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Música

Recuerdos de Jazztropicante: Tres viajes sonoros que revolcaron el Jorge Eliécer Gaitán

El Teatro vivió una de sus fechas más memorables.

Fotos por Stephanie Ascanio.

Durante años ha corrido el rumor de que el teatro municipal Jorge Eliécer Gaitán tiene una maldición con la música: pocos actos parecen convocar un numeroso público. El Jorge Eliécer ha albergado algunos de los conciertos más memorables de la última década en Bogotá: John Zorn, Totó La Momposina y Petrona Martínez, Lila Downs, Omara Portuondo, o Alan Parsons Project. Sin embargo, mucho se habla de lo difícil que es conectarse con el público cuando la sala está medio vacía (o medio llena). Lo cierto es que el pasado 16 de febrero durante la primera edición de Jazztropicante, se dio un concierto tan espectacular que rompió con el mito, subió la vara y, sin duda, se metió entre los conciertos más memorables de la historia del teatro.

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Por dos semanas, más de veinte músicos provenientes de Francia, Canadá, Serbia, Venezuela, y Colombia  trabajaron ininterrumpidamente en tres grupos de creación colectiva para presentar un inédito concierto que se dio el pasado 16 de febrero, gracias a la gestión de Sarah Marechal (Mariazú) y Stéphane Montigny (La Belle ImageMéloblast). En este potente y talentoso combo participaron grandes del jazz como Julien Lourau y Bojan Z; visionarios como Eblis Álvarez (Meridian Brothers, Los Pirañas) y Ornette (que además el mundo entero conoce con este remix); proyectos explosivos como Romperayo y Méloblast; y sonidos globales y frescos como los de Mariazú, los de la haitiano-canadiense Melissa Laveaux y los beats del reconocido productor francés Simbad. El resultado: un concierto alucinante con tres actos.

Un ensamble de visionarios: Eblis Álvarez, Ornette, Julien Lourau y Bojan Z

Ver trabajar a este cuarteto es completamente alucinante. Julien Lourau es una referencia imprescindible en el universo del jazz francés y del saxofón, Bojan Z es un virtuoso del piano y tiene una carrera musical de más de 30 años, Ornette ha colaborado en un sin fin de proyectos como Fink, Joris Delacroix, y Nôze -por sólo mencionar algunos- y Eblis Álvarez es un compositor colombiano dos veces ganador del Premio de Composición del Ministerio de Cultura, multi-instrumentista y uno de los principales referentes de las llamadas nuevas músicas colombianas, con su proyecto Meridian Brothers.

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En los ensayos el ambiente era tenso debido a el nivel de concentración, casi que se podía cortar el aire como una rebanada de pastel. Había partituras regadas por doquier. Entre un fuerte olor a mandarina y tazas de té que se enfriaban con el tiempo estaban ellos, los cuatro visionarios. Entre las charlas en francés, en inglés y en español, los cuatro se daban algunas indicaciones antes de comenzar a interpretar las piezas. Y así, cuando fluía la música, era un sólo lenguaje. Montaban "cazador", uno de los cortes del último disco de Meridian Brothers. En poco más de 24 horas estarían en el escenario bajo un formato que sorprendió a más de uno.

Su presentación en el teatro estuvo llena de momentos sobrecogedores, de esos que solo se tienen cuando se logra contemplar algo que se le roba a uno toda la atención. Encima de las tablas del Jorge Eliécer se dió una conversación abrumadora entre cuatro músicos cuyo entendimiento de la música va más allá de las barreras de la contemporaneidad, y sin embargo es honesta y sin pretensiones: música de cámara con sintetizadores, saxofón, y Cello.

Julien estaba junto a una mesa llena de pedales de efectos que intervenían el vientoso sonido de su saxofón. Su jorobada postura se diferenciaba de la de Ornette: alta, erguida, y elegante con su pelo rubio platinado. Sus dedos flotaban por encima de sus dos sintetizadores y, al cantar, siempre llevaba el ritmo bailando, por más complicada e irregular que fuera la métrica de las atonales creaciones que iban sonando conforme el tiempo se desvanecía en el aire de la sala. En el piano de cola Stenway & Sons estaba Bojan Z, imponente. Tocaba sus dos teclados con destreza absoluta: había memorizado todas las partituras, casi ni las miraba. Y por último estaba Eblis Álvarez con sus gafas de lente grande y redondo. Lo habíamos visto tocar computadores, máquinas, guitarras, bajos y clarinetes, pero nunca en el cello.

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El retumbar de los bajos electrónicos abrumaba y hacía rugir a la sala junto a la plenitud del piano, mientras el saxofón y el cello coloreaban el espacio con las melodías contrapuntísticas de los Meridian Brothers. La complicidad entre Bojan y Julien se percibían. Sin embargo, no era un concierto más de los muchos que han tenido en su carrera de más de treinta años. El comienzo de Jazztropicante terminó con una ovación de pie por parte de los asistentes. Bajó el telón y con él terminó el primer acto.

El encuentro de los trashumantes: Melissa Laveaux, Simbad y Mariazú

Melissa Laveaux es una cantautora, compositora y guitarrista canadiense de origen haitiano. Se radicó en Francia en 2008 y allí despegó su carrera musical ovacionada de manera contundente por la crítica internacional. Simbad, uno de los productores y beatmakers franceses más talentosos de su generación trabajó con Tony Allen, Keziah Jones, Bugz In The Attic, entre otros. Y Mariazú es un proyecto multicultural creado por la cantante francesa Sarah Maréchal en Bogotá que desde el Festival International de Jazz del Teatro libre de Bogotá en 2009 hasta el Festival AlgoImagen en San José de Costa Rica en 2016, ha creado puentes entre Francia y Colombia con esta singular fusión que refleja su mirada sobre ambas culturas. A esta reunión se le sumó el artista visual Fabio Romero para cerrar con broche de oro.

Durante los días previos al concierto a Sarah Marechal se le veía agitada. Además de su labor como música, es la cabeza directiva de Jazztropicante. Sin embargo, siempre tenía una sonrisa impresa en su rostro, y más cuando su banda comenzaba a tocar con Mariazú, Melissa, y Simbad. Los tambores del percusionista venezolano Pibo Márquez se fundían perfectamente con los beats electrónicos en los ensayos, en donde sobre una pared se proyectaban imágenes de cohétes voladores y trenes a toda velocidad. Por otro lado la guitarra de Melissa Laveaux y su voz ronca se acompañaba del bombardino que interpretaba el señor Sebastián Rozo con mucha gracia y elegancia. Sin embargo la envergadura de la puesta en escena de los trashumantes sólo se pudo ver en todo su esplendor en el Jorge Eliecer.

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El segundo acto de Jazztropicante comenzó con un show visual impresionante. Era hipnótico y futurista, y sin duda fue el primer paso en el viaje ecléctico que le hicieron emprender a los espectadores. En medio de las canciones que nos transportaban de a Haití, a Francia y a Venezuela, sonaban, cortesía de Simbad, samples de ciudades, campos y voces que criticaban a un sistema que hoy en día tiene como líderes mundiales a una manada de políticos locos. Las imágenes y sonidos se fundían a su vez con tomas en vivo de los músicos. Este show fue una experiencia tan sinestésica y mística como llena de sabor. El público ya estaba entrando en calor con el funk, el jazz, el soul, y los ritmos afrolatinos y a su vez se presentaba para el cóctel de gasolina y pólvora que estaba por venir.

Un coctel musical explosivo: Romperayo y Méloblast

Además de ser tan versátil para tocar rock, jazz, pop, música oriental o música afrocubana, Stephane Montigny es un trombonista, compositor y arreglista muy conocedor de la música popular colombiana. Como fundador, compositor y arreglista de La Belle Image ha tocado, desde 2007, con los músicos más importantes de la escena jazz y fusión del país como Pacho DávilaJacobo Vélez y La 33. Él y otros cinco músicos conforman Méloblast, un despliegue de poder musical que se acerca tanto a la papayera como al rock progresivo. La propuesta combina muy orgánicamente con la potencia de Romperayo, liderado por el bogotano Pedro Ojeda, afamado percusionista, baterista, compositor y productor (Frente Cumbiero, Los Pirañas, Ondatrópica, Sidestepper, entre otros), quien se ha reinventado la manera de unir el porro, la cumbia, el son palenquero o el currulao con sonidos electrónicos y psicodélicos.

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Pedro Ojeda, de Romperayo, en acción. 

A un día de su concierto en el Jorge Eliecer, Romperayo y Meloblast se seguía cocinando, musical y literalmente, en un sala de ensayo. Diez músicos, una botella de whiskey, cigarrillos, y una bolsa de mambe: la receta perfecta para una explosión de sabor transatlántico. Guillo Cross, guitarrista de romperayo, terminaba de enseñarles a sus colegas la estructura de "Farengi", una composición propia. Las primeras pasadas de este tema, un afrobeat, dejaban atónito a cualquier amante del sabor africano. Sin embargo, esa solo era una parte del cóctel. Igual de sabrosa, pero astringente y ácida a la vez, la otra parte estaba llena de ritmos y compases rotos, cortes violentos, cambios abruptos de tempo, algo muy propío de Meloblast. Juntos son un camionado de poder imparable. Entre risas y recoche terminaban el último ensayo, previo al gran show de cierre de la primera edición de Jazztropicante.

Después del encuentro de los trashumantes, el público del teatro Jorge Eliécer Gaitán no se imaginaba lo que se le venía encima a escasos segundo. "Tercer llamado, tercer llamado, tercer llamado" sonaba en los altoparlantes del teatro. El tiempo pasaba y nada que salían los músicos. De repente, desde la entrada principal, se comenzó a escuchar una fiesta. Era una banda, a lo pelayera, integrada por Romperayo, Meloblast, Julien Lourau y Ornette. Uno a uno fueron entrando al auditorio, poniendo de pie a los confundidos asistentes. Llegaron a la tarima liderados por el comandante del timbal, el ya legendario Pedro Ojeda: "¡Buenas noches Jazztropicante… ¡un, dos, tres cua!". Reventó el auditorio principal en una fiesta de cobres y tambores: "¡Icoro Palenquero!". Con dos temas de Romperayo y dos temas de Meloblast implantaron el desorden.  Fue tal la algarabía que decenas de personas saltaron a la tarima para bailar "Anibal, Vuélvelo a Meter", un clásico de la banda bogotana que unió bajo la magia de la danza a los asistentes con los músicos de Jazz Tropicante. Fue algo realmente histórico y conmovedor ver el Jorge Eliécer así.

A pesar del frío, la animosidad estaba a flor de piel y la fiesta siguió en el centro de Bogotá junto con todos los músicos y un Jam de trombón, clarinete y decks en medio de rones y polas nocturnas.  Jazztropicante fue un encuentro transatlántico de camaradería, de amistad, y de mucha música. Se espera que se replique en Paris en la segunda mitad del año, esta vez con todos los colombianos en Francia. Sin nada más que agregar: ¡Larga vida a Jazztropicante! Si se lo perdió, siéntese a llorar, espere el disco y vaya calentando motores para el próximo año.

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