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Música

EXCLUSIVA: Julián Mayorga está de vuelta con su clásico sonidito an(o)dino

El colombiano radicado en Madrid nos presenta una más de sus creaciones latinofuturistas, frenéticas y distópicas.
Imagen cortesía del artista

Cumbia en 8bit. Latinofuturismo de avanzada. Distopías hipnóticas. Mamertismo conspirativo y boogaloo apocalíptico.

Ficciones bailables.

Tropicalia pura que pone a temblar neuronas y caderas.

Sí, Julián Mayorga, el ibaguereño más soyadito de la alternativa nacional, está de vuelta con Julián Mayorga y su clásico sonidito an(o)dino, un EP de tres canciones que condensa la magia de un viaje por lo que él define como deep Tolima, y que para los no entendidos es, en sus palabras, “pura situación de tierra caliente, bicicleta de llanta flaquita y pastel de yuca con demasiada papa. Hay de eso y de futurismo, un futurismo que me deje pensar en el Tolima como el centro del planeta”.

Después de haber lanzado su Nixon en la playa en el 2016, presentado un proyecto alterno con el japonés Ryota Miyake, colaborado con Lucrecia Dalt y Matías Aguayo y tocado en el marco del festival Sónar en Islandia, Bogotá y Barcelona, el oriundo de tierras de tamal y lechona nos da una pruebita de las distopías que atraviesan su mente en la actualidad en un trabajo en el cual, nos cuenta, se “reivindican las posibilidades de un futurismo local, un futurismo andino o un latinofuturismo”, así como se abre la exploración a mezclas inexplicables con tintes de jazz, boogaloo, noise, cumbia rebajada, tropicalia psicodélica y arreglos de sintes ruidosos que deconstruyen las bases de todo y proponen un apocalípsis sonoro encantador.

De las tres canciones, solo “Sayonara” satisface la sed de narrativa lírica de Mayorga y nos adentra en una fábula donde un rey gringo le declara la guerra a dos niñas extraterrestres, y según cuenta él “las teorías de conspiración son las nuevas míticas occidentales. A mí eso me interesa mucho, lo mítico, lo místico y la religión. También estoy en un viaje político duro, de mamertismo duro, pensando en las dinámicas del poder y en la globalización y en toda esa carreta del giro descolonial. Un ladrillazo. Lo bacano, creo, es que todo eso está envuelto en guaguancó, rumbita y boogaloos; entonces es como bajarse un naproxeno pero con guarapo”.

Sobredosifíquense con este caldo espeso de futurismo latinoamericano aquí abajo: