Barbie y Barbarie: el aporte de Aterciopelados a la vida nocturna capitalina en los 90

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Música

Barbie y Barbarie: el aporte de Aterciopelados a la vida nocturna capitalina en los 90

En una Bogotá gris y caótica, Andrea Echeverri y Héctor Buitrago fueron los encargados de activar el circuito de bares alternativos de la ciudad.

Fotos: Archivo particular de Aterciopelados.

Bogotá en los 80 era una ciudad gris con un espíritu caótico. Con unos ánimos reprimidos, con una juventud ignorada, confundida y tal vez, por lo mismo, rebelde y con mucho que pensar y decir. En la segunda mitad de esta década proyectos como Hora Local y La Pestilencia empezaron a gestarse como una forma de expresión de la inconformidad que se vivía, como una máquina catártica que encontraba en la música una herramienta para desahogarse. Y lo lograron.

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A finales de la década un personaje llamado Héctor Buitrago, melómano por excelencia y quien fuera parte de la formación inicial de la Pestilencia, dejaría su banda para emprender otros proyectos. Él, un muchachito inquieto y coleccionista de música salido del barrio Restrepo, conocería más adelante a una 'niñita bien' del nortecito, artista plástica y corista de Distrito Especial llamada Andrea Echeverri. Juntos, enamorados de la música y entre ellos mismos, formarían una banda: Delia y los Aminoácidos. A partir de ahí dejarían todo y se irían a vivir juntos. "Necesitábamos un lugar donde ensayar, porque en ese entonces no había ensayaderos. Necesitábamos un lugar donde tocar, porque tampoco había dónde, existía un sitio máximo, y también necesitábamos de qué vivir porque nos habíamos ido a vivir juntos pero no teníamos una entrada fija", cuenta Héctor. De ahí surgió la idea de armar un bar. Lo siguiente era buscar un sitio, tarea compleja pues según cuenta el mismo Héctor: "nuestras pintas eran complejas entonces había que tener los fiadores y todo eso".

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Finalmente el primer lugar en acogerlos fue una casona en la calle 10 con carrera 3a, en plena Candelaria. Un sitio con todos los juguetes para vivir, ensayar y poner a andar el bar, el cual bautizaron como Barbarie. Allí artistas amigos de Andrea de la Universidad Nacional y los Andes se encargaron de montar la parte estética mientras ella se hacía todo lo referente al diseño de flyers y Héctor, con su bagaje musical y un par de televisores era quien programaba videos que corrían mientras sonaba la música. Una selección que no tenía muchos espacios de difusión y gracias a la cual DJs de emisoras comerciales llegaban para empaparse de lo que estaba sucediendo en cuanto a rock en español a lo largo del continente.

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En apenas un año de funcionamiento Barbarie logró convertirse no solo en uno de los lugares más emblemáticos y populares de Bogotá, sino en un punto de encuentro donde convergían personas con inquietudes estéticas, artísticas, cinéfilas y musicales similares, un lugar de amores carnales y uniones creativas donde, además, al menos una vez al mes, tocaba Delia y Los Aminoácidos, codeándose el resto de fines de semana con bandas como Estados Alterados, KGB, El Grupo 9, SB2 y Le'Kaffage entre otros. Finalmente, en octubre de 1990, debido a las quejas de los vecinos, la Policía hizo el cierre definitivo del lugar.

Luego de eso vendría Barbie, un sitio en Cedritos, al otro extremo de la ciudad, que continuaría con el legado de aquello que llamaron "bares alternativos". Un lugar que sería testigo de la muerte de Delia y Los Aminoácidos y el nacimiento de Aterciopelados, la banda sonora de toda una generación que trascendería al punto de convertirse en uno de los emblemas musicales de esta patria adolorida. Por ahí también se escribió la historia de la escena alternativa y subterránea con fiestas temáticas y toques de bandas como Hora Local.

Por supuesto, aparte del legado discográfico de Héctor y Andrea, vale la pena devovlernos a esos años dorados en los que la música y la escena misma creció gracias a estas dos edificaciones de fiesta desenfrenada y complicidad artística. Por esto, decidimos desempolvar el archivo visual que acompañó y activo las vida nocturna en una ciudad que pedía a gritos un lugar donde encontrarse y crear.

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