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Música

Los Dënver cuentan los secretos detrás del documental “Turismo aventura”

Mariana y Milton recorrieron la misteriosa isla de Chiloé buscando el fantasma de un músico chileno y también tocando canciones de sus tres discos.

Chiloé es un archipiélago localizado en el sur de Chile. Sus 9,181 km² están atestados de todo tipo de mitos. Desde la existencia del Trauco, un ogro petiso que deambularía por los bosques violando mujeres solteras, al Caleuche, un barco fantástico donde se realizarían fiestas de tres meses protagonizadas por brujos y prostitutas.

Se trata del lugar ideal si quieres olvidarte o esconderte del mundo por un rato.

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Se dice, de hecho, que uno de los próceres de la electrónica chilena, un tal Emanuel Nacimiento, llevaría ya una porra de años escondido en Chiloé. Y por eso Mariana Montenegro y Milton Mahan, los Dënver, quienes dicen ser sus fans, fueron hasta allá junto al director Bernardo Quesney para encontrarlo y registrar el periplo —a decir verdad, el errabundeo.

El resultado se llama “Turismo aventura” y puedes verlo gratis y online en la página de Red Bull, quien patrocinó el documental, o aquí abajo.

Contacté a Mariana y Bernardo para preguntarles sobre el viaje y la experiencia de grabar en el archipiélago más recóndito del sur del mundo.

NOISEY: ¿Le pueden contar a los lectores de qué trata “Turismo aventura”?
Mariana: De que yo y el Milton, como Dënver, estamos buscando a un músico de la década de los cincuenta que se llama Emanuel Nacimiento. Él se dedicaba a hacer música con elementos electrónicos y acústicos. Para eso grababa ruidos de todo tipo: desde el sonido de las cascadas al de las ramas de los árboles. Entonces con Milton queremos encontrarlo, porque se sabe muy poco de él. En el documental lo único que tenemos son algunas grabaciones en cassette y una pista de que está en Chiloé. Entonces vamos hasta allá a encontrarlo sin ninguna expectativa.

No lo había escuchado ni en peleas de perros. ¿Y cómo les fue?
Mariana: En la isla entrevistamos a muchas personas y también les hicimos escuchar música de Emanuel. A todos les parecía muy raro. Un señor que se dedicaba a recolectar acordeones nos dijo que eso no era música.

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Bernardo: Para mí el resultado es un documental fallido. Estuvimos mucho tiempo investigando sobre este tipo, que es una obsesión del Milton y la Mariana, y de él no había nada de información. Nos costó encontrar datos. Sólo teníamos unos cassettes que usamos para musicalizar el documental. Pero, bueno, no tener información no nos importó y fuimos con la esperanza de encontrarlo.

Lo más llamativo era el recorrido.
Bernardo: Claro, nunca fuimos con la certeza de encontrarlo, pero sí con la certeza de realizar y registrar el recorrido. Era un poco como Los detectives salvajes: lo interesante era conocer personajes y paisajes.

¿Y qué pistas tenian?
Bernardo: Comenzamos con una persona que nos llevó a lugares donde él pensaba que podía estar Emanuel. También nos ayudó un historiador, que se llama Renato Cárdenas, a quien lo pusimos en la introducción como lo hizo Vargas Llosa en Alturas de Machu Picchu. En la isla, después, formamos un pequeño mapa, una ruta, donde fuimos llegando sin cámara a donde diversas personas (niños, adolescentes, abuelos) para preguntarles si las podíamos entrevistar.

Uno de los lugares que causa impresión es un muelle que parece estar flotando.
Mariana: Ese lugar hermoso queda en Cucao y se llama el Muelle de la almas. Es muy recóndito: hay que caminar mucho para llegar hasta él, aunque también se puede llegar a caballo. El trayecto es maravilloso: hay que cruzar un cerro lleno de pastito y después aparece el muelle.

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Es medio fantasmagórico.
Mariana: Se llama así porque tiene una historia relacionada con fantasmas. Fue súper mágico poder tocar ahí. En el documental queríamos tocar en ese tipo de lugares. Queríamos hacer —y registrar— algo que no habíamos hecho nunca como banda.

También tocaron en una iglesia.
Mariana: En la iglesia de Achildo conocimos a la señora Lucila que nos compartió muchas cosas y también nos cantó canciones de la isla. Fue muy amable con nosotros; de hecho, nos llevó a conocer el campanario. Recuerdo que llegamos hasta arriba por una escalera chiquita y me pasó algo muy mágico: me encontré un colibrí. Pero lo triste fue que el pajarito estaba muerto. Mi teoría es que sonó la campana y al colibrí le dio un ataque al corazón y se murió. Después me lo guardé y me lo traje a Santiago. Ahora lo tengo en mi pieza. En Chiloé me dijeron que traía buena suerte.

¿Habían estado antes en Chiloé?
Mariana: Sólo había ido un rato, hace diez años, para la gira de estudios del colegio, y obviamente quedé con gusto a poco. Luego de este documental sentí que había perdido muchos años de mi vida al no conocer a fondo Chiloé. Y todavía me falta muchísimo más. Es un lugar con muchos secretos y paisajes hermosos. Me encantó ver el amanecer fresco durante las dos semanas que pasamos allá. También me llamó mucho la atención lo desconectados que se sienten los chilotes con las ciudades más grandes de Chile. Allá viven en su propia realidad. Es una zona muy mágica y apegada a sus propias tradiciones.

Bernardo: Para mí, como director, fue bastante entretenido abarcar Chiloé desde distintas cosas. Yo, al igual que Mariana, no iba desde hace más de diez años. Y lo entretenido, más que el gran aprendizaje sobre Emanuel, fue la interiorización de un pueblo perdido. Y también encontrarnos con una serie de personajes, cada uno más extraño que el otro. Eso, de alguna manera, fue al final los que nos encantó a todos.