El Tropihits: un puente  intercultural a ritmo de cumbia

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Música

El Tropihits: un puente intercultural a ritmo de cumbia

A mediados de los 90 la cumbia penetró definitivamente en la clase media argentina, de la mano de un inolvidable compilado que no faltó en ninguna fiesta de cualquier extracto social.

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—Ay, ¿de verdad te gusta la cumbia?

—Yo la escucho pero sólo para bailar, para divertirme.

En Argentina la clase media menospreciaba la cumbia, como trató de "bajar el precio" siempre a los movimientos populares.

Particularmente con este estilo de música se daba (y se da) con continuidad este tipo de charlas, tratando a la propiedad de “hacer bailar” como algo que mereciera un segundo plano, algo menor, como si desde el principio de los tiempos una de las principales funciones de cualquier tipo de música en cualquier punto del planeta, no fuera la de hacernos representar la sonoridad con movimientos rítmicos grupal o individualmente.

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No me imagino alguien asegurando ante la pregunta: ”Te gusta leer a Freud?", —"No, sólo lo hago para explotar el inconsciente” o “¿Te gusta ver series?”, —“No, sólo busco un puente ficcional de no más de 45 minutos y con 5 estrellitas en Netflix que me aleje de la realidad por un rato”.

Buscarle un fin más o menos correcto a cualquier tipo de expresión y no sólo disfrutarlo, es uno de los males que nos suelen pasar como sociedad. Sí, obvio que la cumbia (como casi toda expresión musical) busca hacer bailar (además de muchas veces denunciar o retratar una forma de vida de las capas obreras de la sociedad) y agradecemos que busque justo eso.

¡Pero sobre todo, que lo logre con tanta facilidad!

Sin embargo, hubo una época en que la clase media argentina se empezó a amigar con esa corriente y sucumbió al encanto de una buena cumbia. Un contexto socio cultural y político que encontró a gran parte de esta sociedad en el mismo “baile” y no quedó otra que “bailar” todos juntos.

Tropihits simbolizó el triunfo de lo popular como lazo entre los argentinos en una época difícil de su historia reciente.

La segunda mitad de la década del noventa fue, para la mayoría del país, una bomba a punto de explotar.

El velo que cubría las tiránicas medidas traídas desde el consenso de Washington, se empezaba a correr. Un país que apuntaba a la importación de productos de manera casi exclusiva en detrimento de la producción nacional desde hacia varios años, empezaba a dejar a gran parte de la clase media en las puertas de la pobreza y sin la posibilidad de conseguir trabajo para dar vuelta a esa posición.

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Poca a poco las expresiones culturales de aquellas masas olvidadas, ahora engrosadas por los ex clase media y antes tapadas por una ilusión “primermundista” de principios de década, empezaron a tomar fuerzas y la música (como pasó siempre en la historia) se transformó en representación de lo que estaba pasando.

El sello Magenta es un sello discográfico fundado en 1967, que buscaba producir sólo artistas nacionales, no solo de cumbia, también de tango y folclore entre otros ritmos. Tenía casi con exclusividad todos los grupos de cumbia de moda. Grupo Sombras, Comanche, Volcán, Los Chakales y Malakate entre otros. Eran los J Balvin, Dady Yankee y Ozuna de la época y jugaban todos para el mismo equipo.

De hecho, habían llegado hasta la TV con un programa propio (Tropicalísima) en la televisión pública argentina, desde el 96 hasta el 99 con altísimos números de rating. La calle, los ritmos populares, habían entrado a los barrios que antes los ninguneaban como un virus o como una cura que se mezcla con la sangre para no irse nunca más.

En 1996 Magenta saca un compilado con los máximos hits de los grupos que brillaban en su programa de televisión: El Tropihits.

Eran 14 canciones en sus versiones originales y completas, de los máximos referentes del género. Sus temas más pedidas todos juntos, muchos años antes que existiera YouTube o Spotify; y con la tecnología del CD (una novedad en la época en el país) era un cóctel explosivo que no tenia otro fin que el éxito rotundo que tuvo.

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Rodrigo, Grupo Sombras, Volcán, Comanche, Los Ávila, Los Chakales, con éxitos como “Pega la vuelta”, “Esa Malvada” o “Lo mejor del Amor” formaban la placa. Ese CD fue el Barcelona del baile en esos años, con Neymar, Xavi Iniesta, Messi y hasta Antonella.

El disco giraba en todas las fiestas, desde los lugares más humildes hasta los más exclusivos. Los clubes y boliches bailables de la época sonaban las mismas canciones en forma constante (y a veces hasta en el mismo orden de la placa).

En cuanto a lo musical, la cumbia supo entrar en los chats de música pop-rock de las radios más importantes del país a través de un cambio de estética que (bien correspondiente a la época) entendía de maquillaje.

Un sonido con reminiscencias al pop de esos años y algo de reggae, letras de amor principalmente sencillas, e introducciones terriblemente pegadizas, que se transformaron en una fórmula que llevó al éxito casi inmediato.

La raíz de pobreza y carencia que caracterizó a las historias que suelen contar fue “matizada”, por cantantes y vestimentas bien distintas a la gran masa que se sentía representado por esas melodías. Una especie de híbrido social que a la clase media cautivó en forma instantánea.

Las letras seguían siendo testimoniales (como son normalmente en este género), pero alejadas de la crudeza que buscarían años más tarde, donde el contexto de marginalidad se empezaría a ver más reflejado, principalmente (y otra vez bajo un contexto socio cultural determinado) en los grupos que ya conocen: Pibes Chorros, Guachín, Damas Gratis. Pero eso es otra historia.

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En los años del Tropihits, desde la estética, la música y los “pasos” típicos que los nuevos ídolos hacían en la TV y la gente repetía en los bailes como un grupo de pertenencia, supieron marcar a fuego la historia popular y cultural de toda una generación que trascendió todo tipo de barreras económicas y culturales como pocas veces en al historia.

Y si no me creen, busquen a cualquier argentino de aproximadamente 30 años, sea rubio, morocho, alto, flaco, messita, maradoniano, peronista o radical y póngale la intro de “Vete de mi lado” de los Chakales y si no hace dos pasitos para adelante y tres saltitos para atrás es sordo o es argentino de Oslo.

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