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Música

La reunión de LCD Soundsystem: Simulacro y aceleración en el pop alternativo

El ciclo disolución-reunión del pop alternativo contemporáneo ha llegado a tal extremo que la tecnología es capaz de traer a músicos del más allá para encabezar conciertos.

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*Este artículo de publicó originalmente en Vice España

La separación de un grupo es algo un poco parecido a la muerte de una mascota: es la desaparición de un ente al que le hablas pero jamás te responde, que crees que siempre está ahí contigo pero que nunca sabrá tu nombre.

Quizá el mito fundacional de la 'ruptura de grupo' fue la de los Beatles, un evento traumático para las beliebers de la época que tardó 5 años en oficializarse entre pleitos y peleas.

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Por lo tanto, hoy en día la idea de un grupo "separándose" no sólo es algo terrible para los fans, sino que además es un evento. Es como mínimo una semana de contenido asegurado, dependiendo de lo escalable del grupo, y en algunos casos como el que hoy nos ocupa, hasta puede suponer un documental u otras oportunidades de merchandising. Este mes salió el cartel de Coachella, ese festival al que nunca irás pero por algún motivo te parece un evento que seguir anualmente, y ahí, arriba de todo: LCD Soundsystem, reuniéndose después de su separación del 2011.

En el momento de su disolución ya se podía ver que se iban a reunir tarde o temprano, con lo cual esta noticia no ha supuesto ninguna sorpresa. Las reacciones más fuertes a su reunión probablemente hayan sido "¿lo habían dejado?" seguido por "¡lo sabía!".

Recordemos un momento cómo fue la separación de LCD Soundsystem:

  • Anunciaron un show en el Madison Square Garden que se vendió en cuestión de horas. Según James Murphy todas las entradas las habían comprado reventas así que anunció otros 4 shows pre-Madison Square Garden para asegurarse que todo el mundo pudiese ir a despedirles.
  • Su concierto final fue editado en DVD y aparte se grabó un documental sobre las 48 horas que precedieron y siguieron al concierto.
  • Además de todo esto, el concierto fue publicado en un set de 5 jodidos vinilos (3 horas de música, 28 canciones) que ahora se vende en Amazon por 129 euros.

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El consumidor #netstream de hoy en día está perfectamente acostumbrado a la reunión de grupos separados. Es una cuestión de tiempo hasta que Oasis encabecen Glastonbury: la pregunta no es si pasará, sino cuándo. El ciclo disolución-reunión del pop alternativo contemporáneo ha llegado a tal extremo que la tecnología es capaz de traer a músicos del más allá para encabezar conciertos.

Por lo tanto, la disolución de un grupo se ha convertido en una especie de simulacro, un ejercicio en hiperrealidad (#deeeeeeeeep) que nos resulta casi imposible distinguir si se trata de una separación real y permanente, o de una pausa, como las series pausan entre temporadas, como las películas pausan entre secuelas o como los iPhones pausan entre números.

Así que, 6 cafés más tarde, este ciclo separación-reunión me ha llevado a una conclusión: es una cuestión de tiempo que empiece a existir una combinación de músico y máquina, autónoma a su creador. Es decir, igual que Facebook puede almacenar todos nuestros gustos, clicks, mensajes, palabras más usadas, preferencias, preocupaciones, etc. para construir una simulación de nuestra personalidad, es cuestión de tiempo que un músico sea capaz de fabricar un programa que produzca de forma independiente música dentro de unos parámetros fijados.

James Murphy podría crear un programa diseñado para emitir cada 3 años unos 45 minutos de música que encajen dentro del estilo que le haya inculcado. El ciclo publicitario de "[GRUPO #INDIE] announces new LP, shares track" está tan reglamentado y tipificado que podría ser mecanizado por completo, igual que el LA Times usa un algoritmo para redactar noticias sobre terremotos.

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Como demostró el holograma de Tupac, aunque el creador original haya muerto o desaparecido, su música puede seguir existiendo y con la tecnología de hoy en día, hasta podría seguir avanzando. Bastaría con un modulador de voz que supiese imitar a Tupac para que cualquier productor pusiese, literalmente, las palabras en su boca.

En un futuro puede que los productores musicales se limiten a crear máquinas autónomas que llamaríamos 'grupos' o 'cantantes' que existirían independientemente de sus creadores. Existirían en un mundo de realidad virtual, que es donde inevitablemente serán la mayoría de conciertos en el futuro.

(Las campañas de publicidad de gafas de realidad virtual nos convencerán de que la realidad está sobrevalorada y que el contacto físico es antihigiénico. Ante una futura crisis del ébola o la enfermedad de turno, las gafas de realidad virtual se impondrán como la forma más efectiva, segura y divertida de vivir conciertos o películas. Cuando vivía en México, una chica de Veracruz me contó que la ciudad alcanzó tal grado de violencia que durante unos meses nadie salía a bares ni discotecas, sino que la única posibilidad de quedar era hacer fiestas en casas. En situaciones de ese estilo, las gafas de realidad virtual serían realmente útiles)

Es una cuestión de tiempo que el ciclo 'vital' de los grupos (que Carles supo retratar tan bien en Hipster Runoff) se mecanice para alcanzar el mayor grado de eficiencia. Un creador -sigamos con el ejemplo de James Murphy- podría poner en marcha varias máquinas musicales y aportarle royalties a la discográfica durante décadas. Al fin y al cabo, los humanos somos efímeros pero la maquina musical podría sobrevivir para siempre, y ese es el objetivo del sistema actual: el máximo beneficio posible, a perpetuidad.

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Si personajes como James Bond o Dr. Who son capaces de existir independientemente de los humanos que los encarnan, es una cuestión de tiempo que este modelo triunfe en la música. Ya existe como antecedente el fallido experimento de las Sugarbabes, uno de los primeros 'grupos franquicia' o proto-máquina musical, que sacó un disco independientemente de las tres cantantes que lo fundaron.

Por poner un posible uso actual: El Guincho saca su nuevo disco este mes, Hiperasia, que supone un cambio de estilo respecto a su LP anterior Pop Negro. En la sección de comentarios de su último single, algunos fans lo joden por haber 'traicionado' su sonido y dejar atrás el estilo tropical de sus primeros discos. En el futuro que esbozo en este artículo, Pablo Díaz-Reixa habría creado una máquina que produjese música tropical y que ahora estaría publicando Pop Negro II, y por otra parte, tendría una máquina distinta que sería responsable de Hiperasia y sus secuelas. Así, los fans de ambos sonidos quedarían satisfechos, el creador podría avanzar en su trayectoria personal y la discográfica ganaría el doble de dinero.

En ese futuro hipotético, la música perdería su 'valor' en el sentido tradicional que alguna gente concibe hoy en día. Sin componente humano, la discusión sobre habilidad o virtuosismo sería relegada a una discusión técnica sobre 'circuitos' y diseño de la maquina musical. El único valor que se le podría asignar a la música sería aquel que cada uno le diésemos en función de nuestra experiencia: valoraríamos una canción por encima de otra según los recuerdos que despertase en nosotros, siempre dependiendo de nuestra experiencia de esa canción. La crítica musical desaparecería ya que la valoración del objeto musical sería exclusivamente subjetiva.

Por lo tanto, alégrate. La crítica pedante tiene/tenemos los días contados y nos espera un futuro con música en abundancia y libre de barreras físicas o espaciales. Bueno, o no, solo es una teoría.

Nicolás Prados escribe en YoungVibez