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Música

Las idas y vueltas de Carlos Eduardo Reyes, figura del underground de Caracas

Por la violencia salió de Cartago, Valle del Cauca, a la capital venezolana. Hoy, por la crisis, regresó a Colombia para empezar de ceros. Una entrevista con un eterno extranjero.
Foto por Ram Martínez

A pesar de no ser venezolano, Carlos Eduardo Reyes es un referente del rock de ese país. Nacido en 1972 en Cartago, una pequeña ciudad rural al norte del Valle del Cauca, uno de los epicentros de la violencia en Colombia durante los últimos 30 años, emigró a Venezuela junto a su madre a los trece años en busca de mejores oportunidades. Allá, influenciado por la incipiente movida rockera caraqueña de los 80, se enamoró del rock y con los años se convirtió en uno de los más respetados interpretes del género en la tierra de Bolívar.

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Durante los años 90 estuvo al frente de Claroscuro , una de las bandas más representativas de la efervescente movida musical venezolana de esa década y, posteriormente, participó en otros reconocidos proyectos como Joystick y Chucknorris, antes de arrancar con su proyecto solista en el 2012, año en el que empujado por la grave crisis del país decide volver a su tierra natal.

Hoy, cinco años después, Reyes ha recomenzado su carrera musical mientras se reencuentra con sus raíces en un país que le resulta ajeno. El fruto de esta experiencia es el EP Tres Cañonazo, editado a finales de 2016 y en el que brinda su homenaje personal a la música colombiana. Nos encontramos con él a plena hora pico de Bogotá, en el patio de comidas de su edificio ubicado a pocos metros de la Universidad Javeriana. Ahí nos invitó un café mientras esperábamos que pasara el trancón y conversábamos sobre su historia.

***

NOISEY: ¿En qué momento aparece la música en tu vida? Imagino que tu relación con la música tradicional colombiana vendrá de tu casa…
Carlos Eduardo: Yo no crecí teniendo gente alrededor con el tema de la música, siempre fue algo como muy mío desde carajito. Siempre en vez de tener pistolitas de juguete tenía instrumentos. El tema de la música colombiana viene de las serenaticas, bambucos y pasillos que yo escuchaba de niño en casa de mis tías y que se quedaron en mí. Aunque parezca que eso no tiene nada que ver con mi trabajo, y aunque los autores de esas canciones sean de los años 30 o 40, en raíz es lo mismo porque tiene esa melancolía y despecho que siempre tiene mi música.

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¿Cómo era Cartago cuando eras pequeño?
Es un sitio que si lo nombras aquí en Colombia lo conocen porque en los 80 y 90 se hizo famoso por la violencia y el narcotráfico. Recuerdo que conocí gente de mi cuadra con los que jugaba fútbol en la calle que de repente aparecían buscados por la DEA, una vaina surrealista. A parte de esa mala fama, es una ciudad caliente y agrícola de gente muy trabajadora en la que todo gira en torno al campo. Una ciudad que aunque este en el Valle del Cauca es más paisa que valluna y entonces la música que ahí se escucha es bien del campo, como la música carrilera que ahí se oye mucho en Navidad. También hay una vaina muy loca que es esa influencia de la ranchera mexicana y del tango: tú te ibas a los bares a los que iban los trabajadores y lo que se escuchaba era eso. Era algo que siempre cantaban los serenateros del pueblo y entonces yo crecí escuchando mucho eso.

Foto cortesía de Carlos Eduardo Reyes.

¿Y por qué se fueron a Venezuela?
Por la misma razón que ahora nos estamos viniendo a Colombia. Mi mamá era dibujante de arquitectura y se fue en los 70 a trabajar a Venezuela, porque acá estaba todo muy deprimido y la bonanza económica allá era tan grande que parecía que todo era posible. Yo tenía como 5 años y me quedé en Cartago, viví casi toda mi niñez con unas tías. Me crié entre mujeres toda la vida porque mi papá murió antes de que yo naciera, nunca he tenido un modelo masculino y creo que por eso tengo tan desarrollada la sensibilidad femenina. A mi mamá la veía una o dos veces al año y pasaron ocho años así, hasta que vino a buscarme en el 85 cuando yo tenía 13 y me fui con ella a vivir en Venezuela.

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Esa fue una época medio jodida entre Venezuela y Colombia, ¿cómo fue crecer allá? ¿Te hicieron bullying por ser colombiano?
Un poquitico, no tanto. A mediados de los 80 estaba un poco álgido el tema territorial por la disputa de los dos países por el Archipiélago de Los Monjes y en el colegio me hacían un poquito de bullying, pero nada fuera de lo normal para con el niño nuevo. A mí lo que me pegó es que yo entré a un colegio judío que quedaba cerca de mi casa en La Castellana, y yo venía de un seminario católico de curas en un pueblito del Valle del Cauca. En las mañanas tenía que escuchar los himnos de Israel y el de Venezuela e izaban las dos banderas y eso fue un shock cultural muy loco. Cuando llegué, Caracas me parecía una ciudad gigante llena de autopistas. Era muy emocionante conocer gente nueva y estar en un lugar en donde el tema de la seguridad no era un problema. Además estaban pasando muchas cosas a nivel cultural y en Caracas había un boom del rock en español. Se empezaron a gestar muchas bandas que tenían un lenguaje propio que me impactó mucho.

Esa época fue muy buena para el rock venezolano, eso debe haberte influido bastante…
¡Esa época fue brutal! Yo venía de un pueblo y cuando llego a Caracas estaba ese boom con bandas como Sentimiento Muerto, Desorden Público y Seguridad Nacional. Descubrir bandas que cantaban con acento venezolano comiéndose las eses, metiendo palabras de allá y contando historias caraqueñas me voló la cabeza. Recuerdo que una vez fui con unos amigos del colegio a ver a Sentimiento Muerto y me encantó toda la puesta en escena de ellos súper teatral y todos maquillados así tipo The Cure. Yo ya tocaba un poco de guitarra, pero por ahí fue que empecé a meterme más en serio con la música.

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¿Cuándo empezaste a formar bandas?
Cuando terminé el colegio me fui dos años a vivir en Estados Unidos, y ahí fue que empecé a absorber y estar más pendiente de la actualidad musical. Si bien en Venezuela estaban todas esas bandas, encontrar la música que a mi me gustaba no era fácil porque no era lo que sonaba en la radio. Allá lo que se oía era puro merengue y baladas. En Estados Unidos fue que empecé a tener acceso a bandas como Joy Division, Bauhauss, The Cure y Siouxie and The Banshees. Me compré mi primera guitarra y empecé a tocar de oído las canciones de esos grupos. Luego cuando volví a Venezuela en el 91 hice lo que siempre soñé: armar una banda, entonces formé Claroscuro.

¿Cómo era la escena musical de Caracas a principios de los 90?
Me acuerdo y se me pinta una sonrisa en la boca. Era muy fino porque estábamos aprendiendo de todo. Yo conocí a Javier Weiller, que años después fue el baterista de Stereophonics. Él usaba una de esas franelitas azules del uniforme de bachillerato de Venezuela y empezamos a tocar covers de The Cure y de U2. Luego empezamos a componer y después llegó el bajista Miguel Delgado. Comenzamos a tocar y en esa época te pagaban era con pizza o birra. Uno iba a un bar de secretarias o a un restaurant chino porque te daban chance de tocar . Después de varios años, en esa época ya me sentía caraqueño.

¿Y cómo era tu relación con Colombia?
Me fui desapegando un poco. Ya era algo que lo veía como un lugar para ir de vacaciones a visitar a mi familia. Es un tema que siempre he tenido y es una cagada porque siempre termino como sin echar raíces en ninguna parte. En Caracas era colombiano y aquí soy venezolano .

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En los 90 salieron muchísimas bandas en Venezuela, pero el tema con las radios y las disqueras para difundir esa música seguía siendo complicado ¿Cómo fue con Claroscuro?
En la radio solo había un par de programas que medio daban espacio para que esa música sonara. Las disqueras grandes no le prestaban demasiada atención a las bandas emergentes y casi todas hacían sus trabajos de forma independiente. Recuerdo que el primer EP que hicimos las tapas las serigrafiamos a mano y los dejábamos a consignación en las tiendas. Luego firmamos con una disquera para distribuir nuestro primer CD.

Y el público también era muy resistente a las bandas locales, en el caso de Claroscuro recuerdo que les empezaron a prestar atención cuando el video de "Mantarraya" empezó a salir en MTV…
Sí, gracias a eso se nos abrieron más puertas. ¡Fue brutal! También era muy raro que salieras a la calle siendo un pobre estudiante de diseño y que la gente te reconociera y dijera: "¡Ah, este es el chamo de Claroscuro!". Además, recuerdo que la fucking canción la ponían una y otra vez en un canal de videos que tenía allá en esa época José Luis Rodríguez y que se llamaba Puma TV. Sin embargo, nunca sonó en la radio y era muy loco que al haber salido en MTV, a veces parecía que te conocían más en el circuito latinoamericano que en Caracas.

En esa época fue muy importante para las nuevas bandas venezolanas el apoyo del guitarrista de Sentimiento Muerto, Cayayo Troconis, y para ti en particular entiendo que fue una gran influencia…
La primera vez que lo vi fue tocando en un concierto de Sentimiento Muerto en los 80. Para mí todo lo que ellos hicieron era como un mito. Yo seguí toda la carrera de Cayayo, incluso como ilustrador, porque el hacía comics para una revista que se llamaba Clips. De alguna manera, empecé a estudiar diseño influenciado por él. Personalmente lo conocí fue en los últimos meses de su vida. Yo siempre busqué la manera de trabajar con Cayayo pero a él no le gustaba Claroscuro al principio, pero cuando escuchó los temas de nuestro segundo disco Supereterodino estábamos buscando un productor y a él le gustaron. Fue arrechísimo, él venía a nuestros ensayos y además éramos vecinos. Recuerdo que su último cumpleaños lo pasó en un ensayo de Caloscuro. En esa época a nosotros nos salió la oportunidad de abrirle a Alanis Morrisette y lo invitamos a tocar con nosotros. Dos días antes del show fui a su casa y ensayamos las canciones, nos despedimos y quedamos en vernos al día siguiente. En vez de encontrarnos, ese día en la tarde me enteré de su muerte.

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Ya en esa época Claroscuro era como más respetado y Supereterodino termino convirtiéndose en un clásico del rock venezolano, pero se separaron al poco tiempo de sacarlo.
Ya las demás bandas nos veían distinto, pero nosotros nunca fuimos de la farándula caraqueña. Nosotros lo que hacíamos era ensayar y no andábamos metidos en ese mundo de la fiesta caraqueña que era bien pesada. Terminamos de grabar ese disco y Javier Weyler, el baterista, me dijo: "Esta vaina se va a ir pa´la mierda, yo no voy a tener hijos aquí" y se fue a Londres.

Luego que se separa Claroscuro seguiste apostando a hacer bandas y vivir de la música en Venezuela. Sacaste Joystick y Chucknorris que hoy en día también son considerados de culto. ¿Cómo fue tratar de desarrollar una carrera artística allá mientras la crisis del país se hacía cada vez más grave?
Fue jodido porque si bien en Claroscuro los tres actuábamos como un grupo, Javier y yo éramos como las dos fuerzas que llevaban todo adelante. Cuando él se fue yo me quedé solo con Miguel y metimos a otro baterista para tocar Supereterodino en vivo y empezamos a componer un tercer disco que nunca salió. Luego se fue Miguel y ahí fue que empezó Joystick, un proyecto underground con el que costó sacar el disco, pero que después la gente reconoció. Todo era más jodido porque el país se empezó a ir al carajo, los lugares para tocar eran más limitados y la inseguridad se fue a la mierda. Sin embargo, gracias al paro del 2002 fue que salió Chucknorris, cuando empecé a juntarme con Breker, el MC de la banda.

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¿Cuánto duró Chucknorris?
Ocho años. Con esa banda fue como que logré en dos años todo lo que con Claroscuro me llevó como 10 años: nos nominaron a un premio MTV, ganamos un montón de premios en Venezuela, tocamos en todas lados allá y vinimos a Colombia a tocar en Rock al Parque. Después yo siento que Chucknorris tenía un formato y todo lo que hacíamos tenía que cuadrar con eso: tenía que haber un espacio para que Breker rapeara y tenía que haber unos sampleos específicos. No era tan libre, y yo no me sentía identificado con eso. Empecé a componer y a presentar canciones y mis compañeros me decían: "Eso suena muy a ti", entonces empecé a guardármelas y a trabajar en mi proyecto solista.

En tu carrera pasa que todos los proyectos que hiciste no son tan reconocidos en su momento como lo son años después, ¿cómo te sientes con eso?
Sinceramente no entiendo porque pasa eso. Estoy desconectado con la época. Cuando era chamo esa era mi meta hacer música para trascender. Lo que siempre he tratado es de hacer en cada momento la mejor música posible y no estoy pendiente del éxito. Obviamente siempre quieres llegarle al mayor número de personas para que la vaina sea sustentable y que todo funcione sin sacrificar el arte que estás haciendo porque sino no tiene sentido. Para eso yo paso trabajo en otra cosa por el simple hecho de ganar plata.

Futuro, tu disco solista lo hiciste cuando estabas por irte de Venezuela, ¿cómo fue todo ese momento de convertirte en solista y además dejar Venezuela después de tantos años?
Duro. Patada y coñazo. Fue un golpe al ego durísimo porque estaba en un país en el que mal que bien tenía una carrera en el underground, me reconocían y por eso era fácil tocar, ser reseñado en prensa, sonar en la radio y conseguir gente con quien trabajar en los conciertos y los videos. En cambio, llegar acá fue básicamente como empezar de cero. Yo no me vine hasta que no terminé el disco que lo hice entre Venezuela y Londres con la ayuda de Javier Weyler que me ayudó con la producción y la mezcla. Ese disco es como una postal de mi ida de Venezuela.

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¿Qué fue lo más difícil de relanzar tu carrera en Colombia?
Armar la banda. En Venezuela yo levantaba la mano y todos querían tocar conmigo, pero acá fue complicadísimo porque Bogotá es completamente distinta. La gente se mueve de otra manera y todo tiene que ver con la plata, ya no tiene que ver con la devoción sino que acá tiene que haber un beneficio económico. Con el tiempo me encontré con las personas que están fieles creyendo en el proyecto como Leonela Mosquera, una corista de Buenaventura, el baterista Juan Carlos Casas con quien estoy tocando desde que llegué y el bajista Ricardo Rojas que es venezolano.

Foto por Ram Martínez

Tres Cañonazos es tu primera producción hecha en Colombia, y además tu reencuentro con esa música que oías de pequeño en casa de tus tías, ¿cómo nace ese proyecto?
Eso salió por una convocatoria organizada por el Ministerio de la Cultura a un ciclo que se llamaba "música con tempo Colombiano. Tú mandabas tu propuesta y tenías que incluir tres canciones colombianas en el show. Aprovechando que tenía a Leonela que canta increíble, le pedí que escogiera una canción para que la cantará ella. Yo por mi parte empecé a investigar de lo que me acordaba, a buscar autores y canciones. Como el ejercicio era tan rápido, para resolver los arreglos y acercar esos temas a un estilo más afín a mí, las cacé con otras canciones que a mi me gustaban: "Buenaventura se Quema" la mezclé con "Paradise Circus", una canción de Massive Attack; "Me Llevarás en Ti", yo había escuchado la versión de Alci Acosta que era un bolero y sentí que ahí podía entrar y luego la uní con "I Know it's Over" de The Smiths ; y "Señora María Rosa" que es un bambuco, la junté con "Walk on By" de Isaac Hayes. La adaptación quedó tan bien que me pareció un desperdicio que eso quedara solo para un repertorio en vivo y empecé con la idea de grabarlo para que no se perdiera y sacarlo ahora que estoy en Colombia que es donde van a reconocer esas canciones.

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La portada del disco y el video de "Señora María Rosa" tienen un espíritu bien colombiano, cuéntame un poco de eso.
La portada esta inspirada en las tejedoras de Mampuján, un grupo de mujeres campesinas víctimas de la violencia que se reunían a bordar unos tapices en los que a pesar de lo inocente de su técnica veías masacres, fosas comunes y mucha violencia. Lo que esos tapices cuentan es muy rudo. Eso me impresionó mucho y sentí que eso podía ir bien con mi trabajo, entonces le pedí al diseñador venezolano Johann Boscán que ilustrara la historia de las canciones y después la mandamos a coser a mano en Cartago. Mi mamá literalmente metió mano en eso y ayudó. Para el video, en esa misma búsqueda de algo bien colombiano, me pareció que el Mercado de Paloquemao era perfecto, y que además todo el tema de las frutas y las hortalizas le daba a todo un aire bien rural.

¿Cómo te sientes ahora, colombiano o venezolano?
Me siento veneco. Jejeje. Es como que me siento más cercano a las vivencias caraqueñas a pesar de tener cinco años viviendo en Bogotá. Como te digo, es una mierda siempre sentirte de afuera y que no terminas de hacer geografía con la música. A pesar de que yo hice estas canciones colombianas, el cuento de acá no lo tengo tan claro ni tan mordido. No tengo las referencias porque no las viví y entonces es muy jodido poder hablar de la realidad de acá. En mis canciones nuevas hablo de mi experiencia viviendo en Bogotá pero no necesariamente como un colombiano.

¿Cómo ves el panorama actual de la música en Venezuela? ¿Es difícil vivir de la música allá
Allá directamente no se puede vivir. Si vivir de la música ya es algo muy complicado en todo el mundo imagínate allá. Lo que puedo analizar es por los venezolanos que están haciendo cosas. Ha habido una migración gigante de músicos que están haciendo cosas muy buenas afuera.

¿Has pensado en volver?
No, pero tampoco sé cuanto tiempo estaré acá en Colombia porque no me imagino viviendo acá todo el tiempo. Con respecto a Venezuela, es muy raro, porque el país que uno extraña ya no existe. No creo que ese rompecabezas que se desarmó se pueda volver a armar. Es como un jarrón que se rompió y las piezas están regadas en todas partes y volver a pegar eso es imposible, por lo menos la Venezuela que yo viví, mi Venezuela. La gente va a echar raíces y tener familia en otras partes, todos mis panas están regados en todos lados. El lugar es increíble, pero el país que uno extraña es la gente y la gente ya no está".