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Música

Hip hop, queerbiting y mujeres: tendencias en 2017

Las políticas de identidad en el rap han acabado haciéndole el juego al neoliberalismo.

Este artículo se publicó originalmente en Vice España.

No todo el mundo piensa en la opresión a la mujer a todas horas. No todo el mundo se ve obligado. Solo las mujeres oprimidas. De ahí que los lugares comunes y tópicos periodísticos en torno al feminismo, la música y la brecha de género hayan quedado desactivados con el arranque de los grandes eventos. La burbuja de este sinfín de artículos de protesta, que se han replicado en la mayoría de los medios generalistas aportando entre poco y nada, ha quedado silenciada a la espera de los carteles de próximos festivales.

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No nos hemos preguntado en qué medida los festivales han respondido a la crítica que ya hace un año rondaba el imaginario con aquellas gráficas maravillosas que inundaban Twitter gracias a las muchachas de Territorio de Nabos.

Existe un festival y tan sólo UNO que ha duplicado su cifra. El Sónar pasa del 11% de participación femenina en 2016 a un 22% en este año

La denuncia de los hechos ha sido tan insistente como desatendida. Clickbait para aplaudirnos las unas a las otras en nuestros articulitos. Los hechos, sin embargo, demuestran que en 2017 tanto BBK Live como ALRUMBO fest no han intentado superar su cuota sino que la han mermado respecto a las mujeres que actuaban el año anterior. La mayoría de festivales se queda en torno a un 5-10% de participación, como pueden consultar en las redes sociales de Territorios de Nabos o Mujeres y Música.

Por suerte para ustedes, queridas, si quieren elegir de manera política sus salidas culturales, existe un festival y tan sólo UNO que ha duplicado su cifra. El Sónar pasa del 11% de participación femenina en 2016 a un 22% en este año y además, pese a que la mayoría de mujeres pinchan de dos a seis, cierra dos noches distintas con Black Madonna y Nina Kravitz, mujeres con amor y discurso feminista para todas.

Desde Mujeres y Música han decidido seguir la estela que inauguramos el año pasado en este medio y cubrir TAN SOLO a las mujeres que participarán en el Sónar: una crónica cada vez más necesaria.

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En muchos festivales de música, observamos que en su mayoría las mujeres se encuentran polarizadas entre lo que podríamos estereotipar como reinas y musas, muchachas en los albores de su carrera, nuevas promesas con un solo EP o primer disco bajo el brazo y, por otro, divas de algún género a punto de retirarse o en pleno comeback, mujeres fetichizadas por la novedad o la experiencia en cualquier caso.

Podemos optar por celebrar las migajas o aceptar que estas decisiones apenas responden a un cambio respecto a nuestra ética e ideología deseantes. Más bien responden a dinámicas de cuota de mercado donde tristemente la mujer no cuenta ni para ser capitalizada. Un pasito por encima de las mujeres en la escala de asimilación capitalista en festivales de música se encuentran las dos tendencias ganadoras del año: hip hop y la música queer.

El mismo año que Frank Ocean salía del armario se publicaba en Pichtfork el primer artículo sobre los artistas de queer rap que debías conocer; cinco años más tarde las palabras posverdad y genderfluid se disputan los titulares de los mismos medios. El rap ha ido abandonando los conceptos a menudo inadecuados de producción y consumo cultural que se apropiaban de sonidos, imágenes y tecnologías ajenas.

En el proceso, la práctica creativa y el discurso estético han generado un particular tipo de identidad cultural y política: ya no basta defender la dimensión política del rap en términos de lucha de clases porque el rap, que antes era un negocio estadounidense muy particular, ha pasado a ser el negocio de todos. En la primavera de 2018 se inaugurará el primer museo de rap de la historia en Nueva York, desactivando finalmente la única corriente artística cultural nacionalista e identitaria americana y digna heredera del expresionismo abstracto. El sueño americano vuelve a estar de moda: meritocracia y trabajo duro para todos. es el mensaje de políticas neoliberales y dudosas que llevan jóvenes y ancianos del género.

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Ya en 1997, en la publicación especializada The Source encontrábamos artículos sobre asesoramiento legal, estrategias comerciales o planes de negocio, una idea de rap completamente ajena a la que surge en las calles de manera espontánea que nada tiene que ver con la protesta política, los raperos que eran identificados con "la calle". Suge Knight o Chuck D son a su vez ejecutivos.

Dejamos de hablar de iconoclastas creativos de extrarradio hace demasiado tiempo y conforme Kanye West lleva a cabo una ascensión estética hacia el minimalismo en una asimilación terriblemente occidental del arte y el trabajo, los valores del flush, lo exótico, lo transgresor y el bling bling son ocupados por lo queer en un desplazamiento en torno a nichos identitarios en los que todavía la mujer sigue a la sombra. Lo queer es el nuevo nicho de mercado en alza y si es protagonizado por hombres más que mejor, por ello tenemos a Yves Tumor, Arca o Kiddy Smile en Sónar.

A pesar de los avances, todavía nos falta para conseguir la visibilidad deseada. Por eso les insto, queridas mías, a que llenen las pistas de baile todos los fines de semana.

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