más inútil, y así… Pero como la mejor forma de entender esta vaina es jugando, pues echemos las cartas… El primer turno fue del Compadre Betamax, a quien le tocó la carta de Lady Di “La Callada”, una mujer a la que le pasó un carro por encima. «Juego a la menor: Porcentaje de cara de puta: 0%, porque no tiene cara, jajajaja», dijo muerto de risa. Yo tenía la carta de Karla “La Piba”, una versión travesti del Pibe Valderama, cuyo Porcentaje de cara de puta era del 10%, así que perdí de una. El compadre Kipitos, de buenas él, resultó con Violet “Hoyo Negro”, una mujerzuela del espacio que también tenía 0% de jeta, así que se armó una guerra que terminó por desempatarse con un siguiente tiro de cartas.

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Al final, el ganador de la tirada se hace acreedor del título de “Don puta”. El que pierde (en nuestro caso, el Compadre Kipitos), recibe el apodo de “La puta” y tiene que gastarle un pollo frito al ganador, y como a mi me sonó el teléfono en la mitad del juego y me paré un minuto a contestar, me pusieron el título menor de “La putica de papá”, según las instrucciones.

Los Compadres Betamax, Kipitos y el Señor Barriga.

Superputa se juega mamando gallo y riendo, además es un juego cuyas reglas se van haciendo sobre la marcha. Muchas veces, para definir si “Una jirafa bebé” como tarifa de cobro de una Superputa vale más que una “Caja de bocadillo veleño + ½ de brandy” o si los kilométros de verga por hora que hay entre Bogotá y Tokyo son mayores que los de Bogotá a Okinawa, toca preguntarle a alguien, mirar en internet o simplemente adivinar. Inclusive, mientras jugábamos, los Compadres concluyeron que fue mala idea hacer dos cartas Superputa y, a modo de chiste, comentaron que hubiera sido mejor dejar una exclusiva para consumir perico.

Unos fanaticos del morbo deleitándose con las muchachas.

Al final de la partida, después de casi una hora de juego, aprendí que un “Poporo Quimbaya” pesa más que un “Caldero de güevas de carnero”, que una “Operación de vaginoplastia” no vale más que el “Balón de oro de la FIFA” (o tal vez sí) y que da más risa pensar que hay un pueblo llamado Caparrapí a uno llamado Natagaima. Con cada mano de juego, mientras aparecían y se enfrentaban personajes como la puta religiosa, la enana, la anciana, la mendiga, la transexual, la izquierdista, la derechista y las demás, entendí que este juego es una especie de espejo retorcido de la sociedad. De la nuestra. Y que, de alguna distorsionada manera, todos estamos ahí pintados. A la hora de la hora, todos nos vamos hasta abajo. Todos somos unos cualquieras.

***

Para perrear con los Compadres sígalos hasta abajo por acá y no olvide darle play a sus sinfonías.