La mejor música no está en Spotify, se encuantra en la Arena Coliseo

Una de las tareas más difíciles que me pueden ser otorgadas, es escarbar dentro de mi cabeza en busca de memorias de mi infancia. Por eso continuamente recurro a mis padres para que me cuenten sobre aquellos primitivos capítulos de mi vida. Mi infancia en palabras de mis padres "fue muy bonita. Hacías deporte y tenias muchos amiguitos”. El patrón de niñez fabricado para las generaciones nacidas en los noventas: videojuegos, televisión y Gloria Trevi. En vista de que mi etapa como infante no fue lo suficientemente trágica o poética para hacer un ensayo sobre ella, la usaré como pretexto para hablar sobre la única memoria que aún conservo sobre mis primeros años: mi fascinación hacia la Lucha Libre.

Recuerdo que cada domingo, a medio día, religiosamente –en lugar de ir a misa–, mi padre prendía la televisión y sintonizaba el Canal Nueve para ver las luchas de la AAA y el CMLL. Se acomodaba en su sofá y abría una caguama helada, gasolina para una garganta que pasaría más de dos horas mentando madres. Solía acompañarlo con mí máscara de Octagón o El Rayo de Jalisco, dependiendo quién peleara.

Una de las partes rituales más importantes dentro de la parafernalia que implica la Lucha Libre –después de los madrazos–, son los rituales de entrada de los luchadores al cuadrilátero. Estos se hacen acompañar siempre de muchachonas con curvas bien pronunciadas y rolas completamente fuera del contexto luchístico. Por eso, el día de hoy rendiré homenaje a esos míticos gladiadores que domingo a domingo inundan la pantalla chica con temas que viven en la memoria de todos amantes del pancracio. No el pinche cliché de rola cortinilla de Sabadazo, que a todos tiene hasta la madre.

Por extraño que parezca –para los pocos que no lo conocen– este hombre fue el enmascarado más importante en México durante los noventas, no Batman o Marcos. La leyenda cuenta que es un exmonje budista experto en artes marciales que migró de Asia para luchar por la justicia. En sus entradas se hace acompañar de “La Bamba” un tema que va totalmente ad hoc con su imagen bonachona y justiciera.

Este luchador buscaba resumiren su imagen el estereotipo de mexicanidad, surgido a partir de las películas “rancheras” de los años cuarentas y cincuentas. Para presentarse ante su público, eligió una de las canciones más icónicas de esos tiempos, “Guadalajara”, un tema que todo mexicano lleva grabado en su ADN.

Inteligentemente, este luchador utilizó para sus entradas una de las canciones más famosas de Los Tigres del Norte. Un tema que no tiene absolutamente nada que ver con el cuadrilátero, pero que instantáneamente lo convirtió en un consentido del público norteño. Ni los madrazos se escapan de las garras de la mercadotecnia.

Podría decirse que el Místico es el luchador mexicano más importante de la década, y un visionario de las canciones de entrada. Introdujo el New Age al prancracio, eso sí, con veinte años de retraso, pero de cualquier forma eso no le quita lo innovador.

El Hijo del Santo, el heredero del vasto legado que nos dejó su padre, el único superhéroe que ha dado este país. Eligió una canción que difícilmente asociamos a su progenitor, una versión technosa de una rola de Elton John, que más que relacionarla con la Lucha Libre, nos sitúa en una discoteca acapulqueña repleta de gringos en coca, durante la década de los ochentas. Mínimo está bailable.

Otro hijo de una leyenda que buscó hacer su propio camino e imagen –ligeramente– separada a la de su padre. El pequeño Demon optó por usar la canción más emblemática de Misión Imposible, dándole a sus presentaciones un aire épico, que difícilmente se lograría con otro tema.

Este luchador tiene un sin número de canciones de entrada. Sin embargo, considero que esta es la más representativa de su etapa como técnico. Desafortunadamente, la rola es demasiado vieja para que Shazam la reconozca, así que nos fue imposible determinar su origen. Fuera de ello, es un gran tema.

La Parka es uno de los luchadores más carismáticos y populares de la historia. Es tan cabrón que dentro de sus peleas suele hacer un baile similar a las de un Xoloescuincle en MDMA. Por cierto, cuando esto pasa, el sonido local le pone “Thriller” para que se aviente sus pasitos.

Antes de que Latin Lover fuera mundialmente conocido por su culo operado, era un luchador humilde que compensaba su falta de habilidad y con una mezcla bizarra entre striptease, madrazos y hip-hop tropical de los noventas. Inteligente decisión por parte del Latin.

El luchador consentido de chicos y grandes. Una masa de puro musculo, repleta de carisma. La fama de este hombre lo llevó a ser el poseedor de un tema musical de su talla. Un mashup entre la canción oficial de los Tiny Tunes y “Bomba” un tema que inmortalizo Azul Azul, durante la década pasada. La joya que corona nuestra lista.