Para mí el free jazz y el punk son lo mismo: Una charla con Gibrán Andrade “Androide”

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Música

Para mí el free jazz y el punk son lo mismo: Una charla con Gibrán Andrade “Androide”

Uno de los bateristas de improvisación más sagaces en el subterráneo de CDMX en la actualidad, nos regaló una charla de variedad sobre el snobismo en el jazz y la hipocresía en el punk.

Gibrán Andrade de 28 años me dice cuando entramos a su departamento ubicado en la colonia Doctores de la Ciudad de México: “Para mí es lo mismo. Nada más que unas cosas cuestan más trabajo que otras. También para hacer punk es igual de cabrón”. Su departamento está repleto de vinilos, CDs y casetes de hardcore punk y cuadros de artistas de jazz famosos. Su tierno gato maúlla de alegría.

En la actualidad, este baterista, improvisador y compositor de jazz y punk chilango estudia música tradicional de la India, organiza ensambles de improvisación libre y música experimental por distintos lugares de la CDMX; como también, de forma solista –bajo el alias de Androide–, o en conjunto con otros músicos de jazz en México, ha editado grabaciones como Enterrado, Puente, Voz extinta y Tahualilos.

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A Gibrán Andrade, quienes acostumbran ir a los shows de hardcore punk, lo conocen y lo han visto tocar con Crimen, Big Spin, Prisión Oculta, Malcria o Mundo Enfermo y Triste. No obstante, también organiza shows de free jazz, los cuales tienen el mismo ideal –como ha sucedido a lo largo de la historia del punk–, de hacer las cosas de manera autosuficiente.

Entonces me ofrece un vaso de agua, tomamos asiento en un par de sillones que tiene de cara a una ventana que da a la Avenida Cuauhtémoc y comenzamos a charlar sobre sus inicios en la música, su primera influencia Travis Baker, la leyenda de los tambores Buddy Rich, su acercamiento al free jazz, cómo percibe a la escena jazzista de la Ciudad de México y más.

NOISEY: Muchos te conocen por la escena de hardcore punk de la Ciudad de México, pero ¿qué llegó primero a tu vida: el punk o el jazz?
Gibrán Andrade: Lo primero fue el punk. Bueno… el “punk mainstream”. Empecé a tocar la bataca porque de bien morro vi a Travis Baker de Blink 182. En ese tiempo dije: “¡Ah noma! ¡Está chido!”.

De hecho, Travis Baker, para la generación que creció escuchando punk rock melódico de finales de los noventa y principios del nuevo milenio, fue el baterista que influenció a un sinfín de músicos que tocan hoy en día, y no sólo punk.
Sí. Para mí era algo así como mi ídolo. Todavía hablo con algunos de mis cuates que hasta la fecha siguen diciendo: “¡No mames, ese güey!”. Incluso, aún me sé en la batería algunos discos de Blink 182 de memoria.

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¿Gracias a esos discos aprendiste a coordinarte con los tambores y platillos?
Pues más o menos.

¿Y cuándo se dio tu entrada o el cambio al jazz?
Más bien siempre una cosa te lleva a otra. A Travis Baker le gusta un chingo el jazz. Creo que de todos los de Blink 182 es quien se toma la música más en serio. A él no sólo le gusta el punk rock, sino también otros estilos. Y yo para aquel tiempo me preguntaba: “¿Qué es eso de jazz?" Travis hablaba de un güey que se llamaba Buddy Rich, un baterista muy famoso que hasta tocó en el show de The Muppets.

¿Buddy Rich fue lo primero que escuchaste ligado al mundo del jazz?
Algo así. Ese güey, quien era un virtuoso de la bataca, venia de otra época. Lo que me sucedió fue que por Buddy Rich empecé a escuchar a otros jazzistas. También escuchaba a músicos que le hacían tributos a Buddy Rich, y luego ellos tocaban con otros artistas más. Es como te vas haciendo de un árbol genealógico-musical.

Como te sucedió con el punk, posterior a escuchar Blink 182.
Por supuesto. Es la misma lógica. Encuentras uno y salen mil grupos o artistas.

Y supongo que a raíz de todo esto decidiste estudiar música en la Escuela de Iniciación Artística No. 1 del I.N.B.A., la Escuela Superior de Música, entre otras instituciones ya más ligadas al free jazz como la School for Improvisational Music de Nueva York.
Bueno, es que yo le dije a mis jefes que quería tocar.

¿Les comentaste que querías estudiar música?
No. Solo les dije que quería tocar. Ellos me dijeron: “Si quieres tocar, te metemos a la escuela”. Así fue como entré a una escuela de iniciación en la colonia Roma. No había batería pero sí tenían percusiones. La escuela era muy barata, costaba como 500 pesos al año.

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¿Ahí fue como fuiste tomando técnica, a involucrarte más de lleno con la música?
Sí. Pero la neta tenía un maestro medio raro. Aun así me enseñó más o menos lo que era tocar la bataca. Ese güey andaba en su pedo… les tiraba la onda a las morras, siempre estaba cotorreando. Más bien entre compañeros era donde aprendíamos.

Esto último que comentas, de que aprendías más con tus compañeros, creo que tiene que ver con lo que haces en el presente, tanto en tus bandas de punk como en tus proyectos de jazz.
Pues… a veces sí, pero en otras ocasiones solo es chamba. Más bien yo únicamente trabajo con la gente que conozco tanto del punk como del jazz. Lo que pasa es que después de haber terminado de estudiar lo de iniciación, me enteré que la Escuela Superior de Música tiene una carrera de jazz. Me di cuenta de que lo único que hay disponible para estudiar batería es estudiar jazz. Entonces dije: “Bueno, va… ni pedo”. Pero a partir de ahí fue que me empezó a gustar más y más.

De hecho, tocar jazz es algo muy complicado. No quiero generalizar pero sí he conocido gente que se desenvuelve en del circuito de jazz y se niega a tocar rock o alguna otra cosa… mucho menos punk. Y eso es algo bien interesante en ti, ya que tú te estás moviendo entre esas dos ramas.
Exacto. Y sabes, lo que está bien culero de tocar jazz aquí en México, es que todo es súper burgués y snob en todo sentido. Yo nunca he tenido conflicto con que me gusten otras cosas.

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Supongo que lo expresas con tus amigos jazzistas: no niegas tus gustos por el hardcore y el punk.
Sí, claro. Nada más ve cómo me visto [risas]. Nadie de mis compas del jazz trae playeras de bandas de hardcore. Y creo que eso. Antes a mí me daba como una identidad, una protección que yo quería dentro de este pedo del jazz. Ahorita ya es más neutral.

Igual te causaba conflicto y chocabas con ciertas personas, ¿no crees? Tal vez con los más puristas y cerrados.
Obvio. A mucha gente del jazz no le gusta ese pedo del punk. Hay quienes sólo quieren que el jazz se mantenga en esa onda burguesa y snob que te comentaba. Pero eso pasa siempre dentro de cualquier música, siempre hay disidencia. A lo largo de la historia ha habido güeyes que veían en el jazz más un pedo político y cerrado; sin embargo, también hubo banda que lo llevó al otro extremo y comenzaron a hacer free jazz en los años sesenta.

¿Podría ser que desde el bebop?
Sí, puede ser que desde los cuarenta, cuando surgió el bebop. Pero creo que era más como una revolución intelectual. En aquel entonces políticamente también estaban de la verga. La comunidad afroamericana siempre ha estado de la verga en Estados Unidos. Pero ya en los sesenta, como te decía, cuando nacieron los derechos civiles para los afroamericanos, necesitaban una música que los representara, necesitaban hablar de ese pedo y reflejar toda la violencia que vivían. Entonces de eso es nace el free jazz.

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¿Y cómo llegas tú al free jazz?
Fue gracias a un cuate que tenía en la Escuela Superior de Música. Me pasó un disco de Sun Ra. Me dijo: “Güey… no entendí está madre, igual y a ti te gusta”. Oí el disco y dije: “¡No mames!”.

¿De ahí en adelante fue que comenzaste a hacer proyectos similares, cosas más allegadas al free jazz?
No. Me tomó un rato.

Lo preguntó porque incluso hasta para improvisar dentro del jazz, se tiene que estudiar.
Es algo cagado porque, más que fuera como una academia a donde fui a estudiar improvisación, fue ir a conocer gente que toma distintos elementos estéticos y cada quien lo aplica a su pedo. Me di cuenta que la única manera como podía vincular muchas cosas que me gustan, es improvisando. Se convierte en un proyecto ya demasiado personal.

Entonces tu proyecto de free jazz de nombre Androide no precisamente es otra vertiente de tú como persona y músico, sino que es Gibrán Andrade, el baterista y ser humano que gusta del punk, el hardcore y el jazz al mismo tiempo.
Sí. Androide es todo eso. Por ejemplo, lo que yo encontré dentro del punk y el free jazz es que ambas cosas tienen una ideología.

Y que también en ambas cosas puedes hacer lo que tú quieras.
Sí. Es algo permisivo. No está de más decir que es muy diferente hacer punk si sabes lo que hubo antes de ti, a tu generación, a que si no sabes nada e intentas ejecutarlo.

Ahora, dentro de la organización de los eventos de free jazz, es similar a lo que vives con tus proyectos de punk y hardcore ¿Cuándo te desenvuelves en el jazz también tiene su lado DIY?
Es bien similar. Todos los músicos que hacen free jazz son parte del underground. De hecho, sí el punk mexicano es algo underground, la improvisación y el free jazz todavía es más desconocido.

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Y el mes pasado organizaste algunas improvisaciones de free jazz con los músicos Tony Malaby y Jason Roebke de Estados Unidos. Tal vez estás intentando hacer algo “punk” con el jazz, llevando esta música para un público más abierto, que quizá nunca en sus vidas han visto improvisar jazz a alguien.
Algo así. Pero aquí en la Ciudad de México hay otras personas que también están involucradas en el free jazz y tuvieron que buscar, o siguen buscando, una manera de poder tocar con gente. Así es como suele suceder.

¿Esa gente se salía o sigue saliéndose de los parámetros de lo que debe de ser el jazz?
Sí. La gente los odiaba. Eran músicos bien marginados porque los jazzistas decían que no sabían tocar…

Y es con las personas que hoy en día tú te relacionas para poder realizar proyectos.
Sí, yo toco con ellos. Son personas que llevan como treinta-cuarenta años tocando free jazz. Una de esas personas es German Bringas, el dueño de un café de la colonia Portales que se llama Jazzorca. Incluso, todo el mundo involucrado en la improvisación en México llega ahí. Lo conoces y te abre las puertas. Ahí solamente se toca free jazz. Su única consigna es que los proyectos que se presentan, no sean algo convencional, ya que todos los lugares ligados al jazz precisamente rechazan la improvisación.

¿Qué crees que se necesita para improvisar?
Con que se tenga la misma lógica de comunicación es suficiente, aun cuando cada uno tiene su lenguaje. Sabiendo algunas cosas y teniendo la actitud puedes tocar con quien sea.

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¿Con los músicos de Estados Unidos que recientemente trajiste a la Ciudad de México ya habías tocado antes?
Con el saxofonista, sí. Tony fue mi maestro en Nueva York. Lo conozco desde hace como nueve años, y pues entre él y yo había salido el plan de que en un futuro estaría chido que viniera a tocar a México. Lo que pasa es que la familia de Tony es de Sonora, aunque el nació en Tucson, Arizona. Tony habla español, tiene raíces latinas súper arraigadas. Uno de sus proyectos se llama Tamarindo. También tiene un disco de nombre Voladores, por los voladores de Papantla. De hecho, creo que por eso mucha gente ligada al free jazz en Latinoamérica se relaciona con él. En Argentina Tony es muy famoso. En España también. Sin embargo, en general ya tiene una gran proyección internacional, ya tiene muchos años tocando. Y pues nunca había podido venir aquí, porque la concepción del jazz es muy diferente. Lo que Tony y Jason tocan, no puede interpretarse en el Zinco, que es un lugar súper fresa de jazz. Si alguien llega ahí y dice que quieren tocar algo de free jazz lo piensan, te ponen muchos peros o terminan pagándote menos. Hay como una jerarquía.

¿Cómo es eso de la jerarquía dentro del jazz?
Hay una organización que se llama De Quinta Producciones. Ellos hacen conciertos mensuales. Tienen un vínculo con una orquesta de Nueva York. De hecho, yo de morrito iba a esos eventos y sí costaban una lana. Costaban como mil varos. Estaba chido. Veías todo de cerca y era solo gente de Nueva York, solo gente que tocaba tradicional. El pedo es que nunca traen músicos que toquen algo diferente porque piensan que el público no va a ir.

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Con todo esto que comentas, ahora puedo interpretar al free jazz como algo más sincero.
Sí, como te digo, es algo bien personal. Todo este pedo del underground lo que necesita es apoyo de la comunidad jazzista, compartir algo más de cerca. Porque sino los mismos sellos que hacen lanzamientos de jazz, únicamente seguirán sacando cierto tipo de estilo. Es la misma movida que en el rock.

Pero pues ahora, para estas presentaciones, tú pusiste el dinero. ¿Aun así buscaste algún apoyo con la comunidad del jazz en la Ciudad de México?
Sí. Intenté meter cosas institucionales y no jaló.

¿Por qué no jalo? ¿No era jazz tradicional?
Algo así. Es que les dices: “Se trata de músicos que vienen a improvisar”, y creo que eso, académicamente, es muy difícil de justificar.

Aun así debes tener planes para futuro, quizá traer más free jazzistas.
Claro. Pero la neta no sé. En particular Tony es alguien que todavía puede nutrir mucho a ambas comunidades del jazz; tanto la tradicional como la underground y de improvisación, donde somos bien poquitos.

Entonces tal vez sea el momento clave para que la movida jazz mexicana se abra.
Sí. Precisamente Tony hizo eso conmigo. Yo lo conocí cuando tenia 19 años, ya me gustaba el free jazz y me hizo creer cada vez más en esto. Sólo que ahora mismo yo no podría traer a más gente talentosa cada seis meses. Estoy seguro que sí ha Jason y Tony les gustó tocar acá, van a regresar muy pronto. Sin embargo, poco a poco espero organizar más cosas relacionadas al free jazz, con más gente del extranjero. Que venga quien sea. Sólo se trata de aportar algo para la improvisación.

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