La divina transformación de Dante Spinetta
Foto por Wilmer Williams

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Música

La divina transformación de Dante Spinetta

Una entrevista histórica con uno de los artistas más importantes de Latinoamérica, a propósito de su nuevo disco solista 'Puñal'.

Mientras esperaba a Dante Spinetta para entrevistarlo me cayeron las fichas de la importancia y trascendencia que tiene su obra para la música latinoamericana. Además de ser el hijo mayor y legítimo heredero musical de esa leyenda que brilla cada vez más luminosa en el universo del rock argentino llamada Luis Alberto Spinetta, Dante es uno de los dos cerebros de Illya Kuryaki and The Valderramas, el dúo que armó junto a su amigo de la infancia Emmanuel Horvilleur y que cambió para siempre el rock en español con esa extraña mezcla de rap, funk, arreglos orquestales y canciones spinetteanas. También es el hombre que en la primera década de este siglo hizo del rap y la música urbana su bandera para consolidar ese movimiento en su país natal. Mención aparte merece su talento como interprete de la guitarra: Dante es hoy por hoy uno de los mejores guitarrista vivos de rock en Argentina. A esta altura podemos afirmarlo: Dante Spinetta es un puto genio.

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Cuando Dante entra la oficina lo que más me llamó la atención fue su estatura. Es altísimo y de porte atlético. Viste playera de algún color entre rojo y rosa, chaqueta de jean, pantalones roídos, zapatos blancos y una gorra del equipo estadounidense de hockey sobre hielo Florida Panthers. Desde algunos ángulos impresiona el parecido de las facciones de su rostro con las de su padre, sobre todo en esa mirada de ojos bien abiertos con un dejo infantil y en su sonrisa dulce, de esas que como acto reflejo dibujan otra en los labios del interlocutor.

Apenas vio la guitarra que llevamos para sacarle algunas fotos, Dante dice: “A ver, pasáme la viola” y casi sin darnos chance de encender nuestras cámaras empieza a tocar “Así Será”, esa bellísima canción con la que finaliza Puñal, su disco como solista recién salido del horno y que huele a obra consagratoria.

A sus 40 años y con una carrera musical de casi tres décadas, Dante Spinetta transpira orgullo y satisfacción al hablar de Puñal, un disco que sintetiza todo su sonido y sus influencias musicales: el beat, la canción spinetteana, la música urbana, Michael Jackson, Prince, la música negra. Todo eso convive en un aálbum que lleva la música de Dante a un nivel de madurez y profundidad altísimos. “Creo que es el disco más vulnerable que hice, el disco más honesto de mi carrera”, afirma sin dudar al hablar de Puñal.

Le explicamos que la idea del reportaje era hacer un perfil sobre él como artista y entusiasmado nos dice: “Hermano, preguntáme lo que vos quieras, para mí Noisey y Vice son “The Main”. Son lo mejor que hay, así que yo súper feliz”. De esa forma Dante Spinetta nos abrió las puertas a la historia de su vida.

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Noisey: ¿Cómo definirías Puñal?
Dante Spinetta: Puñal es mi disco más desgarrador, un disco que no pretende ser más que lo que es. No lo hice con una intención de esperar el bien y el mal ni una sensación especial sino que es como una polaroid de un momento de mi vida en donde la génesis fue un momento oscuro en el que me sentía apuñalado de alguna manera, un momento de muerte y transformación.

¿Hay una ruptura de por medio?
Sí, hubo un momento de estar muy roto donde sentí que inclusive me podía morir. Me dije “Me va a fallar el corazón si sigo triste”, y viste que cuando uno cae abajo en el fondo te encontrás con todas las cosas que fuiste guardando ahí abajo en el basement de la vida y de golpe decís “Fuck, mirá todo lo que hay ahí que ordenar”. Pero decidí en vez de ser consumido por esa angustia, tratar de adaptarme a la oscuridad y aprender a mirarla, aprender a ordenar y usarlo como un punto de crecimiento. De las crisis se puede crecer, son oportunidades de crecimiento siempre para mejorar.

Puñal es un disco muy diferente a tus anteriores trabajos solistas en los que estabas muy metido con la música urbana. Si bien eso está presente, hay cosas que antes estaban casi abandonadas como la canción de guitarra acústica más cercana a la música de tu padre. ¿Qué sucedió que te llevó a ese sonido?
En ese ejercicio de soltar el control encontré un balance mucho más real de lo que soy como artista. Yo crecí en la casa del rock: mi tío era Fito Páez, de alguna manera, y mi viejo Spinetta. Yo estaba en medio viendo como estos monstruos hacían las cosas y así aprendí a tocar la guitarra… mirándolos cómo tocaban, o cómo tocaba mi abuelo que agarraba la guitarra y te tocaba un tango. Pero después está todo lo otro que yo aprendí en mi viaje solo: lo urbano o la influencia afrolatina. Todo eso convivía en mí y a veces aparecía en mi música y a veces no. Creo que en este disco encontré un balance de cómo mezclar las cosas y que suene orgánico todo. En el disco hay como dos lados: está ese lado de las canciones que representan ese momento más íntimo en que estás como en una especie de bosque incendiado que es más onírico, más poético y esa era la sensación que me daban las cuerdas. Me remitían como a paisajes más naturales y busqué eso.

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¿Fue difícil tomar la decisión de parar con Illya Kuryaki and The Valderramas por segunda vez?
Cuando dije que quería sacar un disco solista después de ganarnos dos Grammys y hacer la gira por Europa que fue un éxito, todos en la industria me cayeron encima. Yo ya lo había hablado con Emma y estaba todo bien. Y básicamente IKV somos nosotros dos y si entre nosotros está todo bien los otros se tiene que adaptar. Uno no puede hacer música basado en los momentos comerciales sino que tiene que hacerla siguiendo esa pulsión del alma y yo sigo ese fuego… sigo lo que me excita. Es amor esto. Me cuesta mucho escribir cosas que no estén relacionadas con el amor; no solamente el amor de una relación sino el amor por la vida, el amor por tus hijos, el amor a los amigos, a la calle o lo que sea. El amor o el desamor. Yo siento que termina todo pasando por ahí.

Hace poco dijiste que este es el disco que siempre quisiste hacer. Yo puedo decirte que este es el disco de Dante que siempre quise escuchar. Siento que a lo largo de tu carrera has ido contracorriente por esto de ser “el hijo de”, y que quizá a eso se deba esa música tan rara de IKV o el haberte metido tan duro con la música urbana en tus discos solistas. Como si fuese una forma de demostrar tu propia personalidad musical. Si bien en toda tu obra hay bastantes canciones “spinetteanas”, pareciera que en Puñal te amigas con eso.
Realmente no siento que haya sido nunca una postura separarme de mi nombre. En todo caso he seguido el legado de ir contracorriente de mi viejo. Imagináte que hoy en día entendemos su revolución pero en la época en que la hizo nadie entendía Pescado Rabioso ni Invisible. Después fue que eso tomó relevancia. A mí me tocó otra revolución que fue la revolución urbana, entonces fue parte de la pulsión del momento. Lo primero que me calentó en la vida y me hizo decir “Quiero hacer eso” fue Michael Jackson, su baile y el beat. Después cuando apareció el rap y los Beastie Boys fue como que “¡Fuck! ¡Estos somos nosotros pero argentinos!”. Teníamos 13 años y ya rapeábamos con Emma y no sabíamos que se llamaba rap. No es que yo renegaba de la música de mi padre. Ya en nuestro segundo disco Horno para Calentar los Mares aparece “Virgen de Riña”; en Chaco estaban “Húmeda” y “Hermoza from Heaven”; en Versus está “Ruégame” y “Prométeme Paraíso” que después mi papá incluso la cantaba él; o en L.H.O.N está “El Árbol Bajo el Agua”. Siempre hubo eso.

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También pasa algo que es que a mí me gusta el rock en el sentido de que me gusta lo pesado, el beat y el en vivo. Siempre tuve un repertorio de agite porque a mí me gusta subir al escenario y romper todo y ahora va a ser diferente. En vivo es muy difícil tocar las canciones íntimas, tienes que tocarlas en otras situaciones y en eso me voy a encontrar un desafío ahora: en cómo armar un show de este nuevo Dante solista. No creo que sea una decisión clara, creo que llegó en este momento de mi cope con la música nacional, no solamente de mi padre, sino también influencias de Fito que de chico lo veía también todo el tiempo.

También es como con el tiempo revalorice toda esa música y por lo menos para mí no se hizo mejor rock en español que el que hizo Spinetta en los 70 con Almendra, Pescado Rabioso o Invisible… ¡Fuck! Mi viejo cuando sacó Artaud tenía 23 años, ya está. Es muy top el nivel musical, artístico y poético de ese disco y eso al escucharlo hoy se resignifica y todo el tiempo sigue estando mejor. Pasa eso con la buena música y hoy es una influencia mayor para mí porque quizá antes no la escuchaba tanto y en los últimos años he escuchado mucho más Spinetta y quizá por eso también está más presente. Ahora lo escucho mucho como músico más que como a mi padre, sin esa carga emocional ¿Viste?

Foto por Wilmer Williams

La música ha estado en tu vida incluso desde antes de nacer. Cuando naciste tu papá te compuso “Canción para los días de la vida” de su disco A 18 del Sol (1977) ¿Tienes algún recuerdo de tu infancia con esa canción?
No, de hecho yo me enteré que la había escrito para mí después de que falleció y es muy loca la historia porque yo me acordaba de una frase suelta: “Tengo que aprender a volar entre tanta gente de pie”. Me la quería tatuar pero no sabía de qué canción era. Entonces me meto en Google y sale la canción, luego la busco en YouTube y me pongo a leer los comentarios de la gente porque había fallecido hacía poco y veo uno que decía “Esta canción se la compuso a Dante”, y yo “¿Cómo?”. Yo no sabía y entonces le pregunto a mi mamá y ella me dice, “Claro Dante, ¿cómo no sabés que esa canción es para vos?” Fue un momento místico. Es muy loco que justo me fui a tatuar una frase de una canción que hizo para mí. Conexión.

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Naciste en 1976, el mismo año en que comenzó la última dictadura militar en Argentina. En ese tiempo a tu padre lo llegaron a censurar e incluso sufrió alguna intimidación. ¿Qué recuerdas de esa época?
Yo era muy chiquito. Lo que recuerdo es ver a mis padres llorando por sus amigos muertos y desaparecidos cuando yo tenía cuatro o cinco años. Me acuerdo que hubo uno que se escapó porque se tiró de un camión cuando lo llevaban a un campo de exterminio y cuando apareció ya estaba enfermo de cáncer y consumido por tantas torturas que le habían hecho y de tenerlo hacinado durante años. También tuvimos familiares que fueron torturados por la policía. Fue una época difícil y muy oscura.

¿Y cómo fue tu infancia?
Hay una canción en que digo “Yo crecí entre humo y poesía, entre rock and roll y dinastías”, y sí. Crecí en esa especie de revolución del rock donde de golpe era todo muy cambiante. Fui a 10 colegios. Pasamos de tener como cuatro autos, una casa con pileta y estudiar en un colegio privado a estar totalmente en la quiebra viviendo en un departamento con los colchones en el piso y comiendo omelette todos los días. Recuerdo que fue una infancia muy diferente al resto de los pibes por cómo era mi familia y cómo lucían.

Mi papá en una época tenía barba y dreadlocks en toda la cabeza y cuando llegaba al colegio en su Volkswagen escarabajo del año 57 totalmente destruido, los del colegio que eran medio caretas se decían “Uy ¿qué es esto?”. Yo tenía un solo uniforme todo medio roto y era el único que se llamaba Dante, todo eso me convirtió también en un pibe duro que se la tenía que recontrabancar siendo diferente y yo me la pasaba en la calle todo el día. Pero también crecimos con toda esa mística de la música, de ver películas y de las historias.

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¿Cuáles son los primeros recuerdos que tienes de tu padre haciendo música?
Siempre lo recuerdo tocando la guitarra en el living de la casa o en los pies de mi cama y las de mis hermanos para que nos durmiéramos. Pasaba mucho eso de que venía a tocarnos la guitarra para dormirnos.

Claramente él te introdujo a la guitarra.
Sí, mi viejo tenía como una fijación con que yo tocara la guitarra, ¡Ja Ja Ja! Me regaló una eléctrica chiquitita cuando yo tenía como cinco años. Yo la agarré y la dejé detrás de un árbol y se pudrió. Me acuerdo que cuando la vi podrida me sentí mal y ahí tuve como una especie de sensación de “Yo ya quiero este elemento”. Mi abuelo también tocaba la guitarra, él era tanguero y dejó su carrera para mantener a su familia, así que de alguna manera mi papá vivió su sueño. Después el papá de mi abuela paterna también era guitarrista y por el lado de mi mamá, los Zalazar eran moros bailadores de flamenco que llegaron a la provincia del Chaco, en el norte de Argentina.

Mi abuela materna era alemana, entonces mi familia es una mezcla cultural muy rara: por el lado de mi papá eran descendientes de italianos por mi abuelo y españoles por el lado de mi abuela; y por el lado de mi mamá el moro casado con la alemana y toda esa intensidad está en la sangre de mi mamá que es una mujer muy especial, muy sensible y con mucho arte también, que ha sido la compañera de mi papá durante todo el proceso del arte. También estaba la familia de Emma: su papá es el fotógrafo Eduardo Dylan Martí, uno de los mejores amigos de mi viejo, y su mamá hacía producciones de moda. Entonces nosotros éramos chiquititos y estábamos escuchando Steely Dan todo el tiempo o leyendo una Vogue de Italia y diciendo “Mirá qué buena esta ropa”. Ya teníamos un concepto de la moda y otras cosas que quizá hoy es más normal porque es más accesible, pero en ese momento no porque era todo a través de revistas o discos. La radio no pasaba la música que nosotros escuchábamos.

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¿Recuerdas cual fue la primera canción que aprendiste a tocar en la guitarra?
Un blues estándar. Después tomé un par de clases a los 13 años y luego dejé de tocar hasta los 15 que fue cuando funcionó todo lo que mi papá me había hablado de Hendrix. Él me hablaba de Jimi todo el tiempo: “Jimi es el mejor, mirá como toca” y yo le decía, “Papá, por favor sacáme a estos hippies”. Yo en esa época estaba re rapero y veía a todos los hippies como unos drogadictos enemigos. Andaba con pibes de la calle y nos juntábamos a bailar rap y Hip Hop, otra movida. La guitarra me gustaba, pero un día escuché Hendrix y fue cómo “What?!” Y a partir de ahí no pude soltar más la guitarra. Empecé a tocar sobre la música de Hendrix y luego mi papá o sus guitarristas me pasaban algo. Pero creo que al tener un guitarrista en casa de alguna manera generás el oficio y ya sabés cómo poner la mano en la guitarra. Como al año ya estaba tocando.

Cuéntame sobre Pechugo, tu primer proyecto musical que hiciste junto a tus hermanos Valentino y Catarina, y junto a Emmanuel y sus hermanos Guadalupe y Lucas Martí.
Éramos muy chiquitos, yo tenía como 10 años. Habíamos hecho varias canciones: una que se llamaba “El Molino Blanco”, otra “El Gordo Rapado” y la otra “El Mono Tremendo”. Eran canciones que escribíamos en cuadernos y las grabábamos en un cassettero como si fuera una radio en vivo, poníamos voces de locutores y hacíamos las publicidades: “Tenés que comer tal caramelo” o “Andá a tal restaurant”, y después cantábamos las canciones. Mi papá vio que teníamos un ímpetu musical y se copó con “El Mono Tremendo” y la incluyó en su disco Téster de Violencia (1988). Luego nos dio un espacio para cantarla en vivo con él que para nosotros fue súper revelador, fue como “¡Wow! ¡No me quiero bajar más nunca del escenario!”

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¿Cómo fue el comienzo de Illya Kuryaki en la época de Fabrico Cuero (1991)?
Éramos dos pibes chiquititos haciendo rap, un género que no se conocía acá en Argentina. Había un par de artistas como Jazzy Mel, MC Ninja o The Sacados que supuestamente hacían rap muy comercial y que salían por la tele. Entonces a nosotros nos metían en la misma bolsa y nosotros salimos re agresivos contra ellos y les tirábamos en las notas directo. Hoy en día está todo bien porque en realidad ellos fueron pioneros también, pero nosotros veníamos más de ese palo de Beastie Boys o Run-D.M.C, nos gustaba mezclar rap con rock que era lo que conocíamos y era un momento difícil para nosotros ser lo que éramos. Nos la tuvimos que re bancar. Me acuerdo que una vez salí a rapear en un concierto de Divididos, yo era un palito flaquito y apareció un pibe gigante y el tipo me metió un cachetazo… ¡Pum!… y me dijo, “¡Hacé Rock and Roll pibe!”. Ellos no entendían un carajo lo que era el rap, toda esa movida se empezó a desarrollar y después fue más aceptada pero que en ese momento era raro. También es muy difícil que un pibe más grande acepte que haya un nene haciendo algo bien. Después nos empezamos a coger a sus novias y era obvio que nos tiraban mala onda, ¡Ja Ja Ja!

Ese mismo año Charly García los invito a cantar en un concierto y eso cambió un poco la percepción del público ¿no?
Eso fue tremendo. Ese año cantamos con Charly en el estadio de Ferro y también con Mercedes Sosa una canción que se llamaba “Nacidos para ser Argentos”. Pero el primero que nos invito a rapear como Illya Kuryaki and the Valderramas fue Fito Páez en el Teatro Gran Rex en 1990. Ese video está en Youtube y es muy gracioso. Fito es una gran influencia que también está Puñal, en la canción “Pesadilla”. Esa cosa de la influencia de la urbe y de la noche como en Ciudad de Pobres Corazones.

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Luego en Horno para Calentar los Mares (1993), si bien siguen súper metidos en el rap, ya empiezan a aparecer estas canciones como más instrumentadas y melódicas.
En realidad pasó que empezamos a tocar instrumentos. Cuando salió Fabrico Cuero ni siquiera tocaba la guitarra, hacíamos la música con la boca y los beats si los programaba. Para el segundo disco yo tenía 16 años y ya estábamos tocando. Yo grabé varias de las guitarras ahí y los temas se empezaron a complejizar un poco porque tenía más recursos.

Y eso se hace más complejo aún en Chaco (1995).
Sí, en Chaco más aún. Emma estaba con el bajo a full y yo con la guitarra y también armamos un team muy lindo con Fernando Samalea que era el baterista de Charly. Recuerdo que nos dijo: “Chicos, yo me quedo a tocar con ustedes porque ustedes son el futuro”, y para nosotros que el baterista que habíamos visto toda la vida con Charly viniera con nosotros era como una señal de que algo estábamos haciendo bien. Cuando aparecen canciones como “Hermoza from Heaven” también empieza a jugar el amor. Esa canción se la compuse a mi primera novia que era una chica boliviana llamada Eloisa con la que salí cuatro años. Esa canción fue como un regalo para ella, al igual que “Húmeda”.

¿Qué significó formar parte de toda esa camada de artistas que trascendieron en toda América Latina gracias a MTV?
Eso fue muy loco, fue un punto bisagra muy grande. Cuando sale “Abarajame” fue un éxito de boca a boca. Empieza a pegar en Buenos Aires, explota y empieza a tener trascendencia afuera. Pero la concepción de la banda empieza cambiar cuando hacemos Ninja Mental (1996), el Unplugged de MTV que nos catapultó groso y revitaliza a Chaco que había salido un año antes. Fue un momento como muy arriba. Pasamos de tocar en los lugares medio under de Buenos Aires a estar girando por toda América y Estados Unidos, y de golpe teníamos plata. Me acuerdo que me había peleado con mis papás y me fui a vivir a casa de Eloisa y su familia. Empecé a juntar dinero y llené una bolsa de esas grandes negras de basura y después fui y me compré una casa con eso, ¡Ja Ja Ja! Menos mal que nos compramos un casa y no gastamos la plata en fiestas. Creo que gran parte del éxito que hemos cultivado es porque trabajamos mucho.

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¿Cómo escuchas Chaco hoy en día?
Está bueno, me gusta mucho. Reconozco que es el momento de quiebre aunque mi disco favorito de IKV es Versus (1997). Pero Chaco tiene cosas mortales. Es muy deforme.

¿Fue difícil disolver IKV en ese momento?
Sí, porque de alguna manera fue pasar de ser niños a hombres y enfrentarnos solos a lo que venía, pero también fue como una pulsión y una necesidad de explorar. Imagináte que estábamos juntos desde que habíamos nacido más o menos. También fue un momento en que después de Leche(1999) cada uno estaba muy diferente. Emma tenía un grupo de amigos en donde habían un par que a mí no me caían bien y yo andaba con raperos. Seguíamos siendo amigos y hermanos pero se había cortado la onda de hacer algo juntos, teníamos necesidades artísticas completamente diferentes y eso se vio después en nuestras carreras solistas.

Después vino un proceso de transformación en ti porque te casaste y tuviste familia.
Después de Kuryakistan (2001), el último disco de IKV, yo saqué Elevado (2002), que era un disco que estaba muy bueno pero todo salió mal a nivel business y hasta perdí el contrato justo teniendo un hijo recién nacido. En ese momento me relajé y dije “¿Saben qué? Quiero ver crecer a mi hijo estos años. No quiero no estar cuando dé el primer paso”. Yo venía de trabajar toda mi adolescencia y quería disfrutar de la quietud de estar en un barrio, en mi casa con mi mujer y ver a mis hijitos.

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Y al volver te metes de lleno con la música urbana con El Apagón (2007) y Pyramide (2010).
Ya esa es como una etapa más violenta. Cuando empecé a hacer El Apagón yo estaba como más rabioso y cada vez más involucrado con la música urbana y la música latina, entonces me mando a hacer ese disco que al final casi lo guardo por completo. Hace poco lo escuché y tiene cosas muy buenas como “Mundo”, “Olvídalo” con Julieta Venegas o “Pantera”. En ese momento me puse hacer muchas cosas para sobrevivir como un programa de rap en la radio que de repente estaba número 1. Nos llamaban desde la cárcel para saludarnos y decirnos que estaban escuchando el programa. En esa época crece mi amor por lo urbano y el compromiso por ese movimiento.

Después en Pyramide empiezo a jugar con la apertura más estilística. Me fue muy bien con ese disco. “Mostro” fue un hitazo en Argentina. En ese momento me fui con Emma de vacaciones, los dos estábamos felices porque nos estaba yendo bien como solistas y dijimos: “Juntemos Kuryaki”.

La vuelta de IKV coincide con la enfermedad y muerte de tu padre. Debió de ser un momento muy difícil.
Fue algo muy heavy, un contraste entre la felicidad de estar haciendo un disco como Chances que estaba buenísimo y había mucha expectativa en torno a él por la vuelta de IKV, y en paralelo todo lo otro, la muerte tocándote la puerta, La Parca dando vueltas, recaídas en la enfermedad, tener la esperanza de que se sale para adelante. “Águila Amarilla” es la comprensión de todo eso, “Nada muere, todo se transforma”, la idea chamánica de que las almas se convierten en otra cosa.

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De alguna manera yo después me di cuenta que ya en la canción “Pyramide” yo me estaba preparando para algo. Para mí “Pyramide” significaba Espíritu, Cuerpo y Alma… Padre, Hijo y Espíritu Santo. El lema del disco era “Nada muere todo se transforma”. Yo tenía treinta y algo, y a esas edad tú no estás ocho meses viendo a tu papá todos los días. Justo en ese momento grabé el disco en La Diosa Salvaje, el estudio de mi papá. Comía todos los días con él y fue como una despedida y el entendimiento de que se venía algo, ¿viste? “Para renacer hay que caer primero. Primero hay que caer para sentir el fuego”, “La última esperanza es que vuelva a haber amor”. Yo creo que hay algo en el arte que vaticina lo que se va a venir. Es algo energético.

Debió ser muy sanador seguir haciendo música en un momento tan duro.
Sí, por ejemplo para mí Puñal es un poco también perderle el miedo a la muerte, porque cuando uno empieza a relacionarse con la oscuridad te das cuenta que cuando te toma hay distintos estados y de pronto empezás a entender que hay otra clase de comunicación con los que se fueron y que el amor sigue latiendo.

Se nota en tu música pues empezaste como a tocar temas mucho más espirituales.
Yo creo que en la vida uno está como escuchando una frecuencia de radio y si movés el dial podés llegar a enganchar otra cosa en el concepto de la vida. Nosotros estamos muy acostumbrados a este plano; pero si tratás de conectarte con el hecho de la vida misma, hay otras cosas más allá y no te lo digo de una manera esotérica sino de una manera real. Yo siento que no hay muerte en realidad sino que es un cambio y que con el tiempo empezás a desarrollar la sensibilidad de entender eso y darte cuenta de que hay otra cosa y que todo es un ciclo de vida y muerte que está conectado. Yo pienso que mi viejo está cuidándonos como un ángel de la guarda y lo siento de verdad, no es que "es lo que me queda para no ponerme triste".

¿Cómo fue hacer Puñal?
Es un disco en el que tenía una necesidad íntima porque estaba atravesando un momento muy vulnerable, por eso fue llevándose en soledad. Hice casi todo yo: las guitarras, los beats y las voces. Quise imprimir esa energía porque era un disco en el que me costaba meter gente por lo que significaba y el peso que debía tener la sangre. Estábamos el ingeniero y yo solamente, que también fue una especie de psicoanalista, el pobre. También fueron pasando muchas cosas porque yo estaba en ese momento bien tormentoso y de pronto conocí a mi novia Cala y nos enamoramos a primera vista. Eso me cambió la energía, fue un input increíble. Fue un disco muy transformador y la gente lo está sintiendo así, de una manera muy intensa… como fue creado. Eso me confirma que el camino a seguir siempre es el camino del latido, el camino del alma. Esa es la manera en que me enseñaron a hacer las cosas y como lo voy a seguir haciendo.

Foto por Wilmer Williams

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Antes de despedirnos le cuento a Dante una anécdota de la última vez que su padre fue a tocar a Venezuela en el 2006, cuando en la rueda de prensa un periodista de la Agencia Bolivariana de Noticias le preguntó qué pensaba sobre el proceso revolucionario liderado por el Comandante Hugo Chávez. Spinetta entonces miró al periodista, hizo silencio unos segundos y respondió con voz pausada: “La derecha y la izquierda tienen muchas similitudes, sobre todo que las dos tiene nombres de manos y las une un mismo cuerpo: el delito”. Al escuchar eso, el rostro de Dante se transforma en una mueca de asombro y aprobando con el puño cerrado dice sonriente, “¡Wow! ¡That's my nigga!”.

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