Alcolirykoz
Foto: Enmanuel Rendón | Noisey en Español.

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Música

La sinceridad sí llena estadios: Alcolirykoz la rompió con su concierto de fin de año

1.600 personas asistieron al concierto en el que, además de los éxitos más conocidos, los ninjazz recordaron canciones viejas y otras que no siempre entran en su repertorio en vivo.

Si algo caracteriza a la música de Alcolirykoz es su honestidad. Su literatura de barrio ha funcionado como registro de las vidas y experiencias del barrio Aranjuez de Medellín y de todos los que le han apostado –al rap o a lo que sea– a rimar y remar contracorriente. Pero en la noche del 19 de diciembre de 2018 fue obvia una mentira de Gambeta, líder de la banda: “La sinceridad no llena estadios”, había propuesto en “Normal”, un corte de su último disco Servicios AmbulatorioZ; pero las 1.600 personas que asistieron al último concierto de Alcolirykoz del año y que movían frenéticamente su brazo al ritmo de la batería dejaron en evidencia lo equivocado que estaba.

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La gran multitud que asistió al teatro de la Universidad de Medellín había acudido al llamado de Alcolirykoz de hacer un concierto para recordar esas canciones que se han escurrido por las grietas del amplio repertorio del grupo. A su vez, la ocasión también coincidió con el lanzamiento de la reedición de En Letras Mayúsculas, el primer trabajo de Alcolirykoz, presentado originalmente en 2007. Esta gran multitud fue la misma que días antes había llenado la plaza de un centro comercial de Medellín para ver el lanzamiento de dos videos nuevos, para comprar sus discos y hacerlos firmar por Gambeta, Kaztro y Fazeta. Fue la misma que había comprado 600 boletas en 3 horas el día que inició la preventa en noviembre. Fue la misma que llena cualquier tipo de evento de los de Aranjuez, en cualquier día de la semana. Fue la misma y más, fervientes creyentes de Alcolirykoz y los valores que proponen.

A las seis de la tarde ya había personas apoyadas en los ventanales del teatro, esperando a reclamar su disco de la reedición de En Letras Mayúsculas o comprar una camiseta para afrontar el concierto con el máximo rigor. A las 8:20 p.m., luego de que el DJ Kario One calentara al público por unos minutos con una serie de clásicos de rap, saltaron a la tarima Luis7Lunes y Vic Deal. Cantaron temas como “Voladores desde un Cerro” –track destacado de El Armador del Sol, el disco de Luis producido por Vic, y uno de los mejores del rap en español del año– y “Un Minuto es Suficiente”, de De Ego Tripas, el último álbum de Vic Deal. La masa expectante reaccionó a la alta calidad de los rapeos y se paró de inmediato a mostrar su amor y respeto. Los reconocieron como parte de la familia de Alcolirykoz, que siempre han dejado claro su enfoque colectivo ante la vida y la música, y como parte de una generación que se vio influenciada por el cambio que representó Alcolirykoz para el rap de Medellín.

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Luego de unos breves minutos, las luces se apagaron y la gente intuyó con júbilo y palmas que Alcolirykoz estaba a punto de salir, como si predijeran la erupción de un volcán. El telón del escenario se abrió y ahí estaba DJ Fazeta en las tornas, mezclando reliquias del rap colombiano como “Falsedades” de Tres Coronas, recordando implícitamente que el origen de AZ se podía rastrear desde muchos años atrás. Cuando Fazeta pinchó “Comediantes de Velorio” y Gambeta y Kaztro subieron al escenario, los seguidores que estaban presentes gritaron como si no fuera el último concierto del año sino de sus vidas. Y es que los fans de Alcolirykoz también son fans de ellos mismos, de creer en algo y trabajarlo por años hasta que diera frutos, de no buscar la salida rápida sino de seguir por el camino largo. Por eso cada grito era de admiración, sí, pero también de esperanza: si Alcolirykoz había podido llenar un auditorio un miércoles haciendo rap, todos los que estaban ahí podían cumplir sus metas.

“Medallo, ¿estamos en diciembre o no?”, preguntó sonriente Gambeta al público. Fazeta dejó sonar “Tabaco y ron” de Rodolfo Aicardi, clásico navideño colombiano, y un precedente de lo que puede ser Alcolirykoz en el futuro para esta generación. Esa noche, reconociéndola como especial, Gambeta estaba más hablador que de costumbre. Contó cómo hace 11 o 12 años su vida consistía en trabajos que no quería y en buscar tiempo libre para hacer rap. Entonces cantaron “Testigos oculares”, una de esas canciones que hace mucho no cantaban pero que son columnas de la propuesta actual de Alcolirykoz. Luego vino “Házmelo rap”, coreada por todos los presentes, y que además venía con reflexión incluida para sintetizar el desarrollo de la banda: “Hace 15 años nos decían ñeros, ahora hasta nos escuchan metaleros y punkeros”.

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Gambeta estaba nostálgico y no lo negó, recordando cómo en la época de esas primeras canciones se iba con Kaztro en bici con el almuerzo en la maleta y los sueños en la cabeza. Cantaron entonces “Acrobacias”, que puede entenderse como una de las primeras pistas del estilo de Alcolirykoz: ingenio innegable para narrar y embellecer lo cotidiano. “Creen que todo es simple, pero se necesita técnica hasta para desabrochar un brasier”, dice la canción. Luego Kaztro, que suele ser reservado en la tarima, pero cuya voz carga fuerza cuando habla, saludó a su sobrino Julián, que ese día estaba de cumpleaños. Todo el público le aplaudió a Julián: era una celebración familiar de fin de año en el que la familia de Alcolirykoz conocía a parientes lejanos. Entonces cantaron “El Ritual”, uno de los puntos más altos de la noche: una fiesta innegable. Era una noche de diciembre en Medellín, después de todo, así que Dios bendiga el guaro, el rap y el sal de frutas Lúa, como dice el tema.

Continuando con la nostalgia y los recuerdos, Gambeta, entre canciones, dibujó el paisaje de hace años cuando estaba buscando un sample de José Miguel Class que había escuchado mientras almorzaba en su trabajo en una empresa de estampaciones. El sample terminó siendo cantado por un hombre que deambulaba por las calles de Aranjuez, y capturado por la grabadora de un amigo de Gambeta. Es el inicio de “La Eterna”, de En Letras Mayúsculas, uno de esos temas que empezó a cimentar la identidad lírica de Alcolirykoz. Luego vino “Laura Ronda”: rap en su máxima expresión, narrar el barrio y sus códigos. Fazeta, por su parte, pinchó algunas canciones decembrinas mientras los temas se iban yendo, y luego vino “Música para planchar”, con un sonido en esa música de plancha que es para Alcolirykoz como el jazz o el soul para los raperos de Estados Unidos.

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“¡Hey, yo!”, gritó Gambeta, varias veces a lo largo de la noche; “¡Hey yo!”, respondió el público cada vez con fervor, como feligreses exclamando amén en la iglesia. Los brazos cruzados como espadas, en este caso, sustituyen la bendición tradicional, pero tienen el mismo efecto. Un concierto de Alcolirykoz es música, pero también es una ceremonia espiritual. Vino entonces “El Reino de los Suelos”, una descripción de las calles de Medellín llena de metáforas que relacionan los hechos de las aceras con lo que pasaría en algún versículo de la Biblia: “Los ángeles de la guardia prefirieron tener unos Nikes que alas, por eso caminan y no vuelan”, pontificó Gambeta. Con los recuerdos y la nostalgia, el concierto daba la sensación de ser también una visita familiar a un tío que cuenta historias con un guaro en la mano y un álbum raído lleno de fotos añejas.

Los rapeos acelerados de algunos intrépidos del público que se atrevieron a subir a la tarima llegaron con “El despilfarro”. Antes de que el aplausómetro decidiera quién de los participantes se llevaba un disco, Gambeta pidió cordura y votar bien: “Nosotros los paisas somos muy malos votando. No voten más por Uribe”. A continuación, llegó un homenaje breve al Moncho, amigo de antaño que falleció: cantaron “El Barman y el Chef”, una de las canciones que más le gustaba. Como era diciembre, estrenar era necesario; presentaron entonces una de las canciones nuevas que lanzaron en la reedición de En Letras Mayúsculas: “La Típica”, un clásico decembrino instantáneo, parroquial y detallado, sobre un sample de Rodolfo Aicardi. Apenas salió hace unos días y todos los presentes se la sabían y la bailaban.

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De un costado del escenario salió un hombre en short rojo, zapatillas Ewing, toalla bajo la gorra y gafas de sol, empujando la silla de ruedas de su compañero, con un buzo naranja y una gorra que hacía sombra sobre su rostro: eran Sison Beats y Anyone/Cualkiera, integrantes de No Rules Clan, una de las agrupaciones que surgieron gracias a la influencia de Alcolirykoz y que han impulsado una nueva forma de hacer rap en Medellín y Colombia. Cantaron “Taxidermia”, de Efectos Secundarios. Luego Alcolirykoz salió de la tarima para que No Rules cantara “NRS In Da Area”, sencillo de su próximo álbum Pantone, provocando un momento lleno de pogo y energía.

Alcolirykoz volvió a la tarima, esta vez acompañados por Tito en la trompeta y Bayron en la batería. Con ponchos encima cantaron “Género Rural”, orgullosos de ser montañeros, alejándose de lo que llaman género urbano. Vinieron los saludos a la familia Fonnegra, la familia original de Alcolirykoz antes de que se extendiera a miles, y canciones como “NADA” y “Equipo de carretera”. Gambeta celebró que veía entre el público a personas jóvenes y viejas, seguidores de Alcolirykoz de todo tipo. Tenía sentido: música tan buena, agresiva pero reflexiva, contemporánea e innovadora, pero con raíces en colores sepia del ayer, es un buen imán de personas. Muchos también acompañaron a sus hijos a este concierto para menores de edad. Repito: Alcolirykoz es una familia.

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Sonó en los parlantes del teatro de la Universidad de Medellín “Rap, sexo y saxofón”, favorita de miembros honorarios de Alcolirykoz como Mango Marín y Julián Gaviria; también “Clapzz” y “Erre con erre”. Gambeta anunció que se iban del rap, porque no daba: ahora iban a hacer vallenato. La risa del público fue una victoria para la agrupación, pues lo que podría haber sido verdad hace quince años era ridículo hoy, y la presencia de más de mil personas en un concierto de rap organizado por ellos mismos era la prueba de esto. Vino “Changó”, un comentario sobre la muerte, y los ninjazz y los fans cantaron como quien reconoce la inevitabilidad del fin y entonces vive más fuerte, tan fuerte como el solo de Tito para cerrar el tema. Luego de “Normal”, un momento de amor, Gambeta se puso romántico: suspiró y miró al público, que estaba iluminado. “Se ven muy bonitos, a lo bien”, confesó.

Los presentes asintieron con energía al ritmo de la batería de “Antes del meridiano”, y presenciaron con emoción la versión más hardcore de AZ cuando Jannyval salió y entonó su voz rasgada en “La revancha de los tímidos”. Con “Otra canción larga” el ambiente cambió; es una de las canciones más sensibles del grupo, que dobla más el corazón que los cuellos, un homenaje a la historia de cada uno y a las familias que están detrás. “Imposible de resumir”, exclamó todo el auditorio al unísono, y esa frase podría haber sido una versión sintética de esta crónica. Entonces llegó el momento de brindar por los que se han ido y por los que aún están. Sonó un himno llamado “Anestesia local 2”, cantada toda por el público que, aunque sabía que la canción relata una experiencia cercana a la muerte de Gambeta, reconocía en ese júbilo una forma de plantar cara ante la incertidumbre de la existencia.

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El público, a pedido de Gambeta, prendió las linternas de sus celulares, y se volvió como un lienzo oscuro lleno de luciérnagas que alumbraban mientras en tarima Alcolirykoz cantaba “La noche”. La salsa de las esquinas de Aranjuez, con sus melancolías y cicatrices, llegó al teatro con “Fruko y sus presos”, la otra novedad de En Letras Mayúsculas y que contó con el coro superlativo de David Lebrón: “Quiero estar preso acá / De dónde sale tanta nea, el barrio es un imán / Y aunque me digan no te quedes, yo sí que me voy a quedar / Pues hace rato ando esperando tu visita conyugal”. La noche acabó con la canción de Alcolirykoz que mejor ha trascendido las fronteras del rap, sonando en radio y hasta en Netflix: “Tararea”; el público, en consecuencia, saltó más alto que en cualquier otro momento de la noche.

Fue un concierto de rap de un nivel rara vez visto en Colombia. Hoy, Alcolirykoz son el estándar y también la ilusión. Han mostrado que se puede ganar haciendo rap sin concesiones, hip hop estricto como el que crecieron escuchando. Con notas de salsa, bolero, fiesta y brindis simbólicos, fue propicio que la noche fuera en diciembre. Si a Gambeta le quedaba alguna duda, la ovación final con la que las 1.600 personas se despidieron fue la confirmación: la sinceridad sí llena estadios.

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