El lado más optimista de Brandon Boyd
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Música

El lado más optimista de Brandon Boyd

Fuimos a la exposición del líder de Incubus y charlamos con él sobre su faceta como pintor.

Tuve la oportunidad de conocer hace unas semanas a mi artista favorito de todos los tiempos, Brandon Boyd, compositor y vocalista de la banda californiana de rock alternativo Incubus, quien ahora pasa por una faceta artística que mantuvo oculta por mucho tiempo: la pintura, la cual manifiesta como una muestra de amor y gratitud hacia la vida.

He sido fan de Incubus desde el lanzamiento del Morning View, en 2001. Crecí con su música desde que estaba en la secundaria. Había mucha influencia gringa en mi natal Chihuahua porque en la radio había un auge del rock alternativo y rocanrolero. Incubus, Audioslave, Red Hot Chilli Peppers, Creed, Staind y Lifehouse era lo que se escuchaba.

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Cuando tenía 14 años, viajé un verano a Alaska y en un centro comercial bastante rustico compré el Morning View. Recuerdo que mientras mi tía manejaba una antigua van, escuchábamos el álbum en medio de aquel inmenso paisaje. Era como tener un recorrido del estilo de vida hippie, acompañado por la música californiana de Incubus en medio de las montañas, el mar y el bosque. Fue un momento nómada que cambió mis esquemas.

Cuando vi que en esta nueva faceta de Brandon, sus primeras exposiciones eran en California, pensé “Ojalá estuviera ahí”. Durante todos estos años, mi mayor aspiración con él era justamente conocerlo y entrevistarlo porque, aunque he tenido la fortuna de estar en primera fila en sus conciertos, poder ver su arte de cerca es otra cosa.

Hace días me apareció una sugerencia de eventos en mis redes sociales, donde anunciaban que Brandon Boyd estaría el 12 de mayo en la inauguración de su exposición Optimystic, en la galería Sammuel Lynne, de Dallas, Texas.

Inmediatamente mandé un correo solicitando una entrevista, presentándome como periodista de México, y me resolvieron en cuestión de una hora. Tenía una cita con Brandon Boyd ese sábado a la 1:30 de la tarde, previo a la inauguración de su obra.

Aún no era quincena, así que pedí un dinero por adelantado y compré de inmediato los boletos del Greyhound que me llevaría hasta allá. Viajé un viernes por la noche y conocí a Meeche, un afroamericano de Los Ángeles que se dirigía hasta Dellaware para visitar a un amigo. Nuestro insomnio nos convino porque veníamos platicando de trap y de lo maravilloso que es California. En cada parada que el chofer hacia fumamos Newports mentolados.

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Cuando llegué a mi destino, me fui directo a un baño público. Me bañé y me arreglé como pude, llegué al museo y me recibió amablemente el artista J.D. Miller, el dueño de la galería. Yo con el corazón acelerado vi que al fondo de la sala estaba Brandon, ahí como si nada, platicando con su manager Jen DiSisto.

Reconozco que en algún momento del viaje pensé que podría decepcionarme al conocerlo, pero resultó todo lo contrario. Boyd es lo contrario a un divo: divertido, humilde y sencillo. Platiqué con él por más de media hora y me firmó su libro con un “Gracias, Norma”. Sí, escribió las gracias en español y me dijo que su comida favorita son los tacos.

Optimystic, es un juego de palabras para hacer un recordatorio sobre cómo la mayoría de las cosas son una cuestión de percepción, y que la forma en que percibimos el mundo es un reflejo de nosotros mismos. De ahí la necesidad de introducir un poco de esperanza y magia en nuestras ideas. Un optimismo mezclado con algo más profundo.

Sus lienzos de tinta, acuarela y acrílico, obras en papel y retratos enfocados en figuras abstractas, muestran a musas, siluetas femeninas y miradas profundas. Su arte crea una sensación mística, y su trabajo pictórico parece inspirado en el surrealismo y psicoanálisis, con líneas meticulosas y a la vez caóticas.

Boyd no descarta la oportunidad de algún día mostrar su arte visual en México, un país al que dice amar por su gente, por su comida y por sus raíces chihuahuenses.

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"Debería ir en algún momento a la Sierra (Tarahumara). Mis bisabuelos maternos eran de Chihuahua, pero se movieron a El Paso, Texas y finalmente a San Diego donde mi madre nació”, resalta con orgullo.

También me dijo que el talento le fue heredado de su madre, quien pintaba y cantaba cuando él era un niño, y de su padre, que en los años 70 solía modelar pantalones para la tienda JcPenney, en comerciales de televisión. "Algunas veces pinto lo que escucho y viceversa", dice.

“El proyecto lo hice como una forma de expresión porque con el paso del tiempo, aprendí a observar cómo me siento. Me hace sentir esperanzado, muy optimista sobre cómo van las cosas, porque experimentamos el mundo a través de nuestra percepción y eso puede estar tan fácilmente fragmentado e influenciado".

“Un centenar de personas pueden entrar en esta sala y ver la misma cantidad de cuadros en la pared, algunos pueden alejarse de ellos y tal vez se sientan optimistas, tristes, inspirados para formar una banda o ir por un taco. La persona es lo que importa en esta experiencia”, me explicó.

Checa el resto de la charla que tuve con Boyd abajo.

Noisey: ¿De qué manera has prescindido ligera o dolorosamente para caminar más liviano por la vida?
Brandon Boyd: Hay ventajas y desventajas en los caminos que he elegido a lo largo de los años. Los aspectos positivos son obvios, que son hacer las cosas que amo hacer y eso tiene una inherente recompensa. Me gusta usar el término de "caminar con el viento y no en su contra". Sigo mis instintos y la creatividad es casi una especie de fuerza invisible que ayuda a empujarme, obtienes cierto impulso. Hay algunos inconvenientes de aislamiento que afecta a tus amigos y familiares, ellos pueden sufrir en la medida en que avanzas por este camino en dónde estás.

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Cumplí 42 en febrero y a veces siento que tengo 19 años, y de vez en cuando me siento como si tuviera 150 o como si hubiera vivido siete vidas, pero luego desde un plano positivo, siento como si todavía fuera un adolescente haciendo garabatos en mi bloc de dibujos o jugando con mi perro.

Las fans te aman, ¿te has detenido a verles a los ojos y encontrar algo del otro lado que también te inquiete?
Ha sido una experiencia interesante mostrar el arte. Es diferente en un concierto porque estás emocionado arriba de un escenario: el sonido explotando, hay luces, humo e ilusión y todas estas cosas que son divertidas pero que también dan un paso hacia otro papel. A mis exhibiciones de arte ha asistido gente maravillosa, y hablar y mirarles a los ojos pone las cosas en perspectiva y me cambia a un escenario más profundo, que cuando estoy en un concierto y los fans me gritan que me quite la camisa [risas].

¿Qué sucede mientras creas una obra y dejas secar la pintura?
Nunca escucho mi música cuando pinto. Eso sería raro, como John Malcovich viendo Cómo ser John Malcovich. Antes de crear, investigo y me vienen las ideas. Mi pieza favorita es siempre la más reciente. La mas desafiante fue “A smile in a darkened room” en la que se asoma una lengua y quiere alcanzar una puerta sicodélica. La terminé hace un mes pero la empecé hace tres años. La guarde, no cooperaba y me di por vencido como 10 veces pero no lo tome personal. Fue muy retador. Hay días en los que fluyes, y otros en los que sientes unas pesas en tus brazos pero es parte del proceso y es hermoso sumergirse en la medicina de estar bloqueado en tu propia creatividad. Al final la pintura habló por sí sola.

Finalmente, los fans siempre quieren saber sobre tus tatuajes.
Siempre me gustaron. De chico solía ver libros de prisioneros rusos y me parecían geniales, aunque la gente me decía que eran solo para gente mala. Pero a mí me parecían de lo mas cool y poco a poco me fui tatuando el cuerpo.

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