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Música

Odiaba a Radiohead, hasta que escuché 'In Rainbows'

Se cumplen diez años de uno de los álbumes más imponentes de Thom Yorke y compañía.
Imagen de archivo.

Hasta finales del año pasado, tranquilamente podría decir que odiaba a Radiohead. Más que a la banda como tal, odiaba a sus fans, quienes se convertían en una especie de raza superior cuando hablaban de cada movimiento, cada cagada y cada expulsión de aire que daba Thomas Edward Yorke.

Musicalmente, siempre me he movido entre la música electrónica y el hip hop. Desde la época del colegio decidí ensimismarme en discografías de sellos y artistas que poco o nada tenía en común con mi entorno social. Preferí pasar los fines de semana con los pocos amigos que tenía en la sala oscura de alguna casa, escuchando los Special Herbs de DOOM o el Orchestra Of Bubbles de Ellen Allien y Apparat. No era antipatía, era simplemente estar conectado con la rigurosa red de causas y efectos que ofrece el universo.

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Nunca me llamó la atención el rock. Nunca sentí el deseo de ahondar en alguno de los tantos nombres que enloquecen a millones de personas alrededor del planeta. Suena bastante cliché, pero nunca pude encontrar la forma de lograr emanar esa excesiva alegría bohemia neohippie que tanto abunda en mi generación. Por más que haya nacido en Medellín, la tierra de Ekhymosis, Estados Alterados y Kraken, sentía total indiferencia por el género que le ha dado tantas satisfacciones a los míos.

Pero hace un año, por esas circunstancias poco explicables de la vida, di con un grupo de trabajo excepcional. Periodistas con la clara intención de lograr relatar de manera única y fantasiosa el poder oculto que conlleva la música. Un jueves cualquiera, decidimos tomarnos unas cervezas en un bar de rock cerca a la oficina después del trabajo. Allí, luego de un par de videos ajenos a mi conocimiento –como siempre suele pasar–, aparecía un fragmento de la presentación de Radiohead en el programa televisivo From The Basement, donde interpretaban la canción "Weird Fishes/Arpeggi", incluida en el álbum In Rainbows. Un colega, de nombre Eduardo Santos, me golpea levemente la espalda mientras me dice: "échele ojo a este tema, pez".

De nuevo estaba ante el señor Thom Yorke, el mismo que solo distinguía por su horrible DJ set en Boiler Room, su remix a "Gazzillion Ear" de MF DOOM y su participación en el proyecto Atoms For Peace, con el cual llegó a prensar en el sello 50 Weapons de Modeselektor. Le di la oportunidad. Simplemente me remití a escuchar el tema mientras sostenía una pola fría en la mano. Poco a poco, la batería comienza a involucrarte. La acompaña una melodía, simple, apacible, pero efectiva. La letra de Yorke parece encajar perfecto, como si se tratara de un relato cotidiano en tiempo real. Sin tener que analizar mucho el conjunto, casi que de inmediato te das cuenta de la imponente sinergia que manejan estos cincos sujetos.

Pasaron los días, y en mi cabeza seguía presente esa danza constante de guitarras, batería, hi hats, bajos y bombos. Quise darle la oportunidad al álbum completo. Escuché "Nude", luego "Reckoner" un par de veces. En esta última, la voz de Thom Yorke cobra un realismo mágico que pareciera bailar a placer. En términos futboleros, el británico se adueña por completo de la cancha, como si se tratara de un desquite ante Maradona por el partido de México 86. Canción tras canción, la sensación de tener una sustancia sedante se vuelve cada vez más tangible. A lo largo de diez canciones, Radiohead –intencional o no– te desconecta del trajín del día a día con una fuerza extraordinaria, abstrayéndote del abatimiento mundano y sumergiéndote en un estado de sosiego total.

Hoy, casi un año después de aquel primer encuentro con In Rainbows, y justo en el día que la obra cumple 10 años, quise confesar un poco lo que significó para mí haber encontrado tal maravillosa joya. A Thom y compañía, gracias por tanto, perdón por tan poco.