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Música

Malas feministas: Comimos chapulines y hablamos sobre violencia de género con Hinds

Una charla imprescindible con estas cuatro rockeras en su paso por México.

Fotos por Charlotte Eugenié Bjurehag

Me moría de gripa y no quería que se me notara. A nadie se le antoja sentarse a platicar con un desconocido que además se presenta como una potencial amenaza a la salud. Me salí de la cama, me di un baño y me puse un vestido verde oscuro con tenis blancos para que parezca que sí me doy mis vueltas por Pinterest cada dos fines de semana. Me maquillé un poco. Sobre todo la nariz. Estaba muy roja de tanto sonarme. No me veía enferma, pero me sentía fatal. Todo esto para encontrarme con las chicas de Hinds. No todos los días tienes una cita para tomar café con cuatro chicas guapísimas que hacen de ese rocksito soleado que me gustaría poner en los créditos de la película de mi vida.

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Antes de salir de la casa metí un frasco con chapulines a mi bolsa. Fue plan con maña, por si todo salía mal. Siempre hay que llevar un truco de magia bajo el brazo por si arruinas todo con un estornudo mal dirigido. No tenía ninguna intención de orientar la conversación hacia la igualdad de género. Todos dicen que les importa pero a la mera hora más bien les da hueva enfrentarse con ese Kupa. Además soy muy mala feminista. Siempre termino haciendo chistes de mal gusto para no tener que decir ningún enunciado comprometedor sobre mi uso asesino de la falda. El no-es-no estaba lejos de mis objetivos del día, pero por alguna razón, acabamos metiéndonos en ese fango aceitoso como moscas de pantano

Me senté con Ana (guitarra/voz) y Ade (bajo) en un escalón de mosaico rojo. En menos de dos días, las chicas habían dado un show en Filadelfia, habían tocado en vivo en el Late Show de Stephen Colbert, habían organizado una fiesta de House Of Vans en Brooklyn y habían volado a México. Debían estar molidas. A pesar de eso se presentaron frescas, amables y dispuestas a platicar sobre lo que sea.

Noisey: Después de su show en el programa de Stephen Colbert se armaron una fiesta de House Of Vans en Brooklyn donde ustedes eligieron el lineup. ¿Por qué eligieron esas bandas?
Ana: Se nos antojaba mucho ese lineup especialmente porque habían muchas mujeres. En Bleached hay tres, en Brainfreeze son dos y Shannon & The Clams es una que vale por mil. Por primera vez tuvimos la oportunidad de hacer algo con una leve intención de empoderar a las mujeres. Normalmente estamos acostumbrados a que haya más chicos tocando, tal vez solo por estadística, pero quisimos tener este detalle porque podíamos.

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Alguna vez, la cantante de White Lung entrevistó a las Savages para Broadly y hablaron sobre esa pregunta estúpida que todo el mundo les hace a las bandas de chicas: “¿Qué se siente ser mujer y hacer rock?” Las Savages respondieron con: “¿Qué se siente ser mujer y comerse un sándwich?”. Lo cierto es que sí hay una postura política al tener una banda de rock y un par de tetas. ¿Cómo viven ustedes la cuestión de género?
Ana: Es curioso. Siempre quisimos ignorar ese tema. No queríamos hablar de ello porque era caer en el juego de “¿qué se siente ser mujer y comerse un sándwich?”. Ninguna de nosotras nos poníamos falda para salir a tocar y masculinizamos nuestro estilo de vestir todo lo posible. De alguna manera queríamos casi ocultar el hecho de que somos chicas. Queríamos darle prioridad a la música y eliminar cualquier elemento que le pusiera un prejuicio, hasta que llegó un punto en el que fue inevitable darnos cuenta de que teníamos muchas cosas que asumir. Hay una especie de violencia categórica. Todo lo que hacemos se justifica con que somos chicas. No se valora nuestra música por lo que es y ya.
Ade: Los ataques a los que nos hemos enfrentado siempre son muy personales, muy malos y muy retorcidos.

¿En qué sentido las atacan? ¿De qué van los insultos?
Ana: Es que van en todos. Tanto físicos como: “unas tías tan feas nunca van a llegar lejos” o van directo al estereotipo de: “no tienen ni puta idea de cómo tocar” y “solo están en donde están porque salieron en los videos de no-sé-quién”, y luego: “su manager trabaja en tal festival y por eso son famosas”. Si salimos serias en las fotos dicen que somos unas pesadas, y si salimos sonriendo nos tachan de niñitas estúpidas que se cuelgan del “girls just wanna have fun”.
Ade: Llega un punto en el que te das cuenta de que todo lo que hagas se interpreta bajo el estigma de ser mujer. La única razón de los ataques es esa. No hay más. Muchas veces llegamos a pensar que puede ser que seamos feas, o que toquemos mal, pero cuando tomas un poco de perspectiva te das cuenta de que todo se reduce a que somos tías. Es una mierda. Pero eso es lo bueno de ser cuatro. Porque siempre están las otras chicas para consolarte cuando te rompes.

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¿Han hablado con chicas de otras bandas al respecto?
Ade: Claro, todo el tiempo.
Ana: Fiona, nuestra manager, lleva tocando más de quince años. Tocaba la batería con las Vivian Girls y en muchísimas bandas. Su fuerza es impresionante. Todo lo que ella nos cuenta nos ayuda un montón a ver las cosas de una manera constructiva. Hace rato nos estaba diciendo después de ver el video de Colbert que hay un montón de detallitos que no pensamos pero que al final cuentan. Por ejemplo, antes del show se rompió el enganche de la correa de mi guitarra. No tenía tiempo de ir a repararla y la arreglé con cinta adhesiva. Nos ofrecieron maquillaje y peinado en el foro y les dijimos que no. Salimos muy naturales. Todos esos detalles son una afrenta a lo que debe ser una mujer que sale en la tele. Ver a cuatro chicas normales, como son las chicas de verdad, salir en el show de Colbert está mal.
Ade: Cuando estamos con otras bandas de chicas hay una especie de camaradería. No hace falta ni hablarlo, se ve en la mirada, porque todas sabemos lo que hay.

¿No llega un momento en el que le dejan de prestar atención a los comentarios?
Ana: Es que es imposible. Los comentarios son tan personales que no los puedes ignorar fácil. Los Nastys nos han enseñado mucho eso. Cuando tocan en vivo no les importa fallar una nota o que se les desconecte un cable. Ellos siguen gritando y se siguen revolcando en el suelo y la gente piensa que están dando un gran show. A las chicas no se nos juzga así. Primero te tachan de retrasada mental antes de considerar que eres una bestia en el escenario.
Ade: Lo que sí sirve mucho para poder tragarse toda la mierda es cuando te va bien. Cuando sales de gira o se agotan las entradas para alguno de tus shows te ayuda a seguir adelante y marca la pauta de que algo estarás haciendo bien.

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Ahora que las escucho hablar creo que no se dan cuenta. Hay muchas chicas que se permiten vestir de cierta manera o escuchar cierto tipo de música porque ustedes están haciendo lo que están haciendo. No hay muchas bandas de chicas punk tocando en los carteles de festivales.
Ana: Nos dimos cuenta de que no hay una representación de las chicas normales en la cultura popular. Todas tomamos, fumamos y decimos groserías, pero eso no está representado en ningún lado. No hay nada de radical en tomar una cerveza en la calle. Pero a la hora de ser una figura pública se interpreta como tal. Si lo hacemos en un videoclip se convierte en algo radical, que además, está mal visto.

Creo que también tiene mucho que ver con la cultura hispana. No sé qué tanto suceda en España, pero en Latinoamérica, hasta la manera en la que hablamos tiende a marcar una línea muy firme que relega a la mujer a ser algo que ya no es.
Ana: La gente piensa que una mujer feminista tiene que estar rasurada de las partes equivocadas del cuerpo, ser una frígida y odiar a los hombres. La cosa no es así. Tenemos que pelear por la igualdad, no por la superioridad. Nosotras admiramos y amamos a los hombres. No se trata de desaparecerlos del mapa.

Y tampoco se trata de igualdad. En realidad somos muy diferentes en muchísimos sentidos. Más bien la idea es lograr un reconocimiento y respeto mutuos. No se requiere de tantos años de evolución de la especie como para llegar a un punto en el que el género, la raza o la religión dejen de ser un pretexto para descalificar la existencia de alguien…
Ana: Es muy claro que somos muy distintos. Pero eso no significa que seamos peores o que haya que juzgarnos de manera distinta.

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Es muy triste que ustedes se hayan dado cuanta del peso que tiene una banda de chicas por las razones incorrectas, por las consecuencias negativas.
Ana: Claro, nosotras empezamos queriendo hacer música y ya. Y luego fue como: “ok, ok, soy mujer, y sí soy diferente, ok…”

¿Creen que vayan a tocar este tema de manera más explícita en sus canciones, o en entrevistas, o en detalles como el que tuvieron en la fiesta de House Of Vans o es una cosa que viven naturalmente y ya?
Ana: Siempre estamos dispuestas a hablar de este tipo de cosas en entrevistas. En cuanto a la música, hablamos de lo que sentimos. En los discos no tocamos temas políticos. Hablamos de amor, o de cosas que nos pasan, aunque es probable que nuestras ideas al respecto se vean reflejadas en todo lo que hagamos porque son parte de nosotros.
Ade: Quieras o no, hablar de amor implica hablar de esto. A fin de cuentas te lo estamos contando nosotras, un grupo de chicas. Si un tío cantara nuestras canciones no serían lo mismo.

Tienen una canción, que además es muy linda, “I’ll Be Your Man”…
Ana: Sí, es cierto. Esa canción salió como una discusión ante el estereotipo de que la mujer tiene que ser la débil y el hombre siempre está ahí para consolarla. A veces somos las chicas quienes tenemos que cuidar de nuestros novios porque también son personas frágiles y sensibles. Así son las relaciones. Si estás mal, te voy a cuidar porque te quiero, porque para eso estamos juntos y porque así pasa a veces. Sé que puedo esperar lo mismo de ti cuando yo esté en una circunstancia similar.

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¿Ustedes creen que ésta generación es la que está empezando a aceptar la sensibilidad de los hombres?
Ana: Yo creo que todavía estamos a años luz de que pase eso.
Ade: Estamos en un punto en el que los hombres empiezan a estar conscientes del problema. Hasta se declaran feministas, creen en la igualdad y en todo eso, pero todavía se criaron a la antigua. En el fondo, todavía hay un poquito de conservador en su estructura. Un poquito, no tanto como nuestros padres, pero sí todavía.

Carlotta se acercó y se sentó cerca de nosotros en el suelo a escuchar la plática.
Ana: Ahora nosotras estamos en una mejor situación económica que muchos de nuestros amigos porque nos está yendo bien, y es muy difícil decirles: “te invito yo”. A mí no me importa, pero es muy complicado que un hombre acepte una cosa así. Tal vez dejan que los inviten sus amigas, pero no sus novias. Y se pone más difícil porque nuestros novios también son músicos y les toca ver cómo la estamos pegando a pesar de que empezamos a tocar más tarde que ellos.
Ade: Les cuesta mucho trabajo que nosotras seamos quienes les explicamos cosas a ellos ahora que tenemos más experiencia.

Hablando de dinero, hace un par de años sacamos un artículo sobre bandas inglesas que además de tocar tiene trabajos de tiempo completo porque no pueden vivir de la música. Dicen que hasta los Foals tienen que vivir con muchos roommates porque no les alcanza. ¿Ustedes qué dicen?
Ana: Lo que pasa es que como músico, cobras por el adelanto del disco y luego cobras por shows y luego así va saliendo, pero no tienes un salario fijo. Tienes que ir administrando lo que vas ganando, y normalmente eso lo reinviertes en la banda. Todas vivimos con nuestros padres. No podríamos hacerlo de otra manera. Sí recibimos dinero y no nos podemos quejar, pero…
Ade: Es que no sabes hasta cuándo.

¿Están hartas de tocar alguna canción en especial, o hay alguna que no les gusta tocar?
Carlotta: Eso no. Pero cuando preparamos las canciones para tocarlas en vivo, hay algunas que gozamos muchísimo tocar en vivo y hay otras que decimos: “iiiihhggg no lo hemos conseguido bien”.

¿Les sigue pasando después de tantas veces de tocar?
Carlotta: Sí, es que al adaptarlas para el vivo a veces se pierden cosas.

Última pregunta… ¿Quién quiere probar chapulines?
Ade saltó hacia atrás con un gritito atorado en la garganta y se tapó la boca con las dos manos. Amber se atacó de la risa, sonrió y dijo: “Bueno, yo sí”. Creo que estaban un poco viejos porque los había comprado hace varias semanas en la plaza de Coyoacán. De todas formas, Amber tomó el más chiquito que encontró. Antes de que se lo metiera a la boca, le ofrecí probar uno primero para que tomara valor. Comí uno. Ella repitió lo mismo. No le fascinó.