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Música

Microesfera: de juguetes alterados y nuevas escenas

La música electrónica en Argentina no podría entenderse para nada sin este proyecto. Así de sencillo.

El sello 4AD formó parte fundamental en la educación musical del argentino Ramiro Larrain. También le gustaba My Bloody Valentine, Curve, Chapterhouse… Al mismo tiempo, escuchaba a Aphex Twin, que describe como una de sus grandes influencias junto a Lee "Scratch" Perry. Corría la década de los 90 y estaba a punto de involucrarse él mismo en la producción musical.

Varios de sus amigos tenían tiendas de discos. Así que escuchar montones de ellos fue parte de su formación y lo que le empujó a comprar su primer instrumento: un sampler. Ramiro había crecido en un entorno favorable para la creación, su familia siempre estuvo ligada a las artes.
—Mi vieja se graduó con honores en Bellas Artes y mi viejo tenía un estudio profesional de fotografía, a la vez que tocaba como músico contemporáneo experimental —cuenta Ramiro para Noisey.

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En aquellos 90, Ramiro comenzaba a producir su propia música con el Roland W-30; con todo y lo engorroso de su sistema operativo, se las arreglaba para componer con él. Por entonces, su amigo Alejandro Amo era dj y solía programar todos los discos que les gustaban.
—Comenzamos a mezclar los tracks, los que él pasaba y los que yo producía, back to back, fue increíble.

En aquel momento tocaban como Ram/Binario. Más tarde, Alejandro compró un Yamaha CS1x que tenía todos los sonidos que echaban de menos y decidieron conectar las dos máquinas en sincronía. En ese momento, nació Microesfera.

Eran los primeros días de 1997 y Argentina vivía un periodo de eclosión cultural, un estallido de cultura emergente. Por aquella época, había ya destellos de producción electrónica; los productores estaban aislados y todos se asumían como únicos y pioneros.

—En los cuales me incluyo —dice Ramiro—. En ese momento comenzaba internet y se abrían espacios alternativos, como la disco Oval, que duró poquito, pero fue un semillero, ahí empezamos a conocernos todos.

Había mucho interés por la electrónica y los espacios se multiplicaron: fiestas multitudinarias, raves, algunos clubes…
—Fue un hervidero —asegura Ramiro.

Microesfera llega en el momento preciso. Tocaban sin parar, lo mismo en el capítulo argentino de Mutek junto a Crackhouse y Akufen, que en fiestas electrónicas masivas junto a Sasha o Jeff Mills. NOISEY: Tengo entendido que unos años después de haber creado Microesfera, decidieron crear su propio sello, Droop Discos. ¿Qué deseaban hacer con el sello? Ramiro: Decidimos crear Droop Discos para poder controlar nuestro entorno creativo y evitar intrusiones que nos alejaran de las modas en turno. Así pudimos impulsar dos hermosos discos: Reconstrucción, de Vlisa —que pronto será reeditado digitalmente— e Ilusión, de Microesfera —reeditado en Static Discos—, un disco que incluyó un montón de referentes de la escena vanguardista de la época. Vlisa había nacido de la necesidad de crear música libre sin rumbo que no podían tocar en ciertos eventos. En ese momento, la escena estaba dividida entre "bailable" y "experimental". —Algo así como el rock con el pop, ¡jajaja!

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Hoy todavía cuando se halla una biografía sobre Microesfera en la red, uno descubre que sigue repitiéndose a la velocidad del copy/paste la manera en que Ramiro y Alejandro describían una parte de su trabajo: un proyecto electrónico orientado al dancefloor. Leído así, de manera tan vaga y descontextualizada, resulta difícil saber que a Microesfera le ha caracterizado una evolución que viene desde finales de los 90; que han transitado desde el minimal techno, el IDM y el house atmosférico y granulado hasta el pop electrónico de fina factura, y que esas exploraciones tan diversas le valieron a Microesfera el título de uno de los actos de electrónica más estimulantes, visionarios y prolíficos del cono sur, y su participación en sellos como Static, Mule, Habité y Mischievous se volvió frecuente.

Habían conocido Static Discos, el sello tijuanense, cuando a sus manos llegó el primer disco de Fax, que les encantó. Más tarde, Alejandro contactó a Ejival, quien terminó invitándolos al sello. Publicaron entonces Negative, un disco fundamental en su historia.

—En ese disco deconstruimos el tiempo lineal a partir de sampleos secuenciados al derecho y al revés, entrecortándolos para crear un efecto de retroceso y avance al mismo tiempo.

Y quien se haya mantenido al tanto de los lanzamientos de Static el año pasado pudo atestiguar dos de las facetas más recientes de Microesfera: en Feel, figuraban canciones techno íntimas, introspectivas, profundas, y en Real, Ramiro quiso mostrar su parte más sensible y melancólica, esa que a él le hace recordar el estado de ánimo que detonaban las bandas de su formación, las del sonido (¡el estado de ánimo!) 4AD. Dos distintas facetas ya no de "un proyecto electrónico orientado al dancefloor", sino de uno que va dando vida en cada nuevo release a su propia visión de la pista de baile, una en la que incluso está permitido quedarse parado nomás llorando y tal vez moviendo la cabecita al ritmo de la música. Y más recientemente, Static lanzó Sunny Day, su referencia 63, en la que oímos a Microesfera entregado nuevamente al estímulo del feliz ensimismamiento y el vuelo de la mano de una obsesiva atención por el detalle en la producción, mientras sigue configurando su personal visión del pop.

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Desde 2011, Microesfera se transformó en el proyecto solista de Ramiro. Alejandro pasaba ese año por asuntos familiares complicados, cosas que debía solucionar y de las que debió hacerse cargo. La cultura electrónica comenzaba a ralentizarse, las circunstancias se tornaban difíciles, los espacios se reducían... Los chicos debieron replantearse todo. Ramiro sentía que debía seguir, y Alejandro decidió cederle todo para que continuara.
—Alejandro es mi mejor amigo y siempre lo será; al día de hoy solemos salir juntos a pasarla bien. Además, este año, Alejandro se involucró como tecladista en una banda de indie rock; de a poco está reencontrándose con la música. Este año volveremos a tocar juntos en alguna fecha.


Cuando se trata de ir en busca de ritmos y melodías, Ramiro comienza con una idea o una sensación a representar. Luego comienza la búsqueda/creación de sonidos para que todo suene único. Incorpora de todo a su método: usa desde juguetes modificados con circuit bending hasta un modular analógico.

—Las melodías llegan a mi cabeza en cualquier momento del día y las plasmo en las sesiones de grabación. Mi estudio es lo suficientemente flexible como para poder comenzar de cualquier forma imaginable.

En sus producciones más recientes, Microesfera parece estar entregado a la exploración de un pop electrónico despreocupado por la pista de baile. Suena libre de ataduras y géneros específicos. Hoy en día, Ramiro puede hacer convivir a Vlisa, su otro proyecto, con Microesfera, mezclar todo con todo.
—La gente está mucho más permisiva en todo, disfrutan a pleno y ya, no le importan demasiado las etiquetas.

A la hora de tocar, Microesfera utiliza un Roland PMA5, una especie de palm noventera donde encadena las sequencias. Y en vivo, las toca junto a un Korg Volca Key, un juguete Speak & Spell modificado y varios furbies —sí, los robots parlantes— con los circuitos modificados.

Y a la hora de producir, Ramiro se describe como muy meticuloso en todas las áreas de producción, desde el inicio de una idea fresca hasta la masterización y la mezcla. A las herramientas agradece que hoy en día su composición sea más flexible, orgánica. Puede hacer bocetos de ideas muy rápidamente.

—Y me siento muy inspirado hoy en día, tengo mis películas de Miyazaki, ¡jajaja!, y me han prestado un aparato hermoso llamado Tenori-on.
Microesfera está a punto de lanzar nuevo álbum. Nos mantendremos al pendiente. @peach_melba