FYI.

This story is over 5 years old.

Música

La tonadita infecciosa

Ante las canciones que se han adueñado del ambiente como una plaga, esas que de tanto sonar ya suenan hasta en la licuadora, no hay prevención que valga.

Hace poco fui donde un médico infectólogo porque temía que una canción que se ha propagado por todo el planeta como una pandemia, hubiera introducido sus agentes patógenos en mi organismo. -- Todo empezó – le dije al doctor – cuando vi el video de los tres tipos italianos que venían despotricando contra la susodicha canción, y de repente se pusieron a cantarla.
-- A cantarla con entusiasmo – terció el médico.
-- Ajá.
-- …
-- Bueno, yo no me la sé y nadie me ha visto cantarla. Sin embargo, hay algo que me preocupa: a veces me descubro reproduciendo en la memoria su sonsonete pegajoso.

Publicidad

En este punto el médico decidió tomarme el pulso. Mientras lo hacía dije que en la música aparecen cada tanto esos éxitos comerciales que son como una peste: se expanden en forma contagiosa, y al parecer no hay antídoto que los detenga. Ante las enfermedades que se transmiten a través del contacto directo funcionan las precauciones de rigor: te mantienes alejado, o te pones un tapabocas quirúrgico, o te vacunas. Pero ante las canciones que se han adueñado del ambiente como una plaga, esas que de tanto sonar ya suenan hasta en la licuadora, no hay prevención que valga. Sencillamente, te encuentras indefenso. Si te tapas el oído izquierdo, te entran por el derecho, y si te tapas los dos, te invaden por medio de la vista. -- No exagero, doctor: Hace poco vi en una valla de carretera el estribillo de la canción. El médico me interrumpió para ponerme una espátula sobre la lengua. Entonces pensé que este tipo de canción pandémica se presenta, más o menos, cada diez años. Un día se llama "Macarena" y al día siguiente, "La lambada"; luego se llama, "Aserejé", y más tarde, "Despacito". Al pensar en el nombre de la canción su sonsonete volvió a mi memoria:
Despacito
Quiero respirar tu cuello despacito
Deja que te diga cosas al oído
Para que te acuerdes si no estás conmigo

El médico retiró el bajalenguas.

-- Se ve bien, pero tengo que examinarle otras cosas.
-- Mientras usted me revisaba volví a recordar el sonsonete.
-- Cántelo, a ver…
-- No es necesario, doctor.
-- Un momento: ¿Usted dice que, aunque no se sabe la canción completa, repite el estribillo en la memoria?

Publicidad

Asentí con la cabeza.

El doctor abrió los ojos en señal de alarma. A partir de ese momento – dijo con rostro grave – tenía que considerarme como "un caso sospechoso", pues yo acababa de admitir un "síntoma" que sugería "el desarrollo de la enfermedad transmisible".

-- ¡Pero si ni siquiera me sé la canción y jamás la voy a cantar, doctor!
-- No importa. Mínimo es un portador asintomático.
-- Caramba.

El médico me mostró un libro que tenía en el escritorio: "Manual para el control de las enfermedades transmisibles". Le di un vistazo a la portada. El editor es Abram S. Benenson.

-- Mire aquí – dijo, mientras me señalaba una página con el índice derecho.

Leí el fragmento señalado en voz alta: "reservorio: Es cualquier ser humano, animal o artrópodo, planta, o suelo, o materia, o combinación de estos, donde normalmente vive y se multiplica un agente infeccioso".

-- Tremendo.

El doctor me dio una mirada burlona por encima de sus lentes bifocales:

-- He estado bromeando, ¿sabe? La verdad es que a usted no le va a pasar nada malo.
-- ¿No?
-- No. Yo podría hacerle un diagnóstico fatalista para llenarlo de miedo y sacarle más plata, pero soy honesto. Váyase tranquilo para su casa, y si quiere cante la canción en voz alta, no hay problema.
-- ¿Seguro que no?
-- Segurísimo. La mala música es apenas como una gripa: contagia al que la oye pero no lo mata.
-- Entiendo.

A continuación le di la mano y salí a la calle. Me fui cantando mentalmente, por supuesto, la tonadita infecciosa.