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Música

Juanga es de mi familia: ¡Aquí todo el mundo tiene que vivir!

Todos tenemos un Juanga dentro, y el que no, lo tiene escondido en el clóset.

Juanga sonaba en mi casa cuando mis tías eran jóvenes y hacían el quehacer los fines de semana. "Querida" fue puesta hasta que el disco se rayó. Cuando por fin le daban descanso al acetato, en la radio sonaba la misma rola. Juanga es parte de mi familia.

Mi madre decía que su muerte podía aspirar a la tranquilidad porque lo había visto en vivo. Más de una vez. Mi bisabuela se encabronaba cuando alguien ofendía a Juanga, sobre todo si se referían a su sexualidad. "¿Ya lo trasegastes?", preguntaba llena de indignación. Si mi abuela escucha una conversación en torno al Divo de Juárez, siempre apunta que "Amor eterno", no se la dedicó a su madre, sino a un amigo. "Lo escuché con Albite, en La Más Perrona", argumenta.

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Mi rola favorita es "La diferencia". Aunque quizá al último de mis amores fallidos debería dedicarle "La farsante". La primera la he cantado pensando en todas las mujeres que me han rechazado. La lista es larga. No soporto "Amor eterno". Y "No tengo dinero" es la más recurrente. "Costumbres" es vinagre, salsa de habanero, limón en ciertas heridas recalcitrantes de mi desconchinflada vida sentimental. Juanga compuso para nosotros los azotados. Pero también para los pocos felices que habitan esta tierra. Una vez soñé que Flor, la hija de Eusebio, me cantaba "Diferentes".

Aunque dije en Twitter que Juanga es Morrisey, la neta es que Juanga es Juanga. Juanga es el Púas, Hugo Sánchez, Julio César, José Alfredo, queridos e inmortales en vida. El olfato del pueblo no falla.

A Juanga lo cito como cito mis libros favoritos. Pasaba de la celebración de la vida al arrastre pasional. No sólo conseguía en sus letras elevados momentos de coloquialismo, sino que por momentos se volvía un aforista: Yo tampoco tengo nada que sentir y eso es peor. Me conformé con nada y hoy te quedas sin mí. No hay como la libertad de ser, de estar…

Es sábado por la mañana y yo acabo de salir de bañarme. Mi tía Paty ha puesto a todo volumen el disco que ayer trajo mi padre. Debe ser 1984. Yo brinco en la cama totalmente encuerado mientras intento seguir la letra de "Bésame". Esa especie de trabalenguas me hace cagarme de risa a cada intento. No alcanzo a pronunciar tres palabras. Balbuceo y me río. Yo intentando pronunciar un trabalenguas, ni siquiera sé pronunciar la erre. Hasta la fecha sigo sin poderla cantar. Pero me gusta.

Una vez escuché al querido maestro Víctor Roura decir que Juanga no era artista, porque tenía altibajos. Si mal no recuerdo, ese era el argumento. No había una obra pareja. Para mí es poeta. Juanga es un intenso, un azotado, que de repente se levanta sonriendo y cree que el mundo es maravilloso, o lo vuelve a redescubrir. Aires de poeta. Como han dicho otros colegas: el único homosexual que hace cantar a los homofóbicos en este país. Todos tenemos un Juanga dentro, y el que no, lo tiene escondido en el clóset.

Estamos en la sala mi tía Pavis, Juanga y yo. Tenemos cartas sobre la mesa, jugamos algo, quizá conquián o brisca. No sabemos. El que pierda va por las siguientes caguamas. Ya es de madrugada. Hunter se pega a Juanga para que lo acaricie. Todos brindamos mientras de nosotros salen estrofas: Luego te vas, tardas de más, y eso es ingratitud. Y te tengo que espeeerar hastaaa el amanecer y todo, porque te amo, nada más. Les digo que Juanga es de mi familia.