Al otro lado del río es legal: Argentina y Uruguay divididas por la marihuana

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Al otro lado del río es legal: Argentina y Uruguay divididas por la marihuana

A dos amparos de que la Suprema Corte mexicana avale el “consumo lúdico”, revisamos el caso de Uruguay, donde la mota se vende en farmacias, y en Argentina, donde las detenciones por llevar cigarros se multiplicaron.

“Es una vergüenza que un viejo tenga que estar definiendo este tema”. Con 77 años recién cumplidos, el entonces presidente de Uruguay José Mujica hablaba así sobre la discusión que en 2012 ganaba la agenda pública de su país. Legendario como de costumbre, Pepe impulsó la legalización del cannabis en el país sudamericano y al año siguiente el paísito se convirtió en el primer Estado de América del Sur en pensar realmente en verde. ¿Recuerdan la entrevista de Vice en la que se prende un charuto? Dio la vuelta al mundo. Bien podría darla otra vez desde aquí, con esta información adicional: el paquete de cinco gramos de marihuana uruguaya cuesta 6,5 dólares y se vende en las farmacias.

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¿Y en Argentina? Montevideo y Buenos Aires están separadas por 100 kilómetros de río pero la frontera, en este tema en particular, sigue el contorno de la idiosincrasia. Puede que el acento argentino y el uruguayo se confundan o que el mate se repita en ambos lados, pero la vida en Uruguay fluye de otra manera y permite, además una década consecutiva de gobiernos de tendencias de izquierda, que nadie vaya preso por tener un porro encima. Eso en el país de al lado es bastante más difícil: en marzo de 2017, por iniciativa del fiscal federal argentino Federico Delgado, se relevaron durante quince días los casos de detenidos por consumo personal en UNA comisaría de Buenos Aires durante un único turno. En total casi 400 personas cayeron y la cantidad de expedientes trabajados por la Justicia sumaron 249. Delgado, fiscal a cargo de causas como Odebrecht, manifestó que casi el 50 por ciento de su trabajo durante marzo se debió a personas con unos porritos encima.

Uruguay: Oficial, ¿tiene un encendedor?

“¿Te imaginas la vida en tu país con marihuana legal?”, podría preguntar el meme de Los Simpsons. Pero para eso mejor preguntarle a un uruguayo. Y si es DJ, mejor. Walter Daniel Schango a.k.a Sonido Superchango lleva más de 15 años tocando en Uruguay por su cuenta y con distintos colectivos. Allí gestiona Noche de vinilos, ciclo que ha recibido DJs de todo el mundo y presenta alguna de los ejemplares más extraños y valiosos al sur del Trópico de Capricornio. Le preguntamos a Walter: ¿Cómo se siente la libertad tras el Río de la Plata?

“Ahora puedes comentar en tu trabajo que fumas o tener marihuana encima sin estar tomando precauciones. También en la calle: si estás en el centro de Montevideo y quieres fumar, puedes hacerlo sin ningún problema. Si estás cenando al aire libre en un restaurant, también. Ya no se corren riesgos de ser demorado por la policía y llevado ante un juez para que te recomienden un psiquiátrico por considerarte un enfermo”, cuenta el Chango.

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Además, señala un factor clave para entender un poco cómo discurre la vida en el país celeste: “Acá en Uruguay, desde hace como 15 años que la marihuana se consume con bastante tranquilidad. La tenencia siempre fue legal, lo que no podías hacer era venderla o comprarla. Si bien esto era una incoherencia legal, era difícil tener un problema con la policía si fumabas en algún parque o en la playa. Pero sí tenías que disimularlo. No obstante, la ‘presión’ de que fuera algo masivo ayudó a legalizar: fumar se volvió algo normal con el tiempo y la ley vino a darle el broche de oro”.

Un broche de oro en familia. Porque con la marimba humeando en las mesas navideñas se habrá evitado más de una típica bronca intrafamiliar de fin de año. Dice Walter: “Legalizarla también ayudó a hablar más sobre el tema en las familias, que se pueda fumar en algún cumpleaños, navidad, reunión…. Y eso antes estaba más cuidado, la ilegalidad no dejaba de ser una amenaza: si tenías plantas en tu casa podías ir preso. Podías tener un consumo responsable, pero si la policía descubría las plantas podías terminal en la cárcel. El principal daño de la marihuana era la cárcel. Hoy conozco casos de padres y hasta abuelos que han compartido el fumar marihuana con sus hijos y nietos. Eso se ha dado bastante”.

¿Algo más para el paraíso del bajón, donde crecen los alfajores Marley de las palmeras? “Podés fumar al lado de la policía. Cuando la ley salió hasta que pasó un tiempo hubo algunos problemas con algunos agentes que allanaron casas de personas que plantaban y están registradas en el sistema de permisos del Estado. Pero eso hace tiempo que no sucede y creo que tiene que ver con una formación de la policía al respecto de esta ley”.

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Orden y progreso

Por supuesto, un país no legaliza algo y de un día para otro los supermercados lo ofrecen 3x2 pagando con la tarjeta de la cadena. En Uruguay se planificó en etapas la tan conocida venta de marihuana en farmacias. Primero había, además de esperar el proceso administrativo y productivo por parte del Instituto de Regulación y Control del Cannabis, que integrar un registro para comprar hasta 40 gramos mensuales por persona. ¿El precio? Cerca de 40 dólares los 25 gramos. Menos de la mitad del precio de calle cobrado por la mayoría de los dealers.

Mientras tanto, uno podía -y puede- tener hasta seis plantas en una casa y producir un máximo de 480 gramos anuales. O, Dios existe, integrar una membresía o club canábico, que puede tener un máximo de 45 socios, 99 plantas en sus invernaderos y entregar un tope de 480 gramos de marihuana al año a cada socio.

Entrevistados en su país acerca de su actividad, los integrantes del club canábico Cultivando la Libertad Uruguay Crece (CLUC) Gustavo Robaina y Florencia Lemos contaban: “Pensamos que nuestro fuerte es, más allá del acceso a la sustancia, otras cosas que tienen que ver con lo colectivo. La ley establece que los clubes tienen que hacer actividades solamente para sus miembros. Eso tiene una parte de responsabilidad con respecto al consumo que está bueno, pero también hay muchísima información que los clubes podrían brindar a la gente y eso se está limitando”.

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Es que un club no puede vender ni regalar su producción a personas externas. Sólo los socios registrados ante el Estado —como lo está toda la actividad de la organización— pueden acceder a la producción de sus invernaderos. De hecho, hubo polémica cuando los turistas empezaron a disfrutar las cepas uruguayas. En rigor, un club sólo debe tener un funcionamiento endogámico. Tanto, que por seguridad y por, sí, robos de plantas, a veces las organizaciones no divulgan sus sedes. “Tratamos de dejar claro que es un club que está dentro de la ley, pero es verdad que una de las medidas de seguridad más grandes que están tomando los clubes es no divulgar dónde está la sede. Eso puede llevar a que haya gente que tenga un club al lado de la casa y no lo sepa”, explican desde CLUC. Y adelantan que yan por derechos de segunda generación: “Lo ideal sería que los clubes pudieran estar reconocidos en las comunidades, en sus territorios, que los vecinos puedan saber que hay un club y que sea, incluso, un lugar de referencia para informarse o para aprender.

Argentina: más allá del límite está el sufrimiento

A Buenos Aires le dicen la Ciudad de la Furia y si nadie aquí discutió ese mote preguntense por qué, amigos. Con 3000 toneladas de marihuana ingresando cada año al país tan sólo desde Paraguay, la verde es un hábito para millones de personas aquí, como sucede en cualquier otro país donde el sol salga de día y las estrellas, de noche. Argentina es el país de las leyes de matrimonio igualitario, identidad de género y, muy probablemente, aborto legal. También de la reciente Ley de Cannabis Medicinal ¿Y fumar sin ir en cana?

Facundo Rivanedeira preside la Asociación Civil Cogollos del Oeste, una ONG que promociona la gama de derechos relativos al uso de marihuana. En diálogo con Thump, explica: “Este país tiene un entramado de corrupción de generaciones que implica al narcotráfico con las fuerzas de seguridad. La Gendarmería y la Policía específicamente. Son quienes controlan el mercado ilegal e incluyen en su red a los gobiernos provinciales. También hay que entender la influencia de la Iglesia Católica, que en pleno siglo XXI se sigue metiendo en cuestiones de derechos sociales como la interrupción voluntaria del embarazo. La Iglesia está muy presente en el Estado todavía y eso influye en las políticas públicas. Estos factores, junto a la desinformación y manipulación de de los medios de comunicación vinculados al poder político, hacen muy difícil la despenalización de la marihuana”.

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Desde la militancia cotidiana por el despenalización, Facundo cuenta que “los mayores motivos de consulta que recibimos es por demanda”. “La gente nos escribe porque piensa que puede conseguir marihuana o aceite a través de nosotros y no es así. Hay un gran problema de desinformación —advierte Rivanedeira. Muchos creen que la marihuana es legal si plantan dos ejemplares y eso es totalmente falso. En Argentina está la Ley 27.350 sobre cannabis medicinal que acabó por contraponerse a una ley más vieja, la denominada Ley de Drogas, que establece hasta 15 años de cárcel si cultivamos una planta. La gente se confunde por que en 2009 un fallo de la Corte Suprema de Justicia declaró inconstitucional cierta parte de esa denominada Ley de Drogas. Cuando salió ese fallo los principales medios publicaron que era legal cultivar y eso provocó que personas plantaran para consumo personal y cayeran presas. Después un juez puede sobreseer, pero esa persona ya atravesó un proceso judicial horrible. Es nefasto. La gente pregunta para saber cómo conseguir, y eso muestra lo necesario que es el acceso democrático a la marihuana”.

Para la Asociación Civil, “el primer beneficio de la despenalización sería la reducción del narcotráfico”. Y amplían: “La demanda contenida en autocultivo y clubes va a generar una caída en el precio porque se cubriría mediante el trabajo de una persona en su casa o en colectivo. Eso reduciría el mercado ilegal y, al mismo tiempo, le reportaría ingresos al Estado vía impuestos. Si nosotros trabajamos en una regulación que se acompaña con información para la reducción de riesgos y buenas prácticas, el Estado puede aportar, gracias a esos impuestos, investigación para cambiar el paradigma en el que vivimos. Hay muchos papers científicos que descubren nuevos efectos terapéuticos para el cannabis medicinal, pero la ley en Argentina no garantiza el acceso libre para la mayoría de las personas que lo precisan. Sólo lo contempla en el caso de la epilepsia refractaria en niños. Y hay múltiples patologías y rangos de edades que se ven beneficiadas por el cannabis medicinal”.

“Detrás de toda prohibición siempre hay un mercado paralelo que abre perjudica a los sectores vulnerables de la sociedad —remarca Facundo. Ahí se perjudica mucho. Ahí se está sufriendo. El cannabis genera calidad de vida y por eso creemos en el uso amplio y generalizado de la planta”.

Con el río más ancho del mundo en medio de Uruguay y Argentina, el debate por la despenalización en el lado albiceleste y el avance del paradigma del lado charrúa seguirán reflejándose, literalmente, sobre la cara del Río de la Plata.

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