La raza furia nunca morirá: el regreso de Ultrágeno

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Música

La raza furia nunca morirá: el regreso de Ultrágeno

CRÓNICA | Acompañamos a este grupo bogotano durante toda la preparación de su primer concierto en diez años.

"Fue necesario mucho trecho para volvernos a encontrar"
'Lo que tengo'- Ultrágeno

"Estamos aquí porque estamos vivos", gritó Amos Piñeros cuando se paró frente a las casi 500 personas que se apiñaron en el Auditorio Lumiere de Bogotá. Toda esa masa amorfa de cuerpos sudorosos que se retorcía eufóricamente en la oscuridad esperó diez años para gritar una vez más al ritmo de Ultrágeno. Esos cientos de corazones que forman la raza furia volvieron a latir al unísono por un par de horas, volvieron a ser ese ejército de paz que camina por las calles de la capital desde los noventa, que se juntó después de una década para volver a ser un solo grito musicalizado por el crudo sonido de este grupo que marcó la historia del underground bogotano y que por dos noches regresó para recordarnos que estamos vivos.

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Dos días antes del desmadre, en la sala siete de la sede de la 85 del ensayadero Árbol Naranja, Andrés Barragán (guitarra), Santiago Paredes (bajo), Juan Camilo Osorio (batería) y Amos Piñeros (voz y violín) discutían si durante el concierto iban a tocar de corrido 'Pálpito', 'Flor' y 'Código Fuente'. "Recuerden que tenemos que respirar", interrumpió la conversación Santiago con seriedad. "A lo bien, ya tenemos 40", agregó Amos riendo.

La última vez que estos cuatro estuvieron juntos fue en 2007, cuando Ultrágeno se reunió por primera vez desde su separación en 2001. Ese año hicieron tres conciertos. El tercero fue durante el cierre del segundo día de Rock al Parque frente a miles de almas. Muchos pensaron que ese sería el último toque de Ultrágeno, incluso Andrés intentó, sin mucho éxito, romper su guitarra. Además, en ese entonces tres de ellos vivían en el extranjero, lo cual complicaba la posibilidad de un segundo reencuentro.

Pero el 28 de junio de 2017, Ultrágeno lanzó de la nada 'Lo que tengo', su primer sencillo después de 16 años de silencio. En ese momento toda la raza furia, como llaman a esos cientos de seguidores que han vibrado con la banda desde 1995, se hizo la misma pregunta: ¿Será posible? ¿Ultrágeno regresará?

Tres días después, el 1 de julio, en pleno Rock al Parque 2017, para alegría y sorpresa de muchos, la banda anunció que daría un concierto el 11 de agosto. Era real. Uno de los grupos que mejor logró canalizar el caos, la desidia, la violencia, la desesperanza y la fe que recorrían las hostiles calles de Bogotá en los 90 (y de alguna forma también en esta época), regresaba después de una década. El furor fue tan grande que en pocas horas se habían vendido todas las boletas. Ante la demanda, a los promotores les tocó abrir otra fecha para el 10 de agosto, pues la totalidad de la raza furia no se podía quedar sin gritar de nuevo con Ultrágeno. La banda volvía y lo iba a hacer con toda.

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La primera vez que me encontré con Ultrágeno en la sala siete de Árbol Naranja, el grupo apenas llevaba una semana ensayando. Esa mañana se les veía algo rígidos. Cada uno estaba muy concentrado en su instrumento. Casi no se movían y enfocaban toda su energía en sacar los temas. Al que se le notaba más nervioso era a Amos, quien cantaba con fotocopia en mano e intentaba atinarle a las notas de su violín mientras Andrés le recordaba a todos los riffs de las canciones y Santiago se encargaba de distribuir el tiempo de los ensayo

Era obvio que la banda estuviera oxidada: se necesita más de una semana para aceitar la máquina de energía y furia que es Ultrágeno. "El primer ensayo fue una catástrofe, pero lo importante fue sentir que la química estaba ahí", cuenta Santiago. El 20 de julio llegó de Dinamarca, donde reside desde 2003. Al otro día de su arribo, la banda se juntó en Árbol Naranja para ensayar. Era la primera vez en una década que estaban juntos en un mismo espacio. "Hubo un choque estético porque hemos envejecido", advierte Amos.

Foto: Pablo David | NOISEY Colombia. Ultrágeno en la sala de ensayo siete de Árbol Naranja.

Y sí, físicamente la banda se ve muy diferente a los videos y fotos de otros años. Los pelos que Amos tiene en la cabeza están cubiertos de canas; Santiago ya no lleva sus largas rastas, las reemplazó por una brillante calva y una frondosa barba que cubre su rostro; Juan Camilo, que siempre está vestido de negro, también tiene una barba poblada y se ve más robusto; tal vez el que sigue igual es Andrés, solo que ahora está más panzón y tiene una rodilla lesionada, porque el año pasado tocó algunas canciones de Ultrágeno en el cumpleaños de Amos e hizo un salto doble que le jodió los meniscos .

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Todos coincidieron que al principio estaban algo destemplados, pero la química de la banda estaba ahí. Si bien había nerviosismo por cómo iban a sonar, la onda entre ellos seguía intacta, como si el tiempo no hubiera pasado. Ultrágeno estaba ahí, la esencia no se perdió para nada, solo había que aceitar la robusta y caótica piñonería de la banda capitalina.

"El primer ensayo fue una catástrofe, pero lo importante fue sentir que la química estaba ahí"

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Este reencuentro empezó a cocinarse hace unos tres años, cuando a Juan Camilo se le ocurrió la idea de acabar un documental que comenzó a grabarse en 2007. La idea era contar la historia del sonido de Ultrágeno, pero el proyecto no prosperó y la película quedó congelada. Él explica que el docu no podía acabar con imágenes de hace diez años, y básicamente había que comenzar de nuevo, así que empezó a mover la idea de un posible reencuentro.

En octubre del año pasado, para celebrar su cumpleaños, Amos se juntó con Andrés y tocaron algunas canciones. El fuego se avivó. En enero de este año, las conversaciones se pusieron más serias y como estaba la coyuntura del aniversario del primer disco, decidieron reunirse.

Para concretar todo, la banda se involucró al director Simón Hernández, quien junto con Liliana Andrade de El Parlante Amarillo, se trazaron la misión de acabar la película. Para la logística y la producción de los dos conciertos, llamaron a su antiguo manager, Gabriel García y se aliaron con Páramo, la promotora de eventos. De nuevo la máquina marchaba, volviéndose una red de mentes y talentos trabajando en sincronía.

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'Lo que tengo', el tema nuevo, sin duda fue un aditivo en la gasolina del grupo. Andrés cuenta que esta canción nació porque le parecía absurdo volver así no más por la pura nostalgia, "había que hacer algo más", aseguró. Así que tomó un riff que quedó guardado y con Juan Camilo le dieron forma. A la distancia, Santiago le metió el bajo y Amos la voz y en pocos días ahí estaba.


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Todo este movimiento generó un temblor en el corazón de la raza furia. El anhelo de romperse la madre al ritmo de Ultrágeno como en los viejos tiempos se volvió una realidad. Juan Camilo cuenta que una de las cosas que más le emociona de este reencuentro es tocar para tres generaciones de la raza furia. Los que los siguen desde el principio, quienes los conocieron después de la separación y no han tenido oportunidad de verlos y un público nuevo que los conoce poco, pero que les interesa saber por qué tanta alharaca.

A pesar de que el grupo se separó en 2001, luego de que Amos Piñeros decidiera irse a vivir a Barcelona, su música sigue vigente y amasando adeptos. Juan Camilo recuerda que el día que Amos les contó su decisión había un ambiente tenso en el mundo porque por esas fechas Estados Unidos empezó a bombardear a Iraq y Afganistán en respuesta a los atentados del 9/11. Eran tiempos de incertidumbre y en medio de ese caos geopolítico, antes de comenzar un ensayo, el vocalista les dio ese baldado de agua fría. Uno que cayó en el peor momento, ya que estaban finiquitando la producción de Código Fuente, su segundo disco. Además, Andrés, Santiago y Juan Camilo estaban acabando sus carreras universitarias y empezaron a considerar la posibilidad de tomarse un tiempo para intentar volver a Ultrágeno un proyecto de vida.

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Justo ahí la banda entró en un estado criogénico.

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Ultrágeno comenzó cuando Andrés Barragán y Juan Camilo Osorio se juntaron a jamear. Ambos tenían formación musical y ganas de hacer un proyecto distinto. Se influenciaron por la música industrial, el hardcore, el rap y el nu-metal estilo Rage Against The Machine, pero queriendo sonar diferente, quizá más crudos, más a Bogotá. Por eso Juan Camilo toca solo con redoblante, bombo, hi hat y cuatro platillos. Andrés no hace punteos, ni solos y toca sin pedales, únicamente con la distorsión del amplificador. El sonido de Ultrágeno no lleva adornos, es orgánico, visceral como dice Osorio, "nuestro concepto es aquí y ahora".

Santiago Paredes conoció a Andrés Barragán en el lanzamiento del disco de Catedral en el Bar Caliman y se unió a la banda, la cual abandonó por un tiempo por irse al ejército. Después de unas 30 audiciones, Amos Piñeros llegó con su energía, misticismo y su violín. La banda acomodó un cuarto de ensayos en un de los depósitos del garaje del edificio en el que vivía Juan Camilo, cerca a Unicentro, y comenzó a crear su sonido. Una noche, Amos soñó el nombre Ultrágeno, ese gas verde que representa la esperanza, dándole así el último toque al mito fundacional. Luego Paredes regresaría y Bogotá conocería toda la fuerza de este cuarteto.

Foto: Pablo David | NOISEY Colombia.

En ese momento la capital estaba asediada por las bombas, la violencia y el caos. Salir a la calle era difícil porque uno no sabía cuando un carro podía explotar. Además llegó la hora zanahoria y la noche se volvió territorio de quienes le escupían al sistema. En ese momento toda una generación recibió un país destruido, fragmentado y hostil. En medio de ese desorden salió Ultrageno a decirle a la que gente "¿Ahora qué? ¿vas a gritar o quedarte callado?". El grupo salió a enfrentarse contra todo, incluso contra los estigmas del underground, y creó esa raza furia, ese ejército de paz que se reunía en cualquier cuchitril a brincar y darse pata. Esta banda se proyectó como una de las más grandes de Bogotá, un grupo de culto que parecía no tener techo.

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¿Entonces, por qué se acabó?

Cuando le digo a Amos Piñeros en un café frente al parque del Virrey que hablemos del 2001, contesta sin meditarlo ni un segundo: "ese es un tema delicado". Después agrega: "Supongo que si alguien le iba a propiciar una incomodidad a la banda, seguramente iba a ser el cantante, quién es la típica estrellita y yo hice varias de esas. Del que más se podía esperar una bomba, era de mi parte . Creo que los demás estaban un poco preparados, pero nunca se lo está del todo".

Amos manifiesta que en un punto comenzó a sentir desencanto por la situación de la banda. A pesar de que el grupo tenía disciplina y tocaban en escenarios grandes, él sentía que no tenían la vista puesta en ciertos logros. Además, sus compañeros estaban a un paso de ser profesionales, y si bien todos estaban dispuestos a darle un tiempo a la banda, la música no era el plan principal para sus vidas. Aparte, el hecho de que no los dejaran tocar en Rock al Parque en 1999 por culpa de Café Tacvba; que mandó a recablear todo el escenario, meollo que tardó una hora y obligó a Héctor Mora, manager de la banda y director del festival en ese entonces, a decidir entre ellos y Molotov. La situación causó un malestar en el grupo y los hizo pensar que el camino de la música no era tan sencillo como lo imaginaban. En ese entonces andaban por una trocha complicada.

Foto: Pablo David | NOISEY Colombia.

"Me sentí como un verdugo por generar un malestar irreparable. Por más que uno encuentre razones para darle sentido a una separación, eso jode, duele. Pero lo chévere fue que siempre lo asumimos con madurez", recuerda Amos.

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Sus compañeros coinciden que la noticia fue dura, pero no fue el fin del mundo. Código Fuente se grabó con Amos a la distancia y mucho esfuerzo, pero se grabó. Después cada uno cogió su camino. Juan Camilo, que es arquitecto, se fue a estudiar una maestría en Nueva York y allá se quedó, ahora estudia un doctorado en planeación urbana en Boston y sigue haciendo música por su cuenta. Santiago se enamoró de la ingeniería eólica, se fue a Dinamarca a estudiar una maestría, dejó de lado la música y se quedó en Europa. Actualmente es el único que tiene hijos.

Andrés estudió ingeniería y se quedó en Colombia porque sentía que podía trabajar por el arte del país. Se desencantó de la música casi por completo y hace 12 años fundó una editorial llamada .Puntoaparte. En Barcelona, Amos aprendió a producir y regresó hace dos años y medio, en parte por una tusa amorosa, en parte porque estaba harto de que su vida estuviera tan organizada. Necesitaba un poco de caos para volver a crear. Ahora maneja el estudio La Ñ y está armando una nueva banda.

Foto: Pablo David | NOISEY Colombia.

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A dos días del primer concierto, en el cuarto siete de Árbol Naranja, se respira un ambiente de calma y jovialidad. La banda lleva un poco más de tres semanas ensayando de lunes a sábado, desde las ocho hasta las once de la mañana. También, según dicen ellos, han mojado prensa como nunca en su vida y han estado grabando tomas del documental en lugares como el helipuerto de la torre Colpatria y el Centro de Memoria Histórica. Incluso estuvieron yendo al gimnasio y haciendo cardio. Esa mañana la banda sonaba sólida y potente. A los cuatro se les veía tranquilos. Amos bailaba y a veces daba un brinquito. Santiago y Andrés tocaban con soltura y se movían alegres al compás de la música. El único que se veía un poco inquieto era Juan Camilo, pues estaba ultimando detalles del concierto.

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Desde que comenzó este regreso, él asumió un papel de coordinador del proyecto, una especie de general muy amable, pero a la vez pragmático. Andrés se encargó de la dirección musical, Santiago de optimizar el tiempo para hacer que la banda pase de 0 a 100 con máxima aceleración y Amos puso la mística y la energía que amalgamótodo.

"¿Qué pasó? ¿Se le cayó un tornillo a Andrés? ¡No!, que se le caiga un tornillo a todos menos a él", comenzó a bromear Amos, al notar que una pequeña pieza se soltó de la guitarra de Andrés. En el cuarto de ensayo se respira calma. Ultrágeno está listo para lo que venga. No están nerviosos, sino expectantes. Todos dicen que su mayor deseo es reencontrarse con la raza furia y dejarlo todo en el escenario.

Y así fue.

Foto: Pablo David | NOISEY Colombia.

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El 10 de agosto una manta negra enorme con el símbolo de Ultrágeno cubría el Auditorio Lumiere. A esos de las seis comenzó a llegar la gente que compró las boletas VIP, quienes eran entre 20 y 30 personas que tuvieron la oportunidad de entrar temprano, parchar con la banda y escuchar la prueba de sonido. Entre tanto, Juan Camilo le regalaba a los fanáticos un lote de afiches que se encontró de un concierto de 1999 realizado en La Calleja, emblemático auditorio del underground noventero de la capital.

Mientras se ultimaban los detalles del show, la banda andaba por el auditorio compartiendo un rato con la raza furia. Andrés llevaba el mismo saco amarillo de imitación de Adidas de un equipo de volleyball catalán que Amos le regaló, el mismo con el que sale en el video de 'No lo sé'. Santiago, que durante los ensayos siempre se mostró muy serio y frío, recorría el lugar con una gran sonrisa mientras hablaba con la gente. Amos y Juan Camilo, vestidos completamente de negro, firmaban los afiches y se tomaban fotos. Era un ambiente familiar, muy jovial y relajado.

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Foto: Pablo David | NOISEY Colombia.

"Gracias por volver", decían los fanáticos. Unos incluso le dijeron a Andrés, "queremos un nuevo disco", a lo que él respondió con su amable y tranquila voz y con una leve sonrisa: "ya me se acabaron todos los riff que tenía".

El futuro de Ultrágeno es incierto. Barragán ve esta reunión como un cierre, Santiago la ve como una linda oportunidad que le dio la vida, una que nunca pensó que podía ocurrir de nuevo, pero al igual que Amos y Juan Camilo, no se atreve a decir si será la última. "Me parece prematuro decir algo por decirlo sin saber qué va a pasar", opina Juan Camilo. "Las posibilidades quedan igual de abiertas que cerradas", dice Amos. Lo único en lo que son enfáticos es que no es factible hacer un nuevo disco por temas de tiempo y distancia, y que por ahora lo que importa es dar un buen concierto y terminar el documental. Después, ya veremos.

De a poco fue entrando la gente al auditorio que se llenó con unas 500 personas. En el público había de todo. Peladas de 22 años que se hicieron en la primera fila, gente que se vino de la oficina directo al Lumiere, que cambiaron los tacones por tennis y se guardaron la corbata en algún bolsillo. Señores mayores de 40, mechudos con canas, punkeros menores de 30. Toda la raza furia en su máxima expresión.

Mientras la gente se acomodaba y gritaba "oe, oe oe, Ultra-Géno", la banda comía en algún lugar cercano al auditorio. Pasadas las diez llegó la hora del despelote. El grupo se paró en la tarima y se dieron un abrazo. A excepción de Juan Camilo y Andrés, los cuatro en verdad no hablan mucho entre sí, incluso pueden pasar años sin verse y aún así hay algo que los une que es indescriptible, un lazo que solo el que ha tenido una banda puede entender y que se manifestó por unos segundos con ese corto abrazo.

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Ya era hora. El ritual comenzó.

Foto: Pablo David | NOISEY Colombia.

Primero una introducción instrumental. A los cinco minutos se subió un rastoso para abrazar a Amos. Empezamos bien. 'El acorde' fue el primer tema que apagó ese silencio de diez años, el cual fue seguido de una explosión energética indescriptible. Era imposible no notar la emoción en los aguados ojos de esas cientos de personas que llenaron el Lumiere, y sin importarles el calor o el poco oxígeno, se lanzaron contra el escenario para darlo todo con la banda.

"Las posibilidades quedan igual de abiertas que cerradas"

Fue hermoso ver gente mayor de 35 años cantando y gritando como si tuvieran 20, sin importar las entradas, las canas o las arrugas. Cuando Ultrágeno canta, la raza furia responde. Muchas veces la voz del público sonaba más duro que la de la banda. No podía esperarse menos.

Los años han pasado, pero el sentir es el mismo. Si bien en Bogotá ya no explotan carros bombas, la hostilidad y la violencia sigue latente. No es muy distinto a los noventa, por eso la letras de Ultrágeno siguen vigentes. Por eso un pelado de 22 se puede parar a gritar junto a uno de 42 y entenderse perfectamente.

Foto: Pablo David | NOISEY Colombia.

Simplemente hay cosas que no cambian.

En un punto, Amos dijo, "me volví a subir con billetera", haciendo alusión al famoso concierto en 1999 cuando se lanzó al público, perdió la billetera y luego alguien se la lanzó de vuelta. Cuando dijo esto, todo el auditorio se cagó de la risa.

Definitivamente, hay cosas que no cambian.

Desde el sudoroso público se veía a Barragán saltando con toda, me acordé que un par de semanas atrás contó que no pensaba brincar mucho por su rodilla, pero también me dijo "ya qué hijueputas, vamos a darle" y pues sí, qué hijueputas. Amos me comentó que les preocupaba equivocarse, y se equivocaron, justo en 'La Juega'. La volvieron a tocar desde el principio, porque qué hijueputas.

Foto: Pablo David | NOISEY Colombia.

Fueron un poco más de dos horas de concierto. Al final cerró "Divino Niño". Mientras Andrés abría el tema con su guitarra, los demás, como siempre, alzaron los brazos. Juan Camilo parado sin camiseta sobre su batería, con una gorra de Suicidal Tendencies y sus brazos en alto, armaba un cuadro épico, el resumen de todo el esfuerzo, las ganas y la energía que le pusieron a este nuevo capítulo de la historia de Ultrágeno.

Desde la parte trasera del auditorio, se veía a toda la raza furia con las manos en alto, iluminada por una luz similar al amanecer. Una imagen divina, histórica. "Estamos aquí porque estamos vivos".

La raza furia nunca morirá.