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Música

El verdadero concierto del siglo: Memorabilia de Metallica 1999

Un repaso por el primer y mejor concierto que este grupo mítico ha dado en Colombia.

Durante todo 1999 estuvo bien adjetivar con aquello del fin del siglo. Los escándalos televisados eran "destapes del siglo"; los clásicos de fútbol, "partidos del siglo"; los lanzamientos discográficos, "lanzamientos del siglo" y así. Todo era imperioso por el hecho simple, aunque nunca antes visto, de que el paso de las horas estaba apagando "los últimos 100 años" o peor "el último milenio". La gente en general había decido procesar ese cambio en el calendario asumiendo un carácter apocalíptico, una angustia muy Y2K y una retórica fastuosa. Y los metaleros de la época éramos de ese tipo de "gente en general", aunque nos juráramos tan contracultura como lo hacen los de hoy y de siempre. El asunto, básicamente, era que Metallica había anunciado su primer concierto en el país el 02 de mayo en el Parque Simón Bolívar de Bogotá. Era algo tan inmanejable que tuvimos que lidiarlo con una etiqueta original y conceptualmente aguda: "el concierto del siglo".

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Y lo era. Para empezar, se trataba del exorcismo a la famosa noche en que Guns n' Roses había dado un espectáculo caótico que terminó antes de lo esperado y con varios desmanes. Los medios habían impreso las historias entorno a ese desastre en la mente de los asistentes, sus padres, los medios y los empresarios. Así que entre las preguntas que generaban tensión estaban ¿Volvería a ser igual? ¿Sobreviviríamos para saludarnos en el 2000? ¿Acaso éramos capaces de conservar la cordura?

Lea: El día en que Guns n´Roses volvió mierda el Tequendama.

De otro lado, el Garage Inc. –el álbum que daba lugar a la gira– era entendido como un acto de expiación de la banda para pagar las "culpas" cometidas durante los trabajos previos Load y ReLoad. Estos habían sido álbumes muy audibles caracterizados por intervalos cadenciosos, trazas de blues y acordes con distorsiones bien logradas, pero de ninguna forma similares al trash cauto que brillaba en trabajos anteriores. En una palabra, no había equivalentes a tracks como No remorse, Metal Militia o Fight fire with Fire. Eso había herido la confianza en la barriada haciéndola particularmente susceptible a cualquiera de sus movidas. Pero esta –el tour del Garage Inc.– prometía mucho, ya que  era una vuelta a los orígenes de la banda, una sucesión de remakes, una revisión al ritmo desquisiado y trepidante que había hecho posible y mantenía unido el cónclave de Hetfield, Ulrich, Hammet y Newstedin memoriam Burton–. En una palabra, se trababa de una "Retoma del control" y todos lo sabíamos. En una entrevista que el diario El Espectador publicó el mismo día del concierto, Hetfield habría asegurado: Es un disco con todo lo que nos gusta: canciones súper rápidas y ruidosas, como las de Discharge y Black Sabbath. Son cerca de setenta minutos con canciones que Metallica nunca había tocado. También logrará que nuevas generaciones de oyentes puedan regresar al pasado y oír el catálogo de Misfits o el de Mercyful Fate.

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¡Dios! Metallica se había puesto la chamarra con parches de otras bandas, venía a Colombia y estaba dispuesta a reivindicarse con quienes teníamos años esperándolos. ¿Cómo putas no iba a ser el "Concierto del siglo"?

Ese domingo llegué al parque Simón Bolivar sólo unos minutos después de las 6:00am. Tuve que bajarme del bus al menos cinco cuadras antes y caminar por la avenida 68. Lo hice prácticamente por la mitad de la "calzada lenta", aprovechando el cierre vial que recién había empezado. Respiré el frío y sentí ansiedad. Me sentí extraño por caminar por donde lo estaba haciendo y recordé que era esa la calzada de los desfiles militares del 20 de julio. En los andenes del costado oriental habían carpas y en los del occidental buses intermunicipales de los que decenas de metaleros mal dormidos descendían y se unían a mi marcha. No corríamos, pero sí acelerábamos el paso porque al fondo se venían rebaños de fanáticos buscando un lugar en la fila que se proyectaba hacia el sur por toda la avenida. Era demasiado temprano para sentir tanto acelere, pero todos lo hacíamos.

Más adelante pude encontrarme con mis amigos y creo que eso pasó por el hecho simple de haberle madrugado a Metallica. Unos minutos más y nos habríamos perdido en la multitud. Según la leyenda, habríamos llegado a ser 100.000 felices asistentes estratificados en tres localidades: Platinum (a $90.000 pesos), VIP (a $75.000) y General (a $15.000). Para darle manejo a esa horda potencialmente insurrecta en el mismo lugar se habían dado cita 31.000 efectivos de la policía entre agentes de la Fuerza disponible, Carabineros, Tránsito, el programa "Bogotá solidaria" y la policía comunitaria. Los acompañaban 600 integrantes de Fuerzas de paz, 80 de la cruz roja y 20 de lo que es ahora el Instituto Distrital de Recreación y Deporte. Pude ver cómo se montaron barricadas para cerrar la calle 63. Junto con la avenida 68, ésta es una vía principal para el noroccidente. Ese día varios barrios quedaron aislados y fue tan drástico el dispositivo vial que al día siguiente el diario El Tiempo dedicó una columna al tema. El título fue: " Kilométricos trancones por el concierto de ayer. Cerca de 15 vías estuvieron cerradas"

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La expectativa fue in crescendo conforme las horas mataban el milenio y nosotros superábamos los filtros de la policía (fueron tres en total). Éramos fans de los buenos, por lo que en la fila el tema nunca llegó a agotarse. Hablábamos del oficial del ejército que no aguantó la emoción y termino "boleando" su uniforme en el concierto en Moscú; repasamos las escenas llenas de agitadores con las que arranca el VHS " Live Shit: Binge and Purge" –un  concierto de la banda Mexico (1993) – y nos referimos como especialistas a la vez que, en plena Gira de Oro con Guns n Roses, James Hetfield fue alcanzado por unos fuegos artificiales, todo se fue a la mierda y, para rematar, Axl Rose hizo una de sus típicas pataletas y no salió al escenario. Ya había escuchado, leído y visto esas historias antes, pero ahí valía la pena contarlas de nuevo. Exagerábamos y esperábamos algo parecido. Al pasar cada filtro salíamos corriendo para hacer la fila  del otro. Eran carreras cortas de a lo sumo 30mts, pero igual las hacíamos embalando primero y trotando después. Chocábamos las manos al llegar de nuevo a la fila y reanudábamos la charla ociosa. Fueron al menos 8 horas de alta cultura sobre la vida y obra de ese cuarteto de San Francisco / Los Ángeles.

En fin, cada concierto era una historia y nosotros estábamos viviendo la nuestra con mucha adrenalina, aunque sin tantos acontecimientos extraordinarios como los que comentábamos. Cuando mucho, recuerdo haberme reído de un metalero descontrolado que unos auxiliares de policía arrastraron por el cuello mientras arengaba cantando la letra de Stone Cold Crazy. Pero no hubo más, ni siquiera cuando pasamos el último filtro, nos embocamos cual rebaño hacia la localidad VIP y marchamos más bien lento por un corredor estrecho. El tumulto era invivible y no se podía respirar bien. Mucha gente levantaba el rostro y se quedaba ahí, mirando al cielo robándole aire fresco.  Poco a poco esa masa horrenda se fue desplazando hasta desembocar en el extremo derecho de la plazoleta. Corrimos hasta el lado opuesto y nos ubicamos en las gradas más elevadas. Quedamos en diagonal a la tarima y justo bajo una pantalla gigante. Pasamos horas en ese punto, viendo cómo se llenaba la plazoleta y haciéndole la "mano cornuta" al helicóptero de la policía que daba vueltas cada vez más bajas. Fue así por lo menos durante una hora antes de las 4pm. Cada vez que ese aparato pasaba, la gente hacía el mismo chiste flojo: "ojalá salga cuando empiece guan". Se referían a One y, obvio, hubiera sido mágico. Pero en ese punto era solo una especulación que le sumaba gracia al panorama. No creo que alguien lo hubiera creído posible. ​

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A las 4:00pm la banda bogotana Darkness arrancó su parca presentación. Pocos conocíamos su álbum debut Espías Malignos y muchos menos su álbum revival Soberanía: soberana ironía. Me hubiera gustado que los casi 100.000 asistentes entonaran Metalero (una canción-homenaje compuesta por esa banda) como un himno colectivo, pero eso nunca ocurrió. A Darkness, como quedó en claro esa tarde, el tiempo les había arrebatado la oportunidad de trascender en la escena y solo nos quedaba estar agradecidos con ellos. Los vimos sin mayor exaltación, muy en contra de las suposiciones de los organismos de control y de la concentración cristiana que se desarrolló en paralelo en la Plaza de Bolívar. Según un reportaje de El Tiempo del 03 de mayo, los asistentes a ese rito de conjuro aseguraban que era "la respuesta del pueblo cristiano al satanismo invocado por el concierto metálico". Héctor Alfredo Vera, quien era el gerente administrativo y financiero de la Misión Carismática en ese momento, comentó "Ellos –es decir, Metallica– están convocando a sus seguidores, para que alaben a satanás con el Rock y nosotros alabamos a cristo con nuestros cantos y música. Lo único común entre los dos certámenes son los escenarios en honor a Bolívar". Los cristianos habrían llenado tres cuartas partes de la plaza y solo habrían necesitado 50 policías para que se cuidaran de sí mismos.​

Y pues bueno, a decir verdad la manifestación cristiana se mantuvo en el anonimato y gracias a Dios La Pestilencia salió a las 6:00pm. Su toque fue un recorrido por dos álbumes La muerte, un compromiso de todos y El Amarillista. Cada parte del tracklist fue visceral, incitadora y más consecuente con el espíritu apocalíptico del momento. Eso hizo que las cosas se pusieran mal, principalmente para la localidad de general. Al término de cada canción, la gente gritaba: "¡Voooolumen!, ¡Vooooolumen! ¡Vooooooolumen!". El sonido no llegaba y a la frustración que esto producía se le sumaba la idea de que Metallica saldría al escenario y ellos –los de general– no iban a ver ni a escuchar nada. La inconformidad creció y se convirtió en una batalla campal, en una escena típica en la que los de un lado arrojan monedas y piedras para que los del otro la recojan y las arrojen de vuelta. En total el concierto dejó un saldo de 52 personas retenidas, la mayoría de ellas, creo yo, de ese enfrentamiento que vi de lejos regodeándome por haber invertido un poco más en la boleta. Fue una burla corta y pasajera, pues al rato la barrera que separaba ambas localidades cedió y un grupo importante alcanzó a pasarse. En ese momento lo que sentí fue miedo y me gusta recordar cómo la gente se preguntaba "Jueeeeputa… ¿y la policía dónde está?". Encendieron todas las luces, la policía tuvo que intervenir y ese sólo incidente habría dejado 20 personas golpeadas además de las 50 que tuvieron que ser atendidas por la cruz roja a causa de contusiones con piedras y monedas. En los reportajes del día siguiente pueden encontrarse testimonios de un menor con un brazo roto, una joven de 17 años que tuvo que ser intervenida quirúrgicamente en uno de sus ojos y un fan al que un integrante de Fuerza de Paz le habría dado un varillazo en la cabeza. Muchos años después de eso me pregunto de nuevo ¿Vamos a ser algún día una plaza realmente madura para el género del Metal?

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La Pestilencia terminó su presentación con la misma furia que arrancó. Al despedirse, Dilson Díaz (vocalista y líder de la banda) gritó " Ahora viene el mejor grupo, Metallica hijueputa". Desde ahí el escenario pasó a negro y se mantuvo así hasta que a las 7:15pm sus luces se encendieron dejando ver un telón de fondo en el que se difuminaban tonos amarillos, naranjas y rojos. Las cámaras de humo hacían su trabajo al tiempo que "Ecstasy of gold" de Ennio Morricone empezaba a escucharse desde lejos. Los que estábamos en las graderías nos pusimos de pie, los de abajo se empujaban y trataban colarse hacia más adelante, habían gritos de todo tipo y la expectativa estallaba. La obertura de Morricone ya estaba a lo que marcaban los 180.000 vatios con los que iba a tocar la banda. Si hay algo claro para todos los conciertos de Metallica es que nada embriaga tanto como ese intro épico que siempre sacude y hace galopar el corazón.

Y ya no había vuelta atrás. La devoción y las expectativas contenidas desde días atrás se ensamblaban con la imagen de Lars Ulrich montándose en una Tama de doble bombo. La obertura seguía, pero ¿Eran ellos? Ya estaban Kirk Hammet, Jason Newsted y James Hetfield distribuidos en una tarima de 18 por 14 metros, pero ¿En serio… eran ellos? Vino el cierre de la intro, un silencio y los primeros acordes de Breadfan. Luego todos escuchamos la voz de un Hetfield cargado de coraje que extinguía cualquier duda que nos habíamos permitido. Era Metallica, eran los Four Horsemen del Kill'Em All,  los dueños de la escena desde hacía más de 20 años.

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Si en algo coinciden las reseñas y las anécdotas que aún compartimos sobre esa noche, es en el hecho de que el pogo no arrancó con la primera canción. Fue como si después de haber visto tantos conciertos, ahora dudáramos que hacíamos parte de uno de ellos. Nadie quería perderse de nada y por eso todos fuimos más bien inexpresivos en un inicio. Entonces resultó que solo Metallica, pudo salvarnos del shock de ver a Metallica. El riff del inicio de Master of Puppets corrió como siempre (Trun, trun tun tuuuuuuun) y cada iteración demarcada por el bajo y la batería nos inyectaron el coraje que necesitábamos para salir del asombro. Hicieron la versión completa (cosa que nadie se esperaba) y fue hasta el final que Hetfield dio su primer saludo en la vida a este pueblo miserable: "Hola Bogotá!, parece que por fin nos vemos. Somos Metallica y esto es lo que mejor hacemos". Fueron 19 canciones en un poco más de dos horas. El 68% del tracklist fue de canciones previas al Load, lo que posteriormente nos hizo suponer que las canciones del Garage Inc., habían sido solo un saludo a la bandera (en una gira de ese álbum, poco sentido tuvo que solo dos de sus canciones sonaran en vivo). La nota amable de la noche estuvo acargo de Jason Newsted que se tomó un instante antes de su solo para esas 100.000 almas: " Bogotá, hola! ¡Qué hermoso! Esperamos muchos años para que Metallica y Bogotá estuviéramos juntos. Gracias y…. FUUUUCK YOU". Obvio, lo que nos dejó cojos fue haber dejado de escuchar clásicos como Motorbreath, Whiplash, Seek and Destroy o Welcome Home (Sanatorium). El trabajo que más sonó esa noche fue "El álbum negro" (5 tracks) seguido de Master of puppets ( 3 canciones).

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Nuestra fe quedó restaurada en el momento en que que tracks como King of Nothing o Bleeding Me ( Load) armonizaron con clásicos como Creeping Death y los remakes como Die Die My Darling. Incluso lo visual también les quedó bien hecho y no llevó a creer que hacíamos parte de los viejos tiempos. Todos cayeron en los rostros desencajados por la ira con los que eran reconocidos, Hetfield riffeó con una ESP de cuatro puntas y Ulrich alardeó cada vez que pudo sobre una audiencia incorregiblemente dominada. Años después él mismo comentó que Colombia había sido la mejor plaza en Latinoamérica durante esa gira en una entrevista a Héctor Mora (Mucha música). Me gusta creer que es cierto.

Se despidieron tres veces, haciéndonos creer que cada regreso a la tarima era el resultado de nuestro coro inacabable y de los saltos coordinados que hacían que la tierra se sacudiera. El último track fue Battery y lo ejecutaron de una forma tan agresiva que parecían recién salidos de los 80´s. No había nada más que decir, lo habían hecho como en Moscú, México ó Seattle, aunque por primera vez para nosotros. A mi lado alguien gritó " no nos conformemos, hagámoslos salir de nuevo", pero las luces del parque se encendieron y se mantuvieron así mientras aplaudíamos. Ya minutos antes habían hecho eso de formarse frente al público con los brazos entrelazados para hacer la venia, sonreír, arrojar picks y baquetas. Esta vez solo se perdieron en el escenario. Y me quedé en silencio fijándome en cómo desaparecían para no volver, no por lo menos los mismos cuatro. Sentí una mezcla rara de gratitud y paz. Aún si llegaba el 2000 y se desataba el apocalipsis, yo había estado en el concierto del siglo. ​​​

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