La New Band, salsa del Perú en Buenos Aires
Ilustración de Fernando Peimer

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Música

Esta orquesta peruana de salsa le ganó a los prejuicios en Buenos Aires

La New Band superó los tabúes que reciben los extranjeros en Argentina. Sus miembros nos cuentan cómo pasaron de trabajar en la calle a actuar siete noches por semana en los ambientes más aristocráticos.

Todas las fotos cortesía de La New Band.

El trabajo dignifica. Ese es el pensamiento de Víctor “Vitucho” Cruz, que llegó a la Argentina en la década de los años 90. “En Perú veníamos muy golpeados. Hacíamos colas para comprar arroz, y era muy jodido. Incluso se dio un paquetazo: si tenías un buen dinero en el bolsillo, al día siguiente el presidente hacía nuevas leyes y solo te servía para un poco de leche y azúcar. Con el gobierno de Fujimori la plata se hiper devaluó, y los peruanos salimos asustados. La Argentina se empezó a llenar de nosotros, y como en toda comunidad, hay gente buena, laburante, y delincuentes que manchan la bandera. Entonces, justos pagamos por pecadores”.

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Desde un bar en el barrio de Colegiales, en la zona céntrica de Buenos Aires, Cruz se expresa con nostalgia. Pero en su rostro no se advierte pena, sino todo lo contrario: es una mirada de satisfacción, de alguien que se animó a dejar la comodidad y perseguir sus metas. Porque más allá de la situación de su país, él tenía una carrera universitaria, un trabajo fijo y hasta una novia. Pero su anhelo era liderar una orquesta de salsa. Y ese sueño se cumplió a miles de kilómetros de donde nació.

“Hoy, la New Band es como una familia ––explica. Y yo no subo a cantar, ¡sino a partir el escenario al medio! Somos conocidos como ‘La Orquesta del Barrio’, porque también trabajamos para las comunidades colombianas, dominicanas, cubanas y argentinas. Vengas de donde vengas, te vas a sentir identificado. A veces tocamos de lunes a lunes y ni siquiera estamos en nuestras casas. Pero eso nos lo permite el país y el público, así que estamos muy agradecidos”.

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A Vitucho lo llena de orgullo que su propuesta, además, se convirtió en una especie de academia. Muchos ex-integrantes llegaron más alto que lo que hubieran pensado: Tony Cortez, por ejemplo, fue el trompetista de Ricardo Montaner. “Nos habíamos presentado en una discoteca del Microcentro de Buenos Aires, y había personalidades televisivas e incluso el director musical de Montaner. Tony hizo un solo tremendo, porque tiene una gran capacidad de improvisación, así que le ofrecieron el trabajo. Hizo toda la gira, tocó un montón y luego se lo llevaron a Venezuela. Después se fue a vivir a Nueva York”.

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Otro ejemplo que da el fundador de la New Band Salsa es el del trompetista Miguel Ángel Tallarita, que participó de la orquesta y también tocó con Los Pericos, Gustavo Cerati, Chayanne y muchos más. El trombonista Bebe Ferreyra también viene a su cabeza, ya que incluso grabó con Los Fabulosos Cadillacs y León Gieco. Y cómo olvidarse del percusionista peruano Hubert Reyes, que tocó con Celia Cruz, Illya Kuryaki and The Valderramas y Los Auténticos Decadentes. En algún momento, ellos fueron parte de este gran colectivo de músicos.

El largo camino a la cima

Pero no todo fue color de rosas para los miembros de la New Band Salsa. Ronald Sánchez, el director musical del grupo, toma un trago y comenta: “A mí me pararon y me pidieron mis documentos muchas veces solo por ser extranjero. Si no los tenía, me arrestaban. Hace doce años que estoy en el país, y puedo decir que sigo progresando. De jueves a domingos hay trabajos fijos con la orquesta, pero también soy conductor de Uber. Mi idea es vender el auto y cambiarlo por un cero kilómetro, y de a poco armarme una flota”.

Y detalla cómo conoció la orquesta: “Mi primer acercamiento a la música en Buenos Aires fue a través de una discoteca del barrio del Abasto, en donde se afincaron la mayoría de los peruanos. Hice una especie de casting abierto a las cuatro de la mañana, y me llamaron de una banda de cumbia. Pero mi verdadero objetivo era la salsa. Por suerte también era maquinista en una fábrica de plástico, así que de día mantenía ese trabajo. Hasta que mi primo me mostró a la New Band, y le dije: ‘Yo voy a estar ahí’”. Al poco tiempo, la profecía se le cumpliría.

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“Muchas veces nos metían en la misma bolsa que a los peruanos malos ––agrega Vitucho. A un argentino no le pedían nada, pero a nosotros nos subían a todos a un micro, nos encerraban en la comisaría y nos arrestaban hasta que averiguaran todo. Creo que por eso, los peruanos nos hicimos más cerrados y empezamos a cuidarnos. Hoy, decir que somos de ese país es un orgullo. Perú está de moda en el mundo, por su cultura, su historia y su gastronomía. ¡En Buenos Aires, los restaurantes que sirven nuestra comida son los más caros y están en los barrios más acomodados! Nosotros consumíamos eso todos los días [risas]”.

Esa vuelta del destino los hace sentir muy bien a ambos. “Pasaron los años y cambió el concepto social, hoy hay más peruanos buenos. Si mi familia no tiene para comer, no tengo problemas de vender gaseosas en una parada de colectivos, ser ayudante de albañil o cargar cables, y de hecho lo hice ––explica Cruz. Hace muchos años estaba con un grupo, y todos los que vivíamos de la música nos quedamos sin trabajo. No tenía ni para pagar un hotel ni comprarle un vaso de leche a mi nena. Entonces salía a la calle, en Perito Moreno y Avenida Sáenz (en el humilde barrio de Nueva Pompeya), y vendía latas de gaseosa por un peso. Hoy se lo cuento orgulloso a ella: se graduó de médica acá, y mi segunda hija está terminando psicología. Todo trabajo es digno, y esa oportunidad me la dio la Argentina”.

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Cuando Vitucho tuvo que vender en la calle pasó por muchas situaciones que le dieron ganas de volverse. “Una vez me metí en la cancha de Huracán. Me dieron una paliza y me dijeron ‘salí de acá, peruano’. Varias veces dormí en la calle, y notaba el desprecio de los demás. Había muchos celos, pensaban que los extranjeros les quitábamos el trabajo a los argentinos, cuando en realidad era todo lo contrario. Hace poco pasé por la esquina en donde vendía mis gaseosas, y mi ex-compañero seguía ahí, después de veinte años. Yo creo que no me hubiera quedado toda la vida haciendo eso”.

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Pero las historias no se acaban ahí. “A los años, terminé tocando con la New Band en lugares aristocráticos como el Palace Alvear en el barrio de Recoleta, y en la explanada del hotel Hilton. Antes, todas esas personas no me hubieran contratado ni de casualidad. Los que no me querían contratar por ser peruano, hoy se mueren por hacerlo. Y yo voy con el pecho inflado”.

Y agrega: “Una vez, el dueño de un lugar me dijo que si comentaba de dónde era, no me iban a pagar por el show porque había ‘gente importante’. En la mitad del concierto, dije: ‘Señores, todo trabajo dignifica, y me siento digno de transpirar hoy y entregar lo que sé hacer. Y el sudor debe limpiarse con un pañuelo’. Así que saqué una bandera peruana chiquitita, que tenía guardada para la ocasión. Todos se pararon a aplaudir, y el dueño no sabía dónde meterse. El estereotipo del músico es vinculado con cosas malas, y encima se le suma el hecho de que somos peruanos. Con la banda tratamos de limpiar un poco esa imagen: vamos uniformados, no tomamos alcohol y cuidamos los detalles”.

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Para su compañero, el percusionista Ronald Sánchez, la diferencia entre el mercado de la salsa en la Argentina y Perú está en la abundancia de músicos. “Acá no hay mucha competencia, y pocos tocan este género. En Perú es al revés, son veinte timbaleros y uno es mejor que el otro. En Buenos Aires nos conocemos todos, y los argentinos reconocen que tenemos algo distinto: ¡el feeling! Perú fue el puerto de aterrizaje de la salsa, y todos los grandes fueron para allá, incluyendo a Héctor Lavoe”. Con semejante escuela, era imposible que la New Band no triunfara.

Ganándole a la economía

Debido a la grave crisis que la Argentina sufre desde mediados de 2018, los empresarios tuvieron cada vez más inconvenientes para contratrar a una orquesta de catorce o quince músicos. Pero Vitucho preparó una solución a medida: “Como estudié Marketing, siempre le di un realce al grupo. Pero cuando los clientes no pudieron pagar más ese precio, convertí a la New Band en un ‘catálogo musical’. Antes odiaba subir a un escenario con pistas de fondo, porque pensaba que era estafar a la gente. Pero las papas empezaron a quemar y los contratos se cayeron. Así que le di las posibilidades a los empresarios de contratarme a mí solo, o al pack completo. Lo comparo con las hamburgueserías, que te venden un producto básico pero te agrandan las papas, la gaseosa y el helado. Los clientes se acomodan en base a lo que puede su bolsillo, y se generó mucho más trabajo para la orquesta”.

“Para cubrir la demanda y hacer muchos shows por noche, hasta armó tres bandas paralelas”, agrega Ronald Sánchez con una sonrisa. “Pero con la formación completa fuimos a Brasil, Uruguay y ciudades como Córdoba, Mendoza y Rosario”.

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El 31 de diciembre de 2018, Vitucho se encontró con una sorpresa cuando fue a tocar al humilde barrio Rodrigo Bueno. “Los inmigrantes peruanos me habían pintado un mural, y fue increíble. El cariño del público no tiene precio, y eso es lo que cultivamos con los años. Son pequeñas perlitas que valen más que cualquier cosa. Después de 22 años, que una banda tenga seis o siete shows por semana destaca nuestro trabajo en conjunto”.

En la actualidad, la banda está terminando de grabar su nuevo videoclip (que Sánchez confía que les abrirá muchas puertas) y su tercer disco de estudio. Cruz, por su parte, va a encarar un viaje promocional a Perú, para ganar terreno en su país de origen.

“Trabajo en silencio, y que el éxito haga la bulla -afirma-. En estos últimos años hubo una ola de patriotismo increíble. Antes, ¿quién iba a usar una gorra que dijera Perú? Tenías que ponerte una de los Estados Unidos. La Argentina es mi segunda casa, acá me hice adulto, padre y empresario. Defiendo este país a muerte”. Y finaliza entre carcajadas: “Pero ojalá no aparezca nadie que me prohíba decir de dónde vengo, porque esta vez no me voy a quedar callado”.

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Con semejante camino recorrido, no sería exagerado decir que los miembros de la New Band Salsa son los mejores embajadores del Perú en la Argentina, aunque con mucho más ritmo que cualquier mandatario. ¡Azúcar!

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