La conjura del necio: Una charla con Marcelo Pocavida
Foto tomada del Facebook de Marcelo Pocavida

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Música

La conjura del necio: Una charla con Marcelo Pocavida

Esta figura fundamental del punk argentino nos regaló gemas sobre la historia del punk en español, y sobre herirse el abdomen encima del escenario.

Cantante de la primera camada de punk en Argentina con Los Baraja, performer impredecible, estudioso de la cultura clase b de asesinos seriales y películas de bajo presupuesto, tal vez sea más recordado por escupir en la cara de Charly García que por su carrera musical, algo está claro: a Pocavida no le importa demasiado recaudar con su carnet de fundador y continúa no solo al frente de más de un proyecto musical, sino que también tiene un programa de radio, Bodybag: "Mucha gente me dijo que tendría que estar en una radio masiva pero no me interesa hacerlo gratis: yo no me 'vendí' porque nunca tuve una oferta económica, no necesito figurar. Entiendo que Pil Trafa [cantante de Los Violadores] al lado mío era Bono de U2".

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Amado y odiado en partes iguales, el próximo disco del GG Allin argento se llama Fe en el caos y es el sexto que saca en 35 años de carrera, siempre con proyectos diferentes como Cadáveres, Star Loosers, Violent Shitters y Pink House: "Ojalá cause el efecto que causaba en mí de adolescente cuando escuchaba en la oscuridad de mi habitación un disco de Alice Cooper, el equivalente del paso de una película delante de los ojos”.

Con el fin de conocer mejor a un personaje que, a pesar de ser protagónico en la música argentina, es uno de sus antihéroes, nos acercamos a Marcelo Pocavida y charlamos sobre su programa de radio, sobre historia del punk en español, sobre heridas en el abdomen y sobre el papel de los medios en la música. Lee las gemas de sabiduría de Pocavida a continuación.

NOISEY: ¿Qué tipo de invitados llevas al programa?
Paso gente como el performer Geniol, que en los años 80 se presentaba junto a Sumo, mezclaba lo teatral con el rock y eso me marcó. Aunque la gente lo conoce más por Sumo, es un personaje camaleónico. No solo en el escenario sino en su vida, que es cinematográfica: pasó de ser un clown punk, a manejar su propio circo, hasta estuvo preso en una cárcel en Siberia muchos años. Nuestro próximo invitado es Juan Carlos Kramer, que escribió el libro Punk, la muerte joven.

Durante décadas fue la única bibliografía disponible sobre punk, ¿cómo ves el libro a la distancia?
Está escrito entre el 77 y 78. En esa época el autor vivía en España buscando laburo como periodista y escritor. Venía de la prensa underground de comienzos de los años 60, los primeros fanzines beatniks que existieron. Después decide autoexiliarse en Francia e Inglaterra, donde ve la explosión punk desde esa perspectiva y una editorial le encarga un libro sobre la historia. Es un eslabón perdido hasta para los españoles mismos; no he dado con próceres de la movida madrileña que lo nombren como referencia. Pero acá no hay uno que no lo nombre, lo vendían en una sola librería, lo compramos a un precio irrisorio, de a dos o tres ejemplares, no solo por la información: recortábamos las fotos para los parches de las camperas.

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Tiene una visión bastante particular, convengamos que él ya venía escribiendo sobre contracultura, y se codeaba con toda la gente que fueron los pioneros de revistas como Expreso imaginario, los primeros beatniks o hippies pero relacionados al periodismo. Esos comienzos del periodismo eran muy románticos. Algunos, más allá del uso de la palabra, somos románticos.

Yo viví el abuso de autoridad, de la represión policial, la época militar y la post-militar, que fue aún más brava. La viví, puteé y estuve muchas horas preso por portación de cara. No me olvido de eso ni lo niego.

¿Cómo fue la relación de esos primeros medios de rock con el punk?
No lo veían con buenos ojos. Venían de un espíritu libertario similar a la revista Ajoblanco de España, asociados también a la ecología, pero desde lo musical estaban más asociados al rock tradicionalista. Sin embargo, en Expreso Imaginario sale la primer nota oficial sobre punk, que estaba tomada casi textualmente del libro de Kreimer. Fue reeditado con un apéndice sobre la escena local. En esa reedición sacaron un capítulo sobre el, por ese entonces, incipiente punk español, y resalta el rol de una banda que hoy es considerada pionera: La Banda Trapera del Río.

La historia local cuenta que el punk fue muy resistido, pero vos estabas intentando shockear a esa gente.
Yo viví el abuso de autoridad, de la represión policial, la época militar y la post-militar, que fue aún más brava. La viví, puteé y estuve muchas horas preso por portación de cara. No me olvido de eso ni lo niego. Sí me pareció que luego el punk, en todo el mundo, se hizo demasiado planfetario y dogmático con el anarquismo. Puedo estar de acuerdo con algunas ideas libertarias, por más utópico que puedan resultar. No hay nada más utópico que ser punk en el 80. Hasta era más viable ser anarquista, no me sentí identificado con el abanderamiento. Siempre pensé en la música como un elemento catártico para tener un pretexto arriba del escenario. La gente me ama o me odia, no hay un término medio.

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En el libro Derrumbando la casa rosada hablas de la presentación del compilado Invasión 88 en Cemento como un punto de quiebre en la escena local.
Cuando sale ese disco, que sigue siendo emblemático, Los Baraja, (la banda con la que participé en ese disco), ya se había separado, y yo ya estaba haciendo una banda de garage y glam punk, Vudú. Estábamos escuchando Lords of the New Church y Roky Erickson. Yo estaba escuchando rock australiano, estaba en otra. Veía el incipiente punk barrial, con Flema y 2 Minutos, el punk más escolar como Attaque 77. Nos dábamos cuenta que era algo musicalmente más áspero y los de la primera camada teníamos menos fútbol que la revista Para ti. Tampoco tuvimos esa identificación con lo barrial, más allá de que yo fui punk en Lanús. Después de Invasión… empiezan las etiquetas: los skins, el hc… Nosotros éramos demasiado putos para los punks de ese momento. Nuestras raíces, New York Dolls, Dead Boys, siempre fueron ignoradas.

En los 80 todavía quedaba algo del Marcelo de la preadolescencia, el monstruo estaba guardado todavía. Después fue una vorágine. Empecé a ejercitar el mister Hyde que estaba adentro mío, yo me fui poniendo más grande y más complicado en ese aspecto. Hay gente que recuerda anecdotarios míos, yo recuerdo algunos muy puntuales.

El rock en Argentina tiene lugares sagrados todavía.

¿Cuáles?
Y las cosas que dejan secuelas físicas se recuerdan. Yo recuerdo más los postoperatorios. Sufrí varios, como esa vez que me hice un corte en el abdomen; desde gente que quedó marcada porque vió un charco de sangre; cortarme con botellas; que me saquen en ambulancia de lugares. Eran otras épocas, he tenido siempre al lado mío que me han tenido mucha paciencia y han sido enfermeros amigos.

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¿Qué te pasaba por la cabeza cuando te cortaste?
Aunque tuviese un atisbo de premeditación, indudablemente no estaba bien calculado, porque si no, no tendría 22 puntos en el abdomen hace 30 años. Había mucho inconciente brutal, autodestructivo, pero calavera no chilla. Yo recuerdo la reacción inmediata de la gente pero hay gente que la tiene grabada en la retina de su cerebro . Otra gente me dice “yo recuerdo cuando te cagaron a palos en Cemento” Y me dicen fechas y bandas pero yo no me acuerdo.

Hoy los pibes son selectivos al punto de cavar su propia fosa. Creativamente no aportan nada, es un círculo vicioso de consumismo.

Siempre te intereso lo performático.
Yo quería meter en las performances cuestiones más de índole teatral, o interactuar con otros personajes, teatralizar las canciones, algo del de estilo Alice Cooper que nunca abandoné. Dentro de las herramientas que uno posee, empecé a meter cosas más teatrales y a exponer menos lo físico, aunque termino siempre hecho pelota. Lo que nunca falta es el factor sorpresa y de lo impredecible. No estoy ajeno a la realidad, trato temas escabrosos de forma sarcástica, me interesa tocar ciertas fibras sensibles. El rock en Argentina tiene lugares sagrados todavía.

Yo te he visto tirar tripas de pollo a la audiencia, deslizarte sobre gelatina por el piso sucio de un antro, y simular inyectarte sobre un escenario.
Al final no fue una simulación, terminé inyectándome colorante. En mi vida probé todas las sustancias ilegales que me interesaban, pero nunca me interesó el pico. Ese día me quedó todo el brazo hinchado, lo jodido es que ese fue el único efecto colateral.

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¿Sos un sobreviviente?
Yo me considero un personaje bastante inestable. Tengo 54 años, 35 los viví como rockero. Al principio me impactaron mucho Kiss y Alice Cooper. Luego en los comienzos del punk, éramos bastante naíf. Con Hari B de Los Violadores y con Iorio de V8 nos juntábamos a tomar la leche y escuchar Black Flag. Después entró la droga, pero considero que si estamos vivos hoy en día, es porque no le dimos una importancia extrema. Si no, hubiéramos quedado en el camino como tantos pibes.

¿Hay ahora un exceso de información musical comparado con tus inicios?
Hoy los pibes son selectivos al punto de cavar su propia fosa. Creativamente no aportan nada, es un círculo vicioso de consumismo. Al principio, aún sin tener un puto disco, no nos importaba tener cosas estrictamente punk. Si era new wave lo sentíamos emparentados y si era post punk también. Yo he escuchado ska, The Cars, B52's, Devo o Joe Jackson. Cuando ví la punta de Bauhaus dije “esto es para mí”. El violero de Los Baraja, Marcelo Montolivo, vivía en La Plata y me pasó cosas como Cabaret Voltaire, Tuxedomoon, Throbbing Gristle, SPK.

¿Cómo viste el tema de Montolivo prófugo por abuso?
Es un tema con unas aristas muy graves. Si esta persona ha tomado la decisión de estar en la clandestinidad, fugado, está complicado. Ante un tema así, no es que uno no pueda opinar y si no, es cómplice. Yo no sé qué pasa por la cabeza de ciertas personas. Está acusado de abusar a su hijastra. No puedo hacer una ecuación de que es culpable porque le gustaba Gary Glitter. Hay algo muy turbio en su fuga, creo que indudablemente está en el exterior.

Otro escándalo que te tocó de costado fue el de “la profe nazi” ¿ Sentís que los medios te jodieron?
La respuesta que dio a un reportero el asesino serial Ted Bundy antes de ser ejecutado, encaja perfectamente para responder a tu pregunta: "Escribe lo que se te ocurra de mí pero que esté bueno y lo lea todo el mundo".

Uno de los asesinos que homenajeaste es el escritor argentino Raúl Barón Biza.
Me influyó por su arrogancia maldita, un estilo provocativo e irreverente, con un sentido de la vida con un humor ácido. Me encanta que sea argentino, siendo nosotros de raigambre tan pacata. El título de su libro El derecho de matar me vino como anillo al dedo. Tiene el mismo título que un tema de Whitehouse, así que fue un homenaje doble, maté dos pájaros de un tiro.

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