Carta a la obra de José José, la marca de mi vida

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Música

Carta a la obra de José José, la marca de mi vida

Tu voz me seguirá pareciendo una frecuencia de terciopelo, una tela en la que las notas se distribuyen uniformemente por todos los espacios.

“La secuencia se repitió tres veces más sin demasiadas variaciones durante siete meses, hasta que un día no pude más y le supliqué a Siena que me permitiera pasar más tiempo a su lado. Me basta con un poco de tu amor, de tu perfume, no quiero vivir con la conciencia de que un día no volverás, supliqué”. Se burló de mí abiertamente a pesar de que mis palabras la conmovieron”, escribió Guillermo Fadanelli en “Me Basta”, relato antologado en Y Sin Embargo Yo Te Amaba: Doce Escritores Interpretan A José José (Ediciones Cal Y arena, 2013), en donde también escribe el gran Roberto Pliego; libro que yo leí con extrañeza en un bar de Des Moines, al sur, lejos del corazón enfermo de Chepe Chepe, y de su ejercito dipsómano de príncipes tristes en oración eterna por la mujer pérdida. Puse en la rockola “Me Basta”, y el ambiente tropicaldark de la ciudad comenzó a mutar, un par de gringos emprendieron a corear la canción, la bartender me ofreció una bebida en cortesía de la casa, y una prostituta se acorraló entre mis brazos, me sentí en casa otra vez, una microficción de México.

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Hasta este lugar había llegado tu voz, tu distinción, figura y encanto, hasta este culo del mundo, que es la ciudad de los monjes; tu embriaguez había emborrachado la pluma de doce autores en aquella antología; pero la espesa interpretación de tus letras, las fábulas mismas contadas en ellas, han sido el score en la vida de millares más, pero desventuradamente, “La Nave del Olvido” terminó encallando en el peor mar, el absurdo océano de las letras, la pesadilla de todo marinero.

Te han llamado El Príncipe de la Canción y sé que naciste un 17 de febrero de 1948 —año en que Ernesto Sábato publicó El Túnel (Editorial Sur)—. Y que tras cincuenta años de carrera vocal y artística, pudiste realizar lo inenarrable, imposible aún para todo tipo de escritor —sea cual sea su talla—, tocaste en un trío de jazz y bossa nova, fuiste nominado a nueve Grammys, te has presentado en inesperados lugares como el Madison Square Garden —casa de los Knicks de Nueva York—, y sigues siendo aún escuchado en países como Israel o Rusia, vendiendo alrededor del mundo más de 250 millones de discos.

Eres el hijo del tenor queretano José Sosa Esquivel, creciste con la ausencia de todo tipo de música popular, quizás por eso la finura y la limpieza en tu voz, que es, según los críticos, la de un “barítono lírico de rango con un timbre ligero y muy buenos agudos”. ¿Sabes?, a mí me seguirá pareciendo una frecuencia de terciopelo, una tela, en la que las notas se distribuyen uniformemente por todos los espacios, con una intensidad a la vez corta y densa, dotando a los temas de una sensación muy distintiva: demasiada elegancia y excesiva exquisitez.

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Está escrito en las tablas de la ley, comunicadas por Moisés, de 1967 a 2007 grabaste treinta discos, siendo para mí lo más exitosos: 'La Nave del Olvido' (RCA Víctor, 1970), 'El Triste' (RCA, 1970), 'Volcán' (Ariola, 1978), 'Lo Pasado, Pasado' (Ariola, 1978), 'Si Me Dejas Ahora' (BMG Ariola 1979) y '40 y 20' (BMG Ariola, 1992). Y Príncipe, déjame confesarte que son álbumes que permanecen en el inconsciente colectivo de dos generaciones, cantilenas que funcionan como primitivos símbolos con los que se expresa un pensamiento en nuestra psique, que van más allá de la razón, el tiempo y el espacio. Eres tú el auténtico artista, proveniente de una raza indomable, que interpreta los anhelos y fantasmas de todo un maquinado social.

Lo bueno del cine es que durante dos horas los problemas son de otros, por eso participaste en once películas, y se te ha homenajeado además en el mejor tributo musical que se haya producido en México: Un Tributo (1998). Por otra parte, has sido agasajado por artistas y Pléyades celestiales.

Sé que tu padre murió de alcoholismo en 1968, y que la rápida fama y el éxito te hicieron descender a la misma enfermedad, la fama es peligrosa, su peso es ligero al principio, pero se hace cada vez mas pesado el soportarlo y difícil de descargar, hasta que caíste internado en un centro de adicciones, para recuperarte después en 1971; y las gotas de alcohol se convirtieron en “Gotas de Fuego”.

También sé que para 1990 tu voz ya no era la misma, debido al desgaste vocal tras veinte años de incesante actividad y el uso continuo de drogas recreativas; reincidiste por ello en el alcohol, justo en medio de la producción de 40 y 20, pero para 1993 volviste a rehabilitarte, esta vez en Minnesota; y no has vuelto a beber desde entonces. El Ave Fénix resurgía de las cenizas con más fuerzas que nunca.

Afortunadamente, nosotros quedaríamos perdidos en ese fuego, esa voz en las rockolas de distintas cantinas, melodías espesas que solfean acerca de nuestros fantasmas y resacas. Cada hombre lleva un fantasma adentro, no en la imaginación, que sería más fácil de expulsarle, sino en el inconsciente, y éste se activa con el eco de tu voz, y circula entonces en nuestra sangre, y cada canción tuya, Príncipe inmaculado, es en sí un fantasma más o menos concreto de un hombre. Y a mí me basta con eso, “con lo que tengas guardado, con lo que hayas olvidado, con eso me quedo yo”.

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