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Música

Shin Joong-hyeon: el Jimi Hendrix coreano y sus problemas con la ley

De este lado del mundo celebramos cuando un músico famoso utiliza cítaras, tamborcitos, guitarritas y kalimbas pero, ¿qué pasa cuando estás del otro lado y se te ocurre tocar música occidental? Pues fácil: te matan o por lo menos torturan.

A Paul Simon le fue muy bien con Graceland. Bueno, tuvo algunos malviajes con aquello del apartheid y demás, pero a final de cuentas el cabrón se hizo de un par de Grammys y logró introducir, junto con David Byrne y Peter Gabriel, el sonido no-Occidental al mundo musical pop de, justamente, Occidente. Fue el comienzo de la adopción de ritmos latinos y africanos, y por qué no asiáticos también, a las estructuras musicales –y también mercantiles– del mundo anglosajón fundamentalmente (repito: en una onda más popera y menos experimental, como con The Beatles). El resultado fue muy bueno, muy bien recibido y por supuesto imitado. Los más recientes, que podrían pasar por un Simon contemporáneo, son, guardando todas las distancias, los de Vampire Weekend. Ellos han utilizado ritmos y melodías del oeste africano para hacerse del dinero que el oeste americano bien tiende a ofrecer a aquellos pocos afortunados.

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Entonces, de este lado del mundo celebramos cuando un músico famoso utiliza cítaras, tamborcitos, guitarritas y kalimbas porque suena bien mono, pero, ¿qué pasa cuando estás del otro lado y se te ocurre tocar música proveniente del Occidente? Pues fácil: te matan o por lo menos torturan. Eso es lo que de cierta manera le ocurrió a Shin Joong-hyeon, el Jimi Hendrix surcoreano.

Vayamos con un poquito de historia para entender de una mejor forma todo este pedo… Cuando la Segunda Guerra Mundial se acabó, el Imperio Japonés que para entonces ya había valido madres, perdió a la Península Coreana. Con aquello de la URSS por un lado y los gringos por el otro, se decidió partirla en dos para dejar a todos contentos. El paralelo 38 fue el escogido. La parte del sur –a estas alturas debe resultar más que obvio– quedó en manos de nuestros queridos vecinos, y la parte del norte, pues en las de los rojillos.

USAMGIK fue el gobierno militar gringo que gobernó por algunos años, de 1945 a 1948, aquella región del gangnam style. Habría que decir una cosa importante: 1950 fue el año en el que oficialmente la Guerra Fría comenzó a calentarse. La Corea norteña invadió a la sureña, ocasionando el primer encontronazo no sólo entre aquellos dos países, sino el primero de los sustos que la Guerra Fría causaría a lo largo de muchas décadas y que parece estar de regreso con aquello que está sucediendo en Ucrania.

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En ese mientras tanto fue que nuestro personaje Joong-hyeon, por si ya te habías olvidado de él, construyó un radio para captar las ondas electromagnéticas que provenían de las bases militares gringas que estaban en su país, y que cobraron vida gracias a alrededor de 400,000 soldados que llegaron a defender al mundo de la amenaza comunista en Corea. El muchacho quedó maravillado con las canciones que sonaban a través de American Forces Korean Network (AFKN) y, para contarlo rápidamente, se volvió un fanático de Elvis y Charlie Parker en cuestión de días.

De jovencito, Shin trabajaba en el negocio familiar en Seúl, que, por si no lo sabes, es la capital de Corea del Sur. Era una farmacia, o algo así. De ahí sacó lana para comprarse su primer guitarra, una Harmony… nada mal, nada mal… y de ahí se puso a dar sus primeros guitarrazos imitando los sonidos que escuchaba en la AFKN. Se hizo un maestrazo, y pues acabó dando clases de guitarra, pero el punto, o lo importante aquí, es que comenzó a ser llamado por los gringos para que tocara en las bases militares las canciones que sólo podían escuchar a ciertas horas del día en una calidad muy jodida.

Más adelante, los Beatles (o The Beatles, como quieras, me da igual) se convirtieron en una grandísima influencia para Shin, y junto con ellos, toda la psicodelia de los años sesenta ingleses y estadounidenses. Pasó algo curioso, podríamos decir. Algo similar a lo que pasa con nuestro petróleo. De India, para Inglaterra y de Inglaterra para Corea. Vendemos nuestro petróleo a EUA, lo compramos hecho gasolina de EUA, y lo enviamos a Guatemala para que ahí lo conviertan en thiner (sin demeritarlo). Me imagino que pasa así, pero esto se sale totalmente de nuestra historia.

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Cuando la Guerra de Corea finalizó en 1953, un chingo de soldados se quedaron por aquellos lugares, y pues querían seguir escuchando música que pudiera recordarle a sus tierras. Así, junto con la década de los 60, Jackie Shin, el pseudónimo de nuestro héroe, cobró vida. También, gracias a Jefferson Airplane y al LSD este muchacho rápidamente se convirtió en el máximo representante de la escena psicodélica de toda la península coreana. Bandas como Pearl Sisters pidieron su guía y sus consejos; Jackie Shin dejó de ser sólo un músico y maestro, se convirtió en productor y leyenda.

Pero este mundo es cruel, y en algún momento la vida se lo tenía que chingar. No fue la droga, sino algo peor que eso: la política. Hacia 1972 –imagínense qué pinche estrellota ya era ese cabrón para entonces– Park Chung-hee llevaba unos 10 años en el poder. Era un dictador que sería asesinado en 1979, pero antes de ello, le pidió a Jackie Shin que si por favor le componía una canción a su partido. Shin se negó argumentando, o quizás no, las reminiscencias hippies que aún le corrían por la sangre a pesar de su ya más que consolidada fama. Su música fue entonces prohibida en toda Corea del Sur, y en 1975 fue arrestado por posesión de marihuana –algo así como un pretexto. Lo metieron a la cárcel donde fue torturado por andarse negando al servicio del partido y también por andar de psicodélico (no lo digo por la mota, sino así en general). Después de la cárcel lo encerraron un rato en un hospital psiquiátrico donde podemos imaginar lo que le pudo haber sucedido. Ya serán su imaginación e interés los que los llevarán a una respuesta adecuada.

Después de la muerte del dictador Chung-hee, el veto a su música fue levantado y su vida volvió a la normalidad. Rápidamente recobró la fama que alguna vez tuvo y de nuevo comenzó a producir y a componer canciones a diestra y siniestra. Su sueño de tocar en los Estados Unidos se cumplió hace apenas unos años, precisamente en el 2008, en su septuagésimo aniversario.

Su figura es curiosa, o por lo menos llama la atención por un aspecto: el tratarse de un habitante de un país que fue controlado por los gringos. No sé, imagino que muchos pudieron haber generado un resentimiento hacía ese país –como el resto de mundo hace–, pero no fue así. Shin, Jackie Shin, logró adoptar la cultura gringa sin sentirse traidor o algo parecido. Al contrario, sirvió para dar una identidad a una escena que si bien fue muy reducida, acabó por determinar el rumbo de la música coreana.