Ecofracaso: La triste noche en la que GiImour y Daltrey se presentaron en Cali
Ilustración: Daniel Senior

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Música

Ecofracaso: La triste noche en la que GiImour y Daltrey se presentaron en Cali

El 4 de diciembre de 1992, entre amenazas, abucheos y una pésima logística, se presentaron dos de las leyendas más importantes del rock en la violenta Cali de los noventa.

"Un milagro hoy en Cali… David Gilmour. Un aplauso muy fuerte para él. Se fajó aquí, ¡en nuestro país!", gritó Chucho Merchán desde el escenario al finalizar "Comfortably Numb". Un grito que intentaba rescatar el poco optimismo que le quedaba luego del gran mierdero que le implicó tener a Gilmour de Pink Floyd, a Roger Daltrey de The Who, a Phil Manzanera de Roxy Music, a la agrupación Working Week y a la jazzista Juliet Roberts tocando ahí, en el Estadio Pascual Guerrero de Cali.

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Un pésimo sonido, un estadio vacío, unos organizadores ausentes y amenazas por parte del Cartel de los Rodríguez Orejuela, hicieron que uno de los conciertos más emblemáticos del país, se convirtiera en una pesadilla agria para Merchán y en una mancha indeleble en la historia de los grandes conciertos en Colombia.

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Chucho Merchán es uno de los pocos bajistas colombianos que desde los ochenta ha logrado sobresalir fuera de esta tierra a punta de música. Luego de que su agrupación Malanga se separara, se fue a Inglaterra a estudiar en la Universidad de Cambridge. Allá se hizo conocido entre el círculo de los rockeros más duros y famosos: trabajó de la mano de artistas como Eurythmics, The Pretenders, Pete Townshend (The Who), George Harrison (The Beatles) y, por supuesto, David Gilmour.

En 1986, luego de la tragedia de Armero, Merchán organizó en el emblemático Royal Albert Hall de Londres, un concierto benéfico llamado 'Volcano Appeal', que reclutó a varios pesos pesados (Townshend, Annie Lennox, The Pretenders, Jaki Graham, entre otros) con el fin de recaudar fondos para los damnificados del desastre. Fue un éxito: asistió mucha gente y se recogió alrededor de un millón de dólares. Algo muy diferente a lo que pasaría seis años después en la Sultana del Valle.

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A principios de los noventa, el movimiento ecológico estaba empezando a replegarse por el mundo y a unos hermanos caleños llamados Javier Orlando y Hugo Alejandro Rey Ramírez, les dio por entrar en la ola y organizar una convención llamada Ecomundo 92, con el objetivo de promover la ecología en el país. Querían —o pues eso decían— montar tremendo evento y traer artistas del calibre de Oliver Stone, Pedro Almodóvar y Michael Douglas y rematar el magno evento con un concierto memorable.

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Para ese gran remate necesitaban a Chucho Merchán: "Cuando ellos me llamaron me preguntaron que si yo era capaz de traerme algunos de mis amigos de Inglaterra para promover la ecología acá", me cuenta con una voz teñida de frustración.

Todo le sonaba extraño e inalcanzable. Pero su escepticismo se fue desvaneciendo en el momento en que le llegó un primer adelanto de plata. "Como los de Ecomundo me mandaron el dinero para los ensayos —tenía que alquilar unos buenos ensayaderos que dieran la talla para esa gente— y los tiquetes de primera clase, yo me comí el cuento de que eso era una cosa seria". Además, creía que era la manera perfecta de mostrarle a sus colegas lo que siempre había querido mostrarles: "que Colombia no era un país de gente mierda, sino que era un país hermoso que lo tenía jodido la guerrilla y el narcotráfico".

Lamentablemente, todo le salió al revés.

Ya con la plata y convicción en mano, armó el parche que se presentaría unos meses después en el Pascual Guerrero. David Gilmour, Roger Daltrey, Phil Manzanera —de madre colombiana— y Juliet Roberts, fueron algunos de los artistas que se dispusieron a tocar el 4 de diciembre del '92 en suelo caleño. Además lo hicieron al gratín: vinieron por amor a Merchán y la ecología, esperando que les cubrieran los viáticos y ya.

Qué papayazo.

"Yo traje al combo rockero. Éramos como unas 25 personas y todos me los traje yo", cuenta Merchán. Pero los mánagers no estaban de acuerdo con esta expedición por la situación tan violenta en la que estaba Colombia. "Era un momento difícil porque Escobar estaba matando a todo el mundo y tuve muchos problemas, sobre todo con el mánager de Gilmour, porque había una posible gira en camino de Pink Floyd y el man tenía miedo de que fueran a secuestrarlo acá". Pero a Gilmour y al resto les valió huevo y arrancaron.

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Cuando ese grupo de personas aterrizó en Cali, Merchán se empezó a dar cuenta que la cosa no pintaba tan bonita como él creía. "Cuando llegamos vi que no había plata para pagar el transporte ni nada y eso se puso mal". Se puso tan mal que a uno de los hermanos Rey lo agarraron a puños en el hotel. Chucho no se acuerda quién o quiénes lo cascaron, pero sí recuerda encontrarse con el cuarto donde él estaba durmiendo ensangrentado.

Los organizadores no habían pagado casi nada de lo que habían prometido. Ni alojamiento, ni comida, ni ni mierda. Y los manes aparecían cuando se les daba la gana (o podían): "A uno de ellos lo querían matar, entonces a él le tocó escaparse y se fue pal' monte", me comenta Merchán con una mesura ansiosa en su voz. "A veces lograba comunicarme y le decía que no podía ser tan hijueputa de dejarme aquí botado con todo esto, pero no sirvió de nada".

Después se enteraría —o reafirmaría— que Javier Rey estaba involucrado con las Farc. "Yo después vi en la portada de una revista que él era el contador de uno de los frentes de las Farc", continúa con asombro en sus propias palabras. "Era como director de cine y, por lo que percibí, era uno de esos revolucionarios convencidos de izquierda".

Sin respuesta de ningún promotor u organizador, Merchán se echó la responsabilidad económica al hombro y mantuvo al margen de todo lo que estaba pasando a Daltrey, Gilmour, Manzanera y al resto del combo para que no se llevaran una peor imagen de Colombia.

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Uno de los grandes problemas que tuvo Ecomundo 92 fue la poca (y mala) publicidad que hubo alrededor del concierto. Fue tan confuso que algunos asistentes no estaban seguros de que en realidad iban a poder ver a esos manes tocando en Cali. "Yo me enteré del concierto a través del periódico El País, pero mis amigos y yo no creíamos que se fueran a presentar semejantes leyendas del rock. Dijimos que para qué íbamos a gastar tanto dinero si eso de pronto ni pasaba", me contó emocionada a través del teléfono Rosa María, una de las pocas personas que asistieron ese viernes al Pascual Guerrero.

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Además, el hecho de que Guns N' Roses se presentara cinco días antes en el Estadio el Campín de Bogotá no ayudó. Según Chucho Merchán, Felipe Santos —promotor de eventos y uno de los organizadores del concierto de Guns N' Roses— fue alguien bastante perjudicial para Ecomundo 92: "Yo lo odié por mucho tiempo porque en la radio nos hicieron mala imagen. Decían que el concierto se había cancelado para que la gente no fuera".

Por más que los conciertos se hubieran hecho en ciudades diferentes, según Merchán, se dio cierta competencia desleal digna de un capitalismo caníbal. Y es que ¿a qué promotor no le gustaría traerse a Gilmour, Daltrey y Manzanera a Colombia?

"Había muchos celos por traer a esos artistas, entonces nos hicieron mucho sabotaje". Al parecer una de las tantas razones por las que Ecomundo fracasó, fue porque algunos manes con influencia en los medios decían que ese concierto se había cancelado. De todas formas, es difícil saber qué tanto influyó Felipe Santos y su parche en el poco quórum que hubo aquella noche.

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Otro gran problema que tuvo Ecomundo 92 fue la sede. ¿Cali? ¿A lo bien? ¿Por qué no Bogotá o Medellín? "(Los organizadores) no querían hacerlo en esas dos ciudades porque querían descentralizar el movimiento y darle perfil a Cali", dice Merchán.

Quién sabe si las cosas habrían salido mejor si la capital hubiera recibido a semejante gallada. Quizá más gente, quizá mejor sonido, quizá mejor publicidad o quizá habría salido igual de mal. De todas formas, para Merchán "fue una mala idea haberlo hecho en Cali. Desde ahí ya habíamos empezado mal".

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Cali estaba bien caliente a principios de los noventa. El Cartel de Cali tenía azotada la ciudad. Se respiraba sangre, bala y miedo por todo lado. El mánager de Gilmour tenía razón: traerlo a Colombia se podía convertir en un desastre de talla internacional. Menos mal no pasó nada grave. Pero casi.

Como bien sabemos, en Colombia el fútbol es más importante que el arte y en los noventa ni se diga. Para sumarle problemas al Ecomundo, justo al otro día del concierto, el 5 de diciembre, El América de Cali jugaba y los Rodríguez Orejuela no podían permitir que su equipo jugara en una grama raída. Como siempre, y muy afines a la cultura traqueta, tenían que hacerse sentir: "Hubo amenazas de los narcos porque ellos estaban apoderados de los equipos y nos decían que si dañábamos la grama del estadio, se iba a armar un pedo. Nos amenazaron con ametralladora y todo", me cuenta Merchán con un escozor asentado entre sus dientes.

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Antes de que comenzara Ecomundo, los sicarios del Cartel insistieron: "Nos llegaron al estadio unos 'gangsters' que uno sabe que están armados a decir, "bueno, muchachos, a ver cómo es la cosa, ¿se van a meter en problemas con el patrón?".

Como al final no terminó yendo tanta gente al concierto, a la grama no le pasó nada. Donde se hubiera dañado, de pronto Chucho no podría contar esta historia.

Mientras Merchán lidiaba con toda ese voltaje y terminaba de resolver los profundos vacíos logísticos, le encomendó a su amigo y locutor Camilo Pombo que distrajera y sacara a pasear por la Sultana del Valle a todos los músicos que habían venido. "Yo nunca estuve con ellos porque estaba arreglando pedos, pero ellos salieron bastante: jugaron tejo, bailaron salsa y comieron de todo", me cuenta con un desespero tenue. "Camilo se portó como un rey porque yo le había presentado a Gilmour y a todos los demás y ellos quedaron encantados con él. Me ayudó a entretenerlos y a quitarme ese peso de encima".

Gilmour, Daltrey y el resto del parche estuvieron un poco menos de una semana en Cali. Para ellos solo fue una visita desordenada y rara a Colombia, pero nunca supieron —y probablemente no saben— hasta dónde llegó la mano contaminada de Ecomundo. "Ellos no se enteraron de nada", comenta riéndose, "yo no le podía decir a Daltrey que habían cascado a un man o que a Camilo Pombo le habían sacado una ametralladora porque se hubiera empeorado, aún más, la imagen del país".

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Merchán hizo todo lo posible para mantener a los británicos en esa burbujita delicada que amenazó con reventarse durante toda su visita. De lo único que se percataron fue de lo desolado que estaba el Pascual Guerrero, de lo mal que sonaban sus himnos del rock bajo los amplificadores de Ecomundo y de un problema que tuvieron al salir del hotel en Cali antes de regresar a Inglaterra: casi nada.

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Era viernes 4 de diciembre del 92' y ya no se podía hacer nada más: Ecomundo se iba a hacer sin importar las amenazas, la falta de plata y el dolor visceral que había causado en algunos. Cali iba a dejar de lado, por una noche, el sabor de la salsa para darle la bienvenida al poder del rock.

Los argentinos de Rata Blanca arrancaron este confuso evento tocando temas de su más reciente disco llamado Guerrero del Arco Iris (1991). Luego se subió Juliet Roberts, la cantante británica de jazz y blues, a intentar maquillar los problemas técnicos con su voz cadenciosa y gorda, pero no tuvo suerte. Después se subiría el guitarrista de Roxy Music cuya madre era colombiana y que pese a haber vivido casi toda su vida en Inglaterra, tenía un gran cariño y respeto por el rock en español. Phil Manzanera se apoderó de la tarima, pero la verdad es incierto lo que haya pasado porque no hay un registro audiovisual de esa primera parte del concierto. Según ciertos testimonios, volaron botellas y resonaron abucheos durante todas esas presentaciones: quizá por impaciencia de ver a Gilmour y Daltrey o quizá porque la gente no tenía ni idea de lo que estaban presenciando.

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"Los caleños en diciembre solo quieren escuchar salsa o cualquier otra brincadera. Todo menos rock clásico", me cuenta Rosa María con una rabia contenida que buscaba desahogar desde hace 25 años . "Hubo botellas y abucheos, como si todos fueran un montón de ignorantes ante un espectáculo increíble".

La cultura de tolerancia musical en los noventa no existía. Los conciertos de ese calibre no eran el pan de cada día. Y eso que el daño pudo haber sido aún más grave: las cantantes Annie Lennox (Eurythmics) y Chrissie Hynde (The Pretenders) casi se suben al bus del Ecofracaso.

"Yo le rogué a Annie Lennox y a Chrissie para que vinieran y estuvieron a punto de venir. No sé qué hubiera hecho con esas dos nenas acá", dice Merchán con una risa nerviosa que desaparece rápidamente. "A Pete (Townshend) también le dije pero él estaba ocupado y ya me había ayudado en muchas cosas entonces me dio pena insistirle".

¡Jueputa!: ¿Se imaginan donde también hubieran venido?

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Finalmente llegaría el (no) tan esperado momento: Gilmour se para sobre el escenario ante un estadio con capacidad para más de 30.000 almas. Eco y aplausos desganados. "¡Gilmour, Gilmour, Gilmour!", cantan algunos. Él responde con un "Buenas noches". Silencio y reverberación incesante. "¿Dónde está el 'bassist'?", pregunta con un spanglish atropellado. De la oscuridad sale Chucho Merchán con sus gafas de sol redondas y un gorro negro ceñido a su cabeza. Se acercan el uno al otro y se dan un abrazo corto pero potente: "todo bien, no estoy puto con usted", se lee en aquel gesto de cariño. "Toquemos y ya".

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Y tocaron. No con demasiadas ganas pero sí con carisma y profesionalismo.

El gran problema fue el sonido: "El sonido era muy malo, perverso, no era para semejante grupo", dice Rosa María. "Ni el escenario ni el estadio estaban preparados para recibir a semejantes leyendas. Daba pena".

Qué dolor escuchar la guitarra de Gilmour opacada por los malos equipos. Qué dolor que mientras toquen, el sonido se vaya intempestivamente. Qué dolor estar todo embalado en la mitad de "You Know I'm Right" y tener que volver a comenzar.

Gilmour volvió a tocarla con una sonrisa en su rostro, entregado, de cierta manera, a la situación en la que estaba. Siguió con "On the Turning Away", "Run like Hell" y terminó su presentación con "Comfortably Numb". No hubo más baches como el del principio, pero la calidad del sonido parecía de cantina. Aun así, lograron sacar buena música de la mierda.

Había tan poquita gente que aquellos que pagaron las boletas de la tribuna, se pasaron, por petición de los organizadores, al centro del campo. "Había muy poquito público y nos terminaron abriendo las puertas para que nos pasáramos a la gramilla, pegaditos al escenario", me cuenta Rosa María con alegría en sus palabras por haber podido tener a uno de sus ídolos a unos pocos metros de distancia.

"Muchas gracias. Good night", dice Gilmour dando la impresión de que se va."… Un aplauso muy fuerte para él. Se fajó aquí, ¡en nuestro país!", grita Merchán al finalizar el gran clásico del álbum The Wall, escondiendo la desolación que lo carcomía por dentro. Pero su pesadilla no acababa ahí: faltaba una de las voces más importantes del rock. Faltaba por encaramarse el mismísimo Roger Daltrey.

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Tras describirlo como su héroe, sale este cuarentón vestido de azul con la energía que siempre lo ha caracterizado. Gilmour seguía en el escenario. Sí: iban a tocar algunas canciones de The Who juntos.

¡Qué chimba!

Suena "Who are you" y el talento disipa por unos minutos el desorden. Todo parece ser perfecto: un estadio repleto, un Merchán orgulloso de su país, un país sin narcos y el mejor concierto de rock jamás realizado en este suelo. La canción termina y la ilusión con ella.

"The chaos of Cali (El caos de Cali)… ¡Viva Cali!", dice entre risas Daltrey al terminar la primera canción del repertorio. "Pinball Wizard", "See Me, Feel Me", "Behind Blue Eyes" y "Won't Get Fooled Again", fueron las canciones que tocó junto a tremendo supergrupo y las cuales le dieron fin al evento más prometedor y confuso que tuvimos en los noventa.

El teclado de "Won't Get Fooled Again" le daba la despedida a un parche de músicos que ni siquiera imaginariamos tener hoy en día en nuestro país. Una despedida definitiva porque aparte de Chucho, ningún otro volvió.

Ya había acabado ese desastre, ya era hora de devolverse para Inglaterra. Pero todavía no se podía cantar victoria porque al caos de Cali le faltaba dar un último coletazo.

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Saliendo del hotel, Merchán y las 25 personas que él se había traído, se chocaron con una barrera verde e implacable: el lugar estaba cercado por policías y pastores alemanes.

"Cuando estábamos saliendo había una fila de policías ahí parada porque los del hotel los habían llamado a decirles que hasta que yo no pagara, no podíamos salir". Cual criminales, fueron retenidos en el lobby hasta que alguien pagara la estadía de todo el parche. Ecomundo seguía ausente. O, más bien, nunca existió. Mientras tanto Merchán tuvo que ver cómo apagaba, una vez más, otro incendio. El peor incendio de todos porque éste no se lo pudo esconder a sus invitados de honor quienes estaban ahí presentes, viendo todo el bollo que se venía pierna arriba y asustados de ver a todos esos policías ahí.

Finalmente Merchán se metió nuevamente la mano al bolsillo: "Hasta que pagué, la policía nos dejó pasar", afirma con un desdén aligerado por el tiempo. "Eso fue la único fuerte que ellos vieron y nunca se van a enterar del resto porque nunca se los voy a contar". Aunque Gilmour, Daltrey y Manzanera no supieron mucho más, no volvieron por estos lados. Según Merchán, el guitarrista y vocalista de Pink Floyd dijo que él nunca volvería a Colombia. Y hasta el momento ha cumplido con su promesa.

El gran afectado de todo este boleo infructuoso fue Chucho Merchán, quien quedó endeudado hasta las bolas y casi pierde las amistades que tanto le había costado formar. "Duré mal mucho tiempo. Gilmour me veía llorar y me decía: Fresco, hermano, que esto para mí es solo un concierto. Yo también he comido mierda en la vida". Pero esto no era solo un concierto porque "nunca había venido a Colombia gente tan dura del rock y todo salió muy mal".

Pidió préstamos en bancos para pagar su buena intención. "Duré como unos diez años sin tarjeta de crédito y perdí mucha plata porque todo lo tuve que pagar yo". Quedó jodido. Sin un peso y sin ganas de saber de su país. Estuvo un mes entre Bogotá y Cali para terminar de resolver los líos y apenas pudo se abrió para Inglaterra nuevamente.

Le tomó mucho tiempo levantarse emocionalmente. Llegó con una intención genuina y se fue del país con una profunda decepción. "Yo hablo muy poco de esa historia, pero ahora te la cuento porque, tal vez, ya no siento tanto dolor ni tanta amargura", me dice hacia el final de nuestra conversación.

Ya pasaron 25 años y sigue acongojado. Probablemente nunca dejará de estarlo. Y pareciera que el país también hubiera quedado frustrado porque prácticamente este concierto fue olvidado. Aparte de un par de textos y unos videos de baja calidad, Ecomundo 92 pasó a ser parte de la amnesia colectiva. Una amnesia que nos ha hecho creer que todo es un simple mito y que ese evento nunca sucedió. Pero no: Gilmour, Daltrey, Manzanera y Roberts sí vinieron, tocaron en Cali hace 25 años y fue una vil mierda.

¡Una vil mierda!