Buenos Aires Trap Bad Bunny

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Música

Buenos Aires Trap: Me verás perrear en la Ciudad de la Furia

El fenómeno musical más importante de la década tuvo un encuentro de 20 mil personas en la capital argentina este fin de semana. Malajunta, Khea, Cazzu, Duki y Bad Bunny compartieron una noche histórica en el Hipódromo de Palermo.

Dentro de pocos años, cuando el trap como género y los ritmos urbanos como paradigma ocupen un capítulo indiscutible en la historia de la cultura; cuando ocupen páginas en los cancioneros de los jardines de infantes y tengan espacio en el fresco de alguna catedral apostólica romana; cuando ocupen, sin duda, un eslabón indestructible en la formación emocional de esta y la próxima generación, lo que pasó el último sábado en el primer festival masivo del fenómeno en Sudamérica, el Buenos Aires Trap, será recordado como un quiebre de época. Veinte mil personas dejaron todo aún en una economía en destrucción como la argentina para pasar 10 horas viviendo, construyendo y proyectando el trap como identidad y marca de los tiempos.

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Micaela, asistente al Buenos Aires Trap

¿Hasta dónde llega esto?

Con el tradicional Hipódromo de Palermo como escenario ––donde en marzo se presentará Paul McCarntey–– y potros como Aleja Mami, Under MC, FMK, Drefquila, YSY A, Bardero$, Malajunta, Big Soto, Neo Pistea, Dakillah, Ecko, Khea, Kidd Keo, Lit Killah, Cazzu, Duki y Bad Bunny listos para sprintear en la tormenta que cayó todo el santo día sobre la Capital Federal, el primer festival de trap en Argentina mostró la fuerza y el horizonte de un movimiento que hace dos años tenía a la mayoría de los argentinos mencionados tirando freestyle en plazas y soñando en esa incubadora que fue El Quinto Escalón. Fuerza porque la apuesta era ambiciosa desde el "vamos", desde el booking, desde el lugar elegido, desde la fecha casi en vacaciones y desde los 1500 y 2500 pesos que valían los tickets y obligaban a cualquier habitante de este suelo en permanente devaluación económica a pensarlo dos veces. “¿Hasta dónde podía llegar el trap local más la potencia de Benito Antonio del Corazón de Jesús Martínez?”, era el interrogante que se imponía al ver semejante grilla.

“Mirá hasta dónde llevó el barrio Malajunta”, pareció responder Silvina (39) de Villa de Mayo al empezar la tarde, orgullosa de haber hecho junto a amigos y familiares una de las primeras banderas dedicadas al Sandro de Las Tunas. En un gesto típico del rock criollo, los fans del “Mala” se armaron un “trapo” para seguirlo por donde vaya. “Es un orgullo para nosotros verlo a él en el escenario porque sabemos todo lo que la peleó para estar ahí y porque sentimos que su forma de cantar y de ser representa nuestro lugar”.

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Malajunta y Dante

No eran las cinco de la tarde y por BA Trap ya habían pasado la Aleja Mami (DJ), Under MC, FMK, Bardero$, Nax King, Ysy A y Neo Pistea. También el chileno Drefquila. Porque otra de las certezas posteriores al festival es lo bien que artistas de Latinoamérica y el mundo pueden funcionar al calor de este código universal. Así lo hicieron Fuego representando a República Dominicana, Kidd Keo a España y Big Soto a Venezuela. Este último salió con un chaleco antibalas a escena y pidió “una bulla para Venezuela que está pasando por un momento muy duro”. En el mismo sentido, su set terminó haciendo corear a los presentes: “¡Maduro! ¡Coño ‘e tu madre!”

A todo esto, el “Mala”, que miraba todo el agite desde sus 34 años ––y desde la casa que está por terminar de construir en el mismo barrio bonaerense donde siempre vivió, habló con Noisey después de su show: “Qué se pueda hacer esto con este nivel de convocatoria es algo que hace un par de años era imposible de pensar. Los pibes estaban en las plazas y ahora ves la cantidad de gente que se prendió a esta movida y es una locura. Además, para mí poder llevar el barrio a un evento como este, poder cantar encima de una pista de cumbia de las de antes es algo sarpado. Todo eso conviviendo y siendo compartido es espectacular”.

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Asistentes al Buenos Aires Trap

Lo que estos chicos entendieron

Al lado de Malajunta y prendido a la excitación de los miles que llegaron desde distintos puntos de la capital y la provincia de Buenos Aires, Dante Spinetta, pionero de los ritmos urbanos en Argentina con Illya Kuryaki & the Valderramas, compartía el calor de la masa que deliraba con Neo Pistea y su hit inimputable y demoledor, “Messi”. “Vine de invitado porque disfruto mucho de este momento de la música argentina y me parece que estos chicos están haciendo algo impresionante. No solo hacen una música tremenda, como Modo Diablo, que para mí es uno de los grupos más espectaculares del país hoy. En los 90, cuando arrancamos con IKV era difícil llegar a un público masivo y que nos den atención medios que miraban solo al rock, pero ellos no solo pudieron romper esa barrera con mucho éxito, si no que lo hicieron con buena energía entre ellos mismos, con hermandad. Este es un camino para todos y ellos lo entendieron”.

A varios metros del escenario, los que aplicaron muy bien lo que Dante dijo con una sonrisa absolutamente spinetteana fueron Gabriela (31) y Santiago (8), su sobrino, pequeño ávatar pampeano del Conejo modelo 2011. “Cómo tía y amante de la música me encanta poder compartir con él un festival así porque sé cuánto le gusta y cuánto esperaba ver a Bad Bunny por primera vez. A mí me parece que no está mal que si los chicos se acercan a la música sea a través del trap o de algún otro género que los llame. Porque nosotros los podemos acompañar en ese camino y compartir con ellos en un nivel que no es muy común. Creo que una fecha como la de hoy da pie a eso y veo muy bien que pueda suceder”.

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Santiago, 8 años, asistente al Buenos Aires Trap

En el mismo camino señalado por el Illya Kuryaki and the Valderramas, Martina (16) y sus amigas esperaban aferradas a la valla del campo trasero a que saliera a escena el apolíneo Ecko. “Venimos desde La Matanza [distrito de las afueras de Buenos Aires] para ver a Ecko y a Duki y para nosotras este es el evento del año. ¿El rock? No me llama. Nunca me llamó, la verdad. Acá a una de las chicas le gusta, pero a nosotras todavía no nos llegó”.

Bailando unos metros más cerca del vallado, Martina (27), José y Alan le sacaban jugo al excelentemente curado set de reggaetón old school: “Nosotros venimos como invitados de uno de los chicos y lo estamos disfrutando un montón porque acá no solamente van a sonar las producciones más nuevas ni los hits que todos conocemos, también suenan unos reggaetones de antes que están espectaculares, nos llevan a nuestra adolescencia y han envejecido muy bien. Creo que poder disfrutar de eso y bailarlo desde ese cariño es algo que no nos pasa con otros géneros, quizás por como nos criamos y cómo nos encontramos con esa música en ese momento. Ahora tenemos esto nuevo que nos gusta y también tiene que ver, tiene una raíz, con lo que sentimos nuestro”.

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Martina y José, asistentes al Buenos Aires Trap

Los dueños del stud

Después de que Ecko se luciera en velocidad y métrica y le diera a sus fanáticas todo lo que fueron a buscar y más, le llegó el turno a la jujeña Cazzu, que salió para comerse crudo el Hipódromo. No sé qué tan seguido presenciamos el show de una artista sin un techo a la vista. Con Julieta Cazzucheli sucede eso. Parece que en cada presentación está más cómoda, más confiada, más fuerte. Y más consciente. Descontadas la presencia felina y el color de voz más particular de su escena, Cazzu se empeñó en tener contra las cuerdas a todos los varones presentes: “Pueden bailar, no tengan vergüenza, mi música también es para ustedes”, repitió ––y convenció–– varias veces. La morocha se paseó por el escenario más grande de la historia del trap en español como si estuviera en la piscina de su casa. Sabe que su camino es largo y, donde sea que la lleve, seguramente esté bien.

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Cazzu, foto cortesía de Buenos Aires Trap

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El siguiente en salir a pista tenía cuatro años cuando el reggaetón se esparcía por el mundo sembrando algo que en Argentina recién estamos empezando a ver con producciones autóctonas que derivan, en parte, de esa raíz. Dominando el escenario con su don para poner tu desesperación en su letra y con el flash mental de quien entiende que esto ––20 mil personas pasando horas bajo la lluvia para verlo a él y sus amigos de plaza–– ocurre sólo en una de las 11 dimensiones de la realidad, Khea entregó todo y todo le fue devuelto. Confirmó, así, que no hace falta que estés en el trap o en los ritmos urbanos; si vas a ver, casualmente o no, una fecha de estos pibes, difícilmente vuelvas a ver algo similar en otra parte.

Para cuando el creador de “Loca” terminó con su set, quedaban por delante el virrey y el rey de estos territorios.

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Khea y Duki

Todavía algo de luz cuando nos estrechamos las manos con Duki en el backstage. Sereno, junto a los colegas y amigos con los que construyó esto que el sábado alcanzó su punto máximo hasta ahora, Mauro Lombardo esperaba el momento para encontrarse con su gente. “Estoy tranquilo porque soñaba con esto y sueño también con algo más grande”, sintetizó el hombre sus sensaciones. Lo suyo es algo realmente distinto en las formas. Hasta que llegó su turno en escena, Duki la vivía como la habrá vivido siempre. Junto a los pibes y pibas con los que salieron de la plaza, como uno más hasta que le llega la hora de no ser uno más. Y esa hora llegó cerca de las 21 30.

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Encendida como nunca en la jornada, la pista lo siguió en todas al Duketo con la euforia de saber que ellos son tan responsables de esto como los que están arriba del escenario. Un movimiento ––pueden verlo en algunos artículos sobre el festival en medios argentinos–– despreciado por una gran parte de los que dicen qué es música y qué no que cobró fuerza desde las plazas y desde las redes hasta ser incontenible como negocio, como discurso y como estética. “Sin culpa” lo gozaron los matrimonios de 50 que trajeron a sus niños, los niños y los pibes de 25 que abrazon los ritmos urbanos en el inicio de su adultez. ¿Quién hubiera anticipado esto en el país tradicionalmente rockero?

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Duki y DrefQuila

El soporte de beats electrónicos con discurso callejero y sabor latino es una dimensión que esta era necesitaba para desagotar emociones que, a veces, el contrato de lectura del rock y otros género no puede purgar. “Modo Diablo es una de las bandas más espectaculares del país”, me dijo Dante Spinetta horas antes de que Duki invitara a Khea e Ysy A a escena. ¿Ustedes piensan que los periodistas de rock escuchan eso y lo toman en serio? El problema es de ellos. Eso es lo que también queda claro después de la fiesta del sábado. Que la intolerancia, de este lado, como expresó Duki al final de su show, no está: “Gracias por todo lo que estoy viviendo, de verdad, gracias de corazón a los que vinieron a ver a Ecko o a Cazzu o a cualquiera. Gracias por apoyar la movida. Somos todos uno. Ese es el flash”.

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Por qué Bad Bunny se llama así

La primera búsqueda que, al menos en estas latitudes, arroja el algoritmo de Google al preguntar por el líder mundial es la misma que a diario deben hacerse millones cuando se encuentran por primera vez con la música del puertorriqueño. ¿Por qué se llama así? ¿Por qué canta así? ¿Por qué se viste como se viste? ¿Por qué usa las palabras que usa? ¿Por qué se comunica así con sus seguidores? La brecha que hay entre esos cuestionamientos y la fiesta popular que se vivió el sábado en Palermo es lo que intentamos, alegre, frenéticamente, socavar aquí.

Porque su show fue perfecto o casi: corto y en timing de punk rock, BB, se despachó con un hit tras otro y sólo se tomó un tiempo para agradecer la fidelidad del público argentino y mirarlo sin sus gafas durante unos segundos. Sonido de primer nivel, voz que se nota entrenada y cuidada para darle al público lo que viene a buscar, presencia monárquica y una crew afiladísima que está en todo detalle.

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Bad Bunny

Pareciera que Benito Antonio nació pisando un escenario y se intuye que puede disfrutar de su negocio incluso cuando llega volando, hace lo suyo y se va más rápido de lo que vino. Porque podría cantar dos horas e igual te quedarías con ganas de escuchar tal o cual tema. Porque ser un distinto tiene un precio que ha sabido pagar y todo ese viaje se entrelee en su último álbum, que tiene tanto de dolor como de bellaqueo bien duro.

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Y porque cuando el hombre apagó todas las luces y le pidió a los presentes que encendieran una luz y acompañasen Amorfoda, había que estar muy bajo en glóbulos rojos para no darse cuenta de que ahí había algo que ya es, diría el creador de la Ciudad de la Furia, parte de todos.

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Big Soto con la bandera de Venezuela

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Dakillah

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Duki

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Ecko

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Kidd Keo

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Lit Killa

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Modo Diablo

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Neo Pistea

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Foto cortesía de Buenos Aires Trap

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