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VICE World News

Sobre cómo Bolivia convenció a los campesinos más pobres de cultivar menos hoja de coca

El cultivo de la planta empleada para manufacturar la cocaína ha caído en Bolivia por cuarto año consecutivo, un éxito que se ha conseguido sin necesidad de emplear mano dura alguna en los programas de erradicación.
Imagen por Jorge Abrego/EPA

Hace siete años Bolivia echó del país a la agencia antidroga estadounidense, (DEA). Hace dos años, Naciones Unidas (ONU) aprobó la celebración de un mercado local de hoja de coca en la región andina. Sin embargo, el cultivo de la planta empleada para producir la cocaína sigue cayendo en picado en el país. Y eso es algo que no solo ha desmentido el mito que contaba que la guerra contra la droga en Latinoamérica era librada por Estados Unidos, sino que también ha probado que los cultivos de hoja de coca se pueden reducir sin necesidad de aparatosos programas de erradicación.

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Según las cifras publicadas esta semana por la oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) el cultivo de la hoja de coca en Bolivia cayó en un 11 por ciento en 2014. Se trata del cuarto año consecutivo en que la cifra baja. La unidad de vigilancia del cultivo de hoja de coca de la UNODC, una unidad desplegada conjuntamente con el gobierno boliviano, estimó que las áreas de cultivo cayeron de las 23.000 hectáreas de 2013, a las 20.400 hectáreas del año pasado.

Los datos sobre los cultivos de hoja de coca en Bolivia son los más bajos desde que Naciones Unidas empezara a supervisar la producción en 2003. Las autoridades están trabajando para que las cifras sigan disminuyendo, para que así puedan encajar, finalmente, con la ley del país. Esta estipula que no podrán destinarse más de 12.000 hectáreas para el cultivo de la planta. El gobierno del país esta debatiendo una futura concesión, que podría cifrar el límite en las 20.000 hectáreas. Cualquiera que sea el objetivo final, los observadores apuntan a que el caso de Bolivia es único: ningún otro país ha conseguido reducir el cultivo de la hoja de coca. Y mucho menos lo ha hecho eludiendo la violencia y la locura de los pobres campesinos, que ha minado los más ortodoxos sistemas de erradicación que se habían probado antes en la zona.

"Bolivia ha adoptado una política basada en el diálogo, donde el cultivo de coca se permite en áreas tradicionales junto con otras de desarrollo alternativo". Antonino de Leo, representante de la UNODC en Bolivia explicó a VICE News.

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De Leo comentó que Bolivia ha triunfado mucho al aplicar "unas medidas innovadoras", que implican la sindicación de los productores de coca y el respeto de los derechos humanos, además de forzar la erradicación en áreas no permitidas.

El Papa Francisco pidió hojas de coca para mascar en Bolivia. Leer más aquí.

"No se trata solo de sacar dinero de la cosecha", explicó Leo. "La manera alternativa en que se hacía antes consiste en sustituir un cultivo ilegal por otro legal. Se trata de una aproximación más completa que incluya acceso a necesidades básicas como escuelas, hospitales y carreteras en zonas de acceso tradicionalmente complicado".

Las piñas y las bananas son algunas de las cosechas que mejor han funcionado en las zonas donde se cultivaba la hoja de coca, comentó Leo.

Si bien Bolivia es un país novato a la hora de abordar el problema, no es exactamente sorprendente. El presidente boliviano Evo Morales y el señor de la coca del país, son ambos antiguos cultivadores de la poderosa hoja. Después de ser elegido, en 2005, Morales empezó a negociar con los sindicatos de cultivadores de coca, a quienes prometió pagar precios más altos si cultivaban menos plantas. Naciones Unidas hizo una comprobación recientemente de los precios de la hoja de coca lícita. Salía a 8 dólares el kilo de hojas secas, varias veces más alto que en Colombia y el doble que en Perú.

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Los indígenas bolivianos han mascado y consumido hoja de coca desde hace siglos y el país mantiene desde hace años que se debería de permitir cultivarla legalmente. En 2011 Morales dirigió la retirada de su país de la Convención de Drogas Narcóticas de Naciones Unidas, el tratado internacional que controla la producción de materiales crudos empleados para fabricar cocaína y otras sustancias. Dos años después, en febrero de 2013, Bolivia se reincorporó a la convención bajo la condición de que esta contemplara el cultivo legal de la hoja de coca.

En 2008 Morales echó a las fuerzas de seguridad estadounidenses de su país. Les acusó de espionaje. El tiempo le daría la razón: meses más partes salieron a la luz documentos que descubrían que la división antinarcóticos de la administración estadounidense, la DEA, se había dedicado a desplegar acciones de reconocimiento encubierto en varios países.

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El descenso en la producción de hoja de coca del año pasado se concentró en las dos regiones donde su cultivo era mayor, Los Yungas, en La Paz; y Trópico, en Cochabamba. En Los Yungas la superficie de cultivo cayó de las 15.700 a las 14.200 hectáreas; mientras que en Cochabamba pasó de las 7.100 a las 6.100. A diferencia de los datos recabados en las vecinas Colombia y Perú — donde muchas zonas de crecimiento de cocaína permanecen inaccesibles —, en Bolivia, una combinación de imágenes satelitales y de supervisión sobre el terreno, arroja cifras fidedignas, que coinciden bastante con las estimaciones realizadas por el gobierno de Estados Unidos.

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Según un informe de la Casa Blanca publicado en mayo, el cultivo de cocaína ascendió en Colombia de las 85.000 hectáreas de 2013 a las 112.000 del año pasado. En Perú el cultivo ha sido estimado, aproximadamente, en 50.000 hectáreas. A pesar del intenso y controvertido programa de erradicación, Perú vio cómo se destruían cerca de 55.000 hectáreas entre 2013 y 2014. El gobierno del presidente peruano, Ollanta Humala había ofrecido el reembolso de lo destruido a las familias que cultivan la coca. Sin embargo, muchas de ellas han denunciado no haber recibido apenas nada a cambio. Así que ante la precaria situación han expresado que no tienen otra alternativa que seguir plantando. La situación ha degenerado en varios enfrentamientos entre las autoridades y los productores en los últimos años que se han saldado con varias lesiones y otras tantas muertes.

'Se trata de abordar el tema desde una perspectiva más amplia que incluye acceso a servicios básicos, como escuelas, hospitales y carreteras'.

A pesar de que Bolivia ha reducido el cultivo de la hoja de coca, sigue siendo un punto estratégico del tráfico de droga en Sudamérica. "En Bolivia no solo hay producción de base de cocaína, sino también de clorhidrato de cocaína, que la convierten en la más refinada cocaína que puede obtenerse en el mercado", comenta Leo.

Las pequeñas refinerías proliferan por muchas áreas remotas del país y muchos de sus ciudadanos más pobres, siguen siendo atrapados en las redadas de las fuerzas de seguridad. La cocaína que se produce y se trafica en Bolivia se distribuye, principalmente, en Brasil y Argentina, los dos grandes consumidores de cocaína en Sudamérica. De Leo dice que otras drogas, como el cannabis, que a menudo procede de Paraguay, también se trafica desde Bolivia.

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Kathryn Ledebur, directora ejecutiva de la red de información Andina, relató que los esfuerzos por recortar el cultivo de la hoja de coca en Bolivia no siempre se han aplicado de manera pacífica. Sin embargo, la tipificación de un almacenamiento legal y permitir la existencia de un mercado legal, supone una ventaja respecto a otros países.

"Existe mucha menos confrontación con el tema de la coca", aclara Ledebur a VICE News. "El gobierno de Morales ha cometido muchos errores, pero creo que con el tema de la coca han hecho un trabajo muy respetable".

Además de negociar el techo definitivo de la cantidad de producción, el gobierno también está negociando un nuevo redactado legal para las condenas penales en materia de droga. El texto vigente actualmente es de 1988 y fue escrito durante el momento culminante de la guerra contra la droga.

"Siguen existiendo sentencias claramente desproporcionadas. Por ejemplo, la sentencia máxima por tráfico de drogas es de 25 años, que es exactamente la misma cantidad con que se castiga el asesinato", explica. "La ley no contempla alternativas para crímenes de drogas que no sean violentos, no contempla ninguna alternativa para la gente con pocos ingresos que solo cultiva la hoja. Son las personas más irrelevantes en la pirámide del narcotráfico. Sin embargo a menudo terminan convertidos en mulas o en pequeñas productores y terminan en la cárcel".

Sigue a Samuel Oakford en Twitter:@samueloakford