Malajunta Malandro: Del barrio argento para el mundo
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Música

Malajunta Malandro: Del barrio argento para el mundo

Charlamos con uno de los exponentes clave del trap porteño.

Para la media de los raperos locales soy un topo; alguien que recién el año pasado se metió al mundo de las batallas entre raperos y descubrió en la radio cómo esos nombres para mí desconocidos, eran en realidad famosos, personas que no podían circular por algunos lugares públicos. No sé cómo en algún momento me encontré viendo videos como el de la punchline de Sony contra Wos “Suube tu level por favor”, en el anfiteatro del parque Rivadavia en el barrio de Caballito.

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Cuando le pasé a un amigo rockero el video de “Noche Complicada” de Frijo y Paulo Londra, me dijo: “Eso es una mierda, no se lo pases a nadie.” Ese odio instantáneo por una canción que es inequívocamente un hit pop me convenció que valía la pena adentrarse en ese mundo. No fue la única señal. Durante el 2017 y lo que va de este año, vi cómo la liga argentina de batallas de freestyle El Quinto Escalón pasaba de los cientos a los miles de asistentes, creando el marco para una arena de MCs capaz de distinguirse por sus habilidades técnicas en los versos o en sus punchlines. Desde estudiantes tirando sus primeras barras hasta figuras destacadas que pasaron rápidamente a grabar sus discos y girar por el país, hay algo en esa agresividad que encaja perfecto con la personalidad argenta.

No hace falta ser un experto para notar cómo la cultura hip-hop tiene influencia en las calles de Buenos Aires. Nadie se sorprende por ver cyphers con raperos de cualquier edad y clase social tirando un free en la calle. Es un fenómeno que inevitablemente va a afectar a las próximas dos o tres generaciones: a varios de sus principales consumidores les falta una década para poder ingresar a un club nocturno y se conforman con ver videos en YouTube de batallas y beefs. Los seguidores más grandes consideran 8 mile y la era de bajar música en vez de stremearla como la vieja escuela. La era de los videos de MTV, que generaron la visita de Beastie Boys y Cypress Hill y el comienzo de Illya Kuryaki and the Valderramas en los tempranos 90, es una época prehistórica.

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La velocidad con que ha crecido es vertiginosa. En el último año, tanto Wiz Khalifa como Kase.O hicieron el estadio cerrado Luna Park, y El Quinto Escalón tocó un pico de convocatoria en el Microestadio Malvinas Argentinas y después se disolvió. Muchos buscan pasar de las batallas a establecerse como artistas con material propio. Dakillah tiene 17 años y le alcanzó un video para que Sony se fije en ella: “Number one”, una declaración de principios que dispara contra la búsqueda ciega del podio.

El trap es la plataforma principal de este cambio, y uno de sus exponentes nacionales más significativos es Malajunta. "¿Para Noisey? Re cheto, la leo”, me contestó Ezequiel (su nombre de pila) desde su Facebook personal. Malajunta Malandro es uno de los exponentes clave del trap en Argentina, un personaje que abreva más de la cumbia de Pablo Lescano o el rock de El Indio Solari, que del trap de Atlanta. Un artista que reboza identidad, y ha sabido dominar la fórmula de esta música para pintar un retrato auténtico; con millones de views en YouTube, con temas tan ridículamente empapados en un slang impenetrable como "Qiqito Trampa" o himnos para todo el continente como "De la risa".

Una semana después de haber chateado, nos encontramos de noche en Palermo. La gente trata de cruzar una calle sin semáforo plagada de autos para llegar a alguno de los bares o discotecas en alguna de las dos veredas, y encaramos para cruzar junto a su comitiva, un encargado de seguridad, el DJ y su manager, y mi amigo Julián (que puso “This is America” de Childish Gambino tres o cuatro veces antes de llegar al Roxy) y yo. Malajunta se acomoda, y se presta a una cerveza y una entrevista antes de tocar. “No sé si me quiero diferenciar, crecí con mucho rock nacional, que tiene la temática del mensaje, más allá del jolgorio, tratar de tocar el corazón de la gente y acordarse de los demás. Suena diferente a la cultura del trap, que es plata y todo eso; yo soy humilde y vivo en un barrio humilde, entonces hablo de eso. Ahora explotó el trap, pero yo en el 2003 estaba escuchando crews como Swishahouse o Diplomats , que ya curtían el sonido nuevo, solo que primero se llamó dirty south, después evolucionó a crunk , ahora le pusieron Trap y el año que viene se va a llamar Trip”, dice el habitante más celebre del barrio Las Tunas.

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NOISEY: ¿Te sirve no comprometerte con un género musical?
Malajunta: La música que estoy haciendo es libre al 100% de todo género y ambiente. Imagínate que voy a sacar una canción colombiana, un buyerengue, pero acá está todo encasillado y yo quiero evitar eso. La música va para donde quiere. Yo quiero sonar lo más crudo posible, pero no me molesta que el resto use Auto-Tune. Al trap acá lo agarraron para un lado romántico, pero el trap original está cerca en las letras de la cumbia villera; acá se volvió más romántico, allá es más porno.

¿Qué te acordás de cuando ibas a batallas de MCs?
Empecé en el 2002/2003. En esa época existía más el estilo que el punchline. Estaban Mustafá [Yoda], Frescolate, Sergio Sandoval, Núcleo; todos tenían un estilo en particular, al toque saltaba la ficha en los más chicos esa distinción entre los raperos. Ibas a una competencia y ahí te daban el flyer de la siguiente, capaz era en Ramos o en Glew, el sonido era un minicomponente y el micrófono de plástico, pero la onda era estar ahí; para hacerte conocido tenías que patear todo Buenos Aires.

¿Se te viene a la memoria alguna punchline vieja?
Una que le dije a un pibe, el tipo me había dicho que yo tenía un reloj de la feria y yo le respondí “¿Así que mi reloj es de la feria?/comprame uno mujer/¿Te agarra histeria?" Después me dediqué a hacer música y me dejó de interesar. Grabé 16 mixtapes después de competir, pero desde el 2013 para acá empecé a ver los frutos de la música que había grabado.

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¿Cambia la mirada en el barrio ahora que sos más conocido?
Vivo en un barrio de gente grande donde la gente me haría saber si digo giladas. ¿Con qué cara salgo a saludar a esa gente? El otro día fui a un campeonato de futbol al fondo de mi casa y en media hora volví re en pedo, con droga en el bolsillo y yo no me drogo; saben que lo que digo los representa, no hablo de más ni de menos, hablo lo justo. Cada uno tiene su rol en el barrio: está el que roba, el que vende, el que rastrea, el que mata; pero yo no voy a hablar de ellos en particular, sino mi punto de vista de cómo son las cosas.

Cuando iba al colegio, la presión en el barrio era estar bien vestido, tener unas Nike. A mí me daba vergüenza que me vieran las pibas morfando en el comedor escolar. Siempre recordamos los momentos de más pobreza con risa; el barrio tiene eso de hacer mucho con nada, es lo mejor del mundo pero hay que saberlo vivir. El descanso en el barrio existe, si tenés unas zapatillas marca Acme te la re hacían. Si no sabes bancar la presión te va a ir mal, tenés que volverte malo, estás dispuesto al apodo todo el tiempo. Acá no hay pedagogo ni psicología, o te haces de acero o te comes el descanso toda la vida.

También te interesa usar expresiones más locales.
Me repugna cuando pronuncian “eia pleia". ¿Qué sos hermano? ¿Cartoon Network? Si le digo a una mina en mi barrio “oye eres tan bella”, me da un chirlo y dice “toca pa allá.” Con la generación de los dibujitos, los pibitos hablan en neutro. Yo crecí con música que habla de vos, no de tú; y no tengo nada en contra de eso, porque también veo que muchos que lo utilizan tienen 17 años.

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Lo mío es pintar la aldea. Un acote se convierte en una canción, cosas de todos los días. Por ejemplo, la canción “Ahora quieren pan”. Eso estaba hablando con las pibas que se juntan conmigo, “ahora parecen en fila” La canción hablan de que aparecen las gruperas pero las que van a estar ahí son las ñoris de siempre.

Ultimamente subís dibujos con tus canciones en vez de videos.
Prefiero que se mueva la música a los videos; para hacer videoclip hubiera estudiado para actor. Me aburre verme y la música es para siempre. Eso me pasa escuchando música de épocas donde casi no había videos. Me parece factible que se mueva la música, me da el margen para seguir metiéndole al dibujo. Si querés ser estrella hacete actor, pero la música es la que brilla, no hay otra. Tengo alguna gente que me sigue que se viste igual que yo, toman lo mismo; me río pero es impactante. Yo pienso de una manera y ellos piensan que esa es la que va.

¿Ves al hip hop más asimilado a la cultura local?
Hoy en día no diferencias a un pibe de la calle de un rapero porque se visten tal cual. El rapero le acomodó la pilcha a toda la tendencia nueva; hoy la gente se viste como los raperos o los raperos como la gente, no sé bien cómo sería.

Los chetos se quieren hacer los cabeza, se visten todo deportivo, cambió el flash. Me parece bien que la gente con una poco más de teca entienda a los pibes del barrio, pero el hip hop va a ser siempre de la necesidad, nació del hood y de ahí llegó a triunfar. Ahora cualquiera puede hacer rap, pero está bueno que se respete eso.

El trap está en ascenso y la economía en recesión, ¿cómo impacta?
Este es un buen momento para la música del ghetto, del corazón. Por eso la cumbia villera nació en la crisis del 2001, produjo una identificación muy fuerte. Cuando hay un país en descenso, la única salida es la música o el deporte, porque no ganas robando ni laburando; es un buen momento para que el músico explote su potencial.

Con la cumbia villera también se dio un fenómeno de consumo irónico.
Eso pasa acá y ahora, ayer le pegaron un tiro a un pibe afuera de mi casa, me llamó mi primo que se habían metido dos tipos en su patio, tuvimos que salir a correrlos por el barrio. Y de repente estás sentado en un bar tomando un trago con un melón viendo todo el jolgorio. No sabes si estar acá o allá.

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