​Foto cortesía del artista
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Música

Sabiduría en la producción y revolverlo todo: Una charla con LOUTA

El argentino señor y amo de todos los escenarios, estrenó su segunda placa, 'Enchastre'. Charlamos con él sobre su relación con las tarimas y el nuevo material.

A fines de junio pasado Jaime James cumplió años, 24, encima de un escenario. Tocar sobre las tablas de Niceto Club es la Mecca de la popularidad para cualquier proyecto under de la Ciudad de Buenos Aires y alrededores, así que haberlo hecho dos veces en dos días, fue un doble triunfo. Así lo sintió Jaime y reflexionó en voz alta después de que le cantaran el “feliz cumpleaños”: “Pensaba en la sociedad en la que voy a vivir dentro de 24 años. Y depende de nosotros, los jóvenes, de elegir para dónde vamos a ir. Así que soñemos re contra alto con lo que queremos y logremos crearlo. Tenemos la capacidad de generar una sociedad que nos llene de orgullo”.

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Acto seguido, las mujeres que forman parte del equipo que lo acompaña en la misión Louta, levantaron su pañuelo verde e iniciaron la proclama del “aborto legal en el hospital”, contagiando al resto de la crew y al público. Fast Forward a agosto: el Senado no aprobó la media sanción dada en Diputados y el proyecto de legalización quedó trunco hasta, al menos, el año próximo. El sueño se dobló, pero no se rompió.

Aunque no esté solo, Jaime es el nombre y el hombre detrás de Louta, el proyecto electro-pop-urbano-kitsch-bizarro que ostenta el más original y distintivo show que se pueda conseguir en Buenos Aires. Y probablemente, en todo el globo. “Es el show más increíble del mundo: lo mío no existe en ninguna parte, no es que en Argentina nada más. Aunque ahora capaz que vas a Ucrania y hay un chabón que sale adentro de una burbuja”, asegura con una sonrisa. Después de haber llevado su living psicodélico por todo el país, haciéndolo tanto en salas pequeñas como en los festivales más rimbombantes (Lollapalooza, Cosquín Rock, Movistar Free Music), eleva su espectáculo a un nuevo nivel y edita su segundo álbum a través de Sony Music: se llama Enchastre y está disponible en plataformas digitales desde hoy.

Estas nuevas once canciones ya eran parte de su show pese a no figurar en el disco anterior, homónimamente titulado Louta. Por eso es que para sus seguidores no habrá tanta sorpresa: “La gente ya se sabe casi todas las letras, ¡qué loco eso! Creo que todos los temas de Enchastre ya los hice en vivo al menos una vez”, explica. Y le da play.

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"No digas que estuviste en mi casa. No me gustan esas notas en las que escriben '… y dijo el entrevistado mientras el humo de su cigarrillo giraba a su alrededor'”. Jaime desdeña esa forma del llamado “nuevo periodismo” y estoy de acuerdo con él: es un cliché mal entendido por una enorme cantidad de periodistas que, por creerse profundos, entran en descripciones banales de situaciones que no merecen ser destacadas, que no tienen por qué consumir los caracteres de límite de un artículo.

Pero en este caso (y hago públicas mis disculpas por la “traición”, Jaime) tiene sentido que el lector sepa que, hace unos meses, el artista nos abrió las puertas de su monoambiente para hacernos escuchar en exclusiva el contenido del disco. Muy distinto habría sido el encuentro si nos hubiéramos reunido en un bar o cualquier otro espacio impersonal. Nos hubiéramos privado de ver cómo Jaime disfruta de su propia música, sin el uniforme estilo 50s de Louta (peinado a la gomina, chomba que pasó de celeste a naranja, pantalón recto), con los ojos cerrados, bailando desvergonzadamente como si fuera espectador de su show, gesticulando, imitando a un dj en pleno scratching.

“Este es un trapcito”, adelantó antes de que suene “Palmeras”. “Es una genia, de las mejores voces que hay”, opina sobre Marilina Bertoldi, invitada en “Uacho”, en la que canta como si estuviera bajo una lluvia ácida al mejor estilo Beth Gibbons en el segundo disco de Portishead. “Este va a ser un hitazo”, apostó al término de “Puede ser”, del que hoy también se estrena su videoclip.

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Más allá de las canciones y de su talento para rapear, lo de Louta es puramente performático. Una expresión corporal plástica y elástica que es acompañada por diversos efectos visuales y escénicos. Conejos con cabezas de bola de espejos. Nubes de algodón que se ponen sobre el público. Clones de Louta. Floreros que se parten en su espalda. Almohadones de pluma que se despedazan. Bailarinas y bailarines. Confeti. Y el remate: desaparece del escenario para reaparecer entre el público, pero metido en una burbuja a la que le crecen flores de plástico y en la que canta la alegórica “Un lugar adentro”, sin la entrega física de Wayne Coyne pero con mayor sutileza.

Hijo de Diqui James (creador de Fuerza Bruta y De La Guarda) y Ana Frenkel (bailarina y directora de teatro, fundadora de El Descueve) se crió en los camarines (“A los cuatro años dormía en una caja y escuchaba buuuummmm, buuummm; desde muy chico conozco el olor a chivo de un vestuario”) y sabe exactamente qué es lo que quiere. Pero su acción no se acota al escenario: en su Instagram, se pueden ver sus intervenciones irrumpiendo en diversas escenas urbanas como el subterráneo porteño o la peatonal Florida.

Esto es algo que viene desarrollando desde sus días como youtuber, en la serie Espacio Publicitario, hasta que se fue afilando como observador participante. El lanzamiento de su último single, “Todos con el celu”, está en esa línea. A través del #TUTUTUChallenge desafía a sus seguidores a que se filmen bailando la coreografía de un tema con un estribillo que se resuelve mordaz e irónico: “Todos con el celu, todos con el celu / están vendiendo el cielo, yo recién me entero / Todos con el celu, todos con el celu”.

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NOSEY: Desde las letras, tu primer disco alude a mundos privados que no terminan de decodificarse. Este segundo álbum suena más universal; generacional, si se quiere. ¿Vos cómo lo percibís?
Louta: Sí, sí, sí. Las historias del disco son de un tipo que va volando entre la ciudad y se va metiendo en lugares, mientras va relatando lo que le va pasando a él y de qué manera se da un juego entre un ser humano y la sociedad. Es el resultado de lo que ocurre entre la certeza y la observación. En las letras no está definida una cuestión, sino que se evidencia el proceso de entendimiento.

Claro, hay algo entre líneas muy latente.
Siempre.

¿Cómo trabajás ese interlineado a la hora de escribir?
Pienso así, directamente. Me sale decir las cosas así, con segundas o terceras lecturas. A veces pongo juegos de palabras que por ahí te hacen pensar “¿qué me habrá querido decir?”, y también uso cosas que van más derechas. Igual, nunca está la idea re contra servida en bandeja. [Canta un fragmento de la canción “Enchastre”] "Estaba abriéndote mi casa y me manché con cloro / Quería entrar en tu lugar y me corté con oro”. ¿Qué es cortarse con oro? Y no sabés, pero se entiende lo que quiere decir la canción. Ni siquiera sé cómo escribí eso, pero es una sensación.

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¿Cuál fue el punto de partida de la música del disco?
En mi cuarto, con la compu, como siempre. Acá participaron un montón de productores para las pistas, como Roque Ferrari (Coral Casino) y Tomi Susevich. Pero los temas empezaron de alguna cosita, de jugar con el Ableton, un micrófono y pum, sale una canción. O tal vez empiezo tirando un bombito [beatboxea]: "tuntutúnchk-tún, tututúntuchk-tún / chocolatechocolatechocolatechocolate”.

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A vos te suena música todo el tiempo en la cabeza, ¿no? Cuando me abriste la puerta, estabas silbando; después, vocalizaste una melodía mientras preparabas un té; ahora, te veo chasquear los dedos.
[Ríe]. No, pero adentro de mi cabeza hay un cuarto en el que todo el tiempo está sonando música. Ahí está la música que se escucha en el disco, por ejemplo. Después hay otro proceso, que es en el que camino unos pasos para atrás, veo lo que hay y modifico. No es un ejercicio de introspección: hacer temas es pararte en la vereda de enfrente, ver lo que puede salir de uno.

¿Y qué tal la edición del disco a través de Sony? ¿Cómo es esa alianza?
Eso excede lo artístico, tiene que ver con la logística del proyecto. Pero no es mi área, digamos: yo soy artista, hago canciones, el show.

¿Y qué imaginás que vieron de vos que les llamó la atención? Porque ellos van a editar tu disco y ahí no aparece tu show.
Supongo que pensarán que están buenos los temas. A mí no me parece tan loco, porque cuando nos llamaron, al proyecto ya le estaba yendo bien. No es que tuvieron una visión. No se metieron en nada ni opinaron nada sobre las canciones nuevas.

¿Qué esperás del vínculo, que te potencie o qué? Digo, por qué firmarías un contrato si podés hacer vos tu historia, como con el primer álbum.
[Largo silencio]. Esa entrevista habría que hacérsela a mi manager [risas]. Porque yo confío de verdad en mi equipo, no conozco tanto. Sí, yo lo que quiero es tocar en todo el mundo, que el disco esté disponible en todos los países de Latinoamérica… Es como que me preguntes: “¿Por qué hicieron una fecha con ese pibe en Chile?”.

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No es lo mismo eso que un contrato discográfico. Más sabiendo que no es tan frecuente que una major apueste por un artista nuevo y 100% digital.
A mí no me cambia mucho. Yo estoy todo el tiempo alerta a denunciar cualquier situación que no me guste que tenga que ver con mi proyecto. Después me dedico a hacer canciones y a hacer un show zarpado y entender profundamente cómo funciona la cultura del país. Sueño con recitales gratis, con que existan miles de programas culturales para que los pibes puedan grabar sus discos, que la cultura sea uno de los pilares de la nación, ni hablar. Me parece que lo doy a entender y está más que claro.

Tu nuevo show comienza con una marquesina en la que aparece tu cara y la leyenda de “LOUTA CAMPEÓN”, hasta que aparece un pibe con un aerosol, tacha lo último y graffittea “CHORRO”. ¿Cómo te llevás con “la oposición”?
Es aceptable que cuando una persona genera algo, surja esa voz del prejuicio fácil, el grito de la cancha. Es parte de una reacción que está buena que exista, porque es muy gracioso que una persona salga a un escenario, todos los demás se queden callados y esa persona hable durante una hora. También me río de eso cuando salgo al escenario con las manos abiertas y la pista de la multitud ovacionándome. Es imposible que ese evento no tenga un grado de comicidad (se ríe). El show de Louta tiene solemnidad e ironía todo el tiempo, incluso solemnidad partiendo desde la ironía.

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¿Cómo ideaste el show? Recuerdo los primeros, en los que no había nada, hasta esto que lograste consolidar, casi cinematográfico.
Cada show es una oportunidad para ir metiendo cositas nuevas, ver cuáles garpan, cuáles no tanto. A mí me dan ganas de sumar más y más cosas, sobre todo cuando estreno canciones. La onda es tirar mucho y ver qué va quedando. Yo todo el tiempo quiero hacer quilombo, quiero revolver todo.

¿Quién te pone los filtros?
Hay un filtro concreto, que es el de producción. Louta está hecho a partir de un gran esfuerzo de producción, a partir de la sabiduría de cómo generarlo. No es un proyecto al que le sobre el dinero. Y la regla es no poner el filtro antes de intentarlo. No vale el “che, pero eso es un quilombo”. No, no. Lo lindo es ver cómo la idea se transforma cuando empezás a hacerla. Lo que surge cuando combinás la acción con el ideal, es mucho más poderoso y real que el ideal solo.

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